Banner-02

Las imágenes sagradas

imágenes católica

¿Por qué en la Iglesia católica se tienen imágenes si el Antiguo Testamento parece prohibirlas (Ex 20,4-5; Dt 4,15-16; 7,25-26; 2Re 8,14 Sl 135,15-18)?

La raíz hebraica para “adorar” es “hawah” esta raíz en hebreo significa “adorar”, mientras que en arameo designa “relatar”, “informar”. En griego se traduce siempre con προσκυν€ˆ (prskyneo).

Adorar a Dios: Gn 22,5; 24,48; 37,10; Ex 4,31; 33,10; Dt 26,10; 1Sam 1,3.19; 15,25.30; 2Sam 15,32; 2Re 17,36; 18,22; 32,12; 2Cron 7,3.22; 20,18; 29,28.29.30; Is 2,10; 27,13; 36,7; 49,7.23; 66,23; Jer 1,16; 7,2; 26,2; 22,9; Ez 46,2.3.9; Zac 14,16.17; Sl 5,8; 22,27.29;29,2; 66,4; 86,9; 95,6; 96,9; Ne 8,6; 9,3.6.

Adorar a Absalón: 1Sam 2,36.

Adorar a Dios y al rey: 1Cr 29,20.

Adorar a los ídolos, al sol u otros dioses: Ex 32,8; Lev 26,1; 1Re 9,6.9; 11,33 (sin correspondencia griega); 2Re 5,18; 17,16.35; 19,37; Jue 2,12.13 (en este caso el griego emplea Ï·ÙÚ‡ˆ = latreuo). 17; Is 2,20; 37,38; 46,6 Ez 8,16; Jer 25,6; 2Cr 7,19; Is 2,20.

La raíz aramea para adorar es “segid” esta raíz también existe en hebreo con el mismo significado y figura traducida en griego por proskyneo: Is 44,15.17.19; 46,6 (adorar ídolos).

Adorar a Dios; rehusar la adoración de otros dioses o ídolos: Dn 3,12.15; se traduce por latreuo; Adorar ídolos: Dn 3,5.6.7.10.11. 14.18 se traduce al griego por proskyneo.

En otros pasajes figuran juntas las dos raíces de “segid y hawah” Is 44,15, donde a hawa equivale proskyneo, mientras que segid no parece tener equivalente; Is 44,17: segid es traducido por proskyneo; mientras que a hawa corresponde el verbo proseuchomai.

Como se habrá observado por las diversas citas antes aducidas, en unas tres ocasiones los verbos hebreo y arameo segir y hawah se traducen por latreuo.

Hay otros verbos que sorprenden por sus diversos contextos. La gloria es un atributo divino (doxa) y encontramos el verbo doxazo con el sentido de honrar al hombre en Ester 6,6.7.9.11. El verbo sébomai aparece en LXX Is 29,13; Jos 4,24; 24,33 con el contexto de “venerar a Dios” ; el libro de la Sabiduría lo usa para los ídolos en 15,18.

Un estudio atento al empleo que se hacen de las diversas raíces, muestra que no hay una clara distinción en los escritos antiguos entre adorar y venerar.

La forma de culto de Cristo y de los santos en los cementerios es de las devociones más antiguas; pero no sólo, en las catacumbas de Roma es frecuente encontrar representaciones de Cristo como “Buen Pastor” y como “pez”, también en Galilea hay mosaicos antiguos que representan el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces. Este culto se universalizó hacia tiempos de Constantino.

Con todo, en el S. IV el concilio regional de Elvira prohibía la decoración de las iglesias con pinturas, pero no se universalizó; la causa se debía al contraste entre los misterios de la fe y las débiles creaciones humanas. Eusebio de Cesarea consideraba también imposible la representación de la humanidad gloriosa de Cristo. Asimismo los monofisitas eran enemigos de tales representaciones.

En el 599 Severo de Marsella encabezó el primer caso de destrucción de las imágenes en su diócesis, lo que acarreó la reacción de Sn Gregorio Magno. Esta polémica se acrecentó en el 727 cuando el emperador León III hizo derribar una figura de Cristo en los palacios imperiales. El pueblo reaccionó y dio muerte a varios oficiales.

A ello siguieron varias represiones imperiales bajo León III y Constantino Coprónimo. La tranquilidad llegó cuando ocupó el trono la emperatriz Irene. El II concilio de Nicea confirmó la legitimidad del culto en la sesión VII.

El IV concilio de Constantinopla parece emplear una misma raíz de “proskyneo” para la adoración de la imagen de Cristo Salvador, de la Virgen, Madre de Dios, de los ángeles y de los santos.

Así que más que un intento fallido de la teología, es mérito de ésta el haber ido comprendiendo mejor el dato a fin de aclarar los términos; y más que de la teología, el mérito se debe al magisterio eclesiástico.

No se olvide que el concilio de Elvira no tuvo valor universal respecto de las imágenes. En dicho concilio el verbo griego que se empleaba para “adorar” es el mismo que para “venerar”: “proskyneo” (προσκυν€ˆ).

El diccionario de la lengua griega Montanari que es uno de los más completos que se han publicado recientemente, elenca las siguientes acepciones para este verbo: (1) saludar con afecto, abrazar; (2) adorar, venerar; (3) postrarse, considerar con respeto o veneracón; (4) conjurar, tratar de aplacar suplicando; etc…

Con ello queda claro que un mismo verbo griego –que es el que usó Constantinopla IV- se emplea para adorar y para venerar.

En cuanto al NT hay cuatro acepciones:

· Con ese verbo se indica el culto debido a Dios (Mt 4,10; Lc 4,8; Jn 4,21; 1Cor 14,25; Ap 4,10; Hebreos 11,21…

· Adorar a Cristo, profeta, mesías y Dios (Mt 2,2; 8,1Lc 24,52; Hebreos 1,6…).

· Venerar a alguien con un acto de humilde postración (Hechos 10,25; Ap 19,10; 22,8).

· Adorar al diablo, a la bestia, al dragón y a sus representaciones (Mt 4,9; Lc 4,7; Ap 9,20; 13,4.8).

El IV concilio de Constantinopla, a pesar de echar mano de proskyneo para la adoración de la imagen Cristo y de la Virgen y de los ángeles y santos, establece una clara y sutil distinción entre los cuatro.

En el caso de Cristo se dice que esa adoración es similar a la adoración de los evangelios y eso no se dice de la Virgen, de los ángeles ni de los santos; por otro lado, en el caso de Cristo se emplea el verbo porskyneo, “venerar” de modo fuerte, absoluto.

En los otros tres casos se echa mano de dos verbos y no solamente de “adorar”, sino que se dice: “honramos y adoramos”; es lo que se llama una “hendíadis”: a este honrar y adorar se le llama hoy “venerar”.

La gradación de estos cuatro grupos tampoco es casual: el culto reservado a María es privilegiado respecto de los otros dos; por ello figura antes que ellos y el concilio da el motivo: es Madre de Dios, cosa que no encarnan los ángeles ni los santos.

Para el año 869-870 no había una terminología clara o neta para designar el culto reservado a la Virgen y a los santos (alguna distinción había establecido el II concilio de Nicea, pero no se había comprendido bien, por contar con una mala traducción, a la que se sumaban rivalidades entre los dos imperios romanos de oriente y occidente); por eso es que el verbo “venerar” no figura. Venerar en griego se decía también “proskyneo”, como ha señalado el diccionario de Montanari.

La Iglesia a lo largo de los siglos ha ido precisando esta terminología, de manera que hoy el catecismo establece una clara distinción entre adorar y venerar. Algo semejante ocurrió con el término “persona”. Antes de Calcedonia, no había una clara distinción entre “persona” y “naturaleza”. Fue mérito de Calcedonia precisar el concepto de persona.

Ahora pasamos a las citas veterotestamentarias que nuestros hermanos separados nos aducen para decirnos que los católicos cometemos actos de idolatría cuando veneramos las imágenes sagradas.

A menudo parece que con dicho método de citar el Antiguo Testamento se descuida que el Nuevo Testamento ayuda a comprender el Antiguo (cf 2Cor 2,14) y que el Antiguo da una base al Nuevo, como si no hubiera distinción entre los dos. En realidad, en el Antiguo Testamento encontramos una especie de bosquejo del plan de salvación.

La revelación ha tenido un carácter progresivo hasta el cumplimiento definitivo en Cristo (Heb 1,1-2). A esta luz, no parece ser un buen método el hacer que la Biblia diga lo que yo quiero como sostén de mis gustos personales, parapetados tras el nombre de “libre examen”. Más bien se ha de leer a la luz del Espíritu con que ha sido escrita.

El motivo de que no se diera lugar a imágenes en el AT se debía al peligro que tenía el pueblo de caer en la idolatría. El hecho es que los profetas nunca cesaban de fustigar esta costumbre, que consistía sobre todo en representaciones de Dios tomadas del reino animal. Esta inclinación se debía a que Israel vivía en torno a naciones idólatras.

El primer mandamiento del Decálogo prohibía que se hiciera imagen tallada de cualquier figura (Ex 20,3), lo cual debe entenderse no en sentido absoluto, sino en su contexto de no rendir culto a las falsas divinidades que los judíos pudieron ver en Egipto.

La representación de Dios en una imagen equivalía para la mentalidad de aquel entonces a atribuir a Dios una forma arbitraria según el gusto del hombre –una cosa o ser animado-, descuidando su dimensión trascendente (Dt 14,15-16.28). En tiempo de los macabeos volvió a aplicarse el Decálogo al pie de la letra.

Flavio Josefo cuenta cómo reaccionó el pueblo ante la colocación de una águila de oro en la entrada principal del templo, de la indignación que sintieron los judíos cuando vieron que en los estandartes del ejército romano en Jerusalén había imágenes del César.

Más aún, el nombre de Dios no podía pronunciarse; el hombre no podía mirar a Dios, ni siquiera Moisés pudo hacerlo (logró ver sólo su dorso como enseña Éxodo 33,18-20, texto que corrige a Éxodo 24,9-11 y a Deuteronomio 34,10, y que confirma Jn 1,18).

Si es verdad que Cristo nos revela el rostro de Dios (Jn 6,46), con Él se inaugura una nueva era, porque nos ha enseñado a llamarle “Padre” a Dios con todo derecho.

Con toda razón dirá san Juan en su primera carta: “Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos en lo tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido” (1Jn 1,1-4).

Juan habla de tocar, ver, contemplar, palpar… en relación con el Verbo de vida, Cristo Jesús. Por eso es lícita la representación de su rostro, de su cruz, de sus padecimientos: Dios, que era invisible en su naturaleza, se ha hecho visible, hasta el punto que dejó contemplarse, tocarse, palparse. La encarnación ha inaugurado una nueva “economía de las imágenes”(NC 1159).

El libro del Apocalipsis muestra un aborrecimiento visceral de toda forma de paganismo: magia (Ap 9,21; 18,23; 21,8; 22,15), nicolaitismo (Ap 2,6.15), blasfemias contra Dios (Ap 2,9; 13,6); adoración de los ángeles (Ap 19,10; 22,9); de los ídolos (21,8; 22,15); del demonio (Ap 13,4-6).

¿Parece contradecirse cuando recurre a las comparaciones con las piedras preciosas para describir al que se sienta sobre el trono (Ap 4,3), cuando ofrece diversas representaciones -teriomorfas o no- de Cristo (León de la tribu de Judá, raíz de David, cordero de pie como degollado, Ap 5,6); cuando nos presenta a María trascendente en Ap 12,1-2; cuando presenta a los cuatro “animales” y a los 24 presbíteros, los cuales contienen copas que son las oraciones de los santos ante el trono de Dios? El culto de la iglesia a las imágenes va en esta línea.

Si abundan representaciones antiguas de dioses paganos en muchas ciudades, no se debe a que hoy se realicen actos de idolatría, sino que son obras de arte. Y la obras de arte tienen un alcance universal tanto para los hombres que nos han precedido como para los de hoy y los que habrán de venir mañana. Una vez más, si los términos no son claros en la Escritura, es mérito de la Iglesia el haber establecido la distinción entre adorar y venerar.

En los siglos I – II del cristianismo se tienen las siguientes representaciones religiosas:

a. Misterios de la fe cristiana, virtudes, representaciones de Cristo: el cordero, la paloma, el pez, el ancla.
b. Parábolas o alegorías: viña, Buen Pastor, vírgenes sabias y necias.
c. Personajes del AT: Noé, Daniel, Jonás, Moisés.
d. Imágenes de Cristo, de la Virgen y de los santos.

En los siglos III-IV :
a. Aparecen pinturas de estuco en las paredes o como fondo de vasos y medallas.
b. Escenas de la vida de Cristo y de la historia de la Iglesia.
c. Escenas de la vida de Cristo en cementerios, Moisés que golpea la roca, el pescador que extrae el pez del agua, el Bautismo de Cristo en el Jordán, el sacrificio eucarístico, la llamada de los 12.

Algunos padres y escritores eclesiásticos testimonian algunas de dichas representaciones: Ireneo (Adv Haer, I, 25) Lampridio (Alex Sev, 29), Tertuliano (De pudicitia, VII, 10).

Con la paz de Constantino cobra nuevo realce la veneración a la cruz como estandarte cristiano o “labarum”. De este período son los mosaicos en Roma y Rávena que representan a Cristo, a la Virgen y a los santos, como puede constatarse en el mausoleo de santa Constanza de Roma (edificio más antiguo del S. IV), el ábside de Santa Prudentina que representa a Cristo, Pedro y Pablo, así como el gran arco de Sta. María la Mayor de mediados del S. V., que representa a Jesús, llevado por su Madre al lado de Ana y Simeón.

Del mismo período hay una prefiguración en Sta. Sabina de la “Ecclesia ex circumcisione” y de la “Ecclesia ex gentibus”. En Rávena Sta. Ágata contiene un mosaico de Cristo con dos ángeles, en el mausoleo de Galla Placidia (año 424), donde figuran el Buen Pastor, san Lorenzo y los apóstoles.

Las catacumbas son una evolución de hipogeos romanos a los que se añadieron corredores. En un inicio eran privados, pero se difundieron con la práctica de la inhumación entre paganos, judíos y cristianos. Ello explica que al lado de prefiguraciones paganas se encuentren temas cristianos.

Los complejos son llamados “colombari” y luego se transformaron en lugares de inhumación. Estos lugares sirvieron de cementerio hasta el S. VI, y luego se transformaron lugares de devoción. A partir del S. III se comenzaron a celebrar allí las diversas conmemoraciones de los fieles difuntos.

A partir del S. IV se adosaron escaleras y altares y se llevaron allí más reliquias de santos. Hacia el S. VIII las catacumbas cayeron en el olvido.

De las 67 catacumbas hoy conocidas, De Rossi descubrió unas 26 en 1849, aunque en el siglo XVI Antonio Bosio había dado inicio a los descubrimientos arqueológicos. Las más famosas son las de Comodila, Priscila, Calixto y Sebastián. Se trata de más vastos complejos funerarios.

El sector más antiguo de Sn Calixto es el de las criptas de Lucina en la vía Apia y que se remonta al S. II. Aquí han sido sepultados al menos 4 de los 14 papas: Ponciano, Antero, Fabiano, Eutiquiano. De Rossi reconoció las figuras de Cristo, de Sta. Cecilia y del Papa Urbano en los frescos bizantinos de la cripta de Sta. Cecilia. Hay un nicho ahí con una copia de la estatua de Sta. Cecilia y que es obra de Maderno (el original está en el Trastévere).

No muy lejos figuran cinco cámaras sepulcrales con representaciones de la resurrección, de los sacramentos del bautismo, de la Eucaristía. Son decoraciones del S. III.

Las prefiguraciones cristianas más comunes allí son: el Buen Pastor, las primeras dos letras de la palabra Cristo, un hombre en oración, el pez, el ciervo que lucha con la serpiente como símbolo del catecúmeno, las palabras iniciales de “mártir”.

En la ciudad de Roma hay tres columnas famosas: la columna de Trajano, cuya estatua Sixto V reemplazó con otra de san Pedro, obra de Giacomo della Porta: esto ocurrió el 4 de diciembre de 1587. Dos años después el mismo Papa mandó que se colocara una estatua de san Pablo sobre la columna de Marco Aurelio en Piazza Colonna: en la edad media desapareció la estatua de este emperador, esculpida entre el 180 y 193 para conmemorar sus victorias sobre marcomanos, cuados y sarmatos.

Nadie realiza ante dichas columnas actos idolátricos. En la plaza de España de Roma hay también una antigua columna con una estatua de bronce de la Inmaculada; a sus pies hay efigies de Moisés, Isaías, Ezequiel y David. Esta obra fue erigida por Luigi Poletti dos años después de la proclamación del dogma (1854) por parte de Pío IX. Cada año el 8 de diciembre el Papa se dirige a este lugar, deja a los pies de la imagen de la Madre de Dios un ramo de flores y dirige un discurso a los presentes.

San Gregorio Nacianceno habla de una imagen de san Polemón, que convierte a una pecadora (Carm I,1; sec II v. 800); se duda aún de si es de san Basilio o Efrén el discurso con que se exhorta a los pintores a ser buenos maestros en su arte cristiano (PG xxxi, col 489).

San Gregorio de Nisa, siguiendo las huellas de las descripciones de san Efrén, describe las pinturas religiosas que ha visto en el oratorio de santa Eufemia, en Calcedonia (PG xI, col 333-337); él mismo habla de haber visto representaciones del sacrificio de Isaac, de mosaicos con diversos temas religiosos (PG xlvi col 737).

San Nilo reprocha a Olimpiódoro el haber querido pintar en una basílica escenas de caza y pesca y le exhorta a elegir para su decoración temas bíblicos que instruyan a los fieles (PG lxxix, col 577).

San Jerónimo habla de imágenes de los apóstoles pintadas en vasos sagrados (In Ion IV,6).

San Agustín indica la costumbre de representar en muchos lugares a san pedro y a san Pablo al lado de Nuestro Señor ( PL, xxxiv, col 1049); también habla de la pintura que ha visto de San Esteban mientras muere lapidado, al tiempo que san Pablo cuida las vestiduras de los que le apedrean ( PL xxxviii, col 1434).

En el “Contra Faustum” habla de una pintura que representa el sacrificio de Abraham (PL xlii col 446). En cuanto a la advertencia que Ud. recoge de san Agustín: primero, quizá no convenga decir que corrige a Tomás de Aquino, ya que es muy posterior a él. Por otro lado, sus palabras han de ponderarse dentro de su propio contexto: advierte contra la adoración de falsas divinidades. De ahí que insista en su valor representativo. En ese sentido está dentro de lo que siempre ha dicho la Iglesia.

Prudencio habla de las pinturas que representan el martirio de san Casiano (PL lx, cpl 433-435).
San Paulino de Nola y Suplicio Severo decoran de imágenes religiosas las basílicas construidas por ellos; se trata de escenas veterotestamentarias (PL lxi, col 660).

El culto reservado a las imágenes no es de adoración, sino de veneración: nunca la Iglesia ha pensado que las imágenes o representaciones de los santos sean dioses.

Al mismo tiempo, en la Biblia, figuran diversas representaciones: el mismo Moisés por orden de Dios hace colocar dos querubines de oro sobre el arca de la alianza (Ex 25,18), izó una serpiente de bronce como signo de salvación para los que padecieran picaduras de las víboras como castigo del pueblo por murmurar (Nm 21,3): más tarde, Exequias hizo destruir la serpiente de bronce, porque los judíos se ponían a quemar incienso ante ella (2Re 18,4); no se ha de olvidar tampoco la imagen de madera cubierta de metal, y que representaba a Dios: la mandó hacer la madre de Miqueas (Jue 17,4-5).

De ella se apropiaron los danitas, hicieron un santuario y le rindieron culto (Jue 18,30-31); asimismo, el templo de Salomón constaba de diversas decoraciones de querubines, toros, bueyes, leones, palmeras, botones de flores (1Re 6,23-35; 7,25-51); tampoco ha de olvidarse que los judíos tenían candelabros (Zac 4,2). Zacarías que en su visión del cap 4, da con dos olivos que Dios dice ser los dos ungidos que recorren toda la tierra (Zac 4,14).

Repito, es mérito de la Iglesia el haber aclarado la terminología al respecto. No es una veneración a la materialidad de las cosas sino a lo que representan. Con ello se aclara que en la Iglesia católica no hay idolatría –otra cosa es que algunas personas distingan eso y caigan en desviaciones a menudo por ignorancia-. Tampoco se adora a los ángeles ni a los santos.

Consideramos los diversos objetos dignos de respeto, pero no les tributamos dotes o poderes especiales. Otro aspecto del culto a la Virgen y a los santos son los nombres: un gran número de personas, creyentes o no, tiene nombres de santos, de la Virgen, de Jesús y no por eso creemos que se cae en la idolatría. Este es un aspecto de dicha veneración.

Las imágenes son recuerdo de las personas, no las personas mismas. Si yo contemplo la foto de mi abuela que ya ha muerto, no significa que amo un trozo de papel a colores, sino que ese trozo de papel me la recuerda. Sé que no es la abuela, y sin embargo, me hace recordar su rostro, su modo de ser y hablar. Si esto puedo hacerlo con un ser querido, ¡con mayor razón lo debiera hacer con lo que nos recuerda a Dios!

Algo similar hacemos con la bandera, con otros símbolos patrios, como monumentos a los héroes, etc. En el caso de los Evangelios: ¿Por qué los besamos? ¿Por qué los cuidamos? Porque son también imagen de Dios, su palabra escrita.

No es que idolatremos un amasijo de papeles, sino que contienen lo que Dios nos ha querido transmitir; por otro lado, la imagen y la palabra se esclarecen mutuamente (Nuevo Catecismo 1160). Con la representación de los santos Cristo es glorificado en ellos (Nuevo Catecismo 1161).

Cabe hacer aquí algún comentario de interés sobre la reforma protestante. Sorprende que varios hermanos separados no se reconozcan luteranos mas hayan hecho propias muchas ideas de Lutero, de modo consciente o inconsciente.

Un ejemplo claro son los principios de la “sola fe” y de la “sola Escritura”. Pero no sólo. Lo que está en el fondo del pensamiento de Lutero contra María y los Santos es su rechazo del concepto de “sacramento”, ya que a su entender ello llevaba confundir lo divino con lo humano (en contra de lo que dice la misma Escritura en Jn 10,34). En el fondo para Lutero ningún ser humano ni la Virgen ni los santos puede considerarse elevado a la vida de gracia.

En 1521 Lutero reconocía aún en María y en los santos el título de intercesores, pero fue cambiando de parecer hasta negarlo (en 1521 cuando escribe su comentario al Magníficat no da a María el título de “abogada”; en 1522, con ocasión del sermón sobre la Navidad, se lo niega de manera explícita). El último paso que dio fue la omisión de la segunda parte del avemaría, a instancias de Zwinglio, ya que consiste en una intercesión o súplica.

Concluyendo, no sólo es bueno llevar una cruz al pecho, besar los evangelios, tener imágenes de Cristo, de la Virgen, de los santos, sino que es una tradición antigua de la Iglesia. Son también un estímulo para nuestra oración.

Desde la antigüedad la Virgen y los santos han sido invocados como intercesores antes Dios: el culto que la Iglesia les tributa está dirigido a Dios mismo. Por eso se nos proponen como modelos seguros de vida cristiana. Entre ellos María desempeña un puesto privilegiado como Madre de Dios, cooperadora en la obra de la redención y figura de la Iglesia.

Autor: Catholic.net

Entradas Relacionadas

¿Es la Iglesia Católica idolatra?

¿Es la Iglesia Católica idolatra?

Quizá la acusación más repetida y trillada de parte del protestantismo hacia la Iglesia Católica es la de idolatría. “Los católicos adoran imágenes’ repiten hasta el cansancio, y hay que decir que dicho argumento a pesar de ser tan flojo, logra convencer a muchos...

¿Los evangélicos “adoran” a sus pastores?

¿Los evangélicos “adoran” a sus pastores?

Dr. Jorge Arturo Rodríguez Reyna En ciertas ocasiones he tenido la oportunidad de dialogar con hermanos y amigos evangélicos sobre diversos temas. Uno de esos temas, como seguramente se podrá suponer, es el tema de María y los santos, y como también es conocido ellos...

¿Porqué los católicos Veneran las Imágenes?

¿Porqué los católicos Veneran las Imágenes?

Estimado amigo: Me preguntas por qué los católicos "veneramos imágenes". La respuesta la encontrarás en la enseñanza de Santo Tomás de Aquino en su Summa Teológica: El culto de la religión no se dirige a las imágenes en sí mismas como realidades, sino que las mira...