Hace poco tuve la ocasión de compartir mi último artículo de la serie Catolicismo primitivo en las redes sociales. Algunas respuestas de algunas personas protestantes me dieron ocasión para reflexionar sobre varias cosas y he querido dejarlas plasmadas aquí.
¿Es la Iglesia indefectible?
A una persona del grupo evidentemente le incomodó el artículo, intuyo que porque ponía en evidencia que ya para el siglo I uno de los cristianos más celebres enseñaba doctrinas católicas. Ante eso intentó sugerir la posibilidad de que ya para ese entonces estuviese corrompido:
“Pero los Gálatas eran discípulos de san Pablo y miren que paso, lean Gálatas capítulo 1
Y Pablo quedo anonadado dice: “¡Estoy maravillado de que TAN PRONTO os hayáis alejado…!!! ¡TAN PRONTO! Imaginen si yo hubiera confiado en los gálatas porque fueron discípulos directos de Pablo. Sin duda tenían imposición manos y todo.
Me hubiera llenado del evangelio pero torcido, distorsionado, pervertido.”
En otro comentario agregó:
“El hecho de que “los padres apostólicos” hayan estado cerca de los apóstoles no se debe suponer que ellos no se equivocaron y malinterpretaron los dichos de los apóstoles. La persona más cercana a los apóstoles podía cometer la más grande mala interpretación, así como una persona dos mil años después, comprende el mensaje apostólico correctamente. El punto es qué dice la Escritura. Pablo advierte: “Por tanto mirad por vosotros y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre. Porque yo sé que después de mi partida se lobos rapaces entrarán en medio de vosotros que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar a los discípulos tras ellos” (Hechos 20: 28-30)
La tesis del argumento es básicamente esta: la Biblia habla de cómo ya al comienzo de la Iglesia hubo personas que malinterpretaron la Revelación (herejes). Luego parte de allí para introducir la posibilidad de que San Ignacio e inclusive toda la Iglesia pudo haberse corrompido, después de todo, piensa él, si se corrompe una parte se puede corromper el conjunto.
¿Cuál es el problema de este argumento?
Si bien es cierto que dichos textos sirven para probar que dentro de la Iglesia saldrían personas que objetivamente intentarían corromper la doctrina cristiana, no permiten probar que dicha corrupción se extendería a toda la Iglesia. El mismo ejemplo que menciona nuestro amigo, el de los gálatas, sirve para desmontar su tesis, porque también sabemos que volvieron a la ortodoxia tras las amonestaciones de San Pablo, por lo tanto, la corrupción en ese caso concreto no se extendió.
En el texto del libro de los hechos que también cita, dice que estos hombres que identifica como “perversos” intentarían arrastrar discípulos tras de sí, no que arrastrarían a todos, y para evitar esto es que se establecieron los obispos, cuyo deber es proteger a los fieles. Por supuesto, si se lee el texto aislado del contexto y se extrapola a un contexto más amplio se puede llegar a conclusiones falaces.
De la misma manera si vamos a cada texto donde se habla de los herejes, vemos que el problema es precisamente el que ya en ese entonces estaba presente el germen protestante: querer interpretar la Revelación por cuenta propia, de manera individualista y separados del cuerpo eclesial. San Pablo y los apóstoles no dijeron que ellos prevalecerían, pero si advirtieron sobre ellos:
“Al sectario, después de una y otra amonestación, rehúyele; ya sabes que ése está pervertido y peca, condenado por su propia sentencia.” (Tito 3,10-11)
“Esta es la recomendación, hijo mío Timoteo, que yo te hago, de acuerdo con las profecías pronunciadas sobre ti anteriormente. Combate, penetrado de ellas, el buen combate, conservando la fe y la conciencia recta; algunos, por haberla rechazado, naufragaron en la fe; entre éstos están Himeneo y Alejandro, a quienes entregué a Satanás para que aprendiesen a no blasfemar.” (1 Timoteo 1,18-19)
“Evita las palabrerías profanas, pues los que a ellas se dan crecerán cada vez más en impiedad, y su palabra irá cundiendo como gangrena. Himeneo y Fileto son de éstos: se han desviado de la verdad al afirmar que la resurrección ya ha sucedido; y pervierten la fe de algunos.” (2 Timoteo 2,16-18)
¿Actuaban con malicia estos primeros herejes o era sólo ignorancia? Sólo Dios conoce cada caso particular, pero no por eso San Pedro dejó de advertir del peligro de interpretar las Sagradas Escrituras por propia cuenta:
“En las Escrituras hay cosas difíciles de entender, que los ignorantes y los débiles interpretan torcidamente para su propia perdición.” (2 Pedro 3,16)
“Pero, ante todo, tened presente que ninguna profecía de la Escritura puede interpretarse por cuenta propia; porque nunca profecía alguna ha venido por voluntad humana, sino que hombres movidos por el Espíritu Santo, han hablado de parte de Dios.” (2 Pedro 1,20-21)
En varios de estos textos San Pablo escribe a Timoteo, quien fue uno de los primeros obispos puestos por él al frente de una iglesia del primer siglo. Es una constante verle advertirle de las herejías, pero nunca dice que la Iglesia sucumbiría a ellas. Vayamos a otro ejemplo:
“Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por su propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades, apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas” (2 Timoteo 4,3-4)
Otra vez dice que habrán personas que se desviarán: ¿serán todas o serán siquiera cristianos?, ni lo afirma ni el contexto parece apuntar en este sentido, porque a ese respecto su recomendación es una exhortación para que cuando llegue ese momento se puedan mantener firmes en la verdad:
“Tú, en cambio, pórtate en todo con prudencia, soporta los sufrimientos, realiza la función de evangelizador, desempeña a la perfección tu ministerio.” (2 Timoteo 4,5)
Por otro lado, no debe pasar desapercibido que San Pablo identifica a estos hombres infieles con quienes enseñarán “novedades”. ¿Se adaptará esto más esta descripción de los primeros padres de la Iglesia o a las denominaciones protestantes de hoy, cuyas doctrinas difieren no sólo de las de la Iglesia primitiva sino entre sí? Los propios reformadores protestantes admitían que su doctrina era rechazada por toda la Tradición cristiana anterior, de allí que tuvieron que quedarse sólo con la Biblia interpretada a su manera.
Pero así como los apóstoles no sólo no dicen que estos herejes tendrían éxito, lo que dice es más bien lo contrario: que no lo tendrían y que terminarían saliendo del seno de la Iglesia (cismáticos):
“Hijos míos, es la última hora. Habéis oído que iba a venir un Anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido, por lo cual nos damos cuenta que es ya la última hora. Salieron de entre nosotros; pero no eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así para poner de manifiesto que no todos son de los nuestros.” (1 Juan 2,18-19)
Entre las razones por las que siempre he visto incoherente esta tesis protestante, es porque las mismas Sagradas Escrituras dejan evidencias de que esto no podría ocurrir:
- Pues la Biblia nos dice que Cristo fundó una Iglesia que es columna y fundamento de la verdad (1 Timoteo 3,15)
- Sobre la cual las fuerzas del mal no prevalecerían (Mateo 16,18-19)
- Que sería guiada por el Espíritu Santo a la verdad completa (Juan 16,13)
- Y que gracias a esto podría llegar al evangelio a todo el mundo y cumplir con la gran comisión de hacer discípulos a todas las naciones bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mateo 28,19)
Una Iglesia ya corrupta en pleno siglo I no podría lograr tal fin, y menos una que tuviera que esperar dieciséis siglos hasta la llegada de un Lutero o un Calvino.
Nuestro amigo, en cambio, prefiere creer en una especie de Cristo incompetente, que funda una Iglesia que corre a corromperse en tiempos de San Ignacio, sólo porque lo que él escribe permite identificar la Iglesia del siglo I con la Iglesia Católica. A quien piensa de este modo, no es casualidad que los textos de San Ignacio les produzcan urticaria.
Consecuencias de la infalibilidad de la Iglesia
Más adelante en el mismo debate, la misma persona escribe:
“Hay un problema lógico con el principio del consenso universal de los padres, en realidad sí es posible que todos los padres estuvieran equivocados en determinada doctrina de consenso unánime. Después de todo tanto católicos, como no católicos, no creen que sus escritos sean divinamente inspirados e infalibles. Pero si ellos son falibles es lógicamente posible que todos ellos pudieran estar equivocados en determinado punto. De tal manera que inclusive el consenso universal podría ser nada más que un consenso en el error.”
Ahora nos encontramos con un argumento ingenioso pero falaz. Nuestro amigo sabe que ningún católico piensa que San Ignacio o los padres de la Iglesia hayan sido infalibles individualmente. Y de allí supone que si uno no lo fue, la suma de ellos tampoco podría serlo. Por supuesto, esta forma de razonar revela un sin fin de contradicciones que veremos a continuación:
Primero: Que cada cristiano individualmente pueda ser falible no implica que el consenso de los padres sobre alguna doctrina de fe deba serlo también. Cristo prometió a su Iglesia guiarla a la verdad completa, no a cada cristiano de forma separada.
Segundo: Supongamos por un momento que es cierto y toda la Iglesia cristiana, incluso cuando define verdades de fe y dogmas, puede equivocarse. En ese caso nuestro amigo se quedaría con una Biblia que cree infalible, pero que cuenta con unos libros seleccionados por una Iglesia falible.
Después de todo, fueron esos mismos cristianos en Concilio Ecuménico quienes definieron cuales eran los libros que hoy pertenecen a la Biblia. ¿Es razonable creer que pueden equivocarse en todo menos en eso en concreto? Si va a ser coherente debe también admitir que también la Biblia es una colección de documentos falibles, o por lo menos seleccionados faliblemente. Nuestro amigo habrá ganado pero habrá cortado la rama sobre la que él está parado.
Ejemplo de esto es que cuando planteé esto a nuestro amigo respondió:
“Esas cosas aunque no han sido definidas infaliblemente, sin embargo se puede tener suficiente certeza y eso basta.”
Helo aquí que después de haber “serruchado” su propia rama no le queda otra que afirmar que la Biblia es una colección de documentos seleccionados “faliblemente”, de los que se puede tener “suficiente certeza” y para él “eso basta”.
Tercero: Siguiendo en la misma línea de pensamiento en la que admitimos sin conceder que toda la Iglesia incluso cuando define dogmas de fe puede equivocarse, ¿por qué no admite la misma posibilidad para ellos?
Porque lo que vale para unos, vale para otros. Si la Iglesia en Concilio Ecuménico puede equivocarse, entonces el protestantismo entero dividido exponencialmente en denominaciones con mucha mayor probabilidad. Es muy curioso ver muchos protestantes inconscientemente profesar una infalibilidad personal pero a la vez negarla a la Iglesia. Lutero por ejemplo decía:
“Los Santos Padres, los doctores, los concilios, la misma Virgen María y San José y todos los santos juntos pueden equivocarse” (Martín Lutero, Weimarer Ausgabe 17,2)
Pero respecto a él mismo pensaba:
”Estoy seguro de que mis dogmas los he recibido del cielo. Mis dogmas permanecerán y el papa sucumbirá” (Martín Lutero, Weimarer Ausgabe 10,2)
Por lo que aunque los primeros padres no eran infalibles individualmente, ¿no serán así aun más confiables y próximos al cristianismo más puro y auténtico que un Lutero o Calvino que no recibieron el evangelio ni de los apóstoles o alguno de sus discípulos directos, sino dieciséis siglos después de manos de la Iglesia Católica?
Resolución de conflictos doctrinales en la Iglesia
Para seguir intentando probar que el consenso de los padres puede equivocarse añadió:
“Como bien se sabe, la verdad no se determina por la mayoría ni aun por el voto unánime.”
Y en cierto sentido tiene razón: si hoy por ejemplo hacen una encuesta y la mayoría de las personas votan a favor de legalizar el aborto, por el mero hecho de que sean mayoría no demuestra que están en lo correcto. Muchas veces a lo largo de la historia, las mayorías han tomado decisiones que han estado equivocadas.
Lo que garantiza la infalibilidad de la Iglesia no son las mayorías sino la promesa de Cristo guiarla a la verdad completa con el auxilio del Espíritu Santo. Si realmente nos regimos por la Biblia, como dice mi amigo que lo hace, debe entonces ver como allí se resolvían los problemas doctrinales. Cuando ocurrió por ejemplo el primer gran problema en la Iglesia primitiva con el tema de la circuncisión, los apóstoles resolvieron el asunto reuniéndose en el Concilio de Jerusalén. No participaron allí todos los cristianos, pero sí aquellos que ostentaban una autoridad auténtica dentro de la Iglesia, y aunque al principio no todos estaban de acuerdo, lo que decidieron fue recibido como la decisión “de ellos y del Espíritu Santo” (Hechos 15,28).
A diferencia de esto el protestantismo queda impotente a la hora de resolver sus conflictos, porque al final cada quien podrá aferrarse a su interpretación privada de la Biblia, principio mismo que ellos han establecido. De allí que cuando históricamente han intentado hacer algo similar a un concilio siempre han fracasado y terminado dividiéndose.
Que más crudo ejemplo que ver al propio Lutero, ya de avanzada edad y cerca de la muerte, terminando sus días maldiciendo y condenando otros líderes de la Reforma que no pensaban como él, a pesar de que había intentado anteriormente ponerse de acuerdo en numerosas ocasiones comenzando con el “Coloquio de Marburgo”:
“Esa boca blasfema no estará nunca conmigo, Dios mediante; no le dirigiré una sola palabra; no quiero hablar con él, ni verlo, ni oírlo. Que él o su maldita pandilla de fanáticos zuinglianos y otros semejantes me alaben o censuren, me importa lo mismo que si me alabasen o censurasen los judíos, los turcos, el papa o el mismo demonio. Y, pues me hallo a un paso de la muerte, quiero dar este testimonio de mi fe delante del tribunal de mi Señor y Salvador Jesucristo, declarando que a los fanáticos y enemigos del sacramento, a Karlstadt, Zwingli, Ecolampadio, Schwenckfeld y a sus discípulos de Zurich, o de donde sean, los he condenado con toda severidad y los he evitado, conforme al mandato del Apóstol: Al hombre herético, tras la primera y segunda amonestación, evítalo” (Martín Lutero, Kurzes Bekenntnis vom heiligen Sakrament: WA 54.141-67).
En el Sínodo de Dort los calvinistas y arminianos tampoco pudieron nunca ponerse de acuerdo, terminando los líderes arminianos ejecutados o desterrados, más no por eso dejaron de aferrarse a su interpretación privada distinta a la de los calvinistas, y sus diferencias doctrinales perduran el día de hoy.
En todos esos casos, cada uno piensa como nuestro amigo: la Iglesia no tiene porqué tener la razón, la debo tener YO. Por eso, una vez los reformadores se separaron de la Cristiandad entera intentaron no sólo ocultar sus divisiones, de las que se avergonzaban, sino impedir que otros utilizaran el mismo principio que ellos habían establecido, por medio de persecuciones y torturas.
Véase a este respecto: Origen, causas y consecuencias de la doctrina de la Sola Escritura en la Reforma Protestante.
La alternativa que propone, simplemente no funciona.
Conclusiones
Aunque ya se que he dado mi opinión, queda la pregunta en el aire: ¿por qué esa reacción ante los textos de uno de los primeros padres apostólicos, de tratar de demostrar que ya para ese entonces la Iglesia se había corrompido? ¿Cuáles serían las consecuencias reales si eso fuera cierto? ¿Podríamos creer que una Iglesia corrupta y falible hizo una selección infalible de los libros de la Biblia? ¿Qué probabilidades habría de que ellos, con un origen tan alejados de la era apostólica, malinterpretan inclusive mejor el mensaje cristiano y no se han corrompido también?
Autor: José Miguel Arráiz