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¿Qué ha pasado con el limbo?

Limbo

Los teólogos hacen hoy una lectura diferente de un concepto en desuso 

El limbo ha acabado en el limbo. Aunque nunca fue definido como dogma, fue una «salida» que encontraron los teólogos para dar respuesta a la pregunta de qué pasaba con los niños muertos sin bautizar. En realidad era una respuesta «piadosa» para evitar a estos inocentes las penas del infierno. Hoy, la teología posterior al Concilio Vaticano II ha encontrado nuevas respuestas más acordes con la idea de un Dios Padre misericordioso.

Monseñor Alessandro Maggiolini, teólogo y uno de los redactores del Catecismo de la Iglesia Católica, explica por qué el limbo ya no aparece en la doctrina cristiana. Monseñor Maggiolini aclara que de este tema no se habla porque «es una hipótesis teológica que no parece fundada sólidamente en la Revelación. El silencio es una opción bastante sabia también porque el limbo, si se hubiera nombrado, no habría podido ser comparado ni con el paraíso ni con el infierno. Dos condiciones de las que a menudo se habla de una manera analítica y un poco petulante en cierta catequesis popular torpe. El Catecismo parece en cambio sugerir que, al final de la vida terrena, no hay soluciones intermedias entre beatitud y condena».

¿Cuál puede ser entonces las respuesta de la escatología cristiana sobre el destino de los niños no nacidos? «Sobre los niños muertos sin bautismo –responde monseñor Maggiolini–, la Iglesia no puede sino confiarlos a la misericordia de Dios que quiere que todos los hombres se salven. Tiene que significar algo la ternura de Jesús por los niños. Dios nos ha revelado su sincera y eficaz voluntad de tener junto a sí a todos y espera también a estos pequeños. Es de esperar que estén en la paz de Dios a través de caminos que Dios no nos ha comunicado».

Excluyendo el caso de los adultos que pueden elegir, el bautismo de los niños ayuda a la salvación cuando es posible. «Si no –explica monseñor Maggiolini–, análogamente, en un modo para nosotros escondido, incluso los niños no se salvan sin Cristo y sin la Iglesia, en cuyo seno está presente y actúa el Salvador de todos. Se piensa que el Señor Jesús puede alcanzar también a estos pequeños que tienen necesidad de ser liberados del pecado original. Es mejor no ser demasiado curiosos respecto a los medios que usa Cristo, el cual quiere salvar “a vosotros y a todos”, como dice la fórmula de la consagración eucarística».

Fuente: ZENIT, ROMA 4 mayo.

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