Continuando con la serie de conversaciones entre amigos sobre temas de apologética, les comparto un nuevo diálogo ficticio tomada del libro “Conversaciones con mis amigos evangélicos” (capítulo 23) en donde se analiza la objeción frecuente que hacen nuestros hermanos evangélicos respecto a si es lícito llamar al sacerdote “padre”. En esta ocasión, los argumentos los he tomado de algunas Webs de apologética protestante. Los nombres de quien participan no son reales.
Miguel: Ya entiendo por qué creen que el Papa es el sucesor del apóstol Pedro, pero ¿y los títulos que le dan, que en algunos casos solamente corresponden a Dios?
José: ¿Cómo cuales?
Miguel: Como por ejemplo, el de “Santo Padre”. ¿No ordena Jesús claramente en el evangelio “No llaméis a nadie “Padre” vuestro en la tierra, porque uno sólo es vuestro Padre: el del cielo.” (Mateo 23,9)
Marlene: Realmente eso no sólo lo hacen con el Papa, sino con todos los sacerdotes, a los que llaman “padre”.
José: Ok, vamos por partes. En primer lugar, me imagino que no me objetaran que le llamemos “santo”, porque así llama la Biblia a todos los miembros de la Iglesia, que es el cuerpo de Cristo [1]. Por tanto, si los cristianos pueden ser llamados “santos” no veo por qué no pueda serlo el Papa.
Miguel: De acuerdo, pero además le llaman “padre”.
José: Allí vamos, pero antes les pregunto: ¿ustedes creen que este texto se pueda interpretar de una manera absolutamente literal? Después de todo, dice “No llames a NADIE “padre” en la tierra”. ¿Aplica en todos los sentidos?
Marlene: Estamos claros en que no, porque de ser así no podríamos llamar padres ni a nuestros progenitores biológicos. En mi opinión Jesús no estaba prohibiendo eso, sino solamente usar esta palabra en “sentido espiritual”, tal como la utilizan los católicos para referirse a sus sacerdotes.
José: Nosotros los católicos en cambio, no creemos que esa interpretación sea viable ni esté acorde al resto del Nuevo Testamento.
Miguel: ¿Por qué?
José: Porque de ser así, inclusive los apóstoles violaron ese mandato, ya que numerosas veces llamaron “padre” en sentido espiritual a muchos hombres, e incluso a sí mismos. Recuerda por ejemplo, como Jesús llama a Abraham “nuestro padre”. (Lucas 16,24.30; Juan 8,56, etc.), o recuerda…
Marlene: Heee…espera un momento… en el Nuevo Testamento se llama “padre” a Abraham no en sentido espiritual, sino en sentido carnal, como antepasado de los judíos según la carne, de manera similar en que se designa a los padres biológicos. El mismo San Pablo lo aclara cuando dice: “¿Qué diremos, pues, de Abraham, nuestro padre según la carne?” (Romanos 4,1)
José: Pero no sólo en ese sentido, sino también en sentido espiritual, como padre también de los creyentes en la fe. Por esto San Pablo dice también: “y recibió la señal de la circuncisión como sello de la justicia de la fe que poseía siendo incircunciso. Así se convertía en PADRE DE TODOS LOS CREYENTES incircuncisos, a fin de que la justicia les fuera igualmente imputada; y en padre también de los circuncisos que no se contentan con la circuncisión, sino que siguen además las huellas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham antes de la circuncisión.” (Romanos 4,11-12)
San Pablo se llama también a si mismo padre espiritual cuando dice: “Pues aunque hayáis tenido diez mil pedagogos en Cristo, no habéis tenido muchos padres. He sido yo quien, por el Evangelio, os engendré en Cristo Jesús.” (1 Corintios 4,15) o también cuando dice: “Te ruego en favor de mi hijo, a quien engendré entre cadenas, Onésimo.” (Filemón 1,10) [2]
Analicemos ahora el siguiente texto donde San Juan escribe a los fieles y creyentes en la Iglesia: “Os he escrito a vosotros, hijos míos, porque conocéis al Padre, Os he escrito, padres, porque conocéis al que es desde el principio. Os he escrito, jóvenes, porque sois fuertes y la Palabra de Dios permanece en vosotros y habéis vencido al Maligno” (1 Juan 2,14).
Ahora cabe preguntarse, ¿a quién se refirió San Juan cuando saludó a los “padres”? no parece lógico que se haya referido a los padres biológicos, porque había comenzado saludando a “sus hijos” no biológicos sino espirituales, por tanto, es muy probable que cuando se refiere a los “padres” se está refiriendo a aquellos que como él, son padres espirituales de los fieles (obispos y presbíteros de la Iglesia).
Miguel: José, pero entonces ¿a quién prohíbe Jesús que se le llame padre, sino es a los líderes de la Iglesia?
José: Lo que sucede es que Jesús allí estaba utilizando una figura literaria que se conoce como “hipérbole”, la cual es una exageración intencionada con el objetivo de plasmar en el oyente una idea o una imagen difícil de olvidar. En el evangelio encontramos en la predicación de Jesús numerosas hipérboles: “Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehena” (Mateo 5,29); “Y si tu mano derecha te es ocasión de pecado, córtatela y arrójala de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo vaya a la gehena” (Mateo 5,30); “Si alguno viene donde mí y no odia a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío.” (Lucas 14,26). Por medio de esa hipérbole, trataba de enseñar a los discípulos una lección: en la Iglesia, quienes ocupen puestos de autoridad deben hacerlo para servir, a diferencia de los fariseos que buscaban los puestos de autoridad para recibir honores y alabanzas. Si leemos el texto completo veremos como el contexto lo confirma:
“Entonces Jesús se dirigió a la gente y a sus discípulos y les dijo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas. Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres; se hacen bien anchas las filacterias y bien largas las orlas del manto; quieren el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, que se les salude en las plazas y que la gente les llame “maestro”. Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar “Rabí”, porque uno sólo es vuestro Maestro; y vosotros sois todos hermanos. Ni llaméis a nadie “Padre” vuestro en la tierra, porque uno sólo es vuestro Padre: el del cielo. Ni tampoco os dejéis llamar “Directores”, porque uno sólo es vuestro Director: el Cristo. El mayor entre vosotros será vuestro servidor. Pues el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.” (Mateo 23,1-12)
Observen que no sólo prohíbe llamar “padre”, sino también “rabí” o “maestro”, a pesar de que ser “maestro” es uno de los ministerios de la Iglesia (1 Corintios 12,28-29). Pensando de la misma manera, tampoco deberían llamar a sus pastores “pastor”, pues uno sólo es el pastor de nuestras almas: Jesucristo. Particularmente, tengo muy claro, al igual que los primeros cristianos, que no se trataba de una prohibición literal de usar una palabra, sino de evitar la tentación de querer ejercer la autoridad en busca de gloria personal y no para gloria de Dios.
NOTAS
[1] La Biblia llama “santos” a los miembros de la Iglesia (Mateo 27,52; Hechos 9,13.32.41; 26,10; Romanos 1,7; 8,27; 12;13; 15;25.26.31; 16,2.15; 1 Corintios 1,2; 6,1.2; 7,14; 14,33; etc.), incluso a los profetas (Hechos 3,21) y a los ángeles (Mateo 25,31; Marcos 8,38). En la Iglesia Católica se utiliza el término “santos” en ocasiones en este sentido, y otras veces para hacer referencia a los santos canonizados. Los hermanos evangélicos generalmente creen que cuando un católico habla de santos, se refiere solamente a éstos últimos.
[2] Hay muchos otros textos en el evangelio donde los apóstoles adoptan el rol de padre espiritual (1 Pedro 5,13; 1 Juan 2,1.12.18.28; 3,7; etc.)
Autor: José Miguel Arráiz