El Concilio Vaticano II en su decreto Unitatis Redintegratio define al ecumenismo como el movimiento impulsado por el Espíritu Santo para restaurar la unidad de los cristianos. Exhorta también a todos los fieles católicos a que “reconociendo los signos de los tiempos, cooperen diligentemente en la empresa ecuménica” .
Define pautas muy claras para el movimiento ecuménico, las cuales por desconocimiento de muchos católicos, son ignoradas logando efectos adversos y perjudiciales para la Iglesia, al punto que muchos fieles terminan practicando una especie de pancristianismo sincrético contrario no solo al espíritu sino a la letra misma del Concilio.
¿Qué no es Ecumenismo?
CASO #1: Hace unos años una vecina tenía un círculo de oración en su casa. Al querer participar del movimiento ecuménico invitó a participar a un grupo de evangélicos. Se cuenta que las oraciones –a las que llegaba a participar ocasionalmente algún sacerdote católico- eran “hermosas”. Posteriormente el ambiente terminó enrarecido debido a las enseñanzas que se estaban predicando, por lo que algunos católicos dejaron de asistir, otros sin embargo siguieron asistiendo. Hoy algunos de esos católicos son protestantes y la vecina terminó siendo la pastora de la Iglesia evangélica “El amor de Dios”. (Instalada en el garaje de su casa) .
CASO #2: Scoth Hann (ex pastor presbiteriano) narra en su libro Roma Dulce Hogar su camino de conversión a la Iglesia Católica:
“Fue duro, porque ella [aquí se refiere a su esposa] no quería saber nada de la Iglesia católica, y resultó más duro aún porque varios sacerdotes a los que visité tampoco querían hablar sobre su Iglesia. Cada dos por tres yo me escapaba en busca de un sacerdote que pudiera contestar a algunas de las dudas que aún me quedaban; pero uno tras otro me desilusionaban. A uno de ellos le pregunté:
-Padre Jim, ¿Qué debo hacer, convertirme al catolicismo? –Antes que nada -me dijo-, no me llame «padre», por favor. En segundo lugar, creo que en realidad usted no necesita convertirse. Después del Vaticano II eso no es muy ecuménico. Lo mejor que puede hacer es, simplemente, ser mejor como presbiteriano. Le hará más bien a la Iglesia católica si usted se mantiene en lo que es.
Asombrado, le contesté:
-Mire, padre, yo no le estoy pidiendo que me tome del brazo y me haga católico a la fuerza. Creo que Dios puede estar llamándome a la Iglesia católica, donde he encontrado mi hogar, mi familia de alianza.
Él contestó fríamente:
-Bueno, si lo que quiere es alguien que le ayude en su conversión, yo no soy la persona adecuada.
-Me quedé helado.”
CASO #3: Hace unos meses, mi amigo Salvador Melara (ex pastor evangélico) fue invitado a un congreso católico de evangelización para compartir su testimonio de conversión a la Fe Católica y al mismo tiempo invitaron a un predicador internacional bastante conocido. Luego de que Salvador habló de las dificultades y renuncias que tuvo que hacer para regresar a la Iglesia escuchó pasmado como en la siguiente conferencia el predicador internacional decía que “ya los católicos no debemos creer que pertenecemos a la única Iglesia que Cristo fundó” y que “todas las Iglesias son iguales porque siguen al mismo Cristo”.
He aquí tres ejemplos reales de lo desastroso que puede ocasionar una mala comprensión del ecumenismo.
¿Qué busca el verdadero Ecumenismo?
El decreto Unitatis Redintegratio establece que “solamente por medio de la Iglesia católica de Cristo, que es auxilio general de la salvación, puede conseguirse la plenitud total de los medios salvíficos. Creemos que el Señor entregó todos los bienes de la Nueva Alianza a un solo colegio apostólico, a saber, el que preside Pedro, para constituir un solo Cuerpo de Cristo en la tierra, al que tienen que incorporarse totalmente todos los que de alguna manera pertenecen ya al Pueblo de Dios.” (Unitatis Redintegratio 3).
El verdadero ecumenismo busca por medio del diálogo aumentar el entendimiento entre las distintas confesiones cristianas, para mover a la conversión a todos aquellos que se encuentran alejados de la Iglesia Católica, a la plenitud de la fe que solo se puede encontrar en ella. La finalidad del diálogo es, atraer al que está alejado de la Iglesia a su seno, no dialogar por dialogar asumiendo que hace bien quedándose donde está.
El Papa Juan Pablo II respecto al tipo de unidad que busca el ecumenismo explica:
“Jesús mismo antes de su Pasión rogó para « que todos sean uno » (Jn 17, 21). Esta unidad, que el Señor dio a su Iglesia y en la cual quiere abrazar a todos, no es accesoria, sino que está en el centro mismo de su obra. No equivale a un atributo secundario de la comunidad de sus discípulos. Pertenece en cambio al ser mismo de la comunidad. Dios quiere la Iglesia, porque quiere la unidad y en la unidad se expresa toda la profundidad de su ágape.
En efecto, la unidad dada por el Espíritu Santo no consiste simplemente en el encontrarse juntas unas personas que se suman unas a otras. Es una unidad constituida por los vínculos de la profesión de la fe, de los sacramentos y de la comunión jerárquica. Los fieles son uno porque, en el Espíritu, están en la comunión del Hijo y, en El, en su comunión con el Padre: « Y nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo, Jesucristo » (1 Jn 1, 3). Así pues, para la Iglesia católica, la comunión de los cristianos no es más que la manifestación en ellos de la gracia por medio de la cual Dios los hace partícipes de su propia comunión, que es su vida eterna. Las palabras de Cristo « que todos sean uno » son pues la oración dirigida al Padre para que su designio se cumpla plenamente, de modo que brille a los ojos de todos « cómo se ha dispensado el Misterio escondido desde siglos en Dios, Creador de todas las cosas » (Ef 3, 9). Creer en Cristo significa querer la unidad; querer la unidad significa querer la Iglesia; querer la Iglesia significa querer la comunión de gracia que corresponde al designio del Padre desde toda la eternidad. Este es el significado de la oración de Cristo: « Ut unum sint ».”
Juan Pablo II, Ut unum sint 9
En Reconciliatio et Paenitentia el Papa sostenía:
“Hay que reafirmar que, por parte de la Iglesia y sus miembros, el diálogo, de cualquier forma se desarrolle —y son y pueden ser muy diversas, dado que el mismo concepto de diálogo tiene un valor analógico— , no podrá jamás partir de una actitud de indiferencia hacia la verdad, sino que debe ser más bien una presentación de la misma realizada de modo sereno y respetando la inteligencia y conciencia ajena. El diálogo de la reconciliación jamás podrá sustituir o atenuar el anuncio de la verdad evangélica, que tiene como finalidad concreta la conversión ante el pecado y la comunión con Cristo y la Iglesia, sino que deberá servir para su transmisión y puesta en práctica a través de los medios dejados por Cristo a la Iglesia para la pastoral de la reconciliación: la catequesis y la penitencia.”
El Ecumenismo no aplica a las sectas
Otro error común difundido entre muchos católicos es el de creer que el ecumenismo aplica a las sectas. Frecuentemente encuentro a hermanos bienintencionados (pero no bien preparados) tratando de dialogar con testigos de Jehová, adventistas, pentecostales, mormones y otros grupos proselitistas, muchos de los cuales aprovechan esta disposición para minar su fe.
Es un hecho que estos grupos tienen una doctrina especialmente orientada a atacar puntos clave de la fe católica. En algunos casos pueden conocer escasos cinco o seis versículos bíblicos, pero especialmente seleccionados para confundir al católico de a pie. (No es desacertado aunque pueda sonar despectivo la frase “católico ignorante, seguro protestante” ).
Juan Pablo II en su discurso a la Conferencia Episcopal de las Antillas en visita “Ad Limina” el 7 de Mayo del 2002 afirmó que “es esencial desarrollar en vuestras Iglesias particulares una nueva apologética para vuestro pueblo, a fin de que comprenda lo que enseña la Iglesia y así pueda dar razón de su esperanza”. La necesidad de esta nueva apologética la explica enseguida: “En un mundo donde las personas están sometidas a la continua presión cultural e ideológica de los medios de comunicación social y a la actitud agresivamente anticatólica de muchas sectas, es esencial que los católicos conozcan lo que enseña la Iglesia, comprendan esa enseñanza y experimenten su fuerza liberadora. Sin esa comprensión faltará la energía espiritual necesaria para la vida cristiana y para la obra de evangelización” .
Yo opino que es momento en que la jerarquía eclesiástica tome serias medidas para atacar el problema sectario, y así como no escatima en sus esfuerzos en fomentar el ecumenismo, aumente sus esfuerzos en fomentar una nueva apologética que permita detener la hemorragia de católicos, que día a día abandonan la Iglesia por causa del proselitismo de las sectas.