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La Transustanciación, ¿Milagro o Fraude?

La Transubstanciación

Respuesta a este artículo de Daniel Sapia

El protestante argentino Daniel Sapia, Webmaster y redactor del sitio que él llamó “conocereislaverdad.org”, incluye, entre sus muchos artículos anticatólicos, un artículo en el que trata el tema de la Transustanciación.

La Transustanciación es el Dogma Católico según el cual, en la Santa Misa, las sustancias del pan y el vino se convierten en las sustancias del Cuerpo y la Sangre de Cristo.



Procuramos, en esta entrega, dar una respuesta apegada a la línea doctrinal católica; y si este texto -escrito para Gloria de Dios-, sirve también a los hermanos de las Iglesias Orientales, a Dios sean dadas las gracias.
Empezaré con unas notas iniciales:

Primero: El señor Sapia seguramente no es ni el primero ni el último que “analiza” esta Doctrina Católica, ya muchos lo han hecho y la doctrina persiste como VERDAD creída por millones de católicos a lo largo de siglos de historia.

Segundo: Gracias a Dios no soy el único que defiende la Doctrina Católica, y esta no es la primera vez, y probablemente tampoco la última, que escribo en favor de la doctrina de la Transustanciación.

Tercero: Como fiel católico que soy, entiendo que es mi deber defender mi doctrina de los cuestionamientos que en su contra hacen los protestantes, y tener en cuenta lo que dice la Biblia:

“Hubo también en el pueblo falsos profetas, como habrá entre vosotros falsos maestros que introducirán herejías perniciosas y que, negando al Dueño que los adquirió, atraerán sobre sí una rápida destrucción”, 2Pedro 2:1.

Veamos el primer comentario de nuestro hermano separado:

(La Iglesia Católica) ha diseñado una especie de “requisitos a cumplir” para obtener la tan ansiada salvación eterna del alma.

Esta perfecta trama produce en el corazón de sus fieles una implícita esclavitud espiritual, haciéndoles suponer que creyendo y obedeciendo lo que la Iglesia (Romana) imponga serán agradables a Dios y por consiguiente “merecedores” de su destino celestial.

El mecanismo es sencillo:
a) La Iglesia Romana enseña a sus fieles que la comunión con Dios se realiza y actualiza comiendo el cuerpo substancialmente real de Cristo, presente en una hostia (víctima).



Primer Error: Con estas palabras, daría la (errónea) impresión de que la Iglesia Católica enseña que sólo comulgando en la Misa se alcanza Comunión con Dios, lo cual es falso, pues la Iglesia reconoce OTROS medios de alcanzar la comunión con Dios strong[1]

Además, en la misma línea, la Iglesia no establece como indispensable para la salvación, la recepción de la Eucaristía.



b) Como (según enseñan) solo un Sacerdote Católico, a través de un rito especial, puede convertir el pan en el cuerpo real de Cristo, y administrarlo (ofrecerlo)…



Segundo Error: Lo que la Iglesia ENSEÑA es:

Únicamente el sacerdote ordenado válidamente posee el poder de consagrar.
El Concilio IV de Letrán trató este punto en contra de los valdenses, quienes de por sí rechazaban la jerarquía eclesiástica, y atribuían a todos los fieles los mismos poderes: “Este sacramento sólo puede realizarlo el sacerdote ordenado válidamente”, Dz. 430. El Concilio de Trento lo subrayó también al tratar la doctrina protestante del “sacerdocio universal”, Dz. 961, 949.

¿Y a QUIÉNES considera la Iglesia Católica como “sacerdotes ordenados válidamente”, que no sean sacerdotes católicos romanos?

Por el momento, la Iglesia Católica reconoce como verdaderos sacerdotes a los ministros de la Iglesia Ortodoxa Oriental, y reconoce como válida la consagración eucarística de los mismos. La Iglesia Católica reconoce, pues, que en la Iglesia Ortodoxa Oriental también existe la Comunión Eucarística. [2]

Si el sr. Sapia tiene la impresión de que la “comunión con Dios sólo por la Eucaristía” se limita a la Iglesia Católica Romana, tendrá que EXPLICAR por qué acepta la Iglesia Católica la validez de la Eucaristía hecha por ortodoxos.

Porque si la “trampa colocada” va en función de “esclavizar a los fieles”, prescribiendo que “únicamente hay comunión con Dios en la Iglesia Romana”, entonces la Iglesia TENDRÍA QUE NEGAR la validez de la Eucaristía celebrada en la Iglesia Ortodoxa Oriental. Lo curioso es que hace precisamente lo contrario.
¡Es decir, los HECHOS desmienten al señor Sapia!
La imaginaria “trampa colocada”, no existe, al menos no como la plantea el sr. Sapia. Le solicitaremos al sr. Sapia que DEMUESTRE él, que la Iglesia Católica cree tener ELLA únicamente el poder de celebrar la Eucaristía y que la Iglesia Católica cree que la Eucaristía es el ÚNICO MEDIO de alcanzar la comunión con Dios.



…y como (según enseñan) solo un Sacerdote Católico tiene el “poder” de absolver los pecados en nombre de Dios, requisito indispensable previo para poder comulgar (comer la hostia) en estado de gracia (sin pecado grave)…



Tercer Error: La Iglesia Católica NO ENSEÑA que es “indispensable” confesarse con un sacerdote antes de participar en la Comunión, precisamente por que pueden darse situaciones en las que no haya tiempo ni modo de confesarse. Entonces la Iglesia establece como necesaria una CONTRICCIÓN PERFECTA,[3], siguiendo la línea bíblica:

“Por tanto, quien coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma así el pan y beba de la copa.”1Corintios 11:27-28.

Así que el sr. Sapia NO TOMÓ EN CUENTA las excepciones que contempla la Iglesia, la cual, lejos de restringir el acceso a la Eucaristía, nos proveé de medios y posibilidades para comulgar.



d) Podemos permanecer en comunión con Dios recurriendo SOLAMENTE a la Iglesia Católica Romana (única poseedora de “tales” privilegios).

La trampa está colocada.



Desafortunadamente para el sr. Sapia, las cosas NO SON COMO ÉL PLANTEA, de modo que esa “conclusión” suya está simple y sencillamente, equivocada.
En cuanto a lo de que haya una “trampa colocada”, la verdad es que nadie puede pensar que exista NINGUNA, tomando en cuenta que la Iglesia Católica:

a) Reconoce otros medios para alcanzar la Comunión con Dios, aparte de la comunión Eucarística.

b) Reconoce que la Iglesia Ortodoxa Oriental también proveé la comunión Eucarística.

c) Concede a los fieles en caso de necesidad un arrepentimiento sincero (contrición perfecta), para poder comulgar.

Si el sr. Sapia se equivocó en los tres incisos que lo llevaron a la “conclusión”, entonces el principio de su artículo ya es una MALA BASE para hablar de la Transustanciación, pues no se basó en lo que REALMENTE enseña la Iglesia Católica, sino en lo que él se figuró que Ésta enseña.
¿Contra quién va su pleito, señor Sapia, contra la Iglesia Católica, o contra su personal y forjada visión de la Iglesia Católica?.
Suplicamos al sr. Sapia nos diga DE DÓNDE salieron sus tres incisos en los que habla de lo que la Iglesia Católica “enseña”… pues es de preocuparse que no se encuentren tan accesibles para nosotros como para él.

Hacemos notar, para que conste, que sobre estos tres puntos, Sapia se limitó a mostrar lo que él supone que enseña la Iglesia Católica, sin respaldar sus hipótesis con numerales del Catecismo Católico, cosa extraña si consideramos que ordinariamente Sapia es muy fecundo en mostrar numerales del Catecismo hablando de doctrina católica, y entre sus muestras de tal fecundidad hay unas en este mismo artículo.



Si enseñaran, como dice la Biblia, que la Cena del Señor o Eucaristía (que significa “acción de gracias”) es solo un RECORDATORIO (como dice el mismo Jesús: “Háganlo en conmemoración mía”), y que la absolución de pecados la da directamente Dios, sin necesaria intervención de ningún mortal, entonces perderían importantes elementos que la Curia Eclesiástica Romana utiliza para mantener sujeta a su feligresía a sus altares.



Estos puntos nos dan mucho qué pensar:

Primero: El sr. Sapia parece no ponerse de acuerdo, según él la Eucaristía, ¿Es un “simple recordatorio”, o también una “Acción de Gracias”? NOTA: La palabra griega Ευχαριστια significa “Buena Acción de Gracias”, esto descarta que el significado propio de “Eucaristía” sea equivalente a un “simple recordatorio”.

Segundo: El sr. Sapia acusa a la Iglesia Católica de querer “tener elementos” con los que “mantener sujeta a la feligresía”, pero no PRUEBA sus acusaciones, se limita a echarle piedras a la Iglesia Católica, aunque ya demostramos que Ésta no hace “las cosas” que según el sr. Sapia, conducen a “sujetar a la feligresía”.

Tercero: El sr. Sapia aprovecha la ocasión para atacar el Sacramento de la Penitencia, afirmando que la absolución de pecados la da “directamente”, Dios, obviamente esto contradice a la Biblia:

“Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.”San Juan 20:22-23., donde Cristo establece que sin la “intervención del mortal”, el pecado queda RETENIDO.



En el santísimo sacramento de la Eucaristía están “contenidos verdadera, real y substancialmente” el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero” (Cc. de Trento: DS 1651). “Esta presencia se denomina ‘real’, no a título exclusivo, como si las otras presencias no fuesen `reales’, sino por excelencia, porque es substancial, y por ella Cristo, Dios y hombre, se hace totalmente presente” (MF 39). (CIC N° 1374)

El culto de la Eucaristía. En la liturgia de la misa expresamos nuestra fe en la presencia real de Cristo bajo las especies de pan y de vino, entre otras maneras, arrodillándonos o inclinándonos profundamente en señal de adoración al Señor. “La Iglesia católica ha dado y continua dando este culto de adoración que se debe al sacramento de la Eucaristía no solamente durante la misa, sino también fuera de su celebración: conservando con el mayor cuidado las hostias consagradas, presentándolas a los fieles para que las veneren con solemnidad, llevándolas en procesión” (MF 56). (CIC N° 1378)

Por la consagración se realiza la transubstanciación del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Bajo las especies consagradas del pan y del vino, Cristo mismo, vivo y glorioso, está presente de manera verdadera, real y substancial, con su Cuerpo, su Sangre, su alma y su divinidad (cf Cc. de Trento: DS 1640; 1651). (CIC N° 1413)

Canon I de Trento sobre la Eucaristía: Si alguno negare, que en el santísimo sacramento de la Eucaristía se contiene verdadera, real y substancialmente el cuerpo y la sangre juntamente con el alma y divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y por consecuencia todo Cristo; sino por el contrario dijere, que solamente está en él como en señal o en figura, o virtualmente; sea anatema.

Este alegado poder de los sacerdotes para crear de nuevo sobre los altares católicos al cuerpo de Cristo y luego ofrecerlo a Dios en “el sacrificio de la misa [en el cual] nuestro Señor es inmolado… [y] Cristo perpetúa en una manera incruenta el sacrificio ofrecido en la cruz” es la marca distintiva del catolicismo romano.



Hay algo que no veo claro, el sr. Sapia mostró numerales del Catecismo de la Iglesia Católica, y definiciones del Concilio de Trento sobre la Transustanciación, pero ninguna de estas citas dice que el sacerdote “crea de nuevo” el Cuerpo de Cristo. Aquí hay un error: Eso NO ES DOCTRINA CATÓLICA. Obviamente yo no puedo comentar sobre algo que no es lo que yo creo.



Por eso es que el catolicismo está separado por una sima insalvable de todas las otras religiones y especialmente del cristianismo evangélico.



Esto es otro ERROR de ubicación. Ya demostramos que la Iglesia Católica reconoce que la Iglesia Ortodoxa celebra válidamente la Eucaristía.
De este modo, la Iglesia Ortodoxa queda excluida de esa imprudente y apresurada generalización de “todas las otras religiones”, puesto que de los ortodoxos nos separa el Primado del Romano Pontífice, NO LA EUCARISTÍA.

En cuanto a la religión protestante bautista, que es la que pertenece el sr. Sapia, ciertamente nos separa de ella el asunto de la Transustanciación, y no es una “sima insalvable” como dice el sr. Sapia. Es posible salvarla, basta con creer en las palabras de Cristo: “Esto ES mi Cuerpo, Esta ES mi Sangre”, cf. Mateo 26:26-28, Marcos 14:22-24, Lucas 22:15-20, 1Corintios 11:23-25.



El católico no puede negar de que, según las apariencias, la pretensión de substanciación parece ridícula. No puede detectarse cambio alguno ni en la oblea ni en el vino después que ellos han sido supuestamente transformados, mediante el poder insólito del sacerdote, en el cuerpo y la sangre literales de Cristo. Entonces, ¿cómo se puede estar seguro de que este “milagro” ha ocurrido? Al igual que con muchas otras cosas en el catolicismo, la seguridad viene sólo al aceptar ciegamente cualquier cosa que diga la Iglesia. (Leer en Catecismo N° 1381)



Aquí la única pretensión que hay, es la del sr. Sapia, que supone que porque él considera “ridícula” a la Transustanciación, entonces la persona indefinida como “el católico”, TIENE que considerar ridícula también la misma idea.

Lo que debemos notar es que el sr. Sapia pide que haya un cambio visible, o detectable por alguno de los cinco sentidos, en la oblea del pan y en el vino de consagrar luego de que se efectúa la transustanciación. El asunto simplemente lleva a la cuestión que el sr. Sapia plantea en su pregunta, de modo que:

¿Cómo podemos estar seguros de que la transustanciación ocurrió?

Primero: La primera seguridad nos las da la FE en las palabras de Cristo, la enseñanza de los Padres de la Iglesia y la enseñanza de la Iglesia Viva y Presente. Todo eso puede no darle “seguridad” a un protestante como el sr. Sapia, pero un católico sincero lo cree por la FE, por la FE creemos sinceramente, luego por la FE podemos estar seguros de que el milagro ocurrió.

Segundo: El sr. Sapia inicia su párrafo diciendo que “según las apariencias” la transustanciación “parece ridícula”. Obviamente para el católico no es cuestión de “las apariencias”, ya que para nosotros el punto no es lo que “aparentan” las sagradas especies, sino de lo que SON luego de la consagración.

Tercero: Los católicos creemos que Dios es omnipotente, y eso hace fácil creer que el Dios que creó el universo (Génesis 1), que convirtió el agua en vino (Juan 2, 7-11), (entre muchos otros milagros que satisfacen la humana inquietud del sr. Sapia sobre “las apariencias”) PUEDA, ese Dios, darnos a comer Su Cuerpo y Su Sangre bajo la forma de Pan de Trigo y Vino de Uva. La fe en la promesa de Cristo (Juan 6:56), y la fe en el poder de Dios (Lucas 1:37, Mateo 19:26), nos hacen estar efectivamente SEGUROS de que el milagro se realizó.

El sr. Sapia aprovecha la ocasión para “concluir” que la transustanciación, “entre muchas otras cosas, viene de aceptar ciegamente lo que diga la Iglesia.”
La cita del Catecismo n. 1381 se refiere a una frase de San Cirilo, y no es cuestión de fe creer al pie de la letra en las palabras de San Cirilo, aunque así lo quiera manejar el sr. Sapia.

Pero si la doctrina de la Transustanciación estuviera fundamentada en “aceptar ciegamente lo que dice la Iglesia”, entonces la susodicha Iglesia NO DARÍA NINGUNA EXPLICACIÓN sobre la Transustanciación.
Pero desde la Iglesia Cristiana (Católica) Primitiva, los Padres ya enseñaron la doctrina de la Presencia Real en forma de Conversión [4], de modo que la Iglesia, lejos de “tiranizar” a los fieles mandándoles que crean “ciegamente”, ha dado y da numerosas explicaciones al respecto.[5]

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El “milagro” de la transubstanciación pasa a un segundo plano cuando, se tiene la oportunidad de ver y “adorar” a una hostia sangrante.
En la foto de la derecha observamos a un sacerdote católico exponiendo una hostia que fue encontrada literalmente “sangrando”.
Lamentablemente, muchos lo creen. Satanás es muy hábil y a veces consigue, de una manera u otra, distraer a las almas del único digno de adorar “en espíritu y en verdad..” (Juan 4:24)



Una postura digna de la Inquisición Española del Siglo XVI.
Ahora resulta que si se da un milagro contrario a lo que Sapia cree, entonces… ¡Debe ser obra de Satanás!, puesto que Sapia -ya lo sabemos- no puede equivocarse.

La Inquisición aludida cayó en parecidas actitudes, y cuando se topaba con -ya no digamos un milagro-, cualquier propuesta contraria a sus ideas, entonces… ¡Detrás de esto está el diablo…!!

Por supuesto, Sapia no prueba que haya actividad demoniaca en este caso de milagro eucarístico… no tenemos más que su muy personal opinión.
Y otro punto: Los católicos creemos que en la hostia consagrada está Cristo, y es a Cristo a quien adoramos al celebrar la Misa, así que si Satanás está detrás de esto… ¡Está fomentando la adoración a Cristo!



Se ofrecen algunos versículos bíblicos para apoyar este dogma, pero el católico debe aceptar la interpretación que le da la Iglesia, a pesar de que el sentido común y la exégesis adecuada las rechazarían.



¡Qué gran muestra de humildad nos da el sr. Sapia!, decidiendo que el “sentido común” (de cualquier persona), DEBE rechazar la interpretación católica porque él (Daniel Sapia), la rechaza. La cuestión es ver si se trata del sentido común, o del sentido protestante, para no enrolar al sentido común general dentro del pensamiento protestante.
Otra cosa, el sr. Sapia pretende que la “exégesis adecuada” rechace a la interpretación católica, porque su exégesis protestante la rechaza. ¿Con qué credenciales demuestra el sr. Sapia que su exégesis es mejor o “más adecuada” que la exégesis católica desde la Iglesia Cristiana Primitiva, pasando por la Teología Escolástica, y hasta el día de hoy?

Como católico, no voy a estar seguro de que la exégesis de Sapia sea “la adecuada”, simplemente porque Sapia pretenda que lo es.

NOTA: ¿Qué diría el sentido común (de cualquier persona), sobre la pretensión de Sapia de que su personal exégesis es “más adecuada” que la de San Ignacio de Antioquía, San Justino Mártir, San Ireneo de Lyon, San Agustín, Tertuliano, San Cirilo de Jerusalén, Santo Tomás de Aquino, etc.? [6]



Los romanistas saben que para darle jerarquía y validez a sus “tradicionales” doctrinas, nada mejor que incluirle alguna referencia a uno o varios versículos de las Sagradas Escrituras. De esa manera, poseen el recurso de afirmar que la Palabra de Dios avala sus decretos, o lo que es mejor (o peor), dicen que lo suyo es, ni mas ni menos, que respetar la “verdadera” Voluntad Divina. Máxime cuando afirman ser los únicos aptos para interpretar la Palabra de Dios.



En primer lugar, el sr. Sapia utiliza el término despectivo “romanistas”, como para restarle significado a la definición correcta de católicos, que viene del griego Καθολικοσ , cuyo significado es UNIVERSAL. Un ignorante podría leer el “romanistas”, y pensar que la Doctrina Católica, y por ende la Transustanciación, son cosa particular de Roma, capital de Italia, ignorando que la Transustanciación es una Doctrina CATÓLICA=UNIVERSAL.

En segundo lugar, Sapia atribuye a la Iglesia citar las Sagradas Escrituras como un “recurso”, que les permita afirmar (Obviamente Sapia considera la afirmación como falsa), que la Palabra de Dios avala sus doctrinas.

Un problema: Los protestantes como Sapia HACEN LO MISMO. Cuando hablan de sus doctrinas les incluyen referencias a uno o varios versículos de las Sagradas Escrituras, de esa manera, poseen el recurso de afirmar que la Palabra de Dios avala sus doctrinas, pretendiendo así respetar la “verdadera” Voluntad Divina. La mayoría de los protestantes afirman que cualquier creyente es apto para interpretar libremente la Biblia, (esto está prohibido en 2Pedro 1:20), y de ahí salen las doctrinas particulares, (aunque el citado protestante sea analfabeto, ignorante, inculto, etc.)

Consecuencia: La Iglesia no tiene opción: Si la Iglesia Católica no citara las Escrituras, se le acusaría de “no-bíblica”, y se rechazaría de inmediato una doctrina que no tuviera bases escriturales.
Pero si la Iglesia Católica SÍ CITA la Escritura, entonces también hace mal, pues está “usando las Escrituras como recurso para justificar sus enseñanzas”…



Al referirse a su inminente crucifixión, Cristo dijo a los judíos en <>: “…el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo… Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (w. 51, 53).

El catolicismo toma estas palabras literalmente y culpa al protestantismo por interpretarlas simbólicamente. Cristo también dijo: “Yo soy el pan de vida” (v. 35). ¿Por qué no interpretarlo literalmente allí, haciéndolo una hogaza de pan? ¿Acaso es más necio decir que Cristo es pan que decir que un pedazo de pan es Cristo? La Biblia debe tomarse literalmente siempre que ese sea su significado, pero no cuando signifique una analogía o simbolismo y cuando la atención exagerada a la letra violaría la lógica o las leyes de Dios.



Nótese que el sr. Sapia no explica por qué los versículos citados deben entenderse simbólicamente. En vez de ello, y para evadir por el momento la espinosa dificultad de explicar los versículos, pasa a preguntar por qué no hacemos tal o cual cosa con otro versículo… queriendo dar preguntas cuando debería dar argumentos.



Jesús llamó a que la humanidad creyera en él. Le habló a Nicodemo de creer, para que “todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16), y que creyendo en él traería aparejado un nuevo nacimiento. Sin embargo, no quiso decir un nacimiento físico, sino un nacimiento espiritual, un hecho que aun los católicos reconocen. Le prometió dar a la mujer junto al pozo “agua viva” y hasta una “fuente de agua” que salte dentro de ella (Juan 4:10-14), pero seguramente que no quiso decir agua física. Le dijo a los judíos que el que creyera en él, “de su interior correrán ríos de agua viva” (Juan 7:38), pero tampoco quiso decir un vientre físico ni ríos físicos reales.



Aquí el sr. Sapia recurre a otros versículos no relacionados -al menos no directamente- con la Eucaristía, con el único fin útil (para mí), de demostrar que existen versículos cuyo significado es simbólico.
Otra cosa es ver si porque hay versículos con significado simbólico, entonces los relacionados con la Eucaristía DEBEN ser “símbólicos” también. Eso es lo que no está claro, y no se consigue con mostrar versículos donde el significado sea simbólico.



En Juan 6 Jesús dijo: “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” (v. 35). Está claro que no quiso decir que era pan físico ni que los que creyeran en él de ahí en adelante jamás tendrían necesidad de alimento o bebida físicos, sino que nunca tendrían hambre o sed espiritual otra vez. Por supuesto, estaba hablando espiritualmente e ilustrando sus ideas con analogías de cosas familiares a todos. Entonces, ¿por qué deberíamos interpretarlo literalmente momentos más tarde cuando dice que debemos “comer” su cuerpo y su sangre?



Puntualicemos: Las “analogías” empleadas por Cristo, -en el caso irreal de que eso fueran-, no eran “familiares para todos”. Al final del capítulo consta que muchos discípulos lo abandonaron tras su discurso, lo que no habría ocurrido si DE VERDAD dichas “analogías” les resultaran familiares.
Para comprender mejor esta parte, coloco el texto de San Juan 6:51-56, los versículos más sobresalientes al respecto, con las palabras griegas originales:

51 Yo soy el pan vivo, bajado del cielo.Si uno come [FAGË=φαγη ] de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne [SARX=σαρξ ] por la vida del mundo.”

52 Discutían entre sí los judíos y decían: “¿Cómo puede éste darnos a comer [FAGEIN= φαγειν ] su carne [SARKA= σαρκα ]?”

53 Jesús les dijo: “En verdad, en verdad os digo: si no coméis [FAGËTE=φαγητε ] la carne [SARKA= σαρκα ] del Hijo del hombre, y no bebéis [PIËTE= πιητε ] su sangre [AIMA= αιμα ] , no tenéis vida en vosotros.

54 El que come [TRÖGÖN= τρωγων ] mi carne [SARKA= σαρκα ] y bebe [PINÖN= πινων ] mi sangre [AIMA= αιμα ], tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día.

55 Porque mi carne [SARX= σαρξ] es verdadera [ALËTHËS= αληθησcomida [BRÖSIS= βρωσισ ] y mi sangre [AIMA= αιμα ] verdadera [ALËTHËS= αληθησ ] bebida [POSIS= ποσισ ].

56 El que come [TRÖGÖN= τρωγων ] mi carne [SARKA= σαρκα ] y bebe [PINÖN= πινων ] mi sangre [AIMA= αιμα ], permanece en mí, y yo en él.

Vocabulario sobre las Palabras Griegas resaltadas de Juan 6:51-56:

fagë= (φαγη)= Acción de comer, devorar, consumir.

sarx= (σαρξ)= Carne, trozo de carne, cuerpo, ser vivo, hombre.

fagein= (φαγειν)= Acción de comer, devorar, consumir.

sarka= (σαρκα)= Carne, cf. “sarkos”

fagëte= (φαγητε) = Acción de comer, devorar, consumir.

piëte= (πιητε)= Acción de beber, sorber, chupar.

aima= (αιμα)= Sangre.

trögön= (τρωγων)= Comer, roer, masticar, comer masticando.

pinön= (πινων)= Acción de beber, sorber, chupar.

alëthës= (αληθησ)= Verdadero, veraz, verídico, real.

brösis= (βρωσισ)= Comida, alimento, tocante a la necesaria alimentación.

posis= (ποσισ)= Bebida, el beber, acción de beber.

Material de consulta: Diccionario Manual Griego-Español, de José M. Pabón S. de Urbina, Editorial Bibliograf _S.A. 1969.

Versículo por Versículo:

51: Jesús está diciendo que Él es el pan vivo (artos o dson), bajado del cielo, y que el pan que nos da es su carne (sarx), por la vida del mundo. Si Él es pan vivo bajado del cielo y nos da su carne como pan, nos está dando “pan vivo” a nosotros.

52: Los judíos discutieron entre sí, extrañados, preguntándose cómo era posible que Cristo les diera a comer (fagein), su propia carne (sarx).

53: Jesús es más explícito, diciendo que si no comemos (fagëte), su carne (sarx), no tendremos vida. Luego el comer su carne nos da vida. En este momento Jesús no explica cómo nos va a dar su carne (aunque insinúa que en forma de pan, según el v. 51), nos promete dárnosla y además nos explica que comiéndola tendremos vida eterna. Al mismo tiempo da la instrucción de beber (piëte), su sangre (aima), como complemento de la promesa sobre su carne. Las expresiones “comer la carne” y “beber la sangre”, no tienen sentido simbólico en la Biblia, más que como perseguir sangrientamente o destruir, cf. Salmo 26:2, Isaías 9:20, Isaías 49:26, Miqueas 3:3. Es imposible para la tesis protestante, sostener que Jesús utilizó ese simbolismo al mandar comer su carne y beber su sangre; para sostener su tesis, tendrían que encontrar otra figura bíblica donde las expresiones “comer la sangre y beber la sangre”, tuvieran un sentido más acorde a la actitud de Cristo.

54: Este versículo es como una repetición del v. 53: el que come (trögön), mi carne (sarka), y bebe (pinön) mi sangre (aima), tiene vida eterna. Jesús utiliza expresiones demasiado realistas como para tomarlas en sentido metafórico, de hecho, las palabras trögon y sarka dan un sentido de “comer masticando un trozo de carne”. Resulta extremadamente difícil buscarle un sentido metafórico a la expresión trögön, de hecho, no existe ninguna tesis protestante que explique a satisfacción qué “sentido simbólico” tiene la expresión “masticar, roer, o comer masticando”.

55: Jesús ya dio el mandato de comer su carne y beber su sangre, pero no ha explicado por qué razón. Éste versículo lo explica: “Porque mi carne es verdadera (alëthës) comida (brösis), y mi sangre es verdadera (alëthës) bebida (posis). De este modo es imposible aceptar un sentido “simbólico”. Cristo dice que su carne es un alimento acorde a las necesidades de alimentación verídico, real, verdadero, y que su sangre es una bebida verídica y real. Las expresiones de Jesús son demasiado realistas como para pensar en un significado metafórico. Ha prometido darnos su propia carne como una comida real, y su propia sangre como una bebida real. ¿Cómo se puede “sacar” un significado “simbólico”?

56:Jesús insiste en el hecho de que permanece en comunión con quienes coman (trögön) su carne (sarx), y beban (pinön) su sangre. Con esto corrobora que es EN SERIO que hay que comer su carne y beber su sangre.



¿Está diciendo Jesús en realidad de que a fin de recibir vida eterna uno debe literalmente comer y beber su cuerpo y sangre físicos? ¿O está diciendo que debemos creer en él y está usando la analogía de comer y beber para ilustrar la verdad? Dice claramente que el creer otorga vida eterna. No obstante dice que sólo comiéndolo uno puede tener vida. Aquí hay una contradicción irreconciliable, a menos que, como es lógico, comer sea un sinónimo de creer.



Aquí, el hermano separado apela a la lógica y a dos dichos de Jesús: Creer en Él y hacer el doble acto de comer su carne y beber su sangre. Señala el sr. Sapia que Cristo está pidiendo dos cosas distintas para tener vida eterna, y que “lógicamente” tienen que ser UNA SOLA COSA, ambas.

El problema es que Cristo no se limita a utilizar una palabra para ilustrar la Verdad. Utiliza la palabra trögön, y esto significa “roer o masticar”, que no es sinónimo de “creer” en el lenguaje bíblico. No hay ninguna “contradicción irreconciliable”, porque si se quiere conservar las palabras de Cristo realistas, se tiene que admitir que está poniendo (aquí) dos condiciones para tener vida eterna: Una condición es creer en Él, y otra condición es Comer su carne y Beber su sangre.

La “equivalencia de palabras” del sr. Sapia carece de fuerza mientras no se vea respaldada con la propia Biblia, de modo que a nivel de lenguaje bíblico, el sr. Sapia debería demostrar que la expresión “comer, roer, masticar” es utilizada en algún momento como sinónimo de “creer”, y no en base a su cuestionable “lógica”, sino en base al escrutinio bíblico.

Resulta fácil, al efecto de llevar agua a su molino, concluir que cualquier expresión que hable de medios para conseguir la vida eterna, son “sinónimos de creer”. Es la única manera en que los protestantes pueden mantener su teoría de la justificación en base a la Sola Fide, porque otros medios (La Eucaristía, y con ella los demás sacramentos), romperían con el esquema protestante de Sola Fide.



Sapia critica una doctrina que no es católica

Nuestro interlocutor bautista, siguiendo una “lógica” que ya ha hecho reir a varios, dice:

Basado en ese error de interpretación crucialel católico insiste en que el pan y el vino es literalmente Cristo. Sigamos esto a su conclusión lógica. Si Cristo estaba hablando literalmente acerca de su cuerpo, entonces debe haber estado hablando literalmente cuando dijo: “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” (v. 35).

Puesto que los católicos afirman que comen literalmente el cuerpo físico de Cristo, nunca más tendrían que volver a sentir hambre ni sed físicamente, pero es lógico que lo sientan. Sin embargo, si el tener “hambre y sed” son términos espirituales, entonces también debe ser el comer de su cuerpo. Evidentemente, Cristo está diciendo que los que creen en él reciben vida eterna y no tienen que seguir volviendo a él para recibir otra cuota.



Comentemos algo sobre estos yerros:

Primero: El sr. Sapia, muy amablemente, se ofrece a “pensar por los católicos”, diciéndonos “lo que creemos”, que según él es que recibir la Sagrada Eucaristía (creyendo que es realmente Cristo), nos va a resolver necesidades físicas, y no necesidades espirituales. El error es que para los católicos, la Eucaristía no es alimento físico (para el cuerpo), sino alimento espiritual (para el alma). El sr. Sapia concluye que comer literalmente el cuerpo de Cristo “tiene que tener” la consecuencia de suprimir el hambre y la sed físicos, pero no explica POR QUÉ esa debe ser la consecuencia. Se limita a obsequiárnosla, sin explicarla.

Segundo: Ya he hablado sobre la Transustanciación con numerosos protestantes, y la gran mayoría ha llegado a tener serias confusiones con lo que es espiritual y con lo que es simbólico. El sr. Sapia supone que tener hambre y sed es cosa espiritual; pero lo espiritual es real, y lo espiritual tiene significado por sí mismo. Si “comer la carne” y “beber la sangre” engendran consecuencias espirituales (que es de hecho lo cierto), entonces se explica perfectamente que la carne (verdadera comida) y la sangre (verdadera bebida) de Cristo sean alimento espiritual y no alimento físico (vulgar).

Tercero: Pero contradictoriamente, el sr. Sapia concluye que es algo “evidente” que “comer del cuerpo” significa simplemente “creer en Cristo”. Entonces “comer del cuerpo” ya no tendría significado espiritual, sino simbólico, ya que no se atribuye a la expresión trögön un significado por sí mismo, sino simplemente Sapia lo reduce a una figura del acto de “creer”, sin ninguna justificación inmediata [7]

Entonces el sr. Sapia no acaba de decidir si el asunto es espiritual o simbólico.

Cuarto: El sr. Sapia mezcla dos cosas distintas, la primera cuando Cristo dice que ir a Él es lo que nos quitará el hambre y la sed (siempre y cuando sigamos en Cristo), y la segunda es “comer su cuerpo y beber su sangre”. El sr. Sapia dice que “comer el cuerpo de Cristo”, tendría la consecuencia de suprimir el hambre, pero Cristo no se refirió al acto de “comer su Cuerpo”, como medio de suprimir el hambre para siempre, sino que se refirió al acto de “ir a Él”. De modo que desde esa parte de su comentario, el estimado argentino empieza mezclando las cosas.



Sugerir que el cuerpo de Cristo antes de la crucifixión ha sido creado de nuevo en los altares católicos para ser ofrecido otra vez por el pecado es una clara contradicción de la Escritura y de la lógica.



En esta parte estoy de acuerdo con el sr. Sapia, aunque él no nos dice quién, o quiénes, sugieren que el cuerpo de Cristo “antes de la Crucifixión”, ha sido “creado de nuevo” en los altares católicos. Ciertamente no es ESO lo que enseña la Iglesia Católica. Esta enseña que es el cuerpo glorificado de Jesús, tal como está en el cielo, el que se hace presente bajo la forma de pan. Luego la Iglesia enseña algo muy distinto a lo que sugiere Sapia: La Iglesia no cree que se trate del Cuerpo antes de la Crucifixión, sino del Cuerpo después de la Crucifixión y hasta de la Ascensión.



El Nuevo Pacto en la Sangre

Finalmente, según el relato de Lucas, en lugar de decirse que el vino es la sangre del Señor, Jesús dice que la copa es “el Nuevo Pacto en mi sangre.” Obviamente la copa no es el Nuevo Pacto, sino que lo representa; de igual modo el vino no es la sangre, sino que la representa.



Primero: El sr. Sapia utiliza la fórmula utilizada por San Lucas (misma que utiliza San Pablo en 1Corintios 11:23-25). Ambos relatos de la Eucaristía, en las Biblias modernas (católicas y protestantes), traducen a la copa como “el Nuevo Pacto en mi Sangre”. Resulta curioso que el sr. Sapia se fije precisamente en la fórmula sobre la sangre menos literal (aparentemente, en castellano), que hay en el Nuevo Testamento, y deje de lado las fórmulas utilizadas por San Mateo (Mateo 26:26-28), y por San Marcos (Marcos 14:22-24), donde la mayoría de Biblias en español traducen como “mi sangre”, en un contexto más literal aún que la traducción de San Lucas.

Segundo: El texto citado de San Lucas, es el siguiente:



Por otro lado, el texto del Evangelio según San Mateo es:



El sentido que le da la Iglesia Católica a estas palabras es: “El contenido de este Cáliz es mi Sangre, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados”. La literalidad es ineludible. Cristo está declarando ofrecer Su Cuerpo Real y Su Sangre Real a sus discípulos.



Repetimos: Si Cristo está hablando físicamente de su cuerpo y sangre en Juan 6, entonces los que comen de él nunca morirán físicamente.



Repetiremos nosotros también: La doctrina católica no enseña que quien come de la Eucaristía no muere “físicamente”. Cristo JAMÁS prometió dar la vida terrenal eterna a NADIE.



Si no quiso decir que el comer de él evitaría la muerte física, entonces tampoco se refirió a comerlo físicamente. Es evidente que está hablando en sentido espiritual a lo largo de todo el capítulo, como también en otras partes.



Primero: El sr. Sapia insiste en su error, dándole vueltas a lo de “alimento físico”, cuando ya vimos que para el católico, la Eucaristía es alimento del espíritu, no del cuerpo.

Segundo: Dice el sr. Sapia que Cristo habla en “sentido espiritual”. El problema es que el sentido espiritual como lo vemos los católicos no es sinónimo de “simbólico”, como parece ser el caso de los protestantes. Para nosotros el sentido espiritual de las palabras de Jesús radica en que Su Cuerpo y Su Sangre son alimento espiritual, nos alimentan el alma, no el cuerpo. Decir que Jesús habló en “sentido espiritual” no niega la Transustanciación, ni siquiera bajo el punto de vista católico.



Cuando Jesús dijo. “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas” (Juan 8:12), no estaba hablando de la luz física sino de la luz espiritual, la cual reciben los que creen en él, en contraste con la tiniebla espiritual en la cual mora el mundo.



El punto es que justamente los católicos aplicamos ese razonamiento a las palabras de Cristo en la institución de la Eucaristía. Jesús no estaba hablando de almiento físico, sino del alimento espiritual, verdadera comida y verdadera bebida para el alma. Que Jesús se refería a alimento espiritual queda constatado por las palabras de Juan 6:63: “El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida”.



En Juan 6, Cristo estaba hablando a la multitud. Por lo tanto, sabemos de que, como siempre, les estaba hablando en parábolas, usando lenguaje figurativo y espiritual, no literal y físico.



Pero Cristo explicaba sus parábolas. De hecho cuando sus palabras eran entendidas literalmente (y eran en realidad simbólicas), Cristo las explicaba, y en asuntos mucho menos importantes que éste, ver Juan 3:3-5, Mateo 16:6-12, Juan 2:19-21, Juan 11:11-14, etc.
Además, ¿Habla en serio Sapia cuando dice que Cristo hablaba SIEMPRE en parábolas?

Veamos el siguiente pasaje de la Sagrada Biblia:

«¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha solicitado el poder cribaros como trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos.» El dijo: «Señor, estoy dispuesto a ir contigo hasta la cárcel y la muerte.» Pero él dijo: «Te digo, Pedro: No cantará hoy el gallo antes que hayas negado tres veces que me conoces.»

Lucas 22:32-34

¿Habló AQUÍ Jesús “en parábolas”??? Es obvio que no, Cristo se refería a un gallo real y a tres veces reales en que Pedro lo negaría, como consta en el Evangelio: Lucas 22:56-62, Juan 18:17-27, Marcos 14:66-72, Mateo 26:69-75.

¿Habló Jesús “en parábolas” cuando declaró ser el Mesías? ¿Habló en Parábolas cuando prometió la venida del Espíritu Santo?
Si la “parábola” consistía en que las palabras de Jesús en relación a la Eucaristía son simbólicas, entonces debería haberlo explicado, sobre todo sabiendo que como consecuencia de sus palabras se le adoraría bajo la forma de Pan. ¿Qué clase de Dios Omnisciente sería Cristo, si no evitara un error tan grave con una simple explicación?



Para un judío, el comer sangre era contra la ley, y todavía lo es (Levítico 7:26, 27; 17.10, 11; etc.), y bajo la inspiración del Espíritu Santo los apóstoles también recomendaron encarecidamente a los creyentes gentiles, como algo “necesario”, que se abstuvieran “de sangre” (Hechos 15:28, 29).



Pero los Apóstoles, después de aceptar a Cristo, ya no eran judíos de religión. Eran cristianos. Y a nosotros los cristianos ya no nos rige la Antigua Ley en materia alimenticia. El sr. Sapia sugiere que Cristo “seguramente no exigiría a nadie a beber su sangre”, pero el argumento es inválido, porque Jesús SÍ LO EXIGE (Juan 6:53). Es cierto que abstenerse de sangre puede significar “no comer sangre”, pero San Pablo dice: “Porque todo lo que Dios ha creado es bueno y no se ha de rechazar ningún alimento que se coma con acción de gracias” (1Timoteo 4:4). Luego la cita de Hechos 15:28-29 no puede ser una prescripción sobre el no comer sangre, porque estaría contradiciendo a San Pablo.

Los Testigos de Jehová usan, al igual que Sapia, la cita de Hechos 15:28-29 para justificar sus creencias de que Dios prohibe comer sangre, sólo que Sapia sólo lo utiliza para hablar de la Eucaristía y no de otro tipo de sangre que no sea la de Cristo.

Señor Sapia… ¿Debemos entender que usted -muy obedientemente-, NO COME NADA DE SANGRE?? ¿No come carne con sangre, morcillas, o algo parecido?

El mandato de Hechos 15:28-29 se refiere a cuatro cosas: la fornicación, lo contaminado por los ídolos, los animales estrangulados, y la sangre, un contexto muy lejano al Pan y al Vino de la Eucaristía; y un mandato temporal, mientras se pierde poco a poco la sujección a la Ley Mosaica.
El Decálogo, para no ir más lejos, prohibe contaminarse de idolatría y fornicar, pero no prohibe ni comer animales estrangulados, ni comer sangre. Y Jesús dijo que para entrar en la Vida, hemos de cumplir con estos mandamientos (Mateo 19:17-18), sin sujetarnos a la enorme serie de prescripciones mosaicas dadas desde Éxodo hasta Deuteronomio.



Y el comer su cuerpo físico sería canibalismo, un acto que él no aprobaría, y mucho menos recomendaría.



Entrar en definiciones burdas no ayuda a aclarar el tema: Cristo se sacrificó por nosotros, ¿Acaso diremos que eso fue SUICIDIO??? Cristo dijo que no venía a traer la paz sino la espada, ¿Acaso diremos que que eso fue incitación a la violencia???
Es cañibalismo comer la carne de hombre (antropofagia), pero la carne de Cristo no es la simple carne humana… es alimento divino.



El católico descansa todo su caso en la apelación de que está interpretando a Cristo literalmente.



El sr. Sapia se apresura un poco. Los católicos tenemos, como el punto más fuerte a nuestro favor, que estamos tomando literalmente las palabras de Cristo, pero hay otros argumentos que favorecen la postura católica. (Podemos verlo en Algunas consideraciones interesantes sobre la Eucaristía)



Pero cuando Cristo se hizo hombre, se sometió voluntariamente a ciertas limitaciones. Un cuerpo físico ocupa espacio y, por lo tanto, sólo puede estar en un lugar al mismo tiempo.



La doctrina católica también estudia este punto, y lo explica del siguiente modo:

La presencia de Jesús en la Eucaristía, bajo dimensiones tan pequeñas y en tantos lugares a la vez, parece plantear dos aparentes dificultades: ¿Cómo puede un cuerpo humano estar presente en un espacio tan pequeño?, y ¿Cómo puede un cuerpo humano estar en varios lugares a la vez? Estas dificultades, claro está, solo son aparentes. Dios lo hace, luego pueder hacerse.

Hay que recordar que Él es el autor de la naturaleza, el amo y señor de la creación. Las leyes físicas del universo fueron establecidas por Dios, y Él puede suspender su acción si lo desea, sin que cueste un esfuerzo a su poder infinito.
Es cierto que en la experiencia humana cada cuerpo tiene lo que llamos “extensión”, debe ocupar un espacio determinado. En nuestra experiencia, un cuerpo debe estar en solo espacio al mismo tiempo. La multilocación (estar en varios lugares simultáneamente), nos es desconocida. Es lógico, por lo tanto,decir que un cuerpo sin extensión en el espacio, u ocupando varios lugares a la vez es un imposible físico; imposible, esto es, para las leyes físicas. Pero estos fenómenos no son imposibles metafísicamente; es decir, no hay contradicción inherente en la idea de un cuerpo sin extensión, o en la idea de multilocación. Una contradicción inherente las haría absolutamente imposibles, como sería, por ejemplo, la idea de un círculo cuadrado, que es una contradicción en términos.

Quizá esto nos meta excesivamente en el campo de la filosofía. Pero, los puntos que nos interesa dejar claros son: primero, que Jesús no está presente en la Eucaristía en miniatura. Está allí en la plenitud de Su Persona glorificada, de una manera espiritualizada, sin extensión ni espacio. No tiene altura, anchura o grosor.
El segundo punto es que Jesús no se multiplica, de modo que haya muchos Jesuses; tampoco se divide entre las diferentes hostias. Hay un solo Jesús, completo e indiviso. Su multilocación no es el resultado de multiplicaciones o divisiones, sino de la suspensión de la ley del espacio para su sagrado cuerpo. Es como si estuviera en un lugar, y todas las partes del espacio fueran atraídas hacia Él. Es fácil ver la razón por la que la Eucaristía se llama y Es el sacramento de la unidad. Cuando comulgamos-y con nosotros nuestros compañeros del mundo entero-estamos donde Él está. El espacio se ha disuelto para nosotros, y todos juntos somos uno en Cristo. Así como la sustancia del agua está en una gotita, o en el océano entero, así la sustancia del Cuerpo de Cristo y de la Sangre de Cristo están presentes en cada hostia y en cada cantidad de vino contenido en los cálices de todo el mundo.

Material de Consulta: La Fe Explicada, por Leo J. Trese. Ediciones Rialp. S.A.1983.



Los cristianos creen en esta promesa, pero nadie se imagina que Cristo está físicamente presente en un solo lugar al mismo tiempo en absoluto, porque eso significaría que podría ser visto, pero esto no es así.



De hecho la presencia física de Cristo no depende de que podamos VERLO o no, el sr. Sapia olvida que la creencia en la Transustanciación implica la presencia de Cristo bajo las apariencias de Pan y Vino.



Sugerir que millones de obleas son cada una el cuerpo físico íntegro y entero de Cristo, es abandonar la realidad y aceptar una fantasía.



Si seguimos al sr. Sapia, entonces hemos de admitir que Cristo no es perfecto, pues fundó una Iglesia que desde la Antigüedad hasta hoy cree en una “fantasía”.
La explicación sobre la sustancia es útil para aclarar este punto. Cristo no se divide, su sustancia tampoco.
Y luego Cristo tampoco es Omnipotente, pues sería “fantasioso” suponer que PUEDE estar presente en millones de obleas al mismo tiempo.

El Dios de los Cristianos es Omnisciente y Perfecto. Si el sr. Sapia simplemente no lo cree… pues será su problema.



El lenguaje que Cristo usó en la última cena tampoco da apoyo a la transubstanciación: “El Señor Jesús… tomó pan… y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí” (1 Corintios 11:23-25). Quiere que los cristianos recuerden su muerte en la cruz y que participen del pan y del vino como un recordatorio de la misma.



El sr. Sapia esquiva nuevamente el problema de explicar por qué las expresiones “es mi cuerpo”, “es mi sangre”, tienen un significado simbólico; para evitar esta cuestión se va a que Cristo sólo desea establecer un Acto Recordatorio.

Empero, el apoyo a la Transustanciación es contundente -aunque Sapia lo niegue-.
Cristo toma pan y declara que es Su Cuerpo, luego ya hay sustancia del pan sino del Cuerpo de Cristo. Cristo declara que lo que hay en el cáliz es su sangre, cuando momentos antes era vino. Luego ya no hay sustancia de vino, sino de la Sangre de Cristo. La Transustanciación está claramente contenida en las palabras de Cristo.



Nótense las palabras: “Esto es mi cuerpo”. Jesús no dijo que algún día los pedazos de pan se volverían su cuerpo mediante el alegado poder milagroso de la transubstanciación ejercido por los sacerdotes católicos, sino que el pan, en ese momento era (representaba) su cuerpo.



Otra conclusión sin explicaciones.
Sapia dice que Jesús utilizó el verbo griego ES (estin=εστιν), como sinónimo de “representar”, o alusión a una “representación” de Su Cuerpo. Si Cristo quisiera prestarse a la interpretación personal del sr. Sapia, existían palabras para dar el significado “simbólico” que pretenden Sapia y otros protestantes, por ejemplo, la palabra “omoiömati”=ομοιωματι, utilizada en Romanos 1:23.

¿Qué tal si un católico dice: Jesús dijo que ese pan, en ese momento, ERA (no representaba), Su Cuerpo?



Ninguno podría haber interpretado esa declaración literalmente, porque él estaba sentado allí en su cuerpo físico y sujetando el pan en sus manos. Es evidente que el pan era simbólico.



Es decir, el hecho de que Jesús estuviera presente “limitaba” su poder de dar de comer Su Cuerpo a los Apóstoles (!!!!)
¿Acaso el pan también es “simbólico” en la cita contundente de 1Corintios 10:16?
La cita dice: “Y el pan que partimos ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo?”, ¿Es posible tener “comunión” con un símbolo, o que un “símbolo” sea una “comunión”????



Podemos estar seguros que ninguno de los discípulos de Cristo se imaginó que el pan que él sostenía era su cuerpo literal. Que eso pudiera ser su cuerpo literal y al mismo tiempo Cristo pudiera estar allí en su cuerpo literal era imposible.



Como fruto de varios diálogos que he sostenido con Daniel Sapia, he notado una actitud típica de él: La de pretender conocer el pensamiento y los sentimientos de otras personas. En este caso, Sapia “está seguro” de que los Apóstoles “no se imaginaron” algo que va en contra de sus personales creencias, porque simple y sencillamente Sapia tiene razón; Impensable que los Apóstoles lo contradigan… ¡Notable argumento!

Luego, Sapia insiste en que es imposible para Cristo (Rey y Creador del Universo), suspender la acción de las leyes físicas. Concluimos que Sapia no cree en un Dios Omnipotente: por la boca muere el pez.



Semejante fantasía no entró en la mente de los presentes y no la inventaron hasta mucho tiempo después. Ciertamente las palabras de Cristo no comunicaron tal cosa, ni nosotros tenemos razón alguna para creer que los discípulos derivaron semejante significado de ellas.



Quisiera yo tener la telepatía macrotemporal del sr. Sapia, que le permite saber que X pensamiento “no entró” en la mente de hombres que vivieron hace 2000 años… con este método, pronto Sapia nos dirá lo que entró y no entró en la mente de Julio César, Napoleón, Abraham Lincoln, la Reina Victoria, Hitler, etc.

En su sitio web, Sapia dedica un apartado a dar consejos a los protestantes para dialogar con los católicos, y un consejo que da es:
No utilizar opiniones despreciativas o descalificatorias respecto a lo que el otro cree.
Ahora, ¿No es despreciativo y descalificatorio llamar “fantasía”, “trampa de la curia” “obra del hábil de Satanás”, a la Transustanciación y un Milagro Eucarístico?

Y para colmar el plato, el “lector de mentes” bautista comete un error histórico cuando afirma que la Transustanciación “se inventó mucho después”, pues desde los primeros siglos del Cristianismo, numerosos Padres de la Iglesia sostuvieron esta verdad cristiana. [6]

Con todo esto, tenemos sobradas razones para pensar que los Apóstoles SÍ DERIVARON semejante significado de las Palabras de Cristo.



Una noticia publicada en la agencia Zenit, da cuenta del robo sufrido por una persona que llevaba una hostia consagrada en su cartera para serle administrada a un enfermo imposibilitado de salir de su casa.

El Redentor de la humanidad iba “en la cartera de la dama…”. Esto realmente movería a risa si detrás no hubiera almas en camino de perdición. Sinceramente cuesta entender como hay personas que lo pueden creer, practicar y defender.



De hecho la doctrina explica también sobre la permanencia de la Presencia Real.:La presencia real termina cuando las sagradas especies terminan.
Obviamente Cristo no está limitado a la “cartera de la dama”.

Sapia olvida explicar por qué hay almas en camino de perdición por motivo de la creencia en la Transustanciación; aunque supongo que se lo agradeceremos como una opinión sincera.

A Sapia le cuesta entender que los católicos creamos, practicamos, y defendamos esta doctrina. En realidad, no más de lo que a los católicos nos puede sorprender que haya quienes no lo crean, no lo practiquen y no lo defiendan.
La soberbia es humana, ciertamente, y es normal que haya personas que “no comprendan” que haya quienes piensen distinto que ellas.
Para no ir más lejos, a los ateos sinceramente les cuesta entender como hay personas que creemos en Dios. Esa dificultad para entender no es nueva, sr. Sapia. Si ud. entendiera el asunto, entonces sería católico.



Esta “sangre” es del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de pecados. ¿Que significa esto? Pues, que esta copa representa la sangre (la vida) de Cristo que será derramada (mediante Su muerte en la cruz) por muchos, para la remisión de pecados.



Vayamos al grano: Jesucristo no dijo que la copa “representa” la sangre, esto lo dice Sapia.
La diferencia es que a la interpretación literal la respaldan las doctrinas cristianas primitivas, Padres de la Iglesia, y aproximadamente veinte siglos de existencia.

A Sapia lo respaldan Berengario (siglo XI, quien posteriormente aceptó la presencia real), y los reformadores (Wicclef y Huss, posteriormente Lutero, Calvino, Zwinglio), y lamentablemente, como ni siquiera los reformadores se pusieron de acuerdo sobre la Eucaristía; el triste respaldo de Sapia son cinco siglos, aproximadamente, de confusiones y severas discordancias en torno a la Eucaristía.



Al mencionar “la sangre derramada” Cristo no está haciendo referencia al fluido compuesto por glóbulos, plaquetas y plasma, sino que se refiere a SU VIDA ENTREGADA EN LA CRUCIFIXIÓN, simbólicamente representada por el derramamiento de sangre.



Sapia supone que Cristo “simboliza” su Crucifixión por medio del “derramamiento de sangre”, pero si somos simbolistas, esto es un ERROR: Cristo no “derramó sangre” para “simbolizar” su Crucifixión. Utilizó VINO, no sangre, y no lo derramó sino que lo dio a beber. En el lenguaje bíblico, como ya hemos mencionado, el vino no es un símbolo natural de la sangre. ¿Cómo se explicaría que “beber vino” es figura de “derramar sangre”?

Ya no sé ni qué pensar de lo que dice el sr. Sapia: A lo que creo, Cristo derramó Su sangre (en la Flagelación, coronación de espinas, calvario y crucifixión), para efectuar Su sacrificio, no para “simbolizarlo”.

Información: En el v. 28, Cristo utiliza la palabra “ekjynomenon”=εκχυνομενον, conjugación de “ekjeo”, que significa “derramar, verter, consagrarse o entregarse”.



Por ende, no tendría el menor significado suponer que Cristo está ofreciendo SANGRE REAL en la copa del nuevo pacto.



Bueno, es claro que para los protestantes no tiene “el menor significado”. Para los católicos sí lo tiene, su sangre sella el Nuevo Pacto. Es sangre salvadora, sangre redentora, que Él nos ofrece en el Sacramento de la Eucaristía.



Pero un milagro debe ser algo que puede observarse (los cojos andan, los ciegos ven, la tormenta se calma instantáneamente, los muertos vuelven a la vida respondiendo a una orden, etc.), de lo contrario ninguno puede saber que ha ocurrido y, por lo tanto, nadie puede glorificar a Dios por ello.



Para nosotros los católicos es muy temerario exigir a Dios presencia continua de milagros.
No obstante, existen milagros relacionados con la Eucaristía y con la hostia consagrada.

Y nuevamente, el hermano separado plantea las cosas de modo que la Iglesia no tiene salida:
-Si no hay Milagro Visible, entonces la doctrina es falsa y fantasiosa.
-Pero si se da un Milagro Visible… ¡Entonces es obra del hábil de Satanás…! Ya lo vimos arriba.

No importa cómo ni por qué; la Iglesia está mal pase lo que pase, pues “Sapia ha hablado y el caso está cerrado…“.

Aquí el artículo de Sapia cede espacio a comentarios de otra persona (Fernando Saraví). Por ese motivo, y por la extensión del tema tratado, la respuesta continúa en una Segunda Parte.

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–         Clic AQUÍ para ir a la Segunda Parte

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Referencias:


[1] Lo declarado puede ser constatado directamente en el Catecismo de la Iglesia Católica:

154 Sólo es posible creer por la gracia y los auxilios interiores del Espíritu Santo. Pero no es menos cierto que creer es un acto auténticamente humano. No es contrario ni a la libertad ni a la inteligencia del hombre depositar la confianza en Dios y adherirse a las verdades por él reveladas. Ya en las relaciones humanas no es contrario a nuestra propia dignidad creer lo que otras personas nos dicen sobre ellas mismas y sobre sus intenciones, y prestar confianza a sus promesas (como, por ejemplo, cuando un hombre y una mujer se casan), para entrar así en comunión mutua. Por ello, es todavía menos contrario a nuestra dignidad “presentar por la fe la sumisión plena de nuestra inteligencia y de nuestra voluntad al Dios que revela” (Cc. Vaticano I: DS 3008) y entrar así en comunión íntima con El.

613 La muerte de Cristo es a la vez el sacrificio pascual que lleva a cabo la redención definitiva de los hombres (cf. 1 Co 5, 7; Jn 8, 34–36) por medio del “cordero que quita el pecado del mundo” (Jn 1, 29; cf. 1 P 1, 19) y el sacrificio de la Nueva Alianza (cf. 1 Co 11, 25) que devuelve al hombre a la comunión con Dios (cf. Ex 24, 8) reconciliándole con El por “la sangre derramada por muchos para remisión de los pecados” (Mt 26, 28;cf. Lv 16, 15–16).

1489 Volver a la comunión con Dios, después de haberla perdido por el pecado, es un movimiento que nace de la gracia de Dios, rico en misericordia y deseoso de la salvación de los hombres. Es preciso pedir este don precioso para sí mismo y para los demás.

259 Toda la economía divina, obra a la vez común y personal, da a conocer la propiedad de las personas divinas y su naturaleza única. Así, toda la vida cristiana es comunión con cada una de las personas divinas, sin separarlas de ningún modo. El que da gloria al Padre lo hace por el Hijo en el Espíritu Santo; el que sigue a Cristo, lo hace porque el Padre lo atrae (cf. Jn 6,44) y el Espíritu lo mueve (cf. Rom 8,14).

426 “En el centro de la catequesis encontramos esencialmente una Persona, la de Jesús de Nazaret, Unigénito del Padre, que ha sufrido y ha muerto por nosotros y que ahora, resucitado, vive para siempre con nosotros… Catequizar es … descubrir en la Persona de Cristo el designio eterno de Dios… Se trata de procurar comprender el significado de los gestos y de las palabras de Cristo, los signos realizados por El mismo” (CT 5). El fin de la catequesis: “conducir a la comunión con Jesucristo: sólo El puede conducirnos al amor del Padre en el Espíritu y hacernos partícipes de la vida de la Santísima Trinidad”. (ibid.).

732 En este día se revela plenamente la Santísima Trinidad. Desde ese día el Reino anunciado por Cristo está abierto a todos los que creen en El: en la humildad de la carne y en la fe, participan ya en la Comunión de la Santísima Trinidad. Con su venida, que no cesa, el Espíritu Santo hace entrar al mundo en los “últimos tiempos”, el tiempo de la Iglesia, el Reino ya heredado, pero todavía no consumado:

737 La misión de Cristo y del Espíritu Santo se realiza en la Iglesia, Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu Santo. Esta misión conjunta asocia desde ahora a los fieles de Cristo en su Comunión con el Padre en el Espíritu Santo: El Espíritu Santo prepara a los hombres, los previene por su gracia, para atraerlos hacia Cristo. Les manifiesta al Señor resucitado, les recuerda su palabra y abre su mente para entender su Muerte y su Resurrección. Les hace presente el Misterio de Cristo, sobre todo en la Eucaristía para reconciliarlos, para conducirlos a la Comunión con Dios, para que den “mucho fruto” (Jn 15, 5. 8. 16).

850 El origen y la finalidad de la misión. El mandato misionero del Señor tiene su fuente última en el amor eterno de la Santísima Trinidad : “La Iglesia peregrinante es, por su propia naturaleza, misionera, puesto que tiene su origen en la misión del Hijo y la misión del espíritu Santo según el plan de Dios Padre” (AG 2). El fin último de la misión no es otro que hacer participar a los hombres en la comunión que existe entre el Padre y el Hijo en su Espíritu de amor (cf Juan Pablo II, RM 23).



[2] Para demostrar que la Iglesia Católica reconoce que las Iglesias Orientales celebran válidamente la Eucaristía, me apoyo en los siguientes vínculos:

Visita a su Beatitud Cristódulos, Arzobispo de Atenas y de toda Grecia, S.S. Juan Pablo II, Viernes 4 de mayo de 2001

Unitatis Redintegratio n. 15, decreto del Concilio Vaticano II



[3] Para aclarar el punto, cito abajo el texto del Concilio de Trento, y del Concilio Plenario de América Latina (junto con los numerales citados por éste último):

Can. 11. Si alguno dijere que la sola fe es preparación suficiente para recibir el sacramento de la santísima Eucaristía, sea anatema. Y para que tan grande sacramento no sea recibido indignamente y, por ende, para muerte y condenación, el mismo santo Concilio establece y declara que aquellos a quienes grave la conciencia de pecado mortal, por muy contritos que se consideren, deben necesariamente hacer previa confesión sacramental, habida facilidad de confesar. Mas si alguno pretendiere enseñar, predicar o pertinazmente afirmar, o también públicamente disputando defender lo contrario, por el mismo hecho quede excomulgado [cf. 880]. Consultable en Internet: http://www.mercaba.org/CONCILIOS/trento05.htm

  1. Por tanto, al leer aquellas terribles palabras del Apóstol (1 Cor. XI. 29) El que come y bebe indignamente, come y bebe su propia condenación no discerniendo el Cuerpo del Señor, pruébense a sí mismos los sacerdotes, recordando el divino precepto. La costumbre eclesiástica declara, dice el Concilio de Trento, que esa prueba indispensable consiste en que ninguno, con conciencia de pecado mortal, por contrito que crea estar, se acerque a la Sagrada Eucaristía sin haberse confesado sacramentalmente: y esto decretó el Santo Concilio que se observe perpetuamente por todos los cristianos, incluso los sacerdotes que tienen el deber de celebrar todos los días;salvo que absolutamente les falte confesor. Y si, urgido por la necesidad, algún sacerdote (previo un acto de perfecta contrición que se debe procurar con gran empeño) celebrarse sin haberse confesado, hágalo cuanto antes” (405). Esta obligación de confesarse cuanto antes, contiene un verdadero precepto, y no sólo un consejo, y la sentencia contraria fue condenada por Alejandro VII (406). Consultable en Internet: http://www.multimedios.org/docs/d000021/p000040.htm#r404
  2. Conc. Trid. sess. 13. cap. 7 de Euch.
  3. Prop. 38 damn.die 18 Marzo 1666.



[4] Los Padres de la Iglesia que tratan el punto observan expresiones sobre una CONVERSIÓN, se dan los siguientes ejemplos:

La expresión “metaballein=μεταβαλλειν“, la utilizan San Cirilo de Jerusalén y Teodoro de Mopsuestia.
La expresión “metapoiein=μεταποιειν“, la utilizan San Gregorio de Nisa, San Cirilo de Alejandría y San Juan Damasceno.
La expresión “metastoijeioyn=μεταστοιχειουν” la utiliza San Gregorio de Nisa.
La expresión “metarrythmidsein=μεταρρυθμιδσειν” es utilizada por San Juan Crisóstomo.
La expresión “metaskeyadsein=μετασκευαδσειν” también es utilizada por San Juan Crisóstomo.
Los padres latinos utilizan las expresiones “convertere, mutare“.

[5] El Catecismo de la Iglesia Católica es solo UNO de muchísimos medios mediante los cuales el Magisterio Católico, o bien Apologistas Católicos, explican, estudian, y exponen la doctrina de la Transustanciación. Si alguien cree “ciegamente” en lo propuesto por el Magisterio, no será ciertamente por FALTA de medios para creer por fe y no por ceguera. Si alguien está en esa deplorable situación, no es porque la Iglesia quiera que crea “ciegamente”, sino porque el “ciego” en cuestión NO ABRE LOS OJOS.

A continuación proporciono varios hipervínculos a páginas que tratan, exponen y explican, el asunto de la Presencia Real y la Transustanciación, para que quienes se sientan faltos de explicaciones, recurran a ellos con toda libertad, máxime si creen (equivocadamente), que dependen de creer “ciegamente” en lo que diga el Magisterio:

http://www.mercaba.org/FICHAS/SACRAMENTOS/EUCARISTIA/624-7.htm

http://corazones.org/sacramentos/eucaristia/a_eucaristia.htm

[6] A lo largo de su artículo, Sapia nos da una muestra de su “exégesis bíblica” sobre el tema, con la cual vimos -muy extrañados-, que Sapia no parece creer en un Dios Omnipotente y Perfecto.

Eso es lo más común en quienes no pueden responder a los argumentos católicos más fuertes a favor de la Transustanciación, como se expone en el Apéndice de esta respuesta, o incluso los desconocen. La exégesis ADECUADA, de pertenecer a los protestantes, tendría que responder a esos argumentos católicos, lo cual incluye EXPONERLOS (previo conocimiento), y REFUTARLOS. Sapia no hace ninguna de las dos cosas; de modo que su exégesis, o bien está incompleta, o bien está equivocada, en ambos casos, no puede ser “la adecuada”.

Por lo tanto, expondré un poco de la exégesis de los Padres de la Iglesia, entre maestros y teólogos antiguos, hasta Santo Tomás, sobre la Presencia Real, y luego de analizar seriamente el pensamiento de aquellos grandes hombres, podremos considerar con justicia CUÁL es la exégesis adecuada, es decir, con conocimiento de causa, y no simplemente con una afirmación gratuita del sr. Sapia:

Sobre la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía

Los Padres Antenicenos

El más antiguo testimonio de la Tradición que habla claramente en favor de la presencia real de Cristo en la Eucaristía se lo debemos a San Ignacio de Antioquía (hacia el 107 D.C.). Este santo padre nos habla así de los docetas: “Se mantienen alejados de la Eucaristía y la oración porque no quieren confesar que la Eucaristía es la carne de nuestor Salvador Jesucristo, carne que sufrió por nuestros pecados y fue resucitada por la benignidad del Padre (Smyrn. 7, 1). En Philad 4, dice: “Tened cuidado de no celebrar más que una sola Eucaristía, porque no hay más que una sola carne de nuestro Señor Jesucristo y no hay más que un cáliz para reunión de su sangre“.

San Justino Mártir (hacia el 165 D.C.), presenta en su primera Apología una descripción de la solemnidad eucarística en la Iglesia Primitiva (c. 65) y dice, refiriéndose al manjar eucarístico: “No recibimos estos manjares como si fueran pan ordinario y bebida ordinaria, sino que, así como Jesucristo Salvador nuestro se hizo carne por la Palabra de Dios y tomó carne y sangre para salvarnos, así también nos han enseñado que el manjar convertido en Eucaristía por las palabras de una oración procedente de Él (Jesús)-manjar del que se alimentan la carne y la sangre al transformarlo nosotros- es la carne y sangre de aquel Jesús que se encarnó por nosotros.” (66, 2)San Justino establece un paralelo entre la consagración de la Eucaristía y el misterio de la Encarnación. El resultado, lo mismo de la Eucaristía que de la Encarnación, es la carne y sangre de Jesucristo. Como prueba, San Justino presenta las palabras de la institución de la Eucaristía, “que han transmitido los apóstoles en las memorias escritas por ellos y que reciben el nombre de Evangelios“.

San Ireneo de Lyon (hacia 202 D.C.) da testimonio de que “el pan sobre el cual se hace la Acción de Gracias es el Cuerpo del Señor; y el cáliz [es el cáliz] de su sangre“, (Adv. haer. IV 18, 4). Cristo “declaró que aquel cáliz procedente de la creación era su propia sangre (aima idion), que Él infunde en nuestra sangre; y aseguró que aquel pan procedente de la creación era su propio cuerpo (idion söma), con el cual Él robustece nuestros cuerpos (ib. v. 2, 2). Nuestra carne “se alimenta con el cuerpo y la sangre de Cristo, y se convierte entonces en miembro de Cristo“. De esta manera “se hace capaz de recibir el don de Dios, que consiste en la vida eterna” (ib. V 2, 3). “¿Cómo podrán afirmar [los gnósticos] que la carne sufrirá la destrucción y no tendrá participación en la vida, si esa carne se alimenta del cuerpo y la sangre del Señor” (ib. IV 18, 5). Vemos pues, que San Ireneo funda el hecho de la resurrección de la carne en la percepción real del cuerpo y sangre del Señor.

Orígenes de Alejandría, en su tratado Contra Celsum VIII 33: “Pero nosotros, que damos gracias al Hacedor del universo, comemos los panes ofrecidos con agradecimiento y oración por los beneficios; y esos panes, por la oración, se han convertido en cierto cuerpo santo que santifica a todos aquellos que lo saborean con sentido inteligente”; cf. In Num. hom. 7, 2; In Ex. hom. 13, 3; In Matth. comment. ser. 85.

Tertuliano (hacia 220 D.c.), manifiesta su fe en la presencia real con las siguientes palabras, rebosantes de realismo: “La carne se nutre con el cuerpo y la sangre de Cristo para que el alma se alimente también de Dios“, (caro corpore et sanguine Christi vescitur, ut et anima de Deo saginetur), en su escrito De carnis resurr. 8. Cuando Tertuliano, en su obra Adv. Marcionem IV 40, considerando las palabras de la institución eucarística (Hoc est corpum meum), añade como comentario: “id est figura corporis mei” , no entiende la palabra “figura” en el sentido de imagen símbolo, pues por el contexto se ve que precisamente quiere combatir el docetismo de Marción afirmando la realidad de la presencia del verdadero cuerpo de Cristo: “figura autem non fuisset, nisi veritatis esset corpus”. “Figura” significa para él la forma manifestativa, la especie sacramental.

San Cipriano (hacia 258 D.C.), refiere a la Eucaristía aquella petición del Padre Nuestro en la que se pide el pan de cada día, y hace el siguiente comentario: “Qui corpus eius contigimus”, y asegura que “todos los que alcanzan su cuerpo y reciben la Eucaristía, según el derecho de la comunidad, tienen la vida eterna, conforme a lo que se dice en Ioh 6, 51” (De dominica orat. 18). En un paralelo, compara el hecho de beber la sangre de Cristo cuando se recibe la Eucaristía, con el hecho de derramar la sangre en el martirio. Y este paralelo exige que se entienda el primer hecho en el mismo sentido real que tiene el segundo (Ep. 58, 1; Ep. 63, 15).

Los Padres Postnicenos

Entre los Padres postnicenos destacan de manera especial como testigos de la fe de la Iglesia en la presencia real de Cristo en la Eucaristía; entre los griegos: San Cirilo de Jerusalén (4ta. y 5ta. Cat. Myst.), San Juan Crisóstomo, “doctor de la Eucaristía”, San Cirilo de Alejandría y San Juan Damasceno (De Fide orth. IV 13); entre los latinos: San Hilario de Potiers (De Trin. VIII 14) y San Ambrosio (De sacr. IV 4-7; De myst. 8 s), quien constituyó una autoridad decisiva para la doctrina eucarística de la teología escolástica. San Cirilo de Jerusalén dice: “En una ocasión, con una mera indicación suya, convirtió agua en vino durante las bodas de Caná de Galilea, ¿no va a ser digno de creerse que Él convierte el vino en su sangre?” (Cat. Myst. 4, 2).

La doctrina eucarística de San Agustín es interpretada en sentido exclusivamente espiritual por la mayor parte de los historiadores protestantes del dogma cristiano. Pero este santo doctor, pese a su predilección por la interpretación simbólica, no niega la presencia real. Refiriéndose a las palabras de la institución, dice: “El pan aquel que véis en el altar, santificado por la palabra de Dios, es el cuerpo de Cristo; aquel cáliz, o más bien el contenido del cáliz, santificado por la palabra de Dios, es la sangre de Cristo“, (Sermo 227). En Enarr. in Ps. 33, sermo I 10: “Cristo se tuvo a sí mismo en sus propias manos cuando dijo, mientras ofrecía su Cuerpo a sus discípulos: Esto es mi Cuerpo“. El testimonio de los Padres se ve corroborado por las antiguas liturgias cristianas, en las cuales, en la epíclesis, se invoca al Logos o al Espíritu Santo para que “convierta el pan en el cuerpo de Cristo y el vino en la sangre de Cristo” (San Cirilo de Jerusalén en Cat. Myst. 5, 27).

Santo Tomás (Teología Escolástica) prueba la conveniencia de la presencia real por:

a) La perfección de la Nueva Alianza y la consiguiente elevación que ha de tener su sacrificio por encima del sacrificio del Antiguo Testamento.

b) El amor de Cristo a los hombres, que impulsa al Señor a estar cerca de ellos corporalmente.

c) La perfección en la fe, que en la Eucaristía no sólo se extiende a la divinidad, sino también a la humanidad de Cristo invisiblemente presente (Suma Teológica III, 75, 1)

 

[7] Esto es consecuencia de la doctrina protestante de Sola Fide, según la cual, la fe sola basta para justificarse y salvarse.
Por lo tanto, suponer que las obras, sacramentos, limosnas, oraciones, intercesiones, etc., sirven para cooperar en la justificación, choca completamente con su teoría.
Se recurre entonces a descalificar los textos que disienten de Sola Fide, como son algunos Deuterocanónicos, o bien a asignar a estas enseñanzas un significado simbólico.
En este caso, Cristo dice en Juan 6 que el que comer Su carne y bebe Su sangre tiene vida eterna.

Para el protestantismo esto no puede ser literal, pues se requiere un significado que de algún modo no destruya su teoría de la justificación.

La simpleza del sr. Sapia en esquivar las (muchas) dificultades que hay para conciliar el Evangelio con la interpretación simbólica, demuestra que su objetivo no es “dar la exégesis adecuada”, sino desviar el golpe hacia otra dirección que no sea Sola Fide.
Por eso para Sapia es “evidente” a priori, que Cristo habla de “sinónimos” como Sapia sugiere que son “comer la carne y beber la sangre”, y “creer”.

Autor: Jesús Hernández

Fuente: Luxdomini.com

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