Una de las principales diferencias entre católicos y protestantes residen en la pregunta de donde está la autoridad. Mientras los católicos aceptan la autoridad de la Iglesia y la Tradición, los protestantes afirman regirse solamente por la Biblia (Sola Escritura) teniendo cada creyente de forma individual la última palabra en cuanto a su interpretación final en cuanto a doctrina y práctica se refiere (juicio privado o libre interpretación de la Biblia).
Pero para comprender un poco más esta forma de pensar he traducido una conversación ficticia entre un católico y un protestante que el apologeta Dave Armstrong reproduce en su libro More Biblical Evidence for Catholicism:
Protestante (P): X es una verdadera doctrina verdadera porque está en la Biblia.
Católico © : ¿De acuerdo a que tradición denominacional?
P: La nuestra…
C: ¿Cómo sabes que tu tradición es verdadera y que la del es falsa?
P: Porque nosotros somos los que tenemos la más fiel interpretación de las Escrituras, por tanto somos los más bíblicos
C: ¿Cómo sabes que su interpretación es la más fiel a las Escrituras?
P: Porque nuestra exegesis es la más armónica y consistente con el texto y por tanto la clara enseñanza de la Biblia.
C: Pero el resto de las tradiciones protestantes claman la misma superioridad…
P: Yo debo decir con todo respeto y amor que ellos están equivocados.
C: ¿Cómo sabes que están equivocados? ¿No deben los protestantes tratar de ser tolerantes unos con otros en sus “diferencias” especialmente en puntos “secundarios”?, Pero tú estás llamando a tus hermanos en Cristo “equivocados” ”
P: Estoy obligado porque ellos han fallado en la hermenéutica, en la exegesis y debo ser fiel a la verdad bíblica.
C: ¿Pero como sabes que ellos han fallado en su método de interpretación?
P: Por medio de la Biblia y el estudio lingüístico, y el consenso de los eruditos y comentaristas.
C: Pero te repito: Otros se atribuyen las mismas prerrogativas y habilidades.
P: Entonces nuevamente te digo: están equivocados. Ellos deben haber sido cegados por sus prejuicios y presuposiciones, o inclusive por sus pecados.
C: ¿Cómo lo sabes?
P: Porque ellos han llegado a conclusiones equivocadas sobre aquello que claramente enseña la Biblia.
C: Francamente, lo tuyo es un razonamiento circular. Pero incluso aceptando tu respuesta te pregunto: ¿Cómo puede aquella persona sencilla y no erudita buscadora de la verdad elegir que denominación es la que enseña la verdad respecto a las Escrituras?
P: Buscando aquella que sea más bíblica.
C: No empieces otra vez (risas). Todas aseguran serlo.
P: Bien, entonces, aquella que es apostólica y tiene raíces en la Iglesia primitiva.
C: ¿Entonces los Padres deben ser estudiados en orden de determinar quien tiene la verdadera tradición apostólica?
P: Si, Supongo.
C: ¿Pero si encuentra que la gran mayoría de Padres tenían una posición en alguna doctrina contraria a la tuya?
P: Entonces, ellos se equivocaron en ese punto
C: ¿Cómo lo sabes?
P: Por el estudio de las Escrituras
C: ¿Entonces cuando todo es dicho y hecho es irrelevante lo que la Iglesia Cristiana o los padres o la Iglesia ha creído a lo largo de la historia?
P: No totalmente, pero yo debo juzgar si lo que ellos sostuvieron está de acuerdo a la Biblia.
C: Por tanto, tú tienes la última palabra y por tanto eres el árbitro final de cada tradición y doctrina cristiana?
P: Bien, si deseas ponerlo en de ese modo, pues sí.
C: ¿No es algo arrogante?
P: No tanto como que un Papa y una pandilla de ancianos con sombreros rojos y vestidos pretendan decirme que creer (rizas)
C: Así que tú te haces a ti mismo el árbitro final de cada doctrina Cristiana, y objetas que el Papa haga pronunciamientos infalibles cada cien años o más? ¡Es algo irónico! Sin decir que eso te convierte en algo así como un “Super Papa”
P: Puedes decirlo como gustes, pero nosotros lo llamamos la primacía de la consciencia individual.
C: Por tanto tú piensas que tu propia e individual opinión y “consciencia” es superior a la combinación del consenso de cientos de años de historia de la Iglesia, pronunciamientos papales, tradición eclesial y concilios ecuménicos…
P: Si, porque si una doctrina no es bíblica, yo debo denunciarla y así cualquier tradición de hombres que sea el caso.
C: ¿Pero como sabes que es una tradición humana?
P: Porque no está de acuerdo a la Biblia….
C: ¿En base a que tradición denominacional?
P: La nuestra…
C: Me voy, tengo dolor de cabeza…
Una discusión similar la tuve hace algún tiempo debatiendo con un protestante y fue realmente frustrante ver como no era capaz de salir de este razonamiento circular. En su caso particular era completamente inconscientemente de la diferencia entre la Escritura y su interpretación. Para él, lo que él entendía de la Biblia era lo que ella decía, y quienes interpretaban distinto se equivocaban y punto, ya sea por no estudiar suficiente, por no tener el Espíritu Santo, por ser estar cegados por el pecado, por haber “heredado” prejuicios del catolicismo romano, etc. Resultaba curioso también verlo citar eruditos: Si lo que ellos decían se adecuaba a lo que sostenía, su opinión era válida, pero sino, importaba un pimiento.
A fin de cuentas lo que tenemos es lo que se podría llamar “cristianismo de cafetería”: Cada quien elige que doctrinas creer, toma de aquí y de allá cual aquel consumidor que con su carrito de compras pasa por los anaqueles del supermercado y compra lo que quiere en las cantidades que prefiere.
De más está decir que esta posición termina siendo no solo inviable para lograr la unidad doctrinal que Cristo exige a la Iglesia (1 Corintios 1,10), sino que es anti bíblica por rechazar la autoridad instituida por Jesucristo en la Iglesia (Lucas 10,16) como administradora de los misterios de Dios (1 Corintios 4,1).
No es de extrañar que esta forma de pensar haya dinamitado al protestantismo en grupos cada vez más pequeños generando miles de denominaciones. Hoy día inclusive se pueden encontrar entre denominaciones similares diferencias sumamente graves. Hay comunidades luteranas y presbiterianas que apoyan el aborto y otras que no, unas que apoyan el matrimonio homosexual otros que no, lo cual no es sino un síntoma de cómo la corrupción ha penetrado profundamente no solo en su praxis sino en su doctrina (no puede decirse de otro modo de aquellos que consienten y aprueban que se asesinen bebes no nacidos y la sodomía).
Hay que decir que nuestra Iglesia los cristianos no somos invulnerables a los riesgos que implican estas formas de pensar, de allí que encontremos cada vez más “católicos” con un pensamiento similar en muchos puntos al de los protestantes y rechazando la autoridad de la Iglesia incluso en materia de doctrina fundamental. Abundan los católicos “progresistas” negando frontal y públicamente dogmas, así como “filo-lefebvristas” disintiendo directa o disimuladamente un Concilio Ecuménico, congelando la tradición y rechazando la enseñanza de la iglesia de hoy en base a su interpretación privada de la tradición pasada.
Para todos estos casos, sino queremos sufrir el destino protestante y vernos sumergidos en una idolatría de la consciencia individual, no queda otra sino que profesar la fe de la Iglesia integra y sin atenuantes. Y por eso, yo también creo en la Iglesia que es Una, Santa, Católica y Apostólica.