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¿Quién es la “roca” en Mateo 16,18?

la biblia

Un diálogo que se puede repetir.

Una de las cosas que yo trato de lograr cuando doy un seminario es que los que me escuchan puedan convertirse de inmediato en efectivos apologistas y no tengan que esperar a ser expertos en teología; de manera que trabajen con lo que saben, aun si es un solo argumento.

Yo ilustro esto a partir de mi propia experiencia y ustedes pueden usar este mismo procedimiento la próxima vez que tengan en sus manos un texto de la Biblia.

Hace algunos años, antes de que yo tomara un interés real en la lectura de la Biblia, trataba de evitar a los misioneros que venían a mi puerta. Muchas veces me he sentido avergonzado por esta actitud mía. ¿Porqué abrir la puerta, o porqué prolongar la conversación (a veces me encontraban fuera de la casa), cuando no tenia nada verdaderamente importante que decir.

Tenia una Biblia, sin duda. La usaba, quizás, de la misma manera que Uds. usan la suya hoy: para quitarle el polvo que se depositaba en ella mientras estaba en la repisa de la biblioteca. Era una de esas “familia” de Biblias, enchapada con bellos colores y tan pesada que mi hijo no pudo alzarla hasta que cumplió cinco años.

Como dije, tenía una Biblia, pero no me sentía muy atraído hacia ella, de manera que tenía poco que decir cuando los misioneros me acorralaban. Yo no sabía a qué versículos referirme para explicar la posición Católica.

Para ser un simple seglar yo estaba bastante bien informado acerca de mi fe – al menos nunca dudé de ella o dejé de practicarla – pero mi desordenada lectura no me equipaba lo suficiente para un duelo verbal.

Hasta que un día conseguí una preciosa información que lancé como una ola contra el primer misionero que tocó el timbre de mi casa. Esto me probó a mi mismo que convertirse en un consumado apologista no es tan difícil. He aquí lo que pasó.

Cuando abrí la puerta, el solitario misionero se presentó como adventista del Séptimo Día. Me preguntó si podía “compartir” conmigo algunos párrafos de la Biblia. Yo lo invité a que hiciera su lectura.

Él pasaba de una página a otra, citando distintos versículos, tratando de demostrar los errores de la Iglesia de Roma y la manifiesta verdad (según él) de su propia posición.

No mucho que decir

Algunos de los versículos me eran bastante conocidos -pues no estaba completamente desinformado con respecto a la Biblia – pero muchos eran nuevos para mi. Familiares o no, los versículos leídos no generaban en mi una respuesta acertada porque no sabía lo suficiente de la Biblia para contestar con eficacia.

Finalmente el misionero leyó Mateo 16,18: “Tu eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia”.

“¡Quédate allí! -dije-, conozco ese versículo; es donde Jesús designó a Simón la cabeza de la Iglesia; es donde lo designó como primer Papa”. Hice una pausa y sonreí tolerante, sabiendo lo que el misionero diría como respuesta.

Yo sabía que en su recorrido de puerta en puerta él no recibiría alguna defensa de la posición católica, pero alguna vez un católico puede hablar como yo tenía pensado hacerlo. El tenia una respuesta a mi objeción, yo sabía cuál sería y estaba listo para ella.

“Entiendo su pensamiento -dijo-, pero los católicos confunden este versículo porque no saben nada de griego. Ese es el problema de su Iglesia y sus seguidores; Uds. no saben el lenguaje en que el Nuevo Testamento fue escrito. Para entender Mateo 16,18, tenemos que ir más allá del inglés, al griego.”

“¿Eso es todo?” -dije yo, como quien maneja la situación. Yo trataba de hacer como que no me había dado cuenta de la trampa que se me había tendido.

“Si -dijo él-, en griego la palabra roca es “petra”, que significa una piedra grande y maciza. La palabra usada para el nuevo nombre de Simón es diferente, es “petros”, que significa “piedra pequeña, guijarro.”

En realidad, lo que el misionero estaba diciéndome en este punto era falso. Juntamente con los estudiosos del griego -tanto católicos como no-católicos- hay que admitir que las palabras “petros” y “petra” fueron sinónimos en el griego del primer siglo. En ese tiempo, en alguna poesía griega antigua, siglos antes de Cristo, ambas palabras aparecían con el mismo significado: “piedra pequeña” y “piedra grande”, indistintamente. Pero esa diferencia era lejana al tiempo en que el evangelio de Mateo fue traducido al griego. El argumento del misionero no funcionó, y mostró un falso conocimiento del griego como también una carencia en el entendimiento de las etimologías de “petros” y “petra”.

“Caso cerrado”, Pensó 

Era turno del misionero para hacer una pausa y sonreír tolerantemente. El había obrado según el entrenamiento que había recibido. Le habían dicho que raramente un católico habría escuchado el texto de Mateo 16,18 y mucho menos podría argumentar con él para probar la institución del papado. El sabía lo que tenia que decir para probar lo contrario y lo dijo.

“Bien -repliqué empezando a usar esa preciosa información que había conseguido-, concuerdo con Ud. que debemos ir más allá del inglés, al griego”. Sonrió algo más y asintió. “Pero estoy seguro que Ud. concordará conmigo en que debemos ir más allá del griego, hasta el arameo”“¿El qué?”, preguntó. “El arameo”, dije. “Como Ud. sabe, el arameo fue el lenguaje que Jesús y los Apóstoles y todos los judíos de palestina hablaban. Era el idioma común del lugar“. “Pensé que era el griego”. “No”, respondí, “muchos de ellos (sino la mayoría) sabían el griego, por supuesto, porque el griego era la lengua oficial (lingua franca) del mundo mediterráneo. Era la lengua de la cultura y el comercio, y la mayor parte de los libros del Nuevo Testamento fueron escritos también en ese idioma porque no solo los escribieron para los cristianos en Palestina sino también para cristianos que estaban en lugares tales como Roma, Alejandría y Antioquía, lugares donde el arameo no era la lengua que se hablaba”

“Pero preste atención que yo dije que la mayor parte del Nuevo Testamento fue escrito en griego, pero no todo. El Evangelio de Mateo fue escrito por él en arameo o hebreo (sabemos esto por las notas conservadas por Eusebio de Cesarea), pero fue traducido al griego tempranamente, quizás por el propio Mateo. En cualquier caso el arameo-hebreo original se perdió, de manera que todo lo que tenemos hoy es la traducción griega”.

Arameo en el Nuevo Testamento

Y proseguí: “Sabemos que Jesús habló arameo porque algunas de esas palabras en arameo se nos han conservado en los evangelios. Mire Mateo 27,46, donde Él dice desde la cruz: ‘Elí, Elí, lamá sabachtaní’; eso no es griego, es arameo y significa ‘Dios mío, Dios mío, ¿porqué me has abandonado?'”

“Y hay más -dije- , en las epístolas de Pablo – cuatro veces en Gálatas y cuatro veces en la Primera a los Corintios- tenemos la forma aramea del nuevo nombre de Simón, que ha quedado conservada para nosotros. En nuestras Biblias en inglés aparece como ‘Cephas’. Esto no es griego. Es la transcripción de la palabra aramea ‘Kepha’ (también traducida como ‘Kephas’). ¿Y qué significa ‘Kepha’? Significa una piedra grande, maciza, lo mismo que “petra”. (No significa una piedra pequeña o guijarro – la palabra aramea para eso es “evna”.) Lo que Jesús le dijo a Simón en Mateo 16,18 fue esto : Tu eres ‘Kepha’, y sobre esta ‘Kepha’ edificaré mi Iglesia”.

“Cuando Ud. entienda lo que en el arameo se expresa, se dará cuenta que Jesús estaba considerando como equivalentes a ‘Simón’ y ‘Roca’, él no estaba simplemente comparándolos. Esto se ve con más evidencia en algunas traducciones modernas al inglés, que dan al versículo este sentido: ‘Tu eres Roca, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia’ ( You are Rock, an upon this rock I will build my church) . En francés una misma palabra, ‘pierre’, ha sido siempre usada para ambos, tanto para el nuevo nombre de Simón como para la roca”.

Por unos momentos el misionero pareció confundido. Era obvio que el no había escuchado antes una replica así. Su ceño se frunció buscando un pensamiento y regresó con un contragolpe.

Entonces le ocurrió lo siguiente 

“Espere un segundo -dijo-, si ‘Kepha’ significa lo mismo que Petra , ¿porqué no leemos en griego ‘Tu eres ‘Petra’ y sobre esta ‘petra’ edificaré mi Iglesia’?; ¿porqué para el nuevo nombre de Simón, Mateo usa la palabra griega ‘Petros’, que significa algo verdaderamente diferente de ‘petra’?”.

“Porque no tuvo otra alternativa -dije yo-, el griego y el arameo tienen diferentes estructuras gramaticales. En arameo puedes usar ‘Kepha’ en ambas partes en Mateo 16,18. En griego tu encuentras un problema que proviene del hecho de que los sustantivos toman diferentes terminaciones según el género”.

“Tu tienes masculino, femenino y neutro. La palabra griega ‘petra’ es femenina. Puedes usarla sin ningún problema en la segunda mitad de Mateo 16,18. Pero no puedes usarla para expresar el nuevo nombre de Simón, porque no puedes darle a un varón un nombre femenino (al menos antes no se podía). Tienes que cambiar la terminación del sustantivo para hacerlo masculino. Cuando haces eso, obtienes ‘Petros’, que es una palabra que realmente ya existía y que significa ‘roca'”.

“Yo admito que es una traducción imperfecta del arameo, porque pierdes parte del juego de palabras que se hace en esa lengua. En castellano, donde tenemos ‘Pedro’ y ‘roca’, o en inglés, donde tenemos ‘Peter’ y ‘rock’, se pierde todo. Pero es lo mejor que se puede hacer en griego.

Además si Mateo quería decir que Simón era una pequeña piedra el habría usado la palabra común griega para pequeña piedra ‘lithos’, y entonces leeríamos en Mateo 16,18: ‘Tu eres ‘Lithos’, y sobre esta ‘petra’ edificaré mi Iglesia’. Pero no se lee de esa manera precisamente porque Mateo estaba tratando de comunicar el juego de palabras que aparece tan claramente en el arameo”.

Mi turno para hacer una pausa

Paré y sonreí. El misionero sonrío a su vez inconfortablemente, pero no dijo nada. Intercambiamos sonrisas cerca de treinta segundos. Luego miró su reloj, notó como el tiempo había volado, y se excusó. Nunca lo volví a ver .

¿Qué se siguió de este encuentro? Dos cosas : una para mi, otra para él.

En cuanto a lo que a mi respecta comencé a desarrollar un sentido de confianza. Comencé a ver que podía defender mi fe si me comprometía en un pequeño trabajo. Mientras más trabajara, mejor sería la defensa.

Y me di cuenta que cualquier católico que sepa leer podía hacer lo mismo. Ud. no puede empezar a sospechar que su fe es falsa por el solo hecho de que no puede contestar a una pregunta determinada.

Una vez que Uds. desarrollan un sentido de confianza, pueden decirse a sí mismos: ” Yo no sé la respuesta a este problema, pero sí sé que puedo encontrarla si busco en los libros”. La respuesta está allí, basta que dedique un tiempo a buscarla.

¿Y el misionero? ¿Saco algún fruto?

Yo pienso que sí. Pienso que se fue con una duda al comprobar sus conocimientos (o falta de ellos) acerca de los católicos y la fe católica. Y es de esperar que su duda desde entonces haya madurado de manera que lo lleve a pensar que los católicos tiene algo que decir en favor de su religión y que el debería prestar una atención más cuidadosa a la fe a la que una vez con tanta seguridad se opuso.

Traductor: Sra. Virginia Miró Quesada, Arequipa, Perú, para Apologetica.org

Fuente: Catholic Answers

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