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Galileo, al concluir el año dedicado a él

Galileo Galilei

Después de congresos y aniversarios,  ¿Qué queda claro sobre Galileo?

Cuando al principio de este año año comenzaba la celebración del cuarto centenario de la construcción del telescopio por parte de Galileo (1609), la Iglesia manifestaba su gran interés en que este año sirviera para aclarar los datos históricos acerca del gran científico, limpiando de paso la leyenda negra que rodea todo lo que a su relación con la jerarquía se refiere, y así relanzar el diálgo ciencia-fe. Yo, en este artículo, no me atrevo a pontificar sobre cómo debería ser el diálogo ciencia-fe, que doctores tiene la Iglesia, pero sí quiero abordar el tema histórico de Galileo y la jerarquía de la Iglesia.

Que la cosa no está clara ni siquiera entre los eclesiásticos lo prueba la anécdota que cuenta Mons. Melchor Sánchez, del Pontificio Consejo paraa la Cultura, el cual explica que en mayo de este mismo año “estaba dando una conferencia sobre Galileo en Toledo, España, a un auditorio formado principalmente por seminaristas e investigadores católicos y comenzaba diciéndoles que muchos se sorprenden al descubrir que Galileo no fue quemado en la hoguera ni fue torturado, ni estuvo en prisión. Al terminar la conferencia uno de los asistentes me dijo: ´yo soy uno de esos, yo siempre pensé que Galileo había muerto en la hoguera´.”

Lo curioso del caso -sigue explicando el Monseñor del Vaticano- es que en realidad nadie se lo había dicho a aquel participante ni probablemente lo había leído. Simplemente es lo que él se imaginaba. Eso demuestra la fuerza tan grande que tiene el mito que se ha construido en torno a Galileo. Como decía Juan Pablo II, la verdad histórica de los hechos está muy lejos de la imagen que se ha creado posteriormente en torno a Galileo. Todo el mundo está convencido de que Galileo fue maltratado, condenado, torturado, declarado hereje, pero no es así.

Por poner un ejemplo muy reciente de ignorancia “galileana”, el libro del ínclito Dan Brown “Angeles y Demonios” tiene un pequeño diálogo a propósito de Galileo al que presenta como un miembro de la secta de los Illuminati y contiene una sarta de errores históricos de bulto junto a otras cosas que son correctas. En realidad el libro se refiere a estereotipos que están muy difundidos: Concretamente, respecto Galileo, en concreto, presenta el estereotipo habitual, según el cual, fue condenado por haber demostrado el movimiento de la tierra. No, Galileo no demostró nada. Es la pieza que faltaba en su argumentación.

Galileo decía, y en esto estaban de acuerdo sus jueces, que no puede haber contradicción entre el libro de la Biblia y el libro de la naturaleza, porque uno y otro proceden del mismo autor. El libro de la Biblia, inspirado por Dios y la naturaleza observantísima ejecutora de sus órdenes. Si tienen el mismo autor no puede haber contradicción. Cuando surge una aparente contradicción significa que estamos leyendo mal uno de los dos libros y él dice: es más fácil que seamos nosotros los que nos equivocamos al leer el libro de la Biblia, porque el sentido de las palabras de la Biblia a veces es recóndito y hay que trabajar para sacarlo, que equivocarse al leer el libro de la naturaleza, porque la naturaleza no se equivoca. Un criterio clarísimo compartido por sus jueces y por todo el mundo.

El Concilio de Trento, por otra parte, decía que había que seguir la interpretación literal de la Biblia y el consenso unánime de los padres de la Iglesia, a menos que hubiese una verdad demostrada que nos permitiese hacer una lectura espiritual o alegórica. El criterio era muy claro: lo que ocurre es que Galileo pensó que estaba a punto de conseguir la demostración del movimiento de la tierra. Una cosa es estar convencido de que la tierra se mueve y otra cosa es demostrar que la tierra se mueve. Galileo nunca demostró que la tierra se movía. Estaba convencido de ello y hoy sabemos que tenía razón, pero sus jueces le decían que no veían por qué tenían que cambiar el modo de interpretar la Biblia, sobre todo cuando el sentido común me dice lo contrario, sin una prueba definitiva. Los jueces de Galileo adoptaron una posición prudencial. Galileo fue más allá. ¿Cuál fue el error de los jueces de Galileo? Deberían haberse abstenido de condenarle.

Fundamentalmente Galileo fue procesado en 1633 por haber violado una disposición que se le hizo en 1616. La disposición de 1616, que Galileo no cumplió, le prohibía enseñar el copenicanismo, es decir, la doctrina que dice que el sol está en el centro y la tierra se mueve alrededor. Galileo pensó que la prohibición no era tan rígida, sobre todo después de la elección del Papa Urbano VIII y publicó un libro en el que, bajo la apariencia de un diálogo en el que se exponen los argumentos a favor y en contra, tanto del sistema tolemaico como del copernicano, en realidad se escondía una apología descarada del sistema copernicano. No sólo esto, que era ya una violación de la prohibición que se le había hecho sino que además consiguió fraudulentamente el imprimátur, engañó a quien lo concedió diciendo que era una exposición imparcial, pero no era nada imparcial. Por este motivo fue acusado y por lo tanto, sometido a procesos, es decir, sometido a un proceso disciplinar.

Galileo nunca fue condenado como hereje, ni tampoco el copenicanismo fue declarado como herético. Simplemente fue declarado contrario a la Escritura porque sobre la base de las pruebas que existían entonces era posible demostrar el movimiento de la tierra y, por lo tanto, decir que la tierra se movía parecía ir contra la Escritura. Era muy significativo que en 1616 un grupo de expertos declaró que la doctrina, según la cual, la tierra se mueve alrededor del sol era absurda y eso se entiende perfectamente en el contexto de la época, porque no se podía demostrar y el sentido común decía que el sol se pone y sale.

El copernicanismo encontró una gran oposición principalmente en las universidades. Tuvo una aceptación muy gradual y la oposición no fue sólo en la Iglesia católica. También las iglesias protestantes se opusieron a Copérnico. Y todavía, en 1670, la universidad de Upsala, en Suecia, condenó a un estudiante porque había defendido las tesis copernicanas.

Ante el proceso de Galileo, cabe preguntarse cuáles fueron los errores que cometió la Iglesia. Sobre esto hay que recordar las conclusiones de la comisión que creó Juan Pablo II en 1981 para estudiar el caso de Galileo y que resumía el cardenal Paul Poupard en su discurso al finalizar el trabajo de esta comisión. Con las siguientes palabras –que en el discurso parecen subrayadas– destacó su juicio sobre lo que sucedió: “En aquella coyuntura histórico-cultural, la de Galileo, muy alejada de la nuestra, los jueces de Galileo, incapaces de disociar la fe de una cosmología milenaria, creyeron que adoptar la revolución copernicana, que por lo demás no estaba todavía aprobada definitivamente, podía quebrar la tradición católica y que era su deber prohibir la enseñanza” (…) “Este error subjetivo de juicio, tan claro hoy para nosotros, les condujo a una medida disciplinaria a causa de la cual Galileo debió haber sufrido mucho. Es preciso reconocer estos errores”.

Los jueces de Galileo se equivocaron no solamente porque hoy sabemos que la tierra se mueve, pero en aquel tiempo no era posible saberlo. Por otra parte la historia de la humanidad ha estado llena de locos que afirmaban cosas sorprendentes y después se revelaron falsas, hoy nadie se acuerda de su nombre. Si Galileo hubiese propuesto una teoría diferente, hoy nadie se acordaría de él. Este fue el primer error objetivo.

Además, el cardenal Poupard habla de un error subjetivo. ¿Cuál fue? Creyeron que debían prohibir una enseñanza científica por temor a sus consecuencias. Pensaron que permitir la enseñanza de una doctrina científica, que no estaba aprobada, podía poner en peligro el edificio de la fe católica y sobre todo la fe de la gente sencilla. Y creyeron que era su deber prohibir esta enseñanza.

Hoy sabemos que prohibir la enseñanza de una doctrina científica es un error. No le toca a la Iglesia decir si está probada científicamente o no. Le corresponde a la ciencia. Galileo lo que pedía es que la Iglesia no condenara el copernicanismo, no tanto por miedo a su propia carrera profesional sino porque después, si se demostraba que la tierra se movía alrededor del sol, la Iglesia se vería en una situación muy difícil y haría el ridículo ante los protestantes y Galileo quería evitar esto, porque era un hombre católico sincero. Y decía además: “Si hoy se condena como herética una doctrina científica como es que la tierra se mueve alrededor del sol. ¿qué sucederá el día que la tierra demuestre que se mueve alrededor del sol? ¿Habrá que declarar heréticos entonces a los que sostienen que la tierra está en el centro?”. Eso es lo que estaba en juego, es mucho más complejo de lo que se suele decir.

Dijeron que Galileo había sido hallado vehementemente sospechoso de herejía, pero no lo declararon hereje. Le pidieron abjurar para disipar toda duda. Galileo abjuró. Dijo que él no había defendido ni defendió nunca el copernicanismo. Se condenaba al índice de libros prohibidos su obra “El diálogo”, se le imponía una penitencia saludable que consistía en recitar una vez a la semana los siete salmos penitenciales. Su hija se ofreció a hacerlo en lugar de él, y esto fue lo más humillante, se debía enviar una copia de la sentencia y de la abjuración a todas las nunciaturas en Europa. Se le condenó a prisión en arresto domiciliario. Es decir, digamos que la condena objetivamente no fue muy grande. No estuvo en la cárcel ni un solo momento, en atención a su fama, a su edad, y a la consideración que tenía fue tratado siempre con gran veneración.

Galileo en realidad, y esto es lo que sorprende a muchos, no sólo es que no fuese quemado ni torturado sino que además fue católico y fue creyente toda su vida. No hay en él el mínimo rastro de libre pensador. No fue un católico ejemplar, es cierto y hay momentos de su vida poco edificantes, pero en ningún momento reniega de su pertenencia a la Iglesia. Es más, siente el deber de defenderla ante el ridículo que pudiera hacer ante algunos protestantes. Él lo dice, exagerando como hace siempre él, en una carta a un noble francés: “otros pueden haber hablado más píamente y más doctamente pero ninguno más lleno de celo por el honor y la reputación de la Santa Madre Iglesia de lo que he escrito yo”. Es exagerado pero en cualquier caso demuestra que es verdad.

Galileo tuvo tres hijos, dos de las cuales, mujeres. Cuando se trasladó de Padua a la corte de Toscana, las metió en un convento para lo cual tuvo que pedir dispensa porque eran muy jóvenes. De una de ellas, de sor María Celeste, se conserva la correspondencia entre el padre y la hija, que es verdaderamente admirable. Ella era una mujer extraordinaria, muy inteligente, de una gran agudeza, gran escritora y hay un libro que se basa en el epistolario entre Sor María y el padre.

Visto todo esto, no conviene olvidar que todavía hay quien está interesado en seguir haciendo de Galileo una especie de “santo laico”, laico en sentido anti cristiano. En realidad, fue un hombre de Iglesia, aún con todas sus deficiencias: Estuvo conviviendo sin estar casado con Marina Gamba en Padua, de quien tuvo tres hijos. Eso no era especialmente escandaloso, pero tampoco estaba bien visto. Por otra parte tenía muy mal carácter, como los grandes genios en general. Tenía una lengua terrible. Fue imprudente, se enfrentó a la Compañía de Jesús, a pesar de que los jesuitas le acogieron en Roma y avalaron sus descubrimientos, cuando era un perfecto desconocido. Fue un poco presuntuoso, vanidoso con gran ego. Son defectos, que los puede tener cualquiera, y que no quitan nada a la genialidad de Galileo.

Pero en el mundo laico en realidad no interesa que Galileo haya sido un santo laico, lo que de verdad interesa es seguir contraponiendo su figura a la Iglesia: Un arzobispo de Pisa, que fue astrónomo, quiso colocar hace años en la plaza de los milagros, la más famosa, donde está la torre, una estatua dedicada a Galileo. El ayuntamiento no lo permitió porque quería seguir manteniendo la exclusiva sobre la imagen de Galileo, como si fuera alguien que no pertenece a la Iglesia, sino al mundo llamado laico. Por eso, cada vez que por parte de la Iglesia alguien cita a Galileo, hay una reacción de “alergia instintiva” en estos ambientes de pseudociencia, que dicen “¿cómo se atreven ustedes a hablar de Galileo, ustedes que quemaron a Galileo?”. Pero Galileo es un modelo de científico creyente. Investiga el cielo, descubre cosas nuevas y trata de integrar sus nuevos conocimientos dentro de una visión cristiana. Se esfuerza por demostrar que no hay contradicción con la Escritura, con la Biblia. Lo que pasa es que lo hizo con todo el entusiasmo desbordante que irritaba mucho a los otros. Sin ser teólogo se metía en un campo que era reservado exclusivamente a los teólogos. En la contrarreforma, el que un laico, sin tener estudios de teología, se metiera a interpretar la Biblia por su cuenta, aunque fuera en sintonía con la tradición católica, despertaba inmediatamente sospechas.

Autor: P. Alberto Royo Mejía

Fuente: Temas de historia de la Iglesia, Blog de Infocatolica.com

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