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La gran “apostasía” de la Iglesia

La Gran Ramera de Babilonia

Considero este un tema importante a tratar porque todas las denominaciones protestantes que se han separado y se mantienen apartadas de la Iglesia Católica justifican su existencia así. Es este para mi, pues, el “meollo del asunto”, “el quid de la cuestión”, o como decía el célebre G. K. Chesterton, “la cosa[1]. Y es que si bien hay notables diferencias entre estas denominaciones, todas sin excepción han abrazado la hipótesis de que la Iglesia se fue corrompiendo paulatinamente cuando tradiciones humanas y falsas enseñanzas fueron infiltrándose en la Iglesia cristiana al punto de desplazar las verdades de fe contenidas en la Escritura.

Es en esta situación donde Dios “decide” renovar la Iglesia refundándola en un nueva “Iglesia”, “grupo” u “organización” que si es capaz de mantenerse fiel a la verdad, y cada uno está convencido de pertenecer a ese grupo. Algunos de los nombres que toman para sí mismos son más sugerentes Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días”[2], “La verdadera Iglesia de Jesucristo”[3]; otros no lo son tanto: luteranos, metodistas, presbiterianos, pentecostales, adventistas, testigos de Jehová, etc. etc; pero lo cierto es que todos sin excepción creen ser una reforma y renovación del cristianismo auténtico, y la nueva y verdadera Iglesia de Jesucristo.

Ellos no piensan ser cismáticos o apóstatas porque su fundador ha salido de la Iglesia Católica o de algún otro grupo salido de ella, sino “reformadores”. Si salieron de la Iglesia es porque creen que se “corrompió”, y si salieron de otra denominación cristiana es porque creen que esta también se “corrompió”[4]. En este contexto donde se hace necesario una y otra vez “refundar” la Iglesia, se produce un circulo vicioso donde el cisma aparece de manera continua, y degenera en las múltiples divisiones que observamos en las denominaciones protestantes hoy.

Pero si la Iglesia Católica no se corrompió, al ser la única fundada realmente por Jesucristo, con una legítima sucesión que se remonta directamente a los apóstoles, no hay una excusa válida para apartarse de ella. Un luterano, por ejemplo, no podría afirmar que su Iglesia la fundó Jesucristo, porque el mismo nombre de su denominación le recuerda que la fundó un hombre, Martín Lutero, en pleno siglo XVI. Lo mismo aplica para cualquier otra, aunque el nombre no derive del nombre de su fundador. Si estudiamos la historia de los presbiterianos, reformados y calvinistas, encontramos su origen en Juan Calvino (Siglo XVI); si investigamos a los metodistas encontramos como fundador a John Wesley (siglo XVIII); a los adventistas los fundó William Miller y Ellen White (siglo XIX); detrás de los mormones está José Smith (Siglo XIX); a los testigos de Jehová, Charles Russell (siglo XIX); etc. etc [5].

Es esta la razón por la que estos grupos acusan en mayor o menor medida a la Iglesia Católica de corrupción (algunos más otros menos), para justificar su existencia ante el mundo y su propia conciencia, presentando una excusa para su propia separación. Es también la razón por la que en esta Web se analizan las objeciones más importantes o más comunes que cada uno de estos grupos hacen, y los lectores puedan reflexionar a la luz de esta evidencia, si esos reclamos son fundados o no lo son.

El comienzo de la “apostasía”

Otro elemento que llama la atención, es que aunque curiosamente todas estas denominaciones están de acuerdo en que ocurrió una apostasía, no se ponen de acuerdo exactamente en que momento comenzó. La gran mayoría son partidarios de ubicarla cuando el emperador romano Constantino el Grande concedió libertad de culto a los cristianos en el Edicto de Milán [6] (año 313 d.C). Otros más osados señalan una fecha mucho más temprana, llegando incluso a ubicar su comienzo con la muerte del último apóstol.

También hay diferencias en lo que ellos consideran “apostasía”. Para los adventistas por ejemplo, la apostasía comienza cuando la Iglesia deja de guardar el sábado como día del Señor y lo sustituye por el domingo. Para los testigos de Jehová comienza al abrazar doctrinas como la divinidad de Cristo y la Trinidad. Para los protestantes más tradicionales el argumento suele ser que la Iglesia olvidó que la salvación es “Solo por Fe” y se volvió pelagiana. Y así para cada denominación hay “algo” que la distingue sustancialmente de las otras y es la razón por la cual ellos -y no los otros- son la Iglesia “verdadera”. Encuentran también una excusa en las típicas menciones a la inquisición, las cruzadas y la vida corrupta de algunos miembros del clero católico.

Pero aunque esta hipótesis pueda ser fácilmente digerida por personas embebidas de prejuicios y sentimientos anticatólicos, lo importante acá es estudiar si dicha hipótesis se adecúa a la realidad.

¿Qué dice la Biblia?

Las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia que es columna y fundamento de la verdad.

Mucho de lo que sabemos de Jesús lo sabemos por medio del testimonio de la Escritura y es precisamente por ella que vemos a Jesús profetizando una y otra vez acontecimientos que iban a ocurrir, sin embargo, no se puede encontrar ningún texto en la Escritura que analizado seriamente permita inferir ni que Jesús ni los apóstoles pensaron que la Iglesia se corrompería al punto de deslizarse a una gran apostasía que duraría milenios. Ocurre más bien lo contrario, toda la evidencia bíblica apunta en sentido contrario tal como veremos a continuación.

“Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella (Mateo 16,18)

En el pasaje anterior Jesús promete que las fuerzas del infierno no prevalecerían contra su Iglesia. Un protestante puede estar de acuerdo con esto, pensando que finalmente las puertas del Hades no prevalecieron porque el fundador de su “iglesia” la ha reformado y renovado, pero no tiene mucho sentido interpretar estas palabras de esa manera, pues significaría que el mal prevaleció en la Iglesia por más de 16 siglos (en el caso de las sectas más recientes como testigos de Jehová, adventistas y mormones durante más de 18 o 19 siglos). ¿Cómo podría ocurrir esto a la Iglesia que la misma Biblia llama “columna y fundamento de la verdad”?

“pero si tardo, para que sepas cómo hay que portarse en la casa de Dios, que es la Iglesia de Dios vivo, columna y fundamento de la verdad” (1 Timoteo 3,15)

No resulta convincente pensar que Cristo, que prometió estar con su Iglesia “todos los días hasta el fin del mundo(Mateo 28,20), permitió que la apostasía prevaleciera durante todos esos siglos en perjuicio de todas las personas que vivieron durante esa época. Pero esto implica creer que Jesús y sus apóstoles eran una especie de incompetentes que fundaron una Iglesia que se apresuró a corromperse al momento de su partida. En la Escritura sin embargo encontramos algo distinto. Es Jesús mismo quien ora para que la fe de Pedro, a quien entrega las llaves del Reino de los cielos, no desfallezca:

“«¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha solicitado el poder cribaros como trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos.»” (Lucas 22,31-32)

Es a la Iglesia a quien Jesús promete que les enviaría el Espíritu Santo para guiarlos a la verdad completa:

“Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir” (Juan 16,13)

¿Qué clase de guía hubiese sido una que solo duraría hasta que el último apóstol muriese? ¿Es sensato creer que el Espíritu Santo no pudo lograr su cometido por más de 1600 años hasta la venida de un Martín Lutero o un Juan Calvino, por no mencionar líderes de sectas más recientes como Charles Rusell, Ellen White o José Smith?. Si esto fuese así, en vano Jesús mandó a la Iglesia a bautizar a todas las naciones y a enseñarles a guardar todo lo que Él les enseñó, pues hubiese sabido que les terminarían enseñando una falsa doctrina.

“Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.»” (Mateo 28,19-20)

Es la Iglesia Católica y no otra la que ha llevado el evangelio a todo el mundo. Ninguna denominación protestante puede atribuirse el mismo logro; ya que no puede demostrar su existencia los primeros 16 siglos de la historia cristiana.

Es precisamente al estudiar la Biblia que encontramos el firme propósito de los apóstoles de que la enseñanza de la Iglesia se mantuviera incorrupta de generación en generación, y para ello la orden era adoctrinar hombres fieles capaces de instruir a otros:

“Tú, pues, hijo mío, mantente fuerte en la gracia de Cristo Jesús; y cuanto me has oído en presencia de muchos testigos confíalo a hombres fieles, que sean capaces, a su vez, de instruir a otros.” (2 Timoteo 2,1-2)

Los malos cristianos dentro de la Iglesia – El trigo y la cizaña

Muchos de los protestantes que sostienen la hipótesis de la gran apostasía suelen citar en su favor la parábola del trigo y la cizaña, pues allí se anuncia que dentro de la Iglesia habría falsos cristianos:

“Otra parábola les propuso, diciendo: «El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras su gente dormía, vino su enemigo, sembró encima cizaña entre el trigo, y se fue. Cuando brotó la hierba y produjo fruto, apareció entonces también la cizaña. Los siervos del amo se acercaron a decirle: “Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?” El les contestó: “Algún enemigo ha hecho esto.” Dícenle los siervos: “¿Quieres, pues, que vayamos a recogerla?” Díceles: “No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo. Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero.»” (Mateo 13,24-30)

La existencia de falsos cristianos dentro de la Iglesia no implica que apostataría y su doctrina se corrompería. Es precisamente este uno de los textos que permite mostrarle a los protestantes su error, sobre todo si se lee la explicación de la parábola de parte del propio Jesús:

“Entonces despidió a la multitud y se fue a casa. Y se le acercaron sus discípulos diciendo: «Explícanos la parábola de la cizaña del campo.» El respondió: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del Maligno; el enemigo que la sembró es el Diablo; la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles. De la misma manera, pues, que se recoge la cizaña y se la quema en el fuego, así será al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad, y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga” (Mateo 13,26-43)

Obsérvese en primer lugar, que Jesús establece como un hecho que el trigo y la cizaña siempre estarán mezclados en la Iglesia. Siempre habrá mejores y peores cristianos.

Obsérvese en segundo lugar, que esto no es excusa para salir la Iglesia y pretender fundar una nueva, pues cuando dice uno de los ciervos que van a recoger la cizaña, el dueño de la siembra contesta que la dejen crecer juntas no sea que al arrancar la cizaña arranquen también el trigo. Alguien que puede ser hoy “cizaña” el día de mañana puede convertirse y llegar a ser “trigo”. Ya será en el juicio cuando Jesús separará uno de los otros. Las mismas comunidades protestantes que se dividen pensando fundar una Iglesia sin pecadores terminan descubriendo que dentro de ellos también hay pecadores, porque todos lo somos.

Lo que distingue a los falsos cristianos

Pero si estudiamos todavía más a fondo la Escritura encontraremos que esta identifica precisamente a estos falsos cristianos con aquellos que con una actitud cismática abandonaron la Iglesia para fundar la propia:

“Hijos míos, es la última hora. Habéis oído que iba a venir un Anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido, por lo cual nos damos cuenta que es ya la última hora. Salieron de entre nosotros; pero no eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así para poner de manifiesto que no todos son de los nuestros.” (1 Juan 2,18-19)

El apóstol llega al extremo de llamar a los que abandonaron la Iglesia “anticristos”. No deja de resultar curioso que sectas como los testigos de Jehová, adventistas y mormones aplican esos textos a quienes abandonan sus filas, olvidando precisamente que sus respectivas denominaciones fueron fundadas por hombres que a su vez abandonaron sus antiguas denominaciones, cumpliéndose así el proverbio coloquial de “cachicamo diciéndole a morrocoy conchudo”. Ellos fueron cismáticos al abandonar la Iglesia fundada por Cristo, y luego tienen el descaro de acusar de cismáticos a quienes les abandonan.

Hace algún tiempo un pastor protestante me decía que las divisiones de la Iglesia eran beneficiosas porque permitían que hubiese pluralidad y libertad de opiniones, pero la Escritura en cambio sostiene que son precisamente quienes dividen la Iglesia quienes carecen del Espíritu Santo:

“En cambio vosotros, queridos, acordaos de las predicciones de los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo. Ellos os decían: «Al fin de los tiempos aparecerán hombres sarcásticos que vivirán según sus propias pasiones impías.» Estos son los que crean divisiones, viven una vida sólo natural sin tener el espíritu.” (Judas 1,17-19)

Las divisiones son llamadas por el apóstol una “obra de la carne” al mismo nivel que las orgías, idolatrías, fornicaciones, etc.

“Ahora bien, las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo, como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios.” (Gálatas 5,19-21)

La orden dada a los cristianos era por el contrario mantener la unidad doctrinal: Un solo Señor, un solo bautismo y una sola fe:

“Os ruego, hermanos, que os guardéis de los que suscitan divisiones y escándalos contra la doctrina que habéis aprendido; apartaos de ellos” (Romanos 16,17)

“Os conjuro, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que tengáis todos un mismo hablar, y no haya entre vosotros divisiones; antes bien, estéis unidos en una misma mentalidad y un mismo juicio (1 Corintios 1,10)

Si el árbol se reconoce por su fruto, no puede ser el sistema protestante, dividido hasta el extremo, el legítimo representante de la Iglesia de Cristo. En ellos lamentablemente se cumple lo que ya había sido profetizado en 2 Timoteo 4,3-4:

“Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por su propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades; apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas.”

Más adelante profundizaremos con más detalle sobre las diferencias doctrinales que existen entre las distintas denominaciones protestantes, pero es un hecho que la verdad es una sola. Si entre ellas no se enseña la misma doctrina, por simple lógica se deduce que no todas pueden estar en la verdad, por lo que la gran mayoría estarán enseñando errores mezclados con medias verdades, y acusando a las otras de estar en el error. No se puede dejar de apreciar la coincidencia asombrosa de esta profecía con el sistema protestante (aunque no exclusivamente con él) en donde distintos maestros agrupan tras de sí personas enseñándoles doctrinas conforme su propio entendimiento personal de la Biblia.

2. Se da tortas con la historia

La hipótesis de la gran apostasía se da de tortas también con la historia. Quienes se animan a investigar la doctrina que profesaban los primeros cristianos se encuentran con que la misma doctrina que profesaban los primeros cristianos es esencialmente la misma que profesamos los católicos hoy. Quienes sostienen que la corrupción vino a raíz del emperador Constantino descubren que no hay cambios sustanciales entre lo que creían los cristianos antes y después de su reinado, y para demostrar esto, cada uno de los temas tratados en esta Web serán abordados desde el punto de vista bíblico y patrístico. Encontrará acá decenas de testimonios cristianos primitivos anteriores a Constantino que lo demostrarán. Este descubrimiento lo han hecho y siguen haciendo muchos protestantes que han buscado incansablemente la verdad y han terminado por abrazar la comunión plena con la Iglesia Católica. Son tantos testimonios que es imposible mencionarlos todos, pero quiero aprovechar de recomendar dos testimonios notables: el de John Henry Newman[7], y el de Gilbert Keith Chesterton[8].

La razón de que otras sectas hayan preferido ubicar el comienzo de la apostasía en fechas tan tempranas como la muerte del último apóstol, radica en que no han podido encontrar en un período de más de 1600 años un grupo de cristianos con cuyas doctrinas ellos puedan identificarse. Si fuera así ellos podrían alegar que había verdaderos cristianos en tal o cual época y fueron tales, pero no pueden identificarse ni siquiera con los grupos heréticos del primer milenio porque tampoco creen lo mismo que ellos. No les queda por tanto otra alternativa que colocarles el saco de herejes y apóstatas a todos, cual si antes de ellos no hubo cristianos verdaderos. He aquí no solo el pecado de la soberbia, al menospreciar sus antepasados en la fe, sino una deficiente noción del concepto de Iglesia.

Así, si uno de estas personas se llega a encontrar con algunos textos patrísticos primitivos y se llega a dar cuenta de que estos cristianos, creían doctrinas católicas que ellos hoy rechazan, estarán condicionados para pensar que ya para entonces eran apóstatas o herejes. Estarán predispuestos a considerar más confiable la interpretación de las Escrituras del fundador de su denominación, nacido miles de años después de Cristo, y que sin haberle conocido ni a Él ni a sus apóstoles se puso a interpretar a su modo la Biblia.

Otros prefieren pensar que si hubo cristianos “verdaderos” que pensaban como ellos, pero que por ser perseguidos por la Iglesia oficial no dejaron noticia y permanecieron ocultos. Pero esta hipótesis también tiene un problema de fondo, porque equivale a confesar que hasta los que ellos mismos consideran herejes, de los que tenemos abundantes noticias a lo largo de la historia, eran más valientes para defender su fe y sus principios que estos cristianos anónimos e invisibles. Jesús comparó a los verdaderos cristianos con “la luz del mundo” y decía de ellos “No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte” (Mateo 5,14). En el evangelio encontramos numerosos ejemplos de la valentía de los apóstoles que nunca pararon de predicar a pesar de ser perseguidos y apresados(Hechos 5,29). No es lógico entender asumir que hubo unos verdaderos cristianos ocultos al mundo y de los cuales no quedaron noticias. El hecho puro y duro es que no podemos encontrar en 1600 años de historia alguien interpretando la Biblia de la misma manera como lo hacía Lutero, Calvino, Zwinglio, o como lo hace hoy un bautista o un pentecostal.

Como católico reconozco que entre esas denominaciones protestantes separadas abundan cristianos que sinceramente creen estar en la verdad, excelentes personas que buscan adorar y servir a Dios de corazón, pero son víctimas de un sistema que les ha engañado y les utiliza para captar más prosélitos que propagan los mismos errores como un círculo vicioso. Como decía el arzobispo Fulton Shenn, la gran mayoría no odia la Iglesia Católica, sino lo que erróneamente piensan que es la Iglesia Católica. También reconocemos que en el protestantismo aún dividido en numerosas comunidades eclesiales y sectas hay cosas muy buenas, pero todo aquello bueno y santo que se pueda encontrar en ellos ha pertenecido y pertenece al patrimonio de la Iglesia Católica, comenzando por la misma Biblia.

Autor: José Miguel Arráiz

NOTAS

[1] Gilbert Keith Chesterton, La cosa y otros artículos de fe.

[2] Comúnmente conocidos como mormones. El nombre de su Iglesia refleja su convicción de que nuestro Señor luego de la temprana corrupción de la Iglesia fundó una nueva solo para “los últimos días”.

[3] Iglesia de corte pentecostal conocida en inglés como True Jesús Church, o TJC.

[4] No pretendo acá juzgar el fuero interno de cada una de las personas que se unen a estos grupos, y ni siquiera el de sus fundadores cismáticos. Concedo como perfectamente posible (y es lo más probable en muchos casos) que ellos estén sinceramente convencidos que la Iglesia se ha vuelto corrupta y apostata y que es su deber moral sacar personas de ella. Lo que se juzga acá es la validez de esta hipótesis y si se ajusta o no a la verdad.

[5] Me refiero acá a las denominaciones protestantes surgidas en la Reforma Protestante, no a las iglesias ortodoxas, que aunque en cisma y en comunión imperfecta con la Iglesia conservan la sucesión apostólica y sacramentos válidos.

[6] Hay que reconocer que incluso dentro del protestantismo hay voces que cuestionan esta hipótesis. En el año 2004, el pastor Rick Wade, graduado con honores en 1990 en la Trinity Evangelical Divinity School con un M.A. en Pensamiento Cristiano (teología/filosofía), escribió un artículo donde afirmaba:

“Ocasionalmente, uno encuentra referencias a la idea de la «caída» de la iglesia luego de la conversión del emperador Constantino en el siglo IV. Algunos creen que bajo Constantino la iglesia comenzó su deslizamiento hacia una religión de estado, habiendo sido corrompida por el poder y el dinero. Los intereses de la iglesia y el estado se superpusieron, resultando en la corrupción de la iglesia. Esto arrojó una sombra sobre toda la historia de la iglesia hasta la Reforma. La tradición se considera un elemento de la iglesia corrompida e institucionalizada.

Si bien es cierto que la nueva libertad que experimentó la iglesia bajo Constantino sí tuvo su lado negativo, no se deduce de esto que la iglesia «cayó», como dicen algunos. A lo largo de la historia la iglesia ha cometido errores en sus tratos con la sociedad secular y en saber cómo manejar adecuadamente la libertad y el poder que ha experimentado. Algunos se quejan hoy de que los cristianos se vinculan demasiado estrechamente con partidos políticos, orillando la transigencia al hacerlo. Esto no difiere en nada de lo que ocurría en el tiempo de Constantino. Que la iglesia adquirió un nuevo color cuando se estableció bajo Constantino, nadie lo cuestiona. Pero la idea de que la iglesia se volvió corrupta rápidamente, y que los concilios convocados bajo su reino eran simples peones del emperador es simplista. La iglesia siguió siendo fiel a la tarea de clarificar y transmitir la tradición apostólica. «La fe profesada y practicada en las iglesias primitivas no fue determinada por maquinaciones políticas de emperadores y jerarquías episcopales», dice Williams. «La formulación y construcción esencial de la identidad cristiana fue algo que el siglo cuarto recibió y continuó ampliando mediante la exégesis bíblica y la vida litúrgica, según se refleja en la tradición de los credos»” Rick Wade, Las escrituras y la tradición en la iglesia primitiva, Probe Ministries (Ministerios Probe) 2004.

[7] John Henry Newman fue un presbítero anglicano que luego de su conversión llegó a ser cardenal de la Iglesia Católica. Todavía como anglicano comienza a escribir un Ensayo sobre el Desarrollo de la Doctrina Cristiana, en el cual descubre que la Iglesia Católica es la Iglesia verdadera, y termina por convertirse. Su célebre obra: Apología Pro Vita Sua, Historia de mis ideas religiosas, donde narra el mismo su camino de conversión, ha ayudado a miles de persona a seguir el mismo camino.

[8] Gilbert K. Chesterton fue un célebre escritor que pasó del agnosticismo al anglicanismo y del anglicanismo al catolicismo. Sus obras han movido a incontables agnósticos, ateos y protestantes a la conversión. Recomiendo principalmente dos de ellas: El hombre eterno, y la Cosa y otros artículos de fe.

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