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Diálogo sobre la Santísima Trinidad

dialogo

Nota previa: Este diálogo está basado en un debate real sostenido en un foro de Internet, del cual participé. Si bien soy responsable de la forma definitiva del escrito, debo agradecer a quienes participaron en ese debate (principalmente a Felix y Palermo), porque sus opiniones inspiraron buena parte de este diálogo. Además agradezco los valiosos aportes del Lic. Néstor Martínez y del Pbro. Dr. Miguel Barriola, que enriquecieron notablemente este escrito.

Tabla de contenidos.

I. El dogma trinitario no es irracional.

II. El dogma trinitario no es antibíblico.

III. El dogma trinitario pertenece a la Divina Revelación.

I. El dogma trinitario no es irracional

Felipe y Pablo se han encontrado para debatir sobre el dogma de la Santísima Trinidad. Felipe es testigo de Jehová y Pablo es católico. Ambos se han preparado para este encuentro.

Felipe: Tengo tres grandes objeciones contra el dogma católico de la Trinidad:

  • La primera es que es irracional, porque es absurdo pensar que tres seres son un solo ser. Es obvio que tres es distinto de uno.
  • La segunda es que hay muchos textos bíblicos que lo contradicen, como veremos luego.
  • La tercera es que es una doctrina meramente humana, sin fundamento bíblico. Ningún texto de la Biblia dice que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son un solo Dios.

Pablo: Consideremos tus tres objeciones una a una, comenzando por la primera. Tu acusación de irracionalidad contra el dogma de la Santísima Trinidad se basa en una grave incomprensión. El dogma trinitario sería efectivamente irracional si dijera que tres seres distintos son un mismo ser, o que tres es igual a uno; pero no dice eso, sino que hay una única substancia, esencia o naturaleza divina (un solo Dios) y tres subsistencias, hipóstasis o personas divinas (el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo). Si “esencia divina” fuera sinónimo de “persona divina”, tendrías razón; pero como no lo es, estás equivocado.

Felipe: ¿Cuál es entonces, según la doctrina católica, la diferencia entre “esencia divina” y “persona divina”?

Pablo: El concepto de “esencia divina” responde a la pregunta “¿Qué es Dios?” Dios es el Ser absoluto, necesario, infinito, perfectísimo, simplicísimo… Estos atributos y otros semejantes pertenecen a la única esencia divina.

En cambio el concepto de “persona divina” responde a la pregunta “¿Quién es Dios?” El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son Dios, pero no son tres dioses, sino un solo Dios. Las tres personas divinas son lo mismo (Dios), pero lo son de tal modo que no son el mismo: El Padre no es el Hijo ni el Espíritu Santo, el Hijo no es el Padre ni el Espíritu Santo, el Espíritu Santo no es ni el Hijo ni el Padre.

La única sustancia divina subsiste en tres distintas “subsistencias”. Con una expresión un poco audaz, pero en el fondo justificable, podríamos decir que subsiste “de tres maneras distintas”, como Padre, como Hijo y como Espíritu Santo. Las tres personas divinas tienen todo en común, salvo sus relaciones de origen (o de oposición):

  • Paternidad: El Padre engendra eternamente al Hijo.
  • Filiación: El Hijo es engendrado eternamente por el Padre.
  • Espiración activa: El Padre y el Hijo espiran eternamente el Espíritu Santo.
  • Espiración pasiva: El Espíritu Santo es espirado eternamente por el Padre y el Hijo.

Estas relaciones de origen (salvo la espiración activa, que corresponde a dos personas) constituyen las tres personas divinas. De acuerdo con esto, el Padre se caracteriza también por ser el origen sin origen de las otras dos personas divinas.

La vida íntima de la Trinidad es una incesante danza de amor infinito. El Padre entrega eternamente al Hijo toda su sustancia divina. El Hijo le responde entregándole a su vez todo su ser divino (igual al del Padre). El amor del Padre y del Hijo es fecundo; es la persona-don, el Espíritu Santo.

Es importante notar que el concepto de “persona”, aplicado a las personas divinas y a las personas humanas, tiene un sentido analógico, no unívoco. Si pensáramos que en el dogma trinitario la palabra “persona” tiene exactamente el mismo sentido que en el lenguaje moderno, afirmaríamos la existencia de tres individuos divinos, cada uno con su conciencia, su inteligencia y su voluntad separadas y así caeríamos en el absurdo del triteísmo. Por eso hoy es más necesario que nunca que los cristianos no nos limitemos a repetir las formulaciones tradicionales del dogma trinitario, sino que intentemos explicarlas, manteniendo su sentido.

Felipe: Entonces reformularé mi primera objeción. La doctrina que has expuesto contradice el principio de “identidad comparada”: Si A es C y B es C, entonces A es B. Si el Padre es Dios y el Hijo es Dios, entonces el Padre es el Hijo y el dogma trinitario es falso.

Pablo: Esta nueva versión de tu primera objeción es más sutil que la anterior, pero también es errónea.

Hay tres clases de identidad:

  • identidad real pero no conceptual, como entre “un hombre” y “mi padre”;
  • identidad conceptual pero no real, como entre “triángulo” y “polígono con tres lados”;
  • identidad real y conceptual, como entre “hombre” y “animal racional”.

Es evidente que el principio de identidad comparada tiene validez general cuando las tres identidades consideradas son identidades reales y conceptuales y también cuando las tres son sólo conceptuales. En particular el primer caso se presenta cuando A, B y C son tres realidades absolutas. Tu refutación sería correcta si las frases “el Padre es Dios”, “el Hijo es Dios” etc. plantearan identidades entre dos realidades absolutas; pero no es así, porque en Dios hay una única realidad absoluta (la sustancia divina) y tres realidades relativas (las personas divinas, constituidas por sus relaciones opuestas). Si consideráramos a las personas divinas como realidades absolutas, afirmaríamos la existencia, no de la Trinidad, sino de una herética “cuaternidad” en Dios.

Por la revelación sabemos que entre cada una de las personas divinas y la sustancia divina existe identidad real y distinción conceptual y que entre las personas divinas existe distinción real y conceptual (más aún, oposición conceptual).

Ahora bien, no es cierto que el principio de identidad comparada tenga validez general cuando las identidades entre A y C y entre B y C son reales pero no conceptuales. Podemos dar el siguiente contraejemplo tomado de la filosofía aristotélica: Sea A la acción, B la pasión y C el movimiento. Entre A y C y entre B y C hay identidad real pero no conceptual; pero entre A y B hay distinción real y oposición conceptual.

Por consiguiente no es posible demostrar que el principio de identidad comparada es válido en el caso en cuestión.

Felipe: Todo lo que has dicho es muy interesante, pero incomprensible.

Pablo: Es que estamos hablando nada menos que del sublime misterio de Dios. Y Dios es el misterio absoluto, en última instancia incomprensible. Pero después de lo dicho debes reconocer que tu objeción no es concluyente. El dogma trinitario (al igual que todos los demás dogmas cristianos) no contiene ni implica ninguna irracionalidad, ninguna contradicción. No obstante este dogma sí es suprarracional, porque no puede ser comprendido plenamente por nuestras inteligencias finitas. Si no fuera así, no se trataría del misterio de Dios.

Felipe: Todavía debes responder mis otras dos objeciones y cualquiera de ellas es letal para el dogma trinitario.

Pablo: Antes de pasar a responder tu segunda objeción, quisiera explicar un poco más qué dice la doctrina cristiana sobre la Trinidad, comparándola con los tres principales errores teológicos en esta materia:

  • Un error muy burdo consiste en considerar que las tres personas divinas son tres sustancias divinas diferentes, o sea tres dioses. Este triteísmo es evidentemente contrario a la razón filosófica (que demuestra la unicidad de Dios) y al monoteísmo bíblico. El cristianismo es una religión tan monoteísta como el judaísmo y el islamismo, pero con una noción de Dios mucho más rica. Actualmente el error triteísta se da en la religión de los mormones.
  • Otro error consiste en considerar que sólo el Padre es Dios, mientras que el Hijo y el Espíritu Santo son criaturas excelsas, pero no divinas en sentido propio. Este subordinacionismo fue sostenido en el siglo IV por herejes como Arrio y Macedonio y se da actualmente en cierto modo en la religión de los testigos de Jehová.
  • Un error más sutil consiste en considerar que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son tres modos de manifestación de Dios en la historia de salvación, pero que al interior de Dios existe una sola persona, el Padre. Este modalismo fue sostenido en el siglo III por Sabelio y otros herejes.

Estos tres grandes errores tienen un origen común: El intento de dominar racionalmente el misterio de Dios lleva a aceptar algunos de sus aspectos y a rechazar otros. Así la teología se vuelve más comprensible, pero se traiciona el misterio de Dios revelado por Cristo.

II. El dogma trinitario no es antibíblico.

Felipe: Ahora me queda más claro qué es lo que la doctrina católica dice y qué es lo que no dice. Pero, pasando a mi segunda objeción, te demostraré que la verdad acerca de Dios está en la línea de lo que llamas “subordinacionismo”.

Me bastará citar dos textos bíblicos:

  • 1 Corintios 8,6: “Para nosotros no hay más que un solo Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas y para el cual somos; y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas y por el cual somos nosotros.”

Por lo tanto sólo el Padre es Dios. No existe Dios Hijo ni Dios Espíritu Santo. Jesucristo es simplemente “Señor”, alguien superior a nosotros, a quien debemos obedecer, pero distinto de Dios.

  • Efesios 1,17: “Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os conceda espíritu de sabiduría y de revelación para conocerlo perfectamente.”

De este texto se deduce que el Padre es el Dios de Jesús, que Él controla al Espíritu Santo y que la finalidad del don del Espíritu es conocer perfectamente sólo al Padre.

Pablo: Permíteme dar un rodeo introductorio antes de responder directamente tu segunda objeción. Dios es el Ser infinito e inmutable y por lo tanto el misterio de Dios revelado por Cristo es una verdad infinita e inmutable. Sin embargo los hombres, destinatarios de la Divina Revelación, somos seres finitos y mutables, que se desarrollan en la historia. Teniendo esto en cuenta, fácilmente se comprenden estas dos cosas:

  • Que la autorrevelación de Dios a los hombres en la historia ha debido ocurrir a través de un largo proceso histórico, gradual y progresivo;
  • y que, incluso después que la historia de la revelación alcanzó su plenitud objetiva en Cristo, todavía ha de darse en la Iglesia una historia de la comprensión subjetiva de la revelación, un desarrollo de la doctrina cristiana.

Por lo tanto no ha de sorprendernos que en la Tradición de la Iglesia e incluso dentro de la propia Sagrada Escritura podamos comprobar una evolución del dogma y de la teología. Esto representa el cumplimiento de una promesa hecha por Jesús en la Última Cena: El mismo Espíritu Santo recuerda las palabras de Jesús a sus discípulos congregados en la Iglesia, les enseña su verdadero sentido y los guía hasta la verdad completa (cf. Juan 14,26; 16,13).

Teniendo en cuenta esta introducción podremos comprender el hecho de que en el Nuevo Testamento la palabra “Dios” designa generalmente (aunque no siempre) al Padre y que, sin embargo, esto no implica en modo alguno negar la divinidad del Hijo y del Espíritu Santo. Como veremos en la respuesta a tu tercera objeción, hay muchas excelentes razones para afirmar que la doctrina trinitaria está contenida implícitamente en la Divina Revelación transmitida por escrito en la Biblia y que por lo tanto la formulación explícita del dogma trinitario no es una corrupción sino un desarrollo auténtico de la doctrina cristiana. En este punto me basta mostrar que tu argumento no es concluyente.

En 1 Corintios 8,6 (como en muchísimos otros pasajes del Nuevo Testamento) Jesucristo es llamado “Señor”, un título que indica claramente su carácter divino. El equivalente hebreo del griego “Kyrios” (Señor) es “Adonai”, la palabra que utilizaban los judíos, al leer las Escrituras, para sustituir el tetragrama sagrado (YHWH), el impronunciable nombre de Dios.

Felipe: Si crees que Jesús es Dios porque la Biblia lo llama “Señor”, entonces deberías creer que David es Dios, ya que en 2 Samuel 16,9 Abisay llama a David “mi señor”. En realidad la palabra “señor” es aplicada en la Biblia no sólo a Dios, sino también a reyes, caudillos, etc.

Pablo: Por ahora no estoy intentando demostrar la divinidad de Jesús, sino sólo de mostrar la ineficacia de tu razonamiento. En este punto me basta con establecer la posibilidad de que “Señor” sea una forma de dirigirse a Dios, cosa que tú mismo admites.

De todos modos subrayo que nuestro texto designa a Jesús como el único Señor, dando a entender que su señorío no es el de un “señor” cualquiera, sino la ilimitada soberanía del único Dios. Esta interpretación, que resulta obligatoria cuando se considera el Nuevo Testamento en su conjunto, es reforzada aquí por el paralelismo planteado entre la relación del Padre con el mundo y los hombres y la relación del Hijo con el mundo y los hombres.

En cuanto a Efesios 1,17, el dogma de la Encarnación permite sostener que, aunque el Padre sea el Dios de Jesucristo (el Hijo de Dios encarnado), el Hijo es Dios como el Padre (consustancial al Padre). Por otra parte, tus afirmaciones sobre el Espíritu Santo no se pueden inferir con certeza a partir de este texto.

Felipe: Ya que aún no te he convencido, te citaré varios textos bíblicos más que prueban que que el Hijo no es Dios:

  • Proverbios 8,22: “Yahveh me creó, primicia de su camino, antes que sus obras más antiguas.”

Quien habla aquí es la Sabiduría de Dios. Según 1 Corintios 1,24 Cristo es la Sabiduría de Dios. Por lo tanto Cristo fue creado y no puede ser Dios.

  • 1 Corintios 15,28: “Cuando hayan sido sometidas a él todas las cosas, entonces también el Hijo se someterá a Aquel que ha sometido a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todo.

Según Salmos 110,1 el que somete al Mesías todas las cosas es Yahveh. Por lo tanto el Hijo se somete a Yahveh. Esto implica que el Hijo no es Dios.

  • Colosenses 1,16: “Porque en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por él y para él

Este texto dice que todas las cosas fueron hechas por medio de Cristo. Por lo tanto Cristo fue el último ser creado directamente por Dios.

  • Apocalipsis 3,12:

Al vencedor le pondré de columna en el Santuario de mi Dios, y no saldrá fuera ya más; y grabaré en él el nombre de mi Dios, y el nombre de la Ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, que baja del cielo enviada por mi Dios, y mi nombre nuevo.”

Quien habla aquí es Jesús. Por lo tanto Jesús no es Dios.

  • Apocalipsis 3,14:

Al Ángel de la Iglesia de Laodicea escribe: Así habla el Amén, el Testigo fiel y veraz, el Principio de la creación de Dios.”

Aquí Jesús dice que él fue el primer ser creado. Por lo tanto Jesús no es Dios.

Pablo: Consideremos en primer lugar tu cita del libro de los Proverbios. Lo que hemos dicho acerca del carácter gradual y progresivo de la revelación nos permite comprender el hecho de que en el Antiguo Testamento no haya una abierta revelación del misterio de Dios uno y trino sino nada más que indicios de dicho misterio, que sólo pueden ser apreciados como tales a la luz del Nuevo Testamento. El Antiguo Testamento presenta a Dios como el misterio absoluto, que sin embargo se automanifiesta por medio de su “Palabra” y de su “Espíritu”. La revelación del Nuevo Testamento nos permite identificar estas dos “mediaciones” con las personas divinas del Hijo y del Espíritu Santo, respectivamente.

La “Sabiduría” es otro de los atributos divinos que en algunos pasajes del Antiguo Testamente aparecen personificados, insinuando la doctrina de la Trinidad. Así ocurre por ejemplo en Proverbios 8,22. Sin embargo, no es correcto utilizar en forma anacrónica y acomodaticia este versículo como prueba decisiva de que el Hijo de Dios es una criatura. Con igual (falta de) derecho se podría usar otros dos versículos del mismo capítulo (Proverbios 8,24-25) para demostrar que el Hijo fue engendrado, no creado. El sentido literal de estos textos no se refiere a la procesión de la segunda persona de la Trinidad.

Pasando ahora a tus citas del Nuevo Testamento, haré dos comentarios de orden general.

En primer lugar, tus argumentos están basados en textos en los cuales Dios aparece como el Dios de Jesús. En este sentido podrías haber reforzado tu posición mencionando que Jesús oraba a su Padre Dios. La refutación de estos argumentos es relativamente simple si se toma en cuenta el dogma de la Encarnación. Tus objeciones serían válidas si estuvieras discutiendo con monofisitas (herejes que negaban la naturaleza humana de Cristo y creían que Él tenía una sola naturaleza, la naturaleza divina). Pero los católicos (y todos los verdaderos cristianos) creemos que Cristo es una sola persona (el Hijo, segunda persona de la Santísima Trinidad, persona divina) con dos naturalezas reales y completas, humana y divina, sin mezcla ni confusión, sin división ni separación (como dice la fórmula dogmática del Concilio de Calcedonia, del año 451). Es decir que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. En la Encarnación el Hijo se hace hombre sin dejar de ser Dios. A la única persona que recibe los nombres de Jesús, Cristo, Hijo de Dios, Señor etc. se le pueden aplicar tanto las propiedades que corresponden a su naturaleza divina como las que corresponden a su naturaleza humana. Esto se denomina en el lenguaje teológico “comunicación de idiomas” (hoy se podría hablar de “comunión de propiedades”). Por esto podemos decir por ejemplo que el hombre Jesús hizo milagros (algo que sólo Dios puede hacer) o que, en Cristo, Dios murió en la cruz (algo que sólo le puede pasar al hombre); también por esto podemos decir, con el Concilio de Éfeso (del año 431), que María es la Madre de Dios, puesto que es la Madre (según la generación humana) de Uno que es personalmente Dios.

Todo esto permite comprender que haya en el Nuevo Testamento algunos textos que aparentemente sugieren una subordinación del Hijo al Padre, mientras que otros manifiestan la igualdad del Padre y el Hijo. En unos casos se considera el punto de vista de la humanidad de Jesús y en otros casos se considera el punto de vista de su divinidad. Ambos enfoques son complementarios, no contradictorios.

En segundo lugar, el hecho de que las tres personas divinas posean en común todos los atributos de la divinidad y reciban una misma adoración y gloria no implica que ellas sean intercambiables, por así decir. De lo que hemos dicho sobre las relaciones de origen surge que hay un orden en la Trinidad: El Hijo procede del Padre por generación y el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo por espiración. Así pues, el Padre es la primera persona de la Trinidad, el Hijo la segunda y el Espíritu Santo la tercera. Según la fe cristiana, el don de Dios en la historia de la salvación viene del Padre por el Hijo en el Espíritu Santo y conduce en el Espíritu Santo por Cristo al Padre.

Volviendo ahora a 1 Corintios 15,28, vemos que el Hijo sale del Padre y vuelve al Padre, pero vuelve trayendo consigo la humanidad redimida, habiendo cumplido su misión de reconciliar al mundo con Dios.

Felipe: Tu réplica está basada en el dogma de la Encarnación, pero no has demostrado que ese dogma sea verdadero.

Pablo: Eso es cierto, pero también es cierto que no necesito demostrarlo, porque aquí sólo intento probar que tus argumentos bíblicos no son concluyentes. Tú eres quien debería probar que el dogma de la Encarnación es falso, para que tus objeciones contra la Trinidad fueran eficaces.

Felipe: No creo que logres fundamentar tu fe en la Encarnación. Pero me queda una duda sobre la doctrina católica: ¿Dices que hay dos Jesús, uno de naturaleza humana y otro de naturaleza divina?

Pablo: No. La división de Jesús en dos sujetos o personas, una de naturaleza humana y otra de naturaleza divina, es la herejía llamada “nestorianismo” (enseñada por Nestorio en el siglo V). El dogma católico de la Encarnación establece que Jesucristo es una sola persona (divina) con dos naturalezas (humana y divina).

Además, los católicos creemos que la encarnación del Hijo de Dios no fue provisional. Él asumió la naturaleza humana para siempre. Jesucristo no sólo fue verdadero Dios y verdadero hombre durante su vida terrena sino que lo es también hoy. En su resurrección, Cristo no dejó de ser hombre y se convirtió en ángel; sigue siendo un hombre (con cuerpo y alma), pero ahora es un hombre exaltado, que vive unido al Padre en el seno de la Trinidad. Ahora mismo Jesús, un hombre verdadero, reina glorificado en el abrazo del Padre, en la perfecta felicidad del cielo.

III. El dogma trinitario no es antibíblico.

Felipe: Sigue en pie mi tercera objeción. Ningún texto de la Biblia enseña el dogma trinitario, de lo cual deduzco que éste es una mera invención humana.

Pablo: Antes de pasar a refutar tu tercera objeción, por favor explícame qué creen los testigos de Jehová acerca de la naturaleza del Hijo y del Espíritu Santo.

Felipe: Los testigos de Jehová creemos que el Hijo es un ser divino, pero no es Dios, sino el arcángel San Miguel, la principal creatura de Dios. Y también creemos que el Espíritu Santo no es una persona, sino la fuerza activa de Dios.

Pablo: Mi respuesta a tu tercera objeción mostrará que tus afirmaciones sobre el Hijo y el Espíritu Santo son contrarias a la revelación. Pero antes quiero destacar que ambas afirmaciones son también contrarias a la razón:

  • Si el Hijo es verdaderamente un ser divino, entonces su esencia es la esencia divina y por lo tanto es Dios. La idea de un “ser divino distinto de Dios” es autocontradictoria.
  • Si el Espíritu Santo es verdaderamente el Espíritu de Dios, entonces no puede ser una fuerza impersonal. Toda persona es espíritu y todo espíritu es persona. La idea de un “espíritu impersonal” es autocontradictoria.

Felipe: En lugar de responder a esos argumentos, escucharé ahora lo que tengas que decir a favor de la credibilidad del dogma trinitario.

Pablo: Bien. Procederé de la siguiente manera:

  • Daré por supuestas las siguientes verdades, ya que tú también las aceptas: La verdad de la Biblia en general y las de la unicidad de Dios y la divinidad del Padre en particular.
  • Demostraré con base en la Sagrada Escritura que Dios se manifiesta en la historia de salvación como Padre, Hijo y Espíritu Santo.
  • Concluiré que Dios es en sí mismo Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Felipe: De acuerdo. Intenta pues mostrarme que Dios se manifiesta en la Biblia como Trinidad.

Pablo: Habría muchísimo para decir sobre esto, pero en bien de la brevedad me limitaré en un primer momento a señalar que el Nuevo Testamento contiene bastantes fórmulas trinitarias, y haré hincapié particularmente en dos de ellas:

  • Mateo 28,19: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo“.
  • 2 Corintios 13,13: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros.”

Felipe: La Biblia no contiene fórmulas trinitarias trinitarias. El hecho de que aparezcan las palabras “Padre”, “Hijo” y “Espíritu Santo” en una sola frase no significa que sean un solo Dios. De lo contrario los tres hijos de Noé serían una trinidad, puesto que sus nombres figuran en Génesis 5,32.

Pablo: El primer texto que cité es precisamente el final del Evangelio de Mateo. Cristo resucitado manda a sus discípulos ir por todo el mundo, predicar el evangelio a todos los pueblos y bautizarlos “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo“. Es inconcebible que en este final solemne, en esta fórmula que enseguida empezó a ser utilizada en la liturgia bautismal, se haya asociado a Dios con dos simples creaturas (como si dijéramos, en el nombre de Dios, de San Pedro y de San Pablo). Es claro que esta fórmula bautismal ubica al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo en el mismo nivel. Los tres (evidentemente distintos entre sí) pertenecen igualmente a la realidad de Dios.

El segundo texto que cité es precisamente el final de 2 Corintios. Este solemne saludo paulino es semejante al texto anterior, puesto que sitúa en un mismo nivel (dentro de la realidad de Dios) los dones de las tres personas divinas: Dios (el Padre), el Señor Jesucristo (Dios Hijo) y el Espíritu Santo. Destaco que esta hermosa oración a la Trinidad es rezada en cada Santa Misa por el celebrante.

Felipe: Este argumento me parece una pura especulación. Nos has demostrado que la Biblia diga explícitamente que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son un solo Dios.

Pablo: Es cierto que en la Biblia no figura explícitamente esa proposición. La cita que suelen aducir algunos grupos protestantes fundamentalistas (1 Juan 5,7-8) no corresponde al texto auténtico, puesto que la mención de la Trinidad proviene de una interpolación tardía.

Pero también es cierto que esa proposición está contenida implícitamente en la Biblia. Hemos visto ya que en la revelación bíblica aparecen tres “personas” vinculadas a la realidad de Dios. No cabe ninguna duda de que el Padre es Dios. Probaremos ahora a partir del Nuevo Testamento que el Hijo es Dios y más adelante que el Espíritu Santo es Dios.

Con respecto a la divinidad de Jesucristo, hay muchas formas de mostrar que está implícita en todo el Nuevo Testamento:

  • Un enfoque muy eficiente, que no necesito desarrollar aquí, surge de considerar que la resurrección de Jesús confirmó con testimonio divino su pretensión, corroborada también por sus obras y palabras, de ser el portador absoluto de la salvación (o “Reino de Dios”) y de ser igual a Dios.
  • Otro enfoque importante es el centrado en los milagros de Jesús: También éstos proporcionan una perspectiva privilegiada para reconocer su divinidad.

Felipe: Si crees que Jesús es Dios porque hizo milagros, también deberías creer que Eliseo es Dios. Eliseo, al igual que Jesús, resucitó a un muerto, multiplicó panes y curó a un leproso (2 Reyes 4-5).

Pablo: El caso de Jesús es diferente al de Eliseo, pero no necesitamos introducirnos en esa discusión ahora. Ya que aceptas la inerrancia de la Biblia, seguiré el camino más simple, el de la prueba escriturística directa: Si la Biblia enseña siempre la verdad y si enseña que el Hijo es Dios, entonces verdaderamente el Hijo es Dios.

Para no extenderme demasiado, mencionaré sólo siete textos que explicitan claramente que el Hijo es Dios:

  • Juan 1,1: “En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios.”
  • Juan 20,28: “Tomás le contestó: `Señor mío y Dios mío´.
  • Romanos 9,5: “y los patriarcas; de los cuales también procede Cristo según la carne, el cual está por encima de todas las cosas, Dios bendito por los siglos. Amén.
  • Filipenses 2,5-11: “Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo: El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo, tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual Dios lo exaltó y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios Padre.”
  • Tito 2,13: “aguardando la feliz esperanza y la Manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo“.
  • Hebreos 1,8: “Pero del Hijo: `Tu trono, ¡oh Dios!, por los siglos de los siglos´
  • Apocalipsis 1,8: “Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, Aquel que es, que era y que va a venir´, el Todopoderoso.”

Felipe: Ninguno de esos siete textos prueba que el Hijo sea Dios. Veámoslos uno a uno.

  • Juan 1,1: “la Palabra era Dios” es una mala traducción. La traducción correcta es “la Palabra era divina” o “la Palabra era un ser divino”.
  • Juan 20,28: “Señor mío” se refiere a Jesús y “Dios mío” se refiere a Dios (el Padre).
  • Romanos 9,5: “Dios bendito por los siglos” no se refiere a Cristo, sino a Dios (el Padre).
  • Filipenses 2,5-11: Este texto dice que Jesús tenía “forma” de Dios, no que fuera Dios.
  • Tito 2,13: La expresión “del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo” es una mala traducción. La traducción correcta, según Pablo Bessom, es: “del gran Dios y del Salvador nuestro, Jesucristo”. Hay aquí (como en Tito 1,4 y otros textos bíblicos) una distinción entre “Dios” y “el Salvador”.
  • Hebreos 1,8: La expresión “Tu trono, ¡oh Dios!” es una mala traducción. La traducción correcta, según Wescott, es “Tu trono está en Dios”. Hay aquí (como en Hebreos 1,9 y otros textos bíblicos) una distinción entre “Dios” y “el Hijo”.
  • Apocalipsis 1,8: Quien habla aquí no es Jesús sino, como dice el mismo texto, “el Señor Dios” (Yahveh, es decir el Padre).

Pablo: En tres de los siete casos propones una nueva traducción y en los restantes cuatro casos propones una nueva interpretación del texto sagrado.

  • En lo que respecta a las traducciones, hay un amplio consenso entre los expertos acerca de que la versión de la Biblia utilizada por los Testigos de Jehová (la llamada “Traducción del Nuevo Mundo”) ha introducido numerosas adulteraciones y tergiversaciones del texto bíblico, para tratar de ocultar las discordancias entre éste y la doctrina de la secta.
  • En cuanto a la exégesis, cabe subrayar que los Testigos de Jehová interpretan la Biblia fuera de toda la Sagrada Tradición de la Iglesia, guiados únicamente por las autoridades de la secta, las cuales desde Charles Russell en adelante se han considerado a sí mismas (sin ningún fundamento) como únicos intérpretes autorizados de la Palabra de Dios.

Podríamos proseguir la discusión acerca de los siete textos, pero para no alargar demasiado este debate te propongo concentrarnos en un problema de traducción (el texto de Juan 1, la afirmación más directa de la divinidad del Hijo) y un problema de exégesis (el texto de Filipenses, el más expresivo acerca de nuestro tema). Estos dos textos bastan y sobran para probar la divinidad del Hijo.

Felipe: De acuerdo.

Pablo: Veamos primero Filipenses 2,5-11. Este texto magnífico, que sintetiza todo el misterio de Cristo, contiene un himno que muy probablemente es anterior a la obra escrita de San Pablo. Aquí se enuncian claramente, además de la preexistencia y la encarnación del Hijo, las siguientes afirmaciones:

1) Que Cristo es de condición divina (es decir, que es Dios).

2) Que Cristo es igual a Dios (el Padre); por lo tanto Cristo es Dios como el Padre (no otro Dios sino el mismo Dios).

3) Que Dios (el Padre) concedió a Cristo “el Nombre que está sobre todo nombre” (el santo e inefable nombre de Dios); por ende, Cristo es Dios.

4) Que toda rodilla se debe doblar ante Cristo y toda lengua debe confesar que Él es el Señor (Dios). Las alusiones a Isaías 45,23 (“toda rodilla se doble”, “y toda lengua confiese”), donde lo mismo se dice de Yahveh), subrayan aún más el carácter divino (de por sí evidente en este contexto) del título “Señor”.

Felipe: Daré respuesta a tus cuatro argumentos:

  • El texto que citaste prueba que Jesucristo tiene naturaleza divina, pero no que es Dios. Según 2 Pedro 1,4, cuando nosotros aprendemos de Dios también nos hacemos “partícipes de la naturaleza divina“. Si nosotros, que no somos Dios, tenemos naturaleza divina, el hecho de que Jesús tenga naturaleza divina no prueba que sea Dios.
  • Si Jesús era igual a Dios, entonces ¿por qué dice el texto bíblico que su forma de Dios no era algo de lo quisiera apoderarse? Si Jesús era Dios, entonces nunca siquiera debió querer serlo, porque ya lo era.
  • Filipenses 2,9 dice “Por lo cual Dios lo exaltó y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre”. Si Jesús es Dios, entonces ¿por qué necesita que lo exalten? Dios lo exaltó, pero por debajo de Sí mismo. Aunque Dios dio a Jesús un nombre que está sobre todo otro nombre, no se dice que este nombre esté sobre el nombre de Dios.
  • Todos los títulos aplicados por la Biblia a Jesucristo también se aplican a otras personas que no son Dios. Por ejemplo, a Nabucodonosor se le llamó “rey de reyes” (Daniel 2,37) y aunque este título es muy importante, Nabucodonosor no es Dios. Lo mismo vale para el título “Señor”.

Pablo: He aquí mis réplicas a tus débiles objeciones:

  1. 2 Pedro 1,4 y la subsiguiente teología cristiana utilizan el concepto de “participación” en el sentido preciso que este término tenía en la antigua filosofía griega. Por ello es necesario distinguir entre “ser” de naturaleza divina y “participar” de la naturaleza divina. Ser de naturaleza divina es idéntico a ser Dios. En cambio, decir que el cristiano “participa” de la naturaleza divina significa que, por un don libérrimo y gratuito de Dios, de un modo oculto ya en la tierra y de un modo manifiesto en el cielo, él puede conocer y amar como Dios conoce y ama, sin dejar de ser una creatura de Dios. En la óptica cristiana (muy distinta de la panteísta) la unión mística del ser humano con Dios no anula la infinita diferencia existente entre ambos.
  2. Filipenses 2,6 dice que Cristo, “siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios”. Es decir que, a pesar de ser de naturaleza divina (o sea, de ser Dios), el Hijo renunció a manifestar visiblemente su igualdad con Dios al asumir la naturaleza humana en la Encarnación.
  3. Obviamente Filipenses 2,9 no dice que el Nombre de Jesús está sobre el Nombre de Dios. Esto sería totalmente absurdo. Lo que dice es que Dios “le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre”. Es evidente que este Nombre es el Nombre de Dios, no un nombre por encima del Nombre de Dios. Tú dices que “el Nombre que está sobre todo nombre” está debajo del nombre de Dios, pero eso es exactamente lo contrario de lo que dice el texto bíblico.
  4. No respondes a mi argumento, que consiste en interpretar aquí “Señor” como “Dios”, con claro fundamento bíblico.

Felipe: Según los eruditos, la traducción correcta de Juan 1,1 es: “En el principio era la Palabra y la Palabra era hacia el Dios y la Palabra era un ser divino“.

  • El “Dios” con quien está la Palabra es “tòn Theón” (“el Dios”, con artículo).
  • El “dios” que es la Palabra es “theòs” (“dios”, sin artículo).

Como este último “theòs” no tiene artículo determinado, entonces resulta que el “Logos” (la Palabra) no es “Theòs”, sino que tiene cualidades de “theòs”. Es un ser divino, pero no es Dios. Si quieres una explicación erudita, lee el Journal of Biblical Literature, volumen 92.

Pablo: Mi respuesta tendrá tres momentos:

  • En primer lugar no puedo admitir que apoyes tu tesis en la autoridad de “los eruditos”. La inmensa mayoría de los eruditos, a lo largo de dos milenios, a pesar de sus diversas tendencias religiosas y filosóficas, ha apoyado la traducción tradicional, que es una clara afirmación de la divinidad de Jesucristo, Hijo de Dios Padre; de modo que no te refieres en realidad a “los eruditos”, sino a los eruditos de tu tendencia “unitaria” (antitrinitaria).
  • En segundo lugar quiero destacar que nuestro versículo no presenta ningún problema de crítica textual, por lo cual nuestra discusión se reduce estrictamente a un simple problema de traducción.

Entre los miles de manuscritos antiguos del Nuevo Testamento que se conservan no figura ninguna variante del texto griego de Juan 1,1. Esto se puede comprobar en cualquier buscador de Internet utilizando las palabras clave “Greek New Testament Critical Edition” u otras semejantes, lo cual da como resultado un material abundantísimo.

En tercer lugar, pasaré a refutar tu tesis. Dado que mis conocimientos de griego bíblico son muy escasos, me limitaré a:

  • mostrar que las traducciones del prólogo del Evangelio de Juan de los Testigos de Jehová no son coherentes con tu tesis;
  • dar un argumento de tipo histórico-teológico;
  • consultar a un experto en griego bíblico.

Consideremos la coherencia interna de tu tesis. Es importante notar que dentro del mismo prólogo del Evangelio de Juan (1,1-18) se nombra a Dios sin artículo otras cuatro veces (1):

  • 1,6: “Hubo un hombre, enviado de Dios, de nombre Juan”: “ápestalménos parà Theoû“.
  • 1,12: “A los que lo recibieron, les dio poder de llegar a ser hijos de Dios”: “tékna Theoû genésthai“.
  • 1,13: “Sino de Dios, son nacidos”: “ek Theoû égennéthesan“.
  • 1,18: “A Dios nadie lo vio nunca”: “Theòn oúdeìs èóraken pópote“.

Ahora bien, las ediciones del Nuevo Testamento de los Testigos de Jehová emplean en estas cuatro ocasiones la palabra “Dios”, lo cual es correcto pero incompatible con tu tesis. Es pues evidente que el principio de traducción en que te basas es una invención ad hoc para acomodar el texto de Juan 1,1 a la doctrina de los Testigos de Jehová.

Consideremos ahora un segundo argumento. El prólogo del Evangelio de Juan termina en Juan 1,18: “A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado.” Sin embargo en la tradición de los manuscritos antiguos existe una variante: En algunos manuscritos se lee “un Dios Hijo único” en lugar de “el Hijo único“. Pues he aquí que el texto griego que indiqué concuerda con esa versión minoritaria: Allí se lee, en el versículo 18, “monogenès Theòs“. Ahora bien, ¿Cuál de estas dos explicaciones de esta variante parece más plausible?:

  • En el seno de la primitiva comunidad cristiana, compuesta por prototestigos de Jehová, había unos pocos católicos que ya desde entonces se dedicaban a adulterar los textos bíblicos para hacerlos compatibles con su herejía trinitaria.
  • Los dos textos expresan con distintas palabras una de las creencias básicas de la comunidad cristiana primitiva.

Consideremos finalmente la opinión de un Doctor en Sagrada Escritura. En estos apuntes que te dejo para que los estudies detenidamente queda demostrada la falsedad de la traducción de Juan 1,1 que tú utilizas (2).

En conclusión: Si bien es cierto que por lo común la palabra “Theòs” en el Nuevo Testamento designa al Padre, es también claro que Juan 1,1 es una de las excepciones. Evidentemente Juan 1,1 no puede significar que el Hijo es el Padre, sino que el Hijo es Dios como el Padre (un mismo Dios, no un segundo Dios).

Felipe: Aunque tu traducción fuera correcta, no demostraría la divinidad del Hijo. En Salmo 82,6 el mismo Yahveh llama “dioses” a los hombres que son “hijos del Altísimo“. Aunque a estos hombres se les llame dioses, ninguno de ellos es Yahveh. Lo mismo vale para Jesús.

Pablo: No es serio comparar ese texto, en el cual el salmista equipara a los príncipes y jueces de Israel con los miembros de la corte celestial, con un texto como Juan 1,1, que identifica de la manera más formal posible a la Palabra (el Hijo) con Dios.

Pasando ahora al tema del Espíritu Santo, te diré que:

  • Su divinidad se manifiesta por ejemplo en 1 Corintios 2,10: “el Espíritu todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios” (esto es algo que sólo Dios puede hacer).
  • Su personalidad se manifiesta por ejemplo en Hechos 15,28: “Que hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros no imponeros más cargas que éstas indispensables” (los entes impersonales no pueden tomar decisiones).
  • Él es el “otro Paráclito” enviado por el Padre (cf. Juan 14,16). Si el primer Paráclito (el Hijo) es una persona divina, como hemos demostrado, el segundo también lo es.

En conclusión: Dios se manifiesta en la historia de salvación como Padre, Hijo y Espíritu Santo (tres personas divinas y un solo Dios vivo y verdadero). Esto implica necesariamente que Dios es en Sí mismo Padre, Hijo y Espíritu Santo, porque de lo contrario no habría verdadera autorrevelación y autocomunicación de Dios al hombre. Inversamente, si Dios, que es eternamente Padre, Hijo y Espíritu Santo, decide libremente manifestarse en la historia, necesariamente debe manifestarse como lo que Él es en Sí mismo: El Dios unitrino.

El dogma de la Santísima Trinidad pertenece a la revelación de Dios en Cristo. Si alguien no cree en la Trinidad (ni en la Encarnación) no es cristiano (objetivamente).

Autor: Daniel Iglesias Grèzes

Fuente: revistafeyrazon.wordpress.com

Notas:

(1) Por razones prácticas cito aquí el texto griego en caracteres latinos. Los lectores pueden cotejar estas citas con el verdadero texto griego (en caracteres griegos) haciendo click sobre el link indicado más arriba.

(2) Reproduzco aquí una nota del Pbro. Dr. Miguel A. Barriola, de fecha 27/02/2003:

Estimado amigo:

Se ve que los “Testigos”, fuera de toda tradición, lo único que persiguen es mantener, cueste lo que cueste, sus propios modos de interpretar. Porque, en anteriores presentaciones de “su” Biblia traducían “La Palabra era «un» Dios” , con tal de escapar a la versión más obvia: “era Dios”.

Querían fundamentarla científicamente, basados en el (supuesto) uso de la lengua griega. Decían que, faltando el artículo para el sustantivo “Theós” (cosa que no acontecía en la primera vez: “prós ton Theón” (el Verbo se dirigía hacia el Dios), interpretan esa omisión como una variación en el segundo empleo del término (Theós).

Ahora, en esta nueva traducción llegan a adjetivizar un claro sustantivo en el texto original (la Palabra era divina).

Pero el hecho es que el Lógos no es llamado “théios” ( = divino), con un adjetivo, ni “Théos tis” (=un dios), en sentido helenístico, sino: Dios, simplemente, un sustantivo.

Se ha de aclarar que el predicado, por lo general, no va acompañado de artículo. Si se dice: “Simón es pescador”, se quiere expresar que el sujeto pertenece a la categoría de los que ejercen ese oficio. Él no lo agota ni acapara. En cambio, si se desea dar énfasis, expresando, por ejemplo: “Juan es ho Theólogos” (= “el” teólogo), el atributo articulado indica algo especial, descollante en el género. Se trata de un “teólogo por excelencia”. Así la pregunta de Pilato: “¿tú eres rey? (Jn 18,37) está indagando sobre la condición que Jesús diría compartir con otros monarcas. En cambio, en Jn 19,19: “Jesús ho nazaráios, ho basiléus ton ioudáion” (= el nazareno, el rey de los judíos), los artículos que preceden a los atributos están señalando que se trata de un personaje bien determinado y único.

En el mismo Prólogo tenemos un atributo con artículo, pero que, justamente destaca la singularidad total, fuera de serie, inigualable del sujeto al que se le endosa: (1, 9): Én  fós tó alethinón (= era la luz, la verdadera”); no cualquier tipo de luz, sino la única auténtica. (Por otra parte, en igual sentido, sólo que con una negación, el v. 8° había descartado que el Bautista fuera “la” luz).

En 1, 1, la omisión del artículo ante el sustantivo “Theós”, por consiguiente, quiere decir que la Palabra pertenece a la categoría de Dios, es Dios. Lo cual, evidentemente no hay que entenderlo al modo de “género – individuo”, porque otros lugares bíblicos aportan las precisiones sobre el único Dios, con el cual, sin embargo, se identifican tres personas distintas, que ni lo dividen ni lo multiplican en un politeísmo.

Por lo demás (como señala H. Hébert, Los testigos de Jehová – Su historia y su doctrina, Madrid 1977, p.- 173), el mismo contexto se opone a comprender “Theós” sin artículo bajo una luz diferente, pues, según un procedimiento muy semítico, la segunda y tercera proposiciones del versículo comienzan por la palabra última de la frase precedente:

“En el principio era el Lógos

y el Lógos estaba dirigido a Dios

y Dios (atributo) era el Lógos”.

Esa repetición de la palabra final implica la utilización del mismo sentido las dos veces. De lo contrario el autor (sin avisar nada de cambios de sentido a su lector) sembraría la confusión.

Esperando haber aportado algo útil a su discusión, queda a sus órdenes:

M.A. Barriola

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