Provengo de una familia Católica, donde las primeras oraciones fueron enseñadas por mi abuela paterna cada noche al ir a dormir. Nunca fui muy comprometido, tampoco profundicé demasiado sobre la fe católica, más bien veía la congregación como una institución social, donde encontrar amigos o una novia, todo era en forma sana, pero alejado de lo que realmente implica ser un Cristiano comprometido, esta etapa duró desde los 12 a los 20 años.
A los 20 años me dirigía a una reunión del grupo juvenil en el cual participaba y 5 minutos antes de llegar a la Parroquia, me di cuenta que estaba frío, que en realidad estaba perdiendo mi tiempo, así lo sentí, me di media vuelta y no pisé nunca más la parroquia.
A los 20 años, estaba iniciando mi segundo año de Universidad, en la cual existía todo un mundo diferente a la parroquia, mundo que disfruté y que me hizo romper con él cascaron en el cual me encontraba, eso sí, sin excesos, pero alejado de Dios; no oré nunca más, ni recé nada de lo que mis abuelos con tanto cariño me habían enseñado; durante este 2do. año de Universidad conocí a una persona de familia evangélica Pentecostal (unitarios), ella era atea y comencé un noviazgo centrado en el sexo, renegué de Dios e incluso manifesté libremente que no creía en su existencia.
Después de un año vino como consecuencia un hijo no deseado (fui padre soltero), se derrumbó todo lo que alguna vez pensé, sin embargo no me casé con esta persona, comencé toda una etapa de cuestionamiento de mi vida y de mis acciones, comencé a sentir ese remordimiento de haber estado tanto tiempo alejado del Señor, necesitaba nuevamente sentirlo cerca y me escuchó, conocí a una mujer maravillosa (que es mi actual esposa), con ella las cosas comenzaron a cambiar, comencé nuevamente a buscar a Dios, pero me faltó Fuerza y me puse tibio, fue en esta etapa de tibieza, que en mi trabajo, conocí a unos Católicos que participaban en la Renovación Carismática, pero que, por diferencias con unas hermanas monjas, se enojaron y libremente se fueron de su parroquia, el problema es que no se fueron a otra parroquia, si no que fundaron una iglesia carismática evangélica (corte pentecostal), cuando les pregunté el porqué del disgusto, uno de ellos me dijo que era porque querían que “adoraran a María”, me sonó raro, pero no era mi problema. Uno de éstos ex-católicos, comenzó a hacer unos cursos de iniciación para organizar la naciente iglesia, a éste, por amistad, le presté ayuda con información legal para solicitar personalidad jurídica (condición en mi país), para que naciera su iglesia, aquí es donde comenzó mi conocimiento de la fe evangélica, pues comencé a ser prosélito de mi amigo.
De esta fe, sólo sabía lo histórico, Martín Lutero se separa por que se enemista con el Papa y punto, con este compañero de oficina, comencé a internalizar los conceptos de “Solo Scriptura”, “Solo Fide”, “La ICAR es apóstata”, “Los sacerdotes conducen a su rebaño hacia la perdición”, “Cristo es nuestro único y suficiente salvador”, “La Eucaristía es simbólica”, “No existe presencia real de Cristo en el vino y el pan”, etc.
Por lo general, después de almuerzo, caminábamos un rato, en el cual conversábamos de la nueva fe y de los errores doctrinales católicos, a veces nos íbamos juntos en su automóvil, escuchando una radioemisora evangélica o bien a la hora del café, luego de un tiempo vino la invitación a un culto, la acepté, pues el virus de la reforma ya estaba dentro de mí, fui y fue una reunión en una casa que se arrendaba y servía de templo, recuerdo que se cantó por más de 1 hora y 1/2, las personas eran gratas, luego vino un Pastor invitado, el cual les estaba enseñando como ser evangélicos, pues la gran mayoría de los asistentes eran excatólicos carismáticos, éste pastor comenzó a llamar hacia el estrado a aquellos que Quisieran ser salvos o realizar alguna sanidad, yo me había sentado al final del salón, en ese momento se me acercan y me dicen si quiero aceptar a Jesús como mi salvador, a lo cual dije que sí, subí al estrado, el pastor, tomó mi cabeza, me hizo decir mi nombre, me indicó que desde ese minuto ya estaba escrito en el libro de la vida y que mi esposa también llegaría hasta ahí, que no me preocupara, pues Dios así lo quería, repetí la formula del “Jesús te acepto como mi único y suficiente salvador… “, luego sopló varías veces sobre mí (supuestamente) el E.S, pero no me caí al suelo (soy más bien fornido y estuve acostumbrado a deportes rudos, así que lo atribuí a eso) así que pasé a sentarme y ahí observé lo que pasaba, hubo muchas hermanas que caían al suelo, lloraban mucho, otros hablaban en lenguas o murmullos de lenguas, pero nada entendible.
Después de esto comenzó mi trabajo proselitista con mi esposa, la cual no me aguantó, ella siguió firme en su fe católica, tuvimos muchos altercados, muchas veces herí sus convicciones católicas, por ejemplo la asistencia al mes de María, que para ella era importante, ridiculicé muchas de sus prácticas y en vez de haber encontrado unión en esta nueva fe, encontré distanciamiento. Esta situación no era muy agradable, a regañadientes, asistí a algunas celebraciones católicas a las cuales mi familia o la familia de mi esposa me invitaban y siempre recuerdo lo ridículo que era, pues solo cantaba o respondía lo que yo creía bíblico de éstas celebraciones, y siempre con mi esposa mirándome.
En esa época me hice socio cooperador de la radioemisora evangélica de mi país, colaboraba mensualmente con dinero para el sostenimiento de ésta; “ofrenda de amor” la llamábamos, la escuchaba todos los días y ahí me internalizaba de la doctrina evangélica y me congregaba espiritualmente con mis hermanos en la fe. Un día pregunté a mi hermano y amigo que ya era anciano en la iglesia, que me recomendara alguna lista de interés, para conocer lo que otros hermanos pensaban, de esta forma llegué a la lista Apologética, que dirige Carlos Devetac, hasta ahí todo bien, hasta que comencé a participar y me di cuenta que el ambiente no era de lo más santo, en el sentido de cómo se trataban, y eso que todos éramos hermanos, comencé a ver que a pesar de que se hablaba que éramos una sola iglesia invisible, el mismo cuerpo de Cristo, las diferentes doctrinas igual nos desunían, pero al final la fe era una sola, pero ni tan así, pues salían ciertos grupos anunciando que ellos sí eran el remanente escogido por Dios, que las Hijas de la ramera, judíos mesiánicos que te maldecían si cuestionabas la observancia del Sábado actual con el Shabbat bíblico, Adventista con eternos tratados de que si comes carne de cerdo y no celebras el Sábado como reposo, te vas al infierno, en fin un sinnúmero de ideas para todos los gustos, y también, con todo respeto, vi mucha ignorancia y frases cliché.
En esta época también comencé a leer escritos de judíos mesiánicos y comencé a ir hacia ese lado, tanto fui que llegó un momento en que comencé a dudar de la deidad de Ntro. Señor e incluso de su mesianismo, pues sin darme cuenta llegué hasta las webs de Judíos y ex cristianos evangélicos, donde te refutaban toda la Cristiandad, pero por gracia de Dios, supe salir de ahí, refutándolos a ellos, sin querer me había metido en lo que la misma Escritura advierte con respecto a “los vientos de doctrina extraña”.
Con mi esposa habíamos tenido un distanciamiento grave, que incluso pensé en el “yugo desigual, entonces bien si me separo y me voy con una evangélica” (bastante desgraciado de mi parte haber pensado así), pero seguíamos juntos. Ella en más de alguna oportunidad me había indicado en que fe educaríamos a nuestros hijos y la respuesta era “ellos decidirán”.
Hasta que por un problema económico, saqué a mis hijos del colegio privado laico en el cual estaban y mi esposa los matriculó en un colegio católico muy cercano a mi casa, que era barato y perteneciente a las Hermanas del Buen Pastor. Aquí fue mi primera y gran sorpresa, mi hijo mayor, sin que nadie le dijera nada decidió hacer su Primera Comunión, bueno, como mis palabras habían sido que ellos decidieran, lo acepté, pero no sabía que debía asistir durante 2 años seguidos a reuniones todas las semanas en la tarde para la catequesis familiar y así apoyar a mi hijo en su preparación, en un principio pensé ir de vez en cuando, pero luego pensé, como buen protestante, “Dios me quiere ahí para cambiar almas” y comencé a ir con toda mi artillería y el propósito de aportillar y cuestionar todo lo católico, pero no se por que, la catequista en vez de mirarme mal, comenzó a quererme y junto a otras personas, comenzamos a crear un sub-grupo dentro del grupo general de catequesis y fui descubriendo que ellos tenían las mismas inquietudes espirituales y que amaban a nuestro Señor igual o mejor que yo y eso que ellos estaban en la otra trinchera, entonces aquí fue mi primer despertar, después de haber estado 18 años durmiendo, me di cuenta que la gente que participaba en la iglesia católica era diferente al concepto de fríos y mecánicos que manejaba en mi cabeza y comencé a disfrutar de las reuniones de catequesis.
Por otro lado, me habían ya cuestionado, que si había aceptado a Cristo, entonces que me bautizara, tema del cual ya tenía diferencias, pues siempre pensé y lo pienso aún, que el bautismo es uno solo, si bien a mí me bautizaron cuando niño, al momento de haber hecho mi declaración de salvación en el púlpito, la obra estaba completa, no necesitaba que me sumergieran en un río, pues de fe, ya había reafirmado ese bautismo Trinitario al decir que Jesús es mi salvador.
Ya en el segundo año de catequesis y producto de unos encuentros / retiros que tuvimos, comencé a experimentar un nuevo calor en mi ser, algo inexplicable, que no había sentido en mi protestantismo, era una sensación de gozo y paz inmensa, estos retiros fueron completamente Cristo céntricos, tampoco se hablaba mucho de María, Dogmas o Santos, cómo la mayoría de evangélicos piensa, fue cómo el segundo paso en mi despertar, entonces comencé a cuestionar mi condición de protestante, pues sin necesidad de estar cuestionando todo a la luz de la Biblia, comencé a ser más simple, me dejé llevar por el Espíritu Santo libremente.
Comencé entonces en forma paralela a hacer dos cosas, la primera acompañé sólo como oyente a mi esposa a la misa, al principio me sentía como raro, pero por primera vez, comencé a escuchar y a entender, a la vez comencé a buscar información sobre lo que la Reforma fue, los cómo, donde, por qué, cual es la realidad evangélica actual, conocí y descubrí tratados de los Padres de la Iglesia, que ignoraba, comencé a leer sobre conversiones, en mi trabajo comencé a conversar con mi amigo y hermano evangélico de muchas inconsistencias que comencé a encontrar en la doctrina evangélica y que fuesen planteados a su Pastor (nunca recibí respuesta), sobre todo lo relacionado con la Eucaristía v/s la Santa Cena evangélica, esto último fue el despertar definitivo.
Después dé leer tratados de ambas partes, desde las aberraciones que dice J.T. Chick, hasta tratados de Scott Hahn, y leer concienzudamente el Evangelio según san Juan, versículo por versículo, comprendí que la Eucaristía Católica era la real, el día que me di cuenta de esto, es como si un fogonazo o destello me hubiese pasado por la cabeza y ojos, muchas cosas comenzaron a tomar sentido, esto fue un día de semana y estuve esperando hasta el Domingo, pues sentía un hambre dentro de mí, necesitaba recibir a Cristo Resucitado y Vivo en la hostia, el Pan de Vida Eterna bajado del Cielo (antes solamente lo había recibido en 2 oportunidades a los 13 y luego a los 18 años y no recordaba lo que se sentía), ese día Fue toda mi familia a misa y por vez primera participé de toda la celebración, sin omitir nada, pues ya todo era bíblico, es como si el velo se hubiese corrido y todo comenzó a tener sentido y realidad, hasta que llegó ese momento de tomar la hostia y la sensación fue exquisitamente sublime, nunca antes en mi vida, me había sentido tan reconfortado en mi ser interno, sentía una paz inmensa en todo mi interior, pedí perdón por todo mi pasado y lo miserable de mí ser y agradecía a mi Señor por llevarme a esta instancia, en ese momento es cómo si me hubiese elevado y comencé a llorar, sin poder parar, arrodillado no podía detener las lágrimas, mis hijos estaban sorprendidos hasta que llegó ese sosiego y la paz interna que es difícil describir, pero la verdad que nunca antes, me había sentido así, después de esto y aunque aún tenía algunas dudas sobre todo de los dogmas Marianos, me di cuenta que ya no podía seguir siendo evangélico, pues si encontraba que la misa y el banquete eucarístico era sublime y real, entonces la fe católica también lo era y mis dudas sobre santos y otros tendrían alguna respuesta lógica a la luz de las Escrituras, esto sucedió entre Octubre y Noviembre del año 2004.
De ahí en adelante lo único que quería era que llegase luego el Domingo, también llegó la hora de la Primera Comunión de mi hijo, me confesé con el Sacerdote del Colegio donde asistía mi hijo, le manifesté muchas dudas, que gentilmente me explicó, también confesé que era o fui Protestante, a lo cual, temía un sermón o no poder seguir asistiendo a las reuniones de Catequesis, pero, a diferencia de lo que muchos evangélicos piensan que la Confesión es un trauma, acá encontré solo palabras de amor y de bienvenida a la Iglesia, como una conversación de amigos, que alivió enormemente mi alma.
Después de esto renuncié a la fe evangélica, cancelé mi aporte a la radio emisora que sostenía, me di de baja de Apologética, y le comenté a mi hermano y amigo evangélico de mi decisión y en que me fundamentaba para ello, me entendió, pero él no fue capaz de salirse de su ritualismo y cuestionarse, pero bueno, eso es de él. En esta búsqueda de aquellas dudas que aún tenía, encontré esta lista de interés, que me ha beneficiado de gran manera, pues me ha servido para dilucidar esas dudas que tenía, he leído testimonios, que en algunas partes me veo reflejado, pues son las mismas inquietudes y deseos.
Puede que algún hermano evangélico piense que solo es sentimentalismo y que nunca fui un renacido, que nunca conocí la fe evangélica, eso ya me lo han planteado y la verdad es que cada vez me siento más seguro de haberme convertido en Católico, pues acá encontré plenitud plena, no puedo dejar de reconocer que mi espiritualidad y el gozo de encontrar a Jesús nació en la fe evangélica, aprendí a orar y ha necesitar de Dios a diario, pero en la fe católica he encontrado el culmine de esta espiritualidad, he encontrado a Jesús Resucitado en la Eucaristía, como la expresión máxime, que nunca pude hallar en otro lado. Recuerdo el texto del libro de Scott Hahn “mientras los protestantes discuten el menú, nosotros ya estamos disfrutando del banquete”. Actualmente participo en una comunidad que se formó después de terminar la catequesis con el deseo de ayudar a que el evangelio sea diseminado, mi familia está completa, profesando una única y sola Fe y me siento más bendecido que nunca.
Gracias
Autor: Pedro Muñoz