Este artículo es gentileza de la Revista Tierra Santa.
El nombre copto proviene de la corrupción árabe del termino griego aigyptios, o sea, egipcio, transformado en gipt y después en qibt. Los coptos son, en efecto, por sus características étnicas e historia, los descendientes legítimos de los egipcios del tiempo de los faraones. La actual lengua copta hunde sus raíces en la escritura jeroglífica y su liturgia en la del patriarcado de Alejandría, primer centro intelectual de la cristiandad.
Los inicios del cristianismo en Egipto
El cristianismo llegó a Egipto en tiempos apostólicos. La tradición atribuye a San Marcos la predicación del Evangelio en el Valle del Nilo, donde fue martirizado. La nueva religión se distinguió desde sus comienzos por una intensa actividad intelectual y rápida difusión entre la población urbana de Alejandría, la ciudad más cosmopolita del Imperio Romano después de Roma. En este ambiente nació en el siglo II la escuela teológica alejandrina, la Didascalea, con representantes tan ilustres como Pantera, Clemente de Alejandría, Orígenes, San Atanasio de Alejandría, Dídimo el Ciego y San Cirilo. Sus escritos pertenecen al patrimonio de toda la cristiandad.
La persecución de Dioclesano, del 303 al 305, fue especialmente cruel para los cristianos egipcios. Las fuentes históricas nos hablan de “innumerables fieles con sus mujeres e hijos” que sufrieron el martirio por la fe. El trauma ocasionado por la “Gran Persecución” quedó tan vivo en la conciencia cristiana que dio origen, en el calendario litúrgico, a la Era de los Mártires, que comienza el año 284, fecha del acceso al trono de Dioclesiano.
Época de esplendor de la Iglesia copta
En el año 325 se celebra el concilio de Nicea que otorgaba a la Iglesia alejandrina la primacía de honor después de la Iglesia romana. Su jurisdicción se extendía en este tiempo sobre las 100 diócesis del Valle del Nilo, señal de la vitalidad de esta Iglesia. En el año 381 el concilio de Constantinopla, concedía la primacía de honor, después de la Iglesia de Roma, a la de Constantinopla, decisión que suscitó la indignación de los alejandrinos y de su “Faraón eclesiástico”, como llamaba Isidoro de Pelusa el patriarca de Alejandría.
Años después la controversia nestoriana dio ocasión al patriarca de Alejandría de reaccionar contra la sede patriarcal constantinopolitana, centro asimismo del poder político bizantino que dominaba toda la parte oriental del imperio romano, Egipto incluido.
La ruptura con la iglesia católica
Sin embargo, la ocasión para manifestar la Iglesia alejandrina su particularismo y su resistencia al poder imperial encarnado por Constantinopla, se puso de manifiesto en el concilio de Calcedonia, año 451, donde los Padres conciliares proclamaron la doctrina católica de las dos naturalezas en Cristo: la divina y la humana. La Iglesia copta, junto con la siria y después la armenia, se adhirieron, por el contrario, a la doctrina de una sola naturaleza en Cristo, de ahí que recibieran el nombre griego de monofisitas. Este rechazo está considerado como el acto de fundación de la Iglesia copta independiente, separada de la Iglesia católica. Desde entonces coexisten en Egipto dos patriarcados rivales: el católico o calcedoniano, seguido por los funcionarios bizantinos, los comerciantes de las ciudades y las personas impregnadas de cultura griega, y el copto-ortodoxo seguido por la masa del pueblo. El acierto de los monofisitas se basó en la capacidad de movilizar, por medio del influyente colectivo de los monjes, el sentimiento nacional y tachar a sus oponentes de extranjeros.
Esto demuestra que el elemento teológico tuvo una importancia secundaria en las polémicas cristológicas. De todos modos, las controversias religioso-políticas del siglo V absorbieron las fuerzas vivas del monacato egipcio, empobrecieron el cristianismo y desconcertaron a los fieles, preparando el declive de la Iglesia en Egipto.
La conquista musulmana
La conquista árabe, años 639-642, garantizó por unos años la libertad religiosa de los monofisitas, favoreciéndoles ostensiblemente en detrimento de la Iglesia calcedoniana. Este período duró medio siglo, o sea, el tiempo que permitió a los conquistadores consolidarse en el Valle del Nilo. Pasado este plazo los musulmanes instauraron un régimen de discriminación, comportando medidas vejatorias para los cristianos, además de gravosos impuestos de capitación, la famosa jizia, sin excluir persecuciones endémicas a lo largo de los siglos VII-XIII. Un cronista copto describía en estos términos la persecución del 850: “La Iglesia sufrió tanto que las imágenes de la Virgen y de los santos lloraron y derramaron sangre en todo Egipto”. Las revueltas de los campesinos cristianos fueron cruelmente sofocadas. La primera en el 725 y la última, la más sangrienta, del 829 al 831.
La persecución más devastadora llegó, sin embargo, bajo el califa fatimita al-Hakim (996-1020), llamado el “Nerón egipcio”, que intentó erradicar el cristianismo egipcio. Habría destruido, según los escritores musulmanes, entre los años 1014-1016, unas 30.000 iglesias en Egipto, Palestina y Siria, entre ellas el Santo Sepulcro de Jerusalén.
Siglos de decadencia
Tales agresiones, unidas a la dura presión fiscal, ocasionaron la conversión en masa de la población cristiana al Islam. En efecto, un gobernador egipcio escribía al califa Hishan (724-743): “Me han informado que no es el corazón el que hace las conversiones (al islam) sino el miedo de la jizia”. Por otra parte, las autoridades religiosas, sin prestigio social, se presentaron resignadas a todos los compromisos con las autoridades musulmanas. Signo de esta decadencia y de la integración cultural de la Iglesia copta en el islam es el traspaso de la sede patriarcal de Alejandría al Cairo, centro del poder político, llevado a cabo bajo el patriarca Cristódulo (1046-1077), así como el origen de la separación de hombres y mujeres en las iglesias y la costumbre de descalzarse a la entrada en los lugares de culto. Cerrados, asimismo, los seminarios y las escuelas teológicas, el clero copto se hundió en la ignorancia. De hecho, los últimos destellos de literatura cristiana aparecen en el siglo XIII en la obra enciclopédica “Colección de dogmas de la religión” de los tres hermanos al-‘Asal.
Después de esta fecha hasta el siglo XIX no se encuentra una sola obra de importancia en Egipto. Los coptos habían perdido su lengua y su cultura.
Bajo la dominación mameluca (1254-1517) y después la turco-otomana (1517-1811) el cristianismo copto se refugio en el ámbito rural de Alto y Medio Egipto y al borde del desierto, lejos de la presión musulmana que se manifestaba con mas virulencia en las ciudades. Fue allí donde se mantuvo la “reserva” cristiana. No contando con medios económicos, ni influencia social, los coptos fueron más o menos olvidados por el poder musulmán de estas épocas. Su marginación fue precisamente lo que les permitió sobrevivir. Hacia mediados del siglo XIX la Iglesia copta contaba solo con 12 obispos, unos 100 lugares de culto y siete monasterios con apenas 50 monjes.
El renacimiento de la Iglesia
Fue a principios del siglo pasado cuando la Iglesia copta comenzó a salir de su aislamiento y letargo, aprovechándose de las leyes liberales de Muhammad Ali que abrió Egipto a Occidente y decretó medidas de emancipación de los cristianos.
Fue el tiempo en el que los misioneros europeos, católicos y protestantes, fundaban escuelas, abrían hospitales e instalaban imprentas, dando una imagen de modernidad y seducción. Este dinamismo impulsó a la jerarquía copta a moverse, abriendo una red de escuelas primarias en los pueblos donde no habían llegado los misioneros, creando “escuelas dominicales” para la enseñanza del catecismo y editando libros de literatura sagrada.
En 1893 se abrió el primer seminario copto-ortodoxo. Un trabajo altamente meritorio para una Iglesia sin apoyos gubernamentales ni estructuras exteriores. El espíritu renovador llegó también a los monasterios, canteras de obispos, que habían decaído en el nivel más bajo durante el período turco-otomano. Se fue formando una nueva generación de monjes salidos de las “escuelas dominicales” y de las aulas universitarias. El monje Matta el-Miskín es el más representativo de esta generación de religiosos emprendedores que renovaron la vida monástica.
El monacato, la espina dorsal de la Iglesia
En efecto, el monacato copto constituye hoy, como en los primeros siglos, la rama más vigorosa de la Iglesia. Para darnos una idea de la importancia que tuvo el antiguo monacato, recordemos que la Iglesia egipcia contaba a finales del siglo VI con unos 50.000 monjes. Hoy son unos 700, repartidos en 15 monasterios masculinos y cinco femeninos. Son faros de irradiación espiritual, cultural y agrícola, sin olvidar que son centros de peregrinación muy frecuentados por los cristianos egipcios. Los más conocidos son los cuatro de Wadi en-Natrún, al oeste del Delta del Nilo: Deir Baramos, Deir es-Surian, Deir Anba Bishoi y Deir Makar (San Macario); y los dos de la orilla occidental del Mar Rojo: San Pablo y San Antonio Abad. Tres nuevos monasterios han sido reconstruidos y repoblados últimamente: el famoso de San Menas, al oeste de Alejandría, San Pacomio de Edfu, y Abu Sefein, cerca de Luxor. Todos fundados entre los siglos IV-VI. Los prestigiosos monasterios de la Tebaida, entre ellos Deir el-Abiad (Monasterio Blanco) y Deir el-Ahmar (Monasterio Rojo) están abandonados, aunque siguen siendo meta de peregrinaciones. El monasterio de Deir el-Malak (Monasterio del Ángel), al sur de Sohag, ha comenzado a revivir. Los cinco monasterios femeninos se hallan en centros urbanos del Delta, en el Cairo y en el alto Egipto.
Una Iglesia de estructura patriarcal
La Iglesia copta, al igual que las otras Iglesias orientales, es de estructura patriarcal. Su máxima autoridad tiene el título de “Su Santidad Papa de Alejandría y de todo Egipto, de Nubia, de Etiopía y de la Pentápolis y Patriarca de todo el país evangelizado por San Marcos”. La sede patriarcal, establecida originariamente en Alejandría, fue trasladada en el siglo XI al Cairo donde sigue hasta el día de hoy. El Patriarca es elegido por los obispos y delegados laicos de la “nación”. A este respecto cada diócesis designa sus delegados.
Entre ellos se constituye el cuerpo electoral diocesano cuyo número total se eleva hoy a 800 delgados. Estos eligen a tres candidatos de nacionalidad egipcia, que hayan cumplido los 40 años y pertenezcan a una orden monástica. La originalidad de la elección reside en el modo de escoger uno de los tres candidatos. Un niño, que representa la mano de Dios, se adelanta y saca de la caja, al azar, una de las tres paletas con el nombre del candidato. El elegido es aclamado Patriarca y a la elección sigue inmediatamente la imposición de las manos de los obispos presentes. El elegido debe ser reconocido por el presidente (musulmán) de la República.
El actual Patriarca, Shenuda III, 116 sucesor de la sede de S. Marcos, elegido en 1971, es un monje de Wadi en-Natrún. El 10 de noviembre de 1996 celebró el XXV aniversario de su ordenación patriarcal.
30 obispos diocesanos
La Iglesia copta cuenta con 27 diócesis en Egipto, dos en Sudán y una en Jerusalén, a las cuales hay que añadir algunas eparquías en países de emigración copta: 47 parroquias en los EE.UU., 12 en Australia, 9 en Canadá, 6 en Inglaterra, etc.
Los laicos juegan un papel importante en la Iglesia. Participan en los asuntos eclesiásticos a través del majles milli, constituido por 22 notables “píos instruidos” y dos sacerdotes. Este consejo comunitario se ocupa de cuestiones relacionadas con la Iglesia y la comunidad de fieles: administración de bienes, asuntos canónicos, patrimonio copto, etc. No siempre las relaciones entre patriarcado y majles milli han sido lo cordiales que se hubieran deseado.
La liturgia copta, marcada en sus orígenes por el monacato, se celebra en copto y árabe. El copto, hablado corrientemente en Egipto hasta el siglo XII, es la lengua de los faraones en su última transformación, a la cual se ha añadido un buen número de términos eclesiásticos griegos.
La rama copta-católica
La Iglesia copta, a partir de la ruptura en el siglo V con la iglesia católica, quedó sobre sí misma e impermeable a la idea de unión con Roma. Hubo un intento de reconciliación en el concilio de Florencia, año 1442, preparado por el franciscano Alberto de Sarteano, enviado a Egipto en 1939 como delegado papal. Posteriormente, a partir del siglo XVI, las tentativas de los Papas en vista a contactos con el patriarcado copto no encontraron eco. Fue entonces cuando roma eligió la política de las conversiones individuales de la ortodoxia al catolicismo por medio de los misioneros franciscanos y jesuitas, vista la imposibilidad de una reconciliación entre jefes. De este modo fueron formando en Egipto pequeñas comunidades copto-católicas. En 1742 el Papa nombraba el primer Vicario Apostólico para los copto-católicos en la persona de Anba Atanasios, obispo copto de Jerusalén, que dos años antes había pasado al catolicismo.
Sin abandonar sus funciones de obispo copto-ortodoxo de Jerusalén, Atanasios ordenó a varios sacerdotes de rito copto-católico, creando así un embrión de estructuras eclesiástica. Tres años después Roma nombraba un prefecto para los coptos convertidos al catolicismo de rito latino en la persona de un franciscano. De esta manera crearon dos estructuras paralelas, y pronto rivales, para una pequeña comunidad. En 1758 el Papa reconocía la primacía del Prefecto copto-católico. Esta situación duró poco tiempo, pues 22 años después la Santa Sede elegía la orientación inversa.
A finales del siglo pasado León XIII alentó una política más activa de conversiones al catolicismo. El resultado fue la apertura del primer seminario copto-católico dirigido por los jesuitas, además de la creación de un patriarcado copto-católico y tres diócesis en Egipto. Pero el Patriarca sería nombrado cuatro años después en la persona de Cirilo Macarios. Quedaba pendiente la rivalidad entre la Prefectura franciscana y el Vicariato Apostólico que terminó en 1893 cuando los franciscanos cedieron al clero copto-católico las 10 parroquias coptas de rito latino establecidas por ellos en el alto Egipto. El nuevo patriarcado contaba en el momento de su creación con 6.000 fieles. Diez años después su número se elevaba a 15.000. En 1908 el Patriarca presentó su dimisión y la sede quedó vacante durante 39 años, lo entorpeció el natural desarrollo de la Iglesia. Sólo en 1947 Pío XII restableció la dignidad patriarcal en la persona de Marcos II. Su sucesor, Stephanos I Sidaros, elegido en 1958, fue elevado en 1965 a la dignidad cardenalicia en vista a la promoción de la joven Iglesia.
Al igual que la Iglesia copto-ortodoxa, la católica es de estructura patriarcal. Actualmente ocupa esta dignidad Stephanos II Gattas, elegido en 1986. Gobierna con la ayuda de un Sínodo de seis obispos. La Iglesia copto-católica cuenta con seis diócesis: Beni Suef, Minia, Asiut, Sohag, Luxor e Ismailía-Port Said, además de la diócesis patriarcal del Cairo-Alejandría. Los obispos son elegidos por el Sínodo y confirmados por la Santa Sede.
Unos 60 sacerdotes diocesanos aseguran la vida parroquial. El clero goza de un buen nivel de formación, superior al de sus hermanos de la Iglesia ortodoxa.
Desde 1959 existe una congregación religiosa de rito copto-católico, los Hermanos de la Predicación de S. Marcos, cuya regla está inspirada en la dominica. Una congregación femenina, las Religiosas del Sagrado Corazón, había sido fundada en 1912.
Las Iglesias coptas hoy
Tanto la Iglesia copto-ortodoxa como la católica y la protestante se enfrentan hoy a los mismos problemas: el fundamentalismo islámico y la emigración, los dos fuertemente entrelazados. Los coptos insisten en su identidad egipcia y árabe y en la solidaridad con los musulmanes. Un comportamiento difícil de practicar sobre todo a partir de los años setenta con el auge del fundamentalismo que tiende a aplicar a toda la sociedad la shari’a coránica, lo que significaría reducir a los cristianos a súbditos de segunda categoría, a simples dimmi o protegidos. Es bien sabido que los islamistas provocan incidentes confesionales con el fin de movilizar a las masas musulmanas contra la minoría cristiana. A partir de la muerte de Abdel Naser se han producido graves tensiones interconfesionales en Alejandría (1972), Minia (1978), El Cairo, Alejandría y Asiut (1980), Alejandría y El Cairo (1981), el-Fayum (1984), Abu Korkas y Alto Egipto (1990), El Cairo (1991), Asiut (1992), y se prosiguen en forma endémica hasta nuestros días. Como resultado de estas tensiones, la comunidad cristiana abandona el país.
En una entrevista concedida por el Patriarca copto ortodoxo a los medios de comunicación el 27 de octubre de 1996 en Alejandría, Shenuda III declaraba: “Los fundamentalistas practican dos géneros de actividades. La primera es la agresión, la violencia, la discriminación y el incendio de iglesias”. La segunda es “crear un ambiente de tensión entre la población… Nosotros no podemos cambiar esta situación con lamentos y conflictos. La solución está en buscar el modo de mejorar la posición de los coptos por medio del diálogo y el amor”. Y a continuación precisaba: “Uno de mis mejores amigos es Muhammad Sabed Tantawi, jeque de el-Azhar (la universidad islámica del Cairo)… No podemos usar la violencia contra la violencia ni el odio contra el odio”.
Autor: P. Ignacio Peña