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Para estudiar el Dogma de la Comunión de los Santos en la Biblia

Los Santos y la comunión eucarística

Uno de los dogmas de fe de la Iglesia católica es la comunión de los Santos. Creemos que la Iglesia es el cuerpo místico de Cristo y está compuesta de la iglesia triunfante, la iglesia purgante y la iglesia militante.

La Iglesia triunfante son todos aquellos que ya han muerto, se han salvado y completamente purificados están en comunión completa con Dios. La Iglesia purgante son todos aquellos, que aunque ya han muerto y están salvados y destinados al cielo, todavía no se encuentran completamente purificados. Y la iglesia militante somos todos aquellos que estamos con vida sirviendo a nuestro Señor aquí en la tierra.

El Catecismo nos dice:

954: “Los tres estados de la iglesia. “Hasta que el Señor venga en su esplendor con todos sus ángeles y, destruida la muerte, tenga sometido todo, sus discípulos, unos peregrinan en la tierra; otros, ya difuntos se purifican; mientras otros están glorificados, contemplando claramente a Dios mismo, uno y trino, tal cual es.”

La intercesión de los Santos

Comunión de los santosCreemos que aquellos que pertenecen a la Iglesia triunfante pueden interceder por nosotros ante Dios para que nos brinde su auxilio oportuno y nos ayude en nuestro camino hacia Él. Los ángeles que también están en comunión con Dios y ven constantemente su rostro también pueden interceder por nosotros. El catecismo a este respecto nos dice:

957: “Por el hecho de que los del cielo están más íntimamente unidos con Cristo, consolidan más firmemente a toda la Iglesia en la santidad… no dejan de interceder por nosotros ante el Padre. Presentan por medio del único Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, los méritos que adquirieron en la tierra… Su solicitud fraterna ayuda pues, mucho a nuestra debilidad.”

Es frecuente encontrar ante esta doctrina una dura oposición de los hermanos cristianos de Iglesias no católicas: “Los católicos adoran a la Virgen y a los Santos” objetan frecuentemente y afirman que no se les debe pedir intercesión ante Dios por algunas razones que analizaré a continuación.

Argumentos protestantes negar la intercesión de los Santos.

Razón 1: Afirman que es pecado de idolatría pedir a alguien que no sea Cristo que interceda por nosotros, ya que Él es el único mediador entre Dios Padre y los hombres. Esta afirmación se basa en lo que dice la escritura:

“Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también,” 1 Timoteo 2,5

Idolatría implica poner dar a algo o alguien distinto de Dios su lugar. Ya al comprender esto este argumento comienza con el pie izquierdo, ¿Cómo podría ser posible darle a los santos el lugar de Dios cuando se les pide que interceda ante Él?.

Pero si el argumento está orientado a afirmar que damos a los santos el lugar de Cristo como mediador entre Dios y los hombres (basándonos en el texto anterior) el argumento también falla.

Ante es importante abordar la definición de mediador, el cual etimológicamente proviene del latín mediator, de mediare, pararse o dividir en el medio, pero veamos una definición más clara:

Mediador: “interceder o rogar por uno. Interponerse entre dos o más que riñen o contienden, procurando reconciliarlos y unirlos en amistad. Existir o estar una cosa en medio de otras”.

El término mismo no produce gran dificultad, y se entiende en general de buenas a primera: “mediador” es quién está entre dos o más personas, ofreciendo su persona para hacer como de puente entre ellas, sobre todo si estas están en conflicto.

Cristo en la cruzCristo es mediador porque Él ha pagado por la deuda que el ofensor (nosotros) teníamos con el ofendido (Dios). En esa forma solo Cristo puede mediar por nosotros porque El siendo Dios y Hombre verdadero ha muerto para pagar nuestros pecados y nadie más. En ese sentido, más nadie, ni la Virgen, ni los Santos, ni los ángeles pueden mediar.

Pero interceder suplicando al ofendido (Dios) que perdone al ofensor (Nosotros), y en rogar al Todopoderoso que envíe ayudas especiales al necesitado, en esta segunda forma de mediación, la Virgen, los Santos y hasta nosotros podemos ser mediadores, porque todos somos miembros del cuerpo de Cristo que es la Iglesia.

En la Biblia podemos encontrar varios ejemplos:

Cuando Dios se disgustó por los cuatro hombres que le habían inventado al Patriarca Job lo que él no había hecho, les dijo:

“Así que tomad siete novillos y siete carneros, id donde mi siervo Job, y ofreced por vosotros un holocausto. Mi siervo Job intercederá por vosotros y, en atención a él, no os castigaré por no haber hablado con verdad de mí, como mi siervo Job.»” Job 42,8

En este caso Job aparece como intercesor entre los hombres y Dios, pero no para pagar las deudas que le tenían al Señor sino para rogar en favor de ellos. Y el Señor atendió su petición y los perdonó.

Moisés también fue intercesor del pueblo de Dios:

“Perdona, pues, la iniquidad de este pueblo conforme a la grandeza de tu bondad, como has soportado a este pueblo desde Egipto hasta aquí.» Dijo Yahveh: «Le perdono, según tus palabras.” Números 14,19

“El pueblo fue a decirle a Moisés: «Hemos pecado por haber hablado contra Yahveh y contra ti. Intercede ante Yahveh para que aparte de nosotros las serpientes,» Moisés intercedió por el pueblo.” Números 21,7

“Déjame ahora que se encienda mi ira contra ellos y los devore; de ti, en cambio, haré un gran pueblo.» Pero Moisés trató de aplacar a Yahveh su Dios, diciendo: “¿Por qué, oh Yahveh, ha de encenderse tu ira contra tu pueblo, el que tú sacaste de la tierra de Egipto con gran poder y mano fuerte?” Éxodo 32,10-11

Aquí otra vez, vemos que aparece Moisés como intercesor, no pagando los pecados de los otros (que eso solamente lo pudo hacer y lo hizo Jesucristo) sino rogando en favor de ellos.

Abraham intercedió por Somoda y Gomorra :

“Dijo, pues, Yahveh: «El clamor de Sodoma y de Gomorra es grande; y su pecado gravísimo. Ea, voy a bajar personalmente, a ver si lo que han hecho responde en todo al clamor que ha llegado hasta mí, y si no, he de saberlo.». Abordóle Abraham y dijo: «¿Así que vas a borrar al justo con el malvado? Tal vez haya cincuenta justos en la ciudad. ¿Es que vas a borrarlos, y no perdonarás a aquel lugar por los cincuenta justos que hubiere dentro?” Génesis 18,20-21.23-24

Único mediador pagando la deuda es Cristo. Pero intercesores rogando, si pueden ser la Santísima Virgen María, los santos y lo podemos ser nosotros rogando en favor de los demás.

Incluso también vemos como los mismos ángeles interceden con sus peticiones por nosotros:

“Tomó la palabra el ángel de Yahveh y dijo: «Oh Yahveh Sebaot, ¿hasta cuándo seguirás sin apiadarte de Jerusalén y de las ciudades de Judá, contra las cuales estás irritado desde hace setenta años?» Yahveh respondió al ángel que hablaba conmigo palabras buenas, palabras de consuelo.” Zacarías 1,12-13

Un ejemplo de este tipo de intercesión poderosa (no pagando la deuda) sino basada en la petición de aquellos que están unidos a Cristo lo vemos en el nuevo testamento en el pasaje de las bodas de Caná:

bodas-de-cana“Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda, le dice a Jesús su madre: «No tienen vino.» Jesús le responde: «¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora.» Dice su madre a los sirvientes: = «Haced lo que él os diga.» = Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purificaciones de los judíos, de dos o tres medidas cada una. Les dice Jesús: «Llenad las tinajas de agua.» Y las llenaron hasta arriba. «Sacadlo ahora, les dice, y llevadlo al maestresala.» Ellos lo llevaron. Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como ignoraba de dónde era (los sirvientes, los que habían sacado el agua, sí que lo sabían), llama el maestresala al novio y le dice: «Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora.» Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos.” Juan 2,2-11

El pasaje anterior es clarísimo, nada menos que la hora en que Jesús comenzó sus señales y manifestó su gloria fue adelantada en virtud de la petición de su madre: («¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora.»). Aquí la enseñanza es clara, la petición de aquellos que están unidos al Señor es poderosa. La petición de María fue tan poderosa que el Señor adelantó su hora por amor a ella. Ahora habría que preguntarse, ¿Si el Señor escuchaba hasta ese punto las peticiones de su madre, no lo hará ahora que están juntos por toda la eternidad?

Otros ejemplos de intercesión que no es contrario a la única mediación de Cristo los vemos cuando el Apóstol Pablo en numerosas ocasiones suplica que oren e intercedan por El y por los demás miembros de la iglesia (a quienes llama santos):

“Hermanos, orad también por nosotros.” 1 Tesalonicenses 5,25

“Tomad, también, = el yelmo de la salvación = y la la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios; siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos,” Efesios 6,18
“Confesaos, pues, mutuamente vuestros pecados y orad los unos por los otros, para que seáis curados. La oración ferviente del justo tiene mucho poder.” Santiago 5,16

Si los apóstoles pensaran que no se puede interceder por lo demás con la oración, entonces ellos no pidieran orar por ellos y su intercesión no es conflicto con la oración de Cristo porque es en su nombre. Por eso cuando oramos en la misa y elevamos nuestras peticiones al Señor decimos POR CRISTO CON ÈL Y EN ÈL. Todos somos intercesores porque estamos EN CRISTO, y somos parte de su cuerpo místico que es la Iglesia.

Esto es tan claro que si analizamos en su contexto el pasaje de la carta de Timoteo donde se nos habla de la mediación de Cristo entenderemos bien que una cosa no entra en conflicto con la otra:

“Ante todo recomiendo que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres; por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos vivir una vida tranquila y apacible con toda piedad y dignidad. Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad. Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, que se entregó a sí mismo como rescate por todos. Este es el testimonio dado en el tiempo oportuno,” 1 Timoteo 2,1-6

Del análisis completo del pasaje anterior podemos entender muchas cosas que no se entenderían con el análisis aislado del versículo. Entre estas tenemos:

Primero que aunque todos podemos orar directamente a Dios, para Dios también es agradable que oremos e intercedamos mutuamente por los demás, ya que en esta forma colaboramos en la obra de salvación de Dios, que quiere que todos nos salvemos, no como individuos, si no como iglesia y comunidad ayudándonos mutuamente (ver versículos 1-3)

Segundo que Cristo es único mediador entre Dios porque se entregó a sí mismo como rescate por todos (Ver versículos 5-6), pero que esto en ningún momento afirma que no podemos interceder con nuestras oraciones unos por otros.

Razón 2: Los muertos no tienen consciencia de nada por lo que es inútil pedirles que intercedan por nosotros. Este argumento generalmente es utilizado por testigos de Jehová y algunas denominaciones evangélicas (una minoría).

Los que utilizan este argumento se basan en la interpretación literal del siguiente pasaje:

“Pues mientras uno sigue unido a todos los vivientes hay algo seguro, pues vale más perro vivo que león muerto. Porque los vivos saben que han de morir, pero los muertos no saben nada, y no hay ya paga para ellos, pues se perdió su memoria. Tanto su amor, como su odio, como sus celos, ha tiempo que pereció, y no tomarán parte nunca jamás en todo lo que pasa bajo el sol.” Eclesiastés 9,4-6

El pasaje anterior se refiere a sus cuerpos pero no a su espíritu que retorna a Dios. En el mismo libro más adelante lo aclara:

“Acuérdate de tu Creador en tus días mozos, mientras no vengan los días malos, y se echen encima años en que dirás: «No me agradan»;…vuelva el polvo a la tierra, a lo que era, y el espíritu vuelva a Dios que es quien lo dio.” Eclesiastés 12.1.7

El mensaje del libro del Eclesiastés es trata de que todo es vanidad sino es amar y servir a Dios. Es escrito en un momento donde para este punto la revelación no estaba completamente dada, no se tenía certeza de la vida después de la muerte, ni siquiera se tenía conocimiento de la resurrección que fue mencionada por el profeta Daniel por primera vez en el capítulo 12. En ese sentido no es raro encontrar en el libro del Eclesiastés pasajes como:

“¿Quién sabe si el aliento de vida de los humanos asciende hacia arriba y si el aliento de vida de la bestia desciende hacia abajo, a la tierra?” Eclesiastés 3,21

No es que no se sepa si nuestro Espíritu va hacia el cielo en comparación con el de los animales, sino que para ese entonces no estaba revelado.

Porque el hombre y la bestia tienen la misma suerte: muere el uno como la otra; y ambos tienen el mismo aliento de vida. En nada aventaja el hombre a la bestia, pues todo es vanidad.” Eclesiastés 3,19

No es que el hombre y la bestia tengan la misma suerte y que en nada aventaje al hombre a la bestia, sino que para este punto no estaba revelado. Cristo mismo reveló posteriormente que nosotros valemos más que los animales:

“Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?” Mateo 6,26

Este argumento de que los muertos no tienen conciencia de nada solo cobraría fuerza ante alguien que no se ha leído el libro del eclesiatés completo y sin analizarlo a la luz del nuevo testamento donde se nos revela que aquellos que han muerto en Cristo abandonan su cuerpo para estar con Él en espera de ser revestidos de su cuerpo resucitado.

Pablo siempre tuvo la certeza de que al morir estaría con Cristo, lo cual para él era mucho mejor:

“Me siento apremiado por las dos partes: por una parte, deseo partir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor;” Filipenses 1,23

“Porque sabemos que si esta tienda, que es nuestra morada terrestre, se desmorona, tenemos un edificio que es de Dios: una morada eterna, no hecha por mano humana, que está en los cielos. Y así gemimos en este estado, deseando ardientemente ser revestidos de nuestra habitación celeste, si es que nos encontramos vestidos, y no desnudos. ¡Sí!, los que estamos en esta tienda gemimos abrumados. No es que queramos ser devestidos, sino más bien sobrevestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. Y el que nos ha destinado a eso es Dios, el cual nos ha dado en arras el Espíritu. Así pues, siempre llenos de buen ánimo, sabiendo que, mientras habitamos en el cuerpo, vivimos lejos del Señor, pues caminamos en la fe y no en la visión… Estamos, pues, llenos de buen ánimo y preferimos salir de este cuerpo para vivir con el Señor. Por eso, bien en nuestro cuerpo, bien fuera de él, nos afanamos por agradarle.” 2 Corintios 5,1-9

La gran revelación de Cristo es que el ha venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia y que Dios nos en un Dios de vivos sino un Dios de muertos:

“Y acerca de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en lo de la zarza, cómo Dios le dijo: = Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? = No es un Dios de muertos, sino de vivos. Estáis en un gran error.»” Marcos 12,26-27

El pasaje anterior nos enseña que si Dios es Dios de Abraham, Isaac y Jacob es porque ellos están vivos ya que Dios no puede ser Dios de alguien que no existe o no tiene conciencia y por eso no es raro ver que Jesús habló con Elías y Moisés:

“Se les aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús.” Marcos 9,1-4

Según lo anteriormente visto la creencia de que los muertos no tienen conciencia de nada es equivocada y contradice lo que la Escritura enseña.

Razón 3: Una razón más frecuentemente escuchada es que no hay prueba ni garantía de que los Santos y ángeles intercedan por nosotros ante Dios, por lo cual es inútil pedirles.

Esta razón es completamente inadecuada por varias razones:

Primero porque la Biblia enseña que aquellos que han muerto en santidad están en su presencia clamando:

“Cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los degollados a causa de la Palabra de Dios y del testimonio que mantuvieron. Se pusieron a gritar con fuerte voz: «¿Hasta cuándo, Dueño santo y veraz, vas a estar sin hacer justicia y sin tomar venganza por nuestra sangre de los habitantes de la tierra?» Entonces se le dio a cada uno un vestido blanco y se les dijo que esperasen todavía un poco, hasta que se completara el número de sus consiervos y hermanos que iban a ser muertos como ellos.” Apocalipsis 6,9-11

El razonamiento protestante no es lógico: Pensar que ellos pueden hacer peticiones solo para ellos y no para sus hermanos que están en vida. ¿En que cabeza cabe que si pueden pedir no pueden elegir sobre lo que van a pedir? ¿Qué clase de bien es ese donde vivimos en comunión con Cristo Señor Omnipotente y este no puede escuchar nuestras plegarias porque “ya estamos en el cielo”?

La Escritura en ninguna parte dice que los santos no pueden hacer peticiones a Dios por nosotros, todo lo contrario:

“Cuando lo tomó, los cuatro Vivientes y los veinticuatro Ancianos se postraron delante del Cordero. Tenía cada uno una cítara y copas de oro llenas de perfumes, que son las oraciones de los santos.” Apocalipsis 5,8

He aquí que se hace incomprensible la negativa protestante de excluir en estos textos de ente los santos a aquellos que ya están en el cielo.

“Otro Ángel vino y se puso junto al altar con un badil de oro. Se le dieron muchos perfumes para que, con las oraciones de todos los santos, los ofreciera sobre el altar de oro colocado delante del trono. Y por mano del Ángel subió delante de Dios la humareda de los perfumes con las oraciones de los santos.” Apocalipsis 8,3-4

Cuando se refiere a las oraciones de “todos los santos” los incluye a TODOS, sin excepciones, porque Dios es un Dios de vivos y no de muertos.

“Pues los ojos del Señor miran a los justos y sus oídos escuchan su oración, pero el rostro del Señor contra los que obran el mal.” 1 Pedro 3,12

En el pasaje anterior podría uno preguntarse ¿Es que acaso los ojos del Señor dejan de escuchar la oración de los justos precisamente cuando están en más intima comunión con Él? ¿Es que acaso dejan de ser justos y su oración ya no tiene poder?

“Confesaos, pues, mutuamente vuestros pecados y orad los unos por los otros, para que seáis curados. La oración ferviente del justo tiene mucho poder” Santiago 5,16

Si Jesucristo escuchó y respondió a la oración del buen ladrón por un momento de fe cuando estaba en la cruz (Lucas 23,42) no escuchará a su madre (Lucas 2,16) que hizo en perfección la voluntad de Dios y dijo: “he aquí la esclava del Señor. Hágase en mi según tu Palabra” (Lucas 1,38). Si por un minuto de fe escuchó y respondió al malhechor, ¿Qué no hará Jesús por sus amigos los santos que tuvieron una vida de fe y obediencia?

Razón 4: Afirman que es inútil pedirles porque como solo Dios es Omnipresente no pueden escucharnos ni vernos.

Es cierto que solo Dios es Omnipresente (puede estar en todos lados) pero es cierto también que aquellos que estan unidos a Cristo, “cara a cara” con Dios como dice Pablo, por medio de Él podemos enterarnos de todo lo que acontece. Realmente no sabemos cómo funciona el tiempo en el más allá, ya que los que han muerto y están con Dios están con Él en la eternidad, la cual no podemos medir ni entender.

Lo que si nos enseña la Biblia es que ellos si nos pueden ver. Si analizamos el capítulo 11 y 12 de Hebreos se nos recuerdan a todos los Santos de la antigüedad: Abel, Henoc, Noé, Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, Rajab, Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas.

“Por la fe, ofreció Abel a Dios un sacrificio más excelente que Caín, por ella fue declarado justo, …Por la fe, Henoc fue trasladado, de modo que no vio la muerte y = no se le halló, porque le trasladó Dios. = Porque antes de contar su traslado, la Escritura da en su favor testimonio = de haber agradado a Dios. = … Por la fe, Noé, advertido por Dios de lo que aún no se veía, … Por la fe, Abraham, al ser llamado por Dios, obedeció y = salió = para el lugar que había de recibir en herencia, … lo mismo que Isaac y Jacob, coherederos de las mismas promesas… Por la fe, también Sara recibió, aun fuera de la edad apropiada, vigor para ser madre, pues tuvo como digno de fe al que se lo prometía…Por la fe, bendijo Isaac a Jacob y Esaú en orden al futuro… Por la fe, Jacob, moribundo, bendijo a cada uno de los hijos de José, y = se inclinó apoyado en la cabeza de su bastón. = … Por la fe, Moisés, recién nacido, = fue durante tres meses ocultado por sus padres, = pues = vieron = que el niño era = hermoso = y no temieron el edicto del rey… Por la fe, la ramera Rajab no pereció con los incrédulos, por haber acogido amistosamente a los exploradores… Y ¿a qué continuar? Pues me faltaría el tiempo si hubiera de hablar sobre Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas.” Hebreos 11,4-5.7-9.11.20-21.23.31-32

Y luego se les describe como una nube de testigos:

“Por tanto, también nosotros, teniendo en torno nuestro tan gran nube de testigos, sacudamos todo lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con fortaleza la prueba que se nos propone,” Hebreos 12,1

Que la nube de testigos se refiere a los santos antes mencionados es algo imposible de negar, y ahora cabría preguntarse, Si la Biblia dice claramente que son testigos nuestros ¿Hemos de dudar de lo que dice? ¿Será el argumento presentado de que los santos no pueden vernos válido y consistente con la escritura que les llama “nube de testigos?”.

Razón 5: El último argumento que suelen utilizar nuestros hermanos cuando los anteriores ya ha sido refutados es que no se debe pedir a los Santos porque Cristo ha dicho que le pidamos directamente a Él y eso es suficiente. Aquí mencionan pasajes como estos:

“Y todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré.” Juan 14,13-14

“Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo.” 1 Juan 2,1

Nadie discute que principalmente debemos pedir a Dios, pero también es cierto que precisamente por las razones anteriores es que los Santos pueden pedir por nosotros, porque ellos piden en nombre de Cristo, es Cristo que vive en ellos que hace posible su intercesión:

“y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí.” Gálatas 2,20

Lo cierto es que Cristo dice que le pidamos a Él pero no dice que SOLO le pidamos a él, realmente estas son dos cosas muy distintas.

Afirmar que yo no necesito la intercesión de los Santos porque puedo orar a Cristo directamente es como afirmar que no necesito que oren por mí. Por su puesto que esta no es la actitud que tuvieron los primeros cristianos que perseveraban juntos intercediendo unos por otros y pidiendo que sus hermanos no desmayaran en orar por ellos. Pablo fue un ejemplo claro de esto ya que jamás dijo a nadie que no oraran por él porque podía pedir a Cristo directamente, por el contrario, él mismo pidió las oraciones de sus hermanos incansablemente.

Podemos estar seguros que los Santos y los ángeles pueden interceder por nosotros ante Dios y es agradable a Dios que les pidamos que lo hagan. Dios quiere que oremos unos por otros, y los Santos y Ángeles que están muy cerca de Dios pueden ayudarnos en gran manera con sus oraciones ante Dios. Debemos estar claros sin embargo que la fe de todo cristiano debe ser CRISTOCENTRICA, las oraciones a los Santos deben tener un lugar completamente secundario, pero no podemos negar que son escuchadas y que no pueden hacer nada por nosotros, esto es equivocado desde todo punto de vista, recordemos que la oración ferviente del justo tiene mucho poder.

Autor: José Miguel Arráiz

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