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El Mérito

Lutero

“El segundo tema del que quiero hablaros es el del mérito. Es una palabra neurálgica. Cuando uno la pronuncia delante de protestantes, se crispan y no oyen más. Es mejor, sin pronunciar la palabra, explicarles la cosa: es posible que les parezca que expresa lo que ellos han creído siempre.

¿En qué consiste la doctrina del mérito? Me enseña que Dios es tan bueno que pone en mí SU GRACIA, CON LA CUAL PUEDO INCLINARME HACIA LA VIDA ETERNA, TENDER A ELLA, ELEVARME HACIA ELLA. En la parábola de la viña se dice: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos”. El que permanece en MI y Yo en él, ese dará mucho fruto” (Juan XV, 1). Ya veis: Dios pone en nosotros la savia de la gracia y de la caridad, con la que podemos realizar actos sucesivos de gracia y caridad cada vez más intensos, que serán como frutos, será la entrada en la Patria. El mérito es LA ORDEN DE RETRIBUIR SEGUN JUSTICIA. Pero Dios, ¿puede estar obligado en justicia con respecto a nosotros? ¿Puede haber proporción entre lo que nosotros le damos, nosotros que todo lo recibimos de El, y los dones supremos de su gracia y de su amor? No, ciertamente, si nos deja a nosotros mismos y a nuestros propios esfuerzos. Pero si, por el contrario, sí pone en nosotros la savia de su gracia y de su amor, pidiéndonos que hagamos fructificar esa gracia y ese amor. Desde el momento en que podemos producir actos VIVIFICADOS por la savia de la gracia, hay, de hecho, una proporción entre esos actos y su fruto, entre el tallo y la flor, luego entre la flor y el fruto. De suerte que NUESTROS MERITOS SON DONES DE DIOS. De ahí la frase de San Agustín: “Cuando Dios corona nuestros méritos, corona sus dones”

9. Pero ¿es que son nuestros méritos o los méritos de Cristo? La táctica protestante es en esto como siempre, la de suponer en vez de subordinar. A los méritos de Cristo SOLO, opone los méritos del hombre SOLO. Se decide por la salvación por los méritos de Cristo sólo; y nos achaca la teoría de la salvación por los méritos del hombre sólo, es decir la tesis pelagiana condenada por la Iglesia como herética. ¿Cuál es, en suma, la verdadera doctrina católica? Puede resumirse así: NUESTROS MERITOS SON DE DIOS Y DE CRISTO COMO CAUSA PRIMERA, SON NUESTROS COMO CAUSA SEGUNDA: DIOS NOS DA EN CRISTO EL DECIRLE “SI”.

Si le digo Sí, este sí pronunciado aquí abajo, en el tiempo y que es atravesado por la luz de la gracia divina, me encamina hacia mi término final, o sea la entrada en la Patria, me hace proporcionado a esa entrada en la Patria, “fructifica” normalmente esa entrada en la Patria, “merece” esa entrada en la Patria. Es mi sí, MI MÉRITO: ME HABRÁ DESGARRADO A VECES EL CORAZON, ME HABRA EXIGIDO QUE TRIUNFE SOBRE MIS PASIONES, ES BIEN MIO. Pero es más aún de Dios que mío, y el primer pensamiento que vendrá a mi espíritu será el decir: Gracias, Dios mío, por haberme movido a decir sí: A Vos sea la gloria.

Para ilustrar esta doctrina católica de Dios que da al hombre el merecer, hace falta volver a la comparación de Jesús: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en Mí y Yo en él, ése dará mucho fruto”. Ni Calvino, ni Barth consiguieron explicar este texto. Calvino dirá: Ved bien, el sarmiento cortado de la cepa es echado al fuego, no puede, pues, producir nada. !Perdón! El Sarmiento cortado, sí. Se secará; pero, ¿si continúa unido a la cepa, a Jesús? Entonces da fruto. El fruto, ¿viene de la cepa o del sarmiento? Viene de la cepa a través del sarmiento. Cuando se pregunta Barth: ¿Es Dios o el hombre el que produce la buena acción? ¿Es Dios o el rosal el que produce la rosa? El contesta: Razonáis sobre una imagen. Pero esa imagen es del Evangelio.

Una precisión más referente al mérito. Ya lo hemos visto: no puedo yo merecer la primera gracia, porque es siempre una atención gratuita. Pero si permanezco en el amor puedo con el amor merecer siempre un amor mayor y, en el instante de la muerte, la vida eterna.

10. La gracia de aquí abajo, PROPORCIONA la gloria del cielo, FRUCTIFICA la gloria del cielo, MERECE la gloria del cielo: todas estas voces son sinónimas. La gloria es dada a la gracia como un FRUTO, COMO UN TÉRMINO, COMO UNA RECOMPENSA.

Esta noción de recompensa se encuentra frecuentemente en la Escritura. San Pablo escribe: “He combatido el buen combate, he terminado mi carrera, he guardado la fe. Ya me está preparada la corona de la justicia, que me otorgará aquel día el Señor, justo Juez y no sólo a mi, sino a todos los que aman su venida” (2 Tim IV, 7-8). Dios, que ha colmado de gracias a San Pablo, coronará a San Pablo. Como un Juez, dará al apóstol lo que le corresponde en justicia. Lo mismo ocurrirá a todos los cristianos.

Tenéis en el evangelio: cuando sufráis todas esas cosas “alegraos y regocijaos, porque grande será en los cielos vuestra RECOMPENSA” (Mat. V, 12). Es Jesús quien nos dice eso. En el último día, cuando el Hijo del hombre venga en su gloria con todos los ángeles, dirá a los que estén a su derecha: “Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber…” (Mat. XXV, 34-35). En el mismo capítulo, se habla del servidor que habiendo recibido cinco talentos ganó con ellos otros cinco; del que habiendo recibido dos, ganó también dos. Son bendecidos uno y otro; pero el que había enterrado su talento fue maldecido (Mat. XXV, 14-30).

¿COMO PUEDE EL PROTESTANTISMO NEGAR ESAS NOCIONES DE MERITO Y DE RECOMPENSA, DE UN DIOS QUE CORONANDO NUESTROS MERITOS CORONA SUS DONES, CUANDO APARECEN CONSTANTEMENTE EN EL EVANGELIO? Nos achaca, para combatirnos, la doctrina pelagiana del sarmiento que, cortado de la cepa, producirá por sí solo el fruto. Pero nosotros reprobamos a la vez DOS ERRORES. Se nos dice -!y no es una amabilidad!- : Vosotros, católicos, os movéis por una recompensa. A lo que yo contestaría: SI, PORQUE SABEMOS QUE LA RECOMPENSA DEL AMOR ES EL ENCUENTRO CON EL AMADO. “Ninguna otra recompensa más que Vos, Señor” decía Santo Tomás. Y San Pablo escribe: “Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre lo que Dios ha preparado para los que le aman” (I Cor. II, 9). ¿En qué consiste ello? !Es demasiado grande! !Es indecible el encuentro con el amado! ¿Cómo puede decírsenos que ES RUIN APETECER TAL RECOMPENSA?

Los protestantes se ven obligados a desfigurar esta espléndida doctrina para poder atacarla: “Entonces veremos cara a cara”, dice San Pablo (I Cor. XIII, 12): y San Juan: “Porque le veremos TAL CUAL ES” (I Juan III, 2). No desear esta RECOMPENSA, este ENCUENTRO, es NO AMAR. No desear ver un día la Patria cuando se ha nacido en el exilio, es no amar.”

Nihil Obstat: Dr. Antonio Zaldúa Uriarte
Imprimátur: Bilbao, 14 de Setiembre de 1962. PABLO, Obispo de Bilbao

Fuente: Charlas sobre la gracia, Por Charles Journet

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