No podemos terminar de hablar de la doctrina Trinitaria, sin estudiar el desarrollo de esta doctrina desde los orígenes de la Iglesia hasta el Concilio de Nicea.
Es aquí donde puede surgir la pregunta ¿Evolucionan los dogmas de la Iglesia?, a lo que podríamos decir que si bien no evolucionan en cuanto a su contenido (la verdad es la misma ayer, hoy y mañana), se desarrollan en cuanto a la conciencia de que ellos va adquiriendo la Iglesia. Así, el tiempo ha permitido que la terminología vaya enriqueciéndose para expresar de forma más precisa, lo que la Iglesia ha creído siempre. Surge así el término “Trinidad”, como una forma de definir el misterio de que hay un solo Dios en Tres Personas distintas que tienen una misma naturaleza o sustancia.
Es importante aclarar esto, porque muchas sectas intentan atacar la doctrina Trinitaria afirmando que esta era desconocida para los cristianos primitivos y que fue bajo la influencia del paganismo sobre el cristianismo que esta doctrina fue “inventada”.
Un ejemplo de estos ataques lo he tomado de las publicaciones de los testigos de Jehová, quienes escriben:
“El Concilio de Nicea sí aseguró que Cristo era de la misma sustancia que Dios, lo que colocó la base para la teología trinitaria posterior. Pero no estableció la Trinidad, pues en aquel concilio no se dijo que el espíritu santo fuera la tercera persona de una Deidad trina y una.”…
POR muchos años había habido mucha oposición, sobre base bíblica, al desarrollo de la idea de que Jesús fuera Dios. En un esfuerzo por resolver la disputa, el emperador romano, Constantino, convocó a todos los obispos a Nicea.…
¿Qué papel desempeñó en el Concilio de Nicea aquel emperador no bautizado? La Encyclopædia Britannica relata: “Constantino mismo presidió y dirigió activamente las discusiones y personalmente propuso […] la fórmula decisiva que expresaba la relación de Cristo con Dios en el credo que el concilio emitió, que es ‘consustancial con el Padre’ […] Impresionados por el emperador, los obispos —con solo dos excepciones— firmaron el credo, aunque muchos de ellos no estaban muy inclinados a hacerlo”[1].
El folleto en resumen se podría resumir en que la doctrina Trinitaria es producto de una maniobra política del emperador Constantino, que terminó obligando a los obispos a reconocer que Cristo era Dios casi en contra de su voluntad.
Nada mejor entonces que estudiar el testimonio de los padres anteriores a Nicea, para conocer cuál fue el verdadero desarrollo de la doctrina Trinitaria a lo largo de la historia.
La Didaché
Es un excelente testimonio del pensamiento de la Iglesia primitiva, y lo mencionamos por incluir un testimonio de como la fórmula bautismal Trinitaria era utilizada por la Iglesia Primitiva.
“Acerca del bautismo, bautizad de esta manera: Dichas con anterioridad todas estas cosas, bautizad en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo en agua viva”[2]
El Martirio de Policarpo
Es una carta de la Iglesia de Esmirna a la comunidad de Filomenio donde se narra el martirio de San Policarpo, discípulo directo del apóstol San Juan y obispo de Esmirna.
Es uno de los escritos apostólicos que hace uso de las bellas doxologías Trinitarias que expresan tan claramente el dogma Trinitario.
“A Él [Jesucristo] sea la gloria con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén” [3]
El Pastor de Hermas
Considerados entre los escritos de los Padres Apostólicos, aunque comenta Quasten, pertenece al grupo de los Apocalipsis apócrifos. Contiene las revelaciones que realizaron dos figuras celestiales a Hermas que realizaron dos figuras celestiales a Hermas.
“Al Espíritu Santo, que es preexistente, que creó toda la creación. Dios le hizo morar en el cuerpo de carne que El quiso. Ahora bien, esta carne en que habitó el Espíritu Santo sirvió bien al Espíritu, caminando en santidad y pureza, sin mancillar absolutamente en nada al mismo Espíritu. Como hubiera, pues, llevado ella una conducta excelente y pura y tenido parte en todo trabajo del Espíritu y cooperado con El en todo negocio, portándose siempre fuerte y valerosamente, Dios la tomó por partícipe juntamente con el Espíritu Santo. En efecto, la conducta de esta carne agradó a Dios, por no haberse mancillado sobre la tierra mientras tuvo consigo al Espíritu Santo. Así, pues, tomó por consejero a su Hijo y a los ángeles gloriosos, para que esta carne, que había servido sin reproche al Espíritu, alcanzara también algún lugar de habitación y no pareciera que se perdía el galardón de este servicio. Porque toda carne en que moró el Espíritu Santo, si fuere hallada pura y sin mancha, recibirá su recompensa” [4]
En base a este texto explica Quasten: “Según este pasaje, parece que para Hermas la Trinidad consiste en Dios Padre, en una segunda persona divina, el Espíritu Santo, que él identifica con el Hijo de Dios, y, finalmente, en el Salvador, elevado a formar parte de su sociedad como premio a sus merecimientos. En otras palabras, Hermas considera al Salvador como Hijo adoptivo de Dios por lo que se refiere a su naturaleza humana.”
Ignacio de Antioquía (año 110 d.C)
San Ignacio reconoce numerosas veces a Cristo como Dios.
“Ignacio, por sobrenombre Portador de Dios: A la bendecida en grandeza de Dios con plenitud: a la predestinada desde antes de los siglos a servir por siempre para gloria duradera e inconmovible, gloria unida y escogida por gracia de la pasión verdadera y por voluntad de Dios Padre y de Jesucristo nuestro Dios; a la Iglesia digna de toda bienaventuranza, que está en Éfeso de Asia, mi saludo cordialísimo en Jesucristo y en la alegría sin mácula.”[5]
“Un médico hay, sin embargo, que es carnal a par que espiritual, engendrado y no engendrado, en la carne hecho Dios, hijo de María e hijo de Dios, primero pasible y luego impasible, Jesucristo nuestro Señor”[6]
“La verdad es que nuestro Dios Jesús, el Ungido, fue llevado por María en su seno conforme a la dispensación de Dios; del linaje, cierto, de David; por obra, empero, del Espíritu Santo. El cual nació y fue bautizado, a fin de purificar el agua con su pasión”[7].
“Ignacio, por sobrenombre Portador de Dios: A la Iglesia que alcanzó misericordia en la magnificencia del Padre altísimo y de Jesucristo su único Hijo: la que es amada y está iluminada por voluntad de Aquel que ha querido todas las cosas que existen, según la fe y la caridad de Jesucristo Dios nuestro”[8]
Más adelante en la misma epístola a los romanos:
“Permitidme ser imitador de la pasión de mi Dios”[9]
“Yo glorifico a Jesucristo, Dios, que es quien hasta tal punto os ha hecho sabios; pues muy bien me di cuenta de cuán apercibidos estáis de fe inconmovible, bien así como si estuvierais clavados, en carne y en espíritu, sobre la cruz de Jesucristo”[10]
Para San Ignacio Cristo está por encima del tiempo, y es intemporal, lo cual es una forma de decir que existe desde toda la eternidad.
“…Aguarda al que está por encima del tiempo, al Intemporal, al Invisible, que por nosotros se hizo visible; al Impalpable, al Impasible, que por nosotros se hizo pasible: al que por todos los modos sufrió por nosotros?”[11]
Arístides (siglo II)
Dejó una apología de la fe, la cual se consideraba perdida, hasta que fue en 1878 los Mequitaristas de San Lázaro de Venecia publicaron un manuscrito del siglo X, fragmento armenio de una apología intitulada “Al emperador Adriano César de parte del filósofo ateniense Arístides.” Posteriormente en 1889, el sabio americano Rendel Harris descubrió una traducción completa en sirio de esta apología. En dicha apología Arístides utiliza la fórmula Trinitaria mencionando a las tres Personas Divinas.
“Esté tuvo doce discípulos, los cuales, después de su ascensión a los cielos, salieron a las provincias del Imperio y enseñaron la grandeza de Cristo, al modo que uno de ellos recorrió nuestros mismos lugares predicando la doctrina de la verdad, pues conocen al Dios creador y artífice del universo en su Hijo Unigénito y en el Espíritu Santo, y no adoran a ningún otro Dios fuera de éste”[12]
Atenágoras de Atenas (siglo II)
Atenágoras aún sin usar el término Trinidad es bastante explícito al definirla. También rechaza el subordinacionismo, y de la tendencia que posteriormente tomaría el arrianismo al considerar a Cristo un ser creado, tal como se deduce del siguiente texto escrito alrededor del 177 d.C.:
“Y si por la eminencia de vuestra inteligencia se os ocurre preguntar qué quiere decir “hijo,” lo diré brevemente: El Hijo es el primer brote del Padre, no como hecho, puesto que desde el principio, Dios, que es inteligencia eterna, tenía en sí mismo al Verbo, siendo eternamente racional, sino como procediendo de Dios, cuando todas las cosas materiales eran naturaleza informe y tierra inerte y estaban mezcladas las más gruesas con las más ligeras para ser sobre ellas idea y operación”.[13]
He aquí su forma de explicar la Trinidad:
“Así, pues, suficientemente queda demostrado que no somos ateos, pues admitimos a un solo Dios increado y eterno e invisible, impasible, incomprensible e inmenso, sólo por la inteligencia a la razón comprensible… ¿Quién, pues, no se sorprenderá de oír llamar ateos a quienes admiten a un Dios Padre y a un Dios Hijo y un Espíritu Santo, que muestran su potencia en la unidad y su distinción en el orden?”[14]
Taciano el Sirio (siglo II)
Ha llegado hasta nosotros su discurso contar los griegos, obra donde ataca el politeísmo.
“Porque no estamos locos, oh helenos, ni predicamos tonterías, cuando anunciamos que Dios apareció en forma humana. Vosotros que insultáis, comparad vuestros mitos con nuestras narraciones” [15]
Melitón de Sardes (siglo II)
Luego de un hallazgo reciente en 1930 se publicó su Homilía sobre la Pasión donde San Melitón expone una cristología muy lúcida donde el concepto de la divinidad y preexistencia de Cristo dominan toda su teología.
“Porque, nacido como hijo, conducido como cordero, sacrificado como una oveja, enterrado como un hombre, resucitó de los muertos como Dios, siendo por naturaleza Dios y hombre. El es todo: por cuanto juzga, es Ley; en cuanto enseña, Verbo; en cuanto , salva, Gracia; en cuanto que engendra, Padre; en cuanto que es engendrado, Hijo; en cuanto que sufre, oveja sacrificial; en cuanto que es sepultado, Hombre; en cuanto que resucita, Dios. Este es Jesucristo, a quien sea dada la gloria por los siglos de los siglos”[16]
Afirma también la preexistencia de Cristo
“Este es el primogénito de Dios, que fue engendrado antes que el lucero matutino, que hizo levantarse la luz, que hizo brillar al día, que separó las tinieblas, que puso la primera base, que suspendió la tierra en su lugar, que secó los abismos, que extendió el firmamento, que puso orden en el mundo”[17]
En los fragmentos que tenemos por Anastasio el Sinaita habla de las dos naturalezas de Cristo, y de cómo es a la vez verdadero Hombre y verdadero Dios.
“No es de ninguna manera necesario que al tratar con personas inteligentes, aducir que las acciones de Cristo después de su bautismo como prueba que su alma y su cuerpo, su naturaleza humana, eran como las nuestras, verdaderas y no fantasmales. Las actividades de Cristo después de su bautismo, y especialmente sus milagros, dieron pruebas al mundo de la deidad ocultada en su carne. Siendo Dios y además hombre perfecto, él dio indicaciones positivas de sus dos naturalezas: de su deidad, por los milagros durante los tres años que siguen después de su bautismo, de su humanidad, en los treinta años que vinieron antes de su bautismo, durante el cual, por causa de su condición según la carne, él encubriera las muestras de su deidad, aunque él fuera Dios verdadero que existía antes de las edades”[18]
Ireneo de Lyon (140 d.C.- 202 d.C.)
En su célebre tratado “Contra las Herejías” expresa con claridad la fe Trinitaria de la Iglesia en un Solo Dios Padre, un Solo Señor Jesucristo y en el Espíritu Santo. Para el obispo Jesucristo es para la los cristianos “Señor y Dios y Salvador y Rey”. Particularmente importante es su testimonio sobre que dicha doctrina es predicada y creída por todas las Iglesias del orbe, cual si tuvieran una sola boca o un solo corazón, ya que este testimonio es bastante anterior al concilio de Nicea.
“1.5. La única fe de la Iglesia
10,1. La Iglesia, extendida por el orbe del universo hasta los confines de la tierra, recibió de los Apóstoles y de sus discípulos la fe en un solo Dios Padre Soberano universal «que hizo los cielos y la tierra y el mar y todo cuanto hay en ellos» , y en un solo Jesucristo Hijo de Dios, encarnado por nuestra salvación, y en el Espíritu Santo, que por los profetas proclamó las Economías y el advenimiento, la generación por medio de la Virgen, la pasión y la resurrección de entre los muertos y la asunción a los cielos del amado Jesucristo nuestro Señor; y su advenimiento de los cielos en la gloria del Padre para recapitular todas las cosas y para resucitar toda carne del género humano; de modo que ante Jesucristo nuestro Señor y Dios y Salvador y Rey, según el beneplácito del Padre invisible «toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en los infiernos, y toda lengua lo confiese». El juzgará a todos justamente, los «espíritus del mal» y los ángeles que cayeron y a los hombres apostatas, impíos, injustos y blasfemos, para enviarlos al fuego eterno, y para dar como premio a los justos y santos que observan sus mandatos y perseveran en su amor, unos desde el principio, otros desde el momento de su conversión, para la vida incorruptible, y rodearlos de la luz eterna.
10,2. Como antes hemos dicho, la Iglesia recibió esta predicación y esta fe, y, extendida por toda la tierra, con cuidado la custodia como si habitara en una sola familia. Conserva una misma fe, como si tuviese una sola alma y un solo corazón, y la prédica, enseña y transmite con una misma voz, como si no tuviese sino una sola boca. Ciertamente son diversas las lenguas, según las diversas regiones, pero la fuerza de la Tradición es una y la misma. Las iglesias de la Germania no creen de manera diversa ni transmiten otra doctrina diferente de la que predican las de Iberia o de los Celtas, o las del Oriente, como las de Egipto o Libia, así como tampoco de las iglesias constituidas en el centro del mundo; sino que, así como el sol, que es una criatura de Dios, es uno y el mismo en todo el mundo, así también la luz, que es la predicación de la verdad, brilla en todas partes e ilumina a todos los seres humanos que quieren venir al conocimiento de la verdad. Y ni aquel que sobresale por su elocuencia entre los jefes de la Iglesia predica cosas diferentes de éstas -porque ningún discípulo está sobre su Maestro, ni el más débil en la palabra recorta la Tradición: siendo una y la misma fe, ni el que mucho puede explicar sobre ella la aumenta, ni el que menos puede la disminuye”[19]
Interpreta que cuando Dios dice “Hagamos al hombre a imagen y semejanza” habla al Hijo y al Espíritu Santo. Afirma que Cristo es engendrado, pero que nadie conoce los misterios de esta generación, por lo que es vano que los herejes gnósticos intenten explicarla.
“Así pues, si alguien nos pregunta: «¿Cómo el Padre emitió al Hijo?», le respondemos que esta producción, o generación, o pronunciación, o parto, o cualquier otro nombre con el que quiera llamarse este origen, es inefable. No la conocen ni Valentín, ni Marción, ni Saturnino, ni Basílides, ni los Ángeles, ni los Poderes, ni las Potestades, sino sólo el Padre que lo engendró y el Hijo que de él nació. Siendo, pues, inefable esta generación, quienquiera se atreva a narrar las generaciones y emanaciones, no está en su mente cuando promete describir lo indescriptible.”[20]
Más claro es en el libro III vuelve a declarar a Cristo como Dios, Señor, siempre Rey, Unigénito y Verbo encarnado:
“Que ninguno de entre todos los hijos de Adán sea llamado Dios por sí mismo, o proclamado Señor, lo hemos demostrado por las Escrituras; y que él solo entre todos los hombres de su tiempo sea proclamado Dios y Señor, siempre Rey, Unigénito y Verbo encarnado, por todos los profetas y Apóstoles y aun por el mismo Espíritu, es cosa que pueden ver todos aquellos que acepten un poco de la verdad” [21].
Enseña que Cristo es Verdadero Hombre y Verdadero Dios:
“Las Escrituras no darían todos estos testimonios acerca de él, si fuese sólo un hombre semejante a todos. Pero como tuvo una generación sobre todas luminosa, del Padre Altísimo, y también llevó a término la concepción de la Virgen, las divinas Escrituras testimonian ambas cosas sobre él: que es hombre sin belleza y pasible, que se sentó sobre el pollino de una asna, que bebió hiel y vinagre, que fue despreciado del pueblo y que descendió hasta la muerte; pero también que es Señor santo y Consejero admirable, hermoso a la vista, Dios fuerte, que viene sobre las nubes como Juez de todos. Esto es lo que las Escrituras profetizan de él.
En cuanto hombre, lo era para ser tentado; en cuanto Verbo, para ser glorificado; el Verbo se reposó para que pudiera ser tentado, deshonrado, crucificado y muerto, habitando en aquel hombre que vence y soporta (el sufrimiento) y se comporta como hombre de bien y resucita y es asunto al cielo. Este es el Hijo de Dios, Señor nuestro, Verbo existente del Padre e Hijo del Hombre porque nació de la Virgen María; que tuvo su origen de los hombres pues ella misma era un ser humano; tuvo la generación en cuanto hombre, y así llegó a ser Hijo del Hombre”[22].
Se opone con más de dos siglos de antelación a la herejía del arrianismo que afirmaría que hubo un tiempo en que el Hijo no estuvo con el Padre. También con antelación rechaza el modalismo diferenciando entre las Tres Divinas Personas:
“Que el Verbo, o sea el Hijo, ha estado siempre con el Padre, de múltiples maneras lo hemos demostrado. Y que también su Sabiduría, o sea el Espíritu estaba con El antes de la creación”[23].
Sin embargo, hay autores que opinan que no está completamente libre de subordinacionismo, lo cual podría considerarse heterodoxo a la luz de la teología posterior.
“Si, por ejemplo, alguien busca el motivo por el cual sólo el Padre conoce el día y la hora, aunque todo le comunica a su Hijo, el mismo Señor lo ha dicho, y nadie puede inventar otro sin riesgo (de equivocarse), porque sólo el Señor es el Maestro de la verdad; y él nos ha dicho que el Padre está sobre todas las cosas, pues dijo: «El Padre es mayor que yo» (Jn 14,28). El Señor, pues, ha presentado al Padre como superior a todos respecto a su conocimiento, a fin de que nosotros, mientras caminamos por este mundo (1 Cor 7,31), dejemos a Dios el saber hasta el fondo tales cuestiones; porque si pretendemos investigar la profundidad del Padre (Rom 11,33), corremos el peligro de preguntar incluso si hay otro Dios por encima de Dios”[24]
“El Padre sostiene al mismo tiempo toda su creación y a su Verbo; y el Verbo que el Padre sostiene, concede a todos el Espíritu, según la voluntad del Padre: a unos en la creación misma les da el (espíritu) de la creación, que es creado; a otros el de adopción, esto es, el que proviene del Padre, que es obra de su generación. Así se revela como único el Dios y Padre, que está sobre todo, a través de todas y en todas las cosas. El Padre está sobre todos los seres, y es la cabeza de Cristo (1 Cor 11,3); por medio de todas las cosas obra el Verbo, que es Cabeza de la Iglesia; y en todas las cosas, porque el Espíritu está en nosotros, el cual es el agua viva (Jn 7,38-39) que Dios otorga a quienes creen rectamente en él y lo aman, y saben que «uno sólo es el Padre, que está sobre todas las cosas, por todas y en todas” [25]
Clemente de Alejandría (Mediados del siglo II – antes del 215)
En su obra El Protréptico o Exhortación a los griegos escribe
“La palabra, entonces, el Cristo, es la causa de nuestro antiguo principio – porque El Estaba en Dios – y de nuestro bienestar. Y ahora esta misma palabra ha aparecido como hombre. Él solo es Dios y Hombre, y la fuente de todas las cosas buenas. Es por él que nos enseña a vivir bien y entonces somos enviados hacia la vida eterna….Él es la nueva canción, La manifestación que ahora nos ha sido hecha, de la palabra que existió en el principio y antes del principio. El salvador, que existió antes, ha aparecido solo posteriormente. Él que ha aparecido está en Él que es, por la Palabra que estaba con Dios, la Palabra por la cual todas las cosas fueron hechas, ha aparecido como nuestro maestro, y él, que nos concedió vida en el principio, cuando, como nuestro creador, Él nos formó, ahora que Él ha aparecido como nuestro maestro, nos ha enseñado a vivir bien de modo que, luego, como Dios, podría darnos abundante con vida eterna”[26]
En su comentario sobre a la primera epístola de Juan escribe “El Hijo de Dios, siendo, por igualdad de sustancia, uno con el Padre, es eterno e increado”
Más adelante en la misma obra sigue profundizando en su teología del logos afirmando que la divina palabra es “evidentemente verdadero Dios”, y es agregando que estaba “al mismo nivel” en el Padre, lo cual probaría que tampoco tenía inclinaciones subordinacionistas.
“Desdeñado en cuanto a su apariencia pero en realidad adorado, el Expiador, el Salvador , la Palabra Divina, Él que es absoluta y evidentemente Dios Verdadero, Él que está puesto al mismo nivel del Señor del Universo porque Él era su hijo, y la palabra estaba en Dios”[27]
En El Pedagogo (una obra de tres libros, viene a ser la continuación del Protréptico) explica el capítulo 2 del libro I:
“…mis niños, nuestro instructor es como su Dios del padre, cuyo hijo Él es, libre de pecado, libre de culpa, y con un alma desprovista de la pasión; Dios en forma de hombre, inoxidable, el ministro de su Padre y la palabra que es Dios, que está en el padre, que es la mano derecha del padre, y con la forma de Dios es Dios. Él es para nosotros una imagen intachable…”[28]
Teófilo de Antioquía (siglo II)
Así como Tertuliano sería el primero en utilizar el vocablo latino Trinitas, San Teófilo sería el primero en utilizar la palabra Τριας (trinitas) para expresar la unión de las tres Divinas Personas en Dios.
“Los tres días que preceden a la creación de los luminares son símbolo de la Trinidad, de Dios, de su Verbo y de su Sabiduría”[29]
“Teniendo, pues, Dios a su Verbo inmanente en sus propias entrañas, le engendró con su propia sabiduría, emitiéndole antes de todas las cosas. A este Verbo tuvo El por ministro de su creación y por su medio hizo todas las cosas….Este se llama principio, pues es Príncipe y Señor de todas las cosas por El fabricadas”.[30]
“Dios, sí, el Padre del universo, es inmenso y no se haya limitado a un lugar, pues no hay lugar de su descanso; mas su Verbo, por el que hizo todas las cosas, como potencia y sabiduría suya que es, tomando la figura del Padre y Señor del universo, ése fue el que se presentó en el jardín en figura de Dios y conversaba con Adán. Y, en efecto, la misma divina Escritura nos enseña que Adán dijo haber oído su voz. Y esa voz, ¿qué otra cosa es sino el Verbo de Dios, que es también hijo suyo? Hijo, no al modo que poetas y mitógrafos dicen que nacen hijos de los dioses por unión carnal, sino como la verdad explica que el Verbo de Dios está siempre inmanente en el corazón de Dios. Porque antes de crear nada, a éste tenía por consejero, como mente y pensamiento suyo que era. Y cuando Dios quiso hacer cuanto había deliberado, engendró a este Verbo proferido como primogénito de toda creación, no vaciándose de su Verbo, sino engendrando al Verbo y conversando siempre con Él. De ahí que nos enseñan las santas Escrituras y todos los inspirados por el Espíritu, de entre los cuales Juan dice: En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios; dando a entender que en los comienzos estaba Dios solo y en El su Verbo. Y luego dice Y Dios era el Verbo”[31]
Tertuliano (160 – 220 d.C.)
Fue el primero en aplicar el vocablo latino Trinitas (Trinidad) a las tres divinas Personas. En De pudicitia (Sobre la modestia) escribe:
“..Para la misma iglesia es, propiamente y principalmente, el Espíritu mismo, en el cual es la Trinidad de Una Divinidad – Padre, Hijo y Espíritu Santo”[32]
En Adversas Praxean (Contra Práxeas) da una explicación de la doctrina Trinitaria aún más completa:
“Sin embargo, como hemos hecho de hecho siempre (y más especialmente desde que hemos sido mejor instruidos por el paráclito, que conduce a los hombre hacia toda la verdad), creemos que hay un solo Dios, pero bajo la siguiente dispensación, o οἰκονομία, como es llamado, que este único Dios tiene también un Hijo, Su Palabra, que procede de Él mismo, por quien todas las cosas fueron hechas, y sin el cual nada fue hecho. Creemos que Él ha sido enviado por el Padre a la Virgen, y ha nacido de ella – siendo Dios y Hombre, el Hijo del Hombre y el Hijo de Dios, y ha sido llamado Jesucristo; creemos que ha sufrido, muerto, herido, de acuerdo a las Escrituras, y, después ha resucitado por el Padre y llevado al cielo, para sentarse a la derecha del Padre, y él vendrá a juzgar a vivos y muertos, quien envió también desde el cielo del Padre, de acuerdo con su promesa, al Espíritu Santo, el Paráclito, el santificador de la fe de aquellos que creen en el Padre, y en el Hijo y en el Espíritu Santo. Esta es la regla de fe que ha venido hasta nosotros desde el principio del evangelio, incluso antes de todas las viejas herejías” [33]
Más adelante en el mismo capítulo escribe:
“…La herejía, la cual supone por sí misma poseer la verdad pura, pensando que no se puede creer que Un Solo Dios en ninguna otra vía que diciendo que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son la misma Persona. Como si en esta vía también uno no fueran Todos, en la que Todos son de Uno, por unidad de substancia; mientras el misterio de la dispensación es todavía guardado, el cual distribuye la Unidad en la Trinidad colocando en sus orden las tres Personas – El Padre, el hijo y el Espíritu Santo: tres, sin embargo no en condición, sino en grado, no en sustancia, sino en forma, no en poder, sino en aspecto”[34]
Este texto es particularmente importante porque explica la concepción que Tertuliano tiene de la Trinidad: Tres Personas, pero no tres naturalezas, no diferentes en cuanto a poder sino en cuanto a aspecto. Esto lo confirma también el capítulo 4 de la misma obra donde vuelve a afirmar que el Hijo es “de la substancia del Padre”: Filium non aliunde deduco, sed de substantia Patris, y el Espíritu es “del Padre por el Hijo”: Spiritum non aliunde deduco quam a Patre per Filium.
“Si la pluralidad en la Trinidad te escandaliza, como si no estuviera ligada en la simplicidad de la unión, te pregunto: ¿Cómo es posible que un ser que es pura y absolutamente uno y singular, hable en plural: “Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra”? ¿No debería haber dicho más bien: “Hago yo al hombre a mi imagen y semejanza,” puesto que es un ser único y singular? Sin embargo, en el pasaje que sigue leemos: “He aquí que el hombre se ha hecho como uno de nosotros.” O nos engaña Dios o se burla de nosotros al hablar en plural, si es que así El es único y singular; o bien, ¿se dirigía acaso a los ángeles, como lo interpretan los judíos, porque no reconocen al Hijo? O bien, ¿sería quizás porque El era a la vez Padre, Hijo y Espíritu que hablaba en plural, considerándose múltiple? Por cierto, la razón es que tenía a su lado a una segunda persona, su Hijo y su Verbo, y a una tercera persona, el Espíritu en el Verbo. Por eso empleó deliberadamente el plural: “Hagamos… nuestra imagen… uno de nosotros.” En efecto, ¿con quién creaba al hombre? ¿A semejanza de quién lo creaba? Hablaba, por una parte, con el Hijo, que debía un día revestirse de carne humana; de otra, con el Espíritu, que debía un día santificar al hombre, como si hablara con otros tantos ministros y testigos” [35]
Continúa posteriormente en el mismo capítulo:
“…Ahora si él es también Dios, de acuerdo a Juan, (quien dice) La Palabra era Dios, entonces usted tiene dos seres -uno que ordena que la cosas se hagan, y el otro que ejecuta la orden y crea. En ese sentido, sin embargo, usted debe entender de El ser otro, Yo he explicado, que en cuando a Personalidad, no de sustancia – en esa vía de distinción, no de división. Pero aunque debo donde quiera mantener una sola sustancia en tres coherente e inseparable (personas)”[36]
En el texto anterior Tertuliano se sirve del término “persona” para explicar que la Palabra (logos) es distinto del Padre en “en el sentido de persona, no de substancia, para distinción, no para división” y la cual aplica también al Espíritu Santo a quien llama “la tercera persona”.
Con todo y lo que contribuyó Tertuliano a precisar una terminología precisa para la doctrina Trinitaria, no se vio libre por completo del subordinacionismo, al punto que llegó a interpretar que el Hijo no era eterno, uno de los errores del arrianismo.
“Fue entonces cuando el Verbo recibió su manifestación y su complemento, esto es, el sonido y la voz, cuando Dios dijo: «¡Haya luz!» Ese es el nacimiento perfecto del Verbo, cuando procedió de Dios. Primero fue producido por El en el pensamiento bajo el nombre de Sabiduría: «Dios me creó al principio de sus caminos». Luego fue engendrado con vistas a la acción: «Cuando hizo los cielos, estaba cerca de El» (Prov. 8,27). Por consiguiente, haciendo que fuera su Padre aquel de quien era Hijo por proceder de Él, vino a ser el primogénito, porque fue engendrado antes que todas las cosas, e Hijo único, porque El solo fue engendrado por Dios”[37]
Orígenes (185 d.C. – 254 d.C.)
En 1941 fueron descubiertos unos papiros en Toura (cerca del Cairo) en 1941. Allí se presenta una relación completa de una disputa que se originó cuando las opiniones de Heráclides sobre la doctrina Trinitaria habían preocupado a sus hermanos del episcopado, y llaman así a Orígenes para enderezar la cuestión. Esta disputa se realizó en presencia del pueblo y de los obispos hacia el año 245.
A este respecto comenta Quasten en Patrología I:
“a Heráclides no le gustaba la fórmula de Orígenes “dos dioses” como la única manera de expresar claramente la distinción entre el Padre y el Hijo. Implicaba un peligro demasiado grave de politeísmo. En la discusión, Orígenes hace esta observación: “Ya que nuestros hermanos se escandalizan al oír que hay dos dioses, este asunto merece ser tratado con delicadeza.” Recurre luego a la Escritura para demostrar en qué sentido dos pueden ser uno. Adán y Eva eran dos; sin embargo, formaban una sola carne (Gen. 2,24). Cita luego a San Pablo, quien, hablando de la unión del hombre justo con Dios, dice: “El que se allega al Señor se hace un espíritu con El” (1 Cor. 6,17). Finalmente, invoca como testigo al mismo Cristo, porque dijo: “Yo y mi Padre somos uno.” En el primer ejemplo había unidad de “carne”; en el segundo, de “espíritu”; en el tercero, de “divinidad.” “Nuestro Señor y Salvador — observa Orígenes —, en su relación con el Padre y Dios del universo, no es una sola carne, ni tampoco un solo espíritu, sino algo mucho más elevado que la carne y el espíritu, un solo Dios.”
Así Orígenes defiende que el Padre y el Hijo son divinos contra el monarquismo y el modalismo.
Quasten también reproduce interrogatorio de Orígenes a Heráclides con el siguiente acuerdo:
Orígenes dijo: ¿El Padre es Dios?
Heráclides respondió: Sí.
Orígenes dijo: ¿El Hijo es distinto del Padre?
Heráclides respondió: ¿Cómo podría ser simultáneamente Hijo y Padre?
Orígenes dijo: ¿El Hijo, que es distinto del Padre, es también Dios?
Heráclides respondió: También El es Dios.
Orígenes dijo: ¿De esta manera los dos Dioses forman uno solo?
Heráclides dijo: Sí.
Orígenes dijo: ¿Por consiguiente, afirmamos que hay dos Dioses?
Heráclides respondió: Sí, pero el poder es uno
Definición que aunque muy anterior a Nicea y sin precisar de su terminología se las arregla para expresar el mismo sentir. Así, con este acuerdo en frente del pueblo y de obispos se proclama a Cristo Dios, pero como una persona distinta del Padre. Se defiende así la individualidad de las Personas Divinas contra el modalismo, y aclara los temores de que al reconocer a Cristo y al Padre como Dios se caiga en politeísmo.
Orígenes utiliza frecuentemente el término Trinidad[38] y que el Hijo procede el Padre, y dado que Dios es eterno, sigue que este acto de generación es también eterno, por lo que el Hijo no tiene principio y no hubo un tiempo en que El no existiera (se opone con antelación a la herejía del arrianismo que afirmaría posteriormente lo opuesto, a saber, que hubo un tiempo en que el Hijo no existía[39] .
“No se puede concebir luz sin resplandor. Y si esto es verdad, nunca hubo un tiempo en que el Hijo no fuera el Hijo. Sin embargo, no será, como hemos dicho de la luz eterna, sin nacimiento (parecería que introducimos dos principios de luz), sino que es, por decirlo así, resplandor de la luz ingénita, teniendo a esta misma luz como principio y como fuente, verdaderamente nacido de ella. No obstante, no hubo un tiempo en que no fue. La Sabiduría, por proceder de Dios, es engendrada también de la misma substancia divina. Bajo la figura de una emanación corporal, se le llama así: “Emanación pura de la gloria de Dios omnipotente” (Sap. 7,25). Estas dos comparaciones manifiestan claramente la comunidad de substancias entre el Padre y el Hijo. En efecto, toda emanación parece ser ομοούσιος, ο sea, de una misma substancia con el cuerpo del cual emana o procede”[40]
Nótese que utiliza la palabra ομοούσιος (homoousios) que significa “una sustancia”, la cual posteriormente sería tan utilizada en el concilio de Nicea para definir solemnemente como el Padre y el Hijo tienen una misma naturaleza. Se refiere a Cristo también con la expresión θεάνθρωπος (Dios-Hombre)
Sin embargo, Orígenes tiene algunos textos confusos al punto de parecer tender al subordinacionismo. Entre los partidarios de haber caído en este error está San Jerónimo, sin embargo otros padres de la Iglesia como San Atanasio y San Gregorio Taumaturgo lo niegan. Uno de los textos donde parece serlo es este:
“Nosotros, que creemos al Salvador cuando dice: “El Padre, que me ha enviado, es mayor que yo,” y por esta misma razón no permite que se le aplique el apelativo de “bueno” en su sentido pleno, verdadero y perfecto, sino que lo atribuye al Padre dando gracias y condenando al que glorificara al Hijo en demasía, nosotros decimos que el Salvador y el Espíritu Santo están muy por encima de todas las cosas creadas, con una superioridad absoluta, sin comparación posible; pero decimos también que el Padre está por encima de ellos tanto o más de lo que ellos están por encima de las criaturas más perfectas”[41]
Justino Mártir (165 d.C.)
En diálogo con Trifón se refiere a Cristo como “Dios engendrado del Padre del universo”, y parte de textos del génesis donde Dios habla en primera persona del plural, para demostrar la pluralidad de las personas divinas. Descarta aquí que hablara con ángeles, ya que es inconcebible que el hombre haya sido hecho por ellos, y descarta también que hablara con los elementos de la tierra. Concluye que hablaba con Cristo quien estaba con el Padre antes de todas las criaturas. Parece mostrar tendencia al subordinacionismo.
“Os voy a presentar, Oh amigos – dije – otro testimonio de las Escrituras sobre que Dios engendró principio antes de todas las criaturas, cierta potencia racional de sí mismo, la cual es llamada también por el Espíritu Santo Gloria del Señor, y unas veces Hijo, otras Sabiduría; ora Ángel, ora Dios, ya Señor, ya Palabra, y ella misma se llama a sí misma Capitán General, cuando se aparece en forma de hombre a Josué, hijo de Navé. Y es así que todas esas denominaciones le vienen de estar al servicio de la voluntad del Padre y de haber sido engendrada por querer del Padre…Mas será la palabra de la sabiduría la que me prestará su testimonio, por ser ella ese mismo Dios engendrado del Padre del universo, que subsiste como palabra y sabiduría y poder y gloria del que le engendró…
62. Eso mismo, amigos, expresó la palabra de Dios por boca de Moisés al indicarnos que el Dios que nos manifestó, habló en ese mismo sentido en la creación del hombre, al decir estas palabras: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza….Y porque no torzáis las palabras citadas y digáis lo que dicen vuestros maestros, que Dios se dirigió a sí mismo al decir “hagamos”, del mismo modo que nosotros, cuando vamos a hacer algo decimos : hagamos” o que habló con los elementos, es decir, con la tierra y demás de que sabemos se compone el hombre, y a ellos dijo el “hagamos”; os voy a citar ahora otras palabras del mismo Moisés, por las cuales, sin discusión posible, tenemos que reconocer que conversó Dios con alguien que era numéricamente distinto y juntamente racional. Helas aquí: Y dijo Dios: He aquí que Adán se ha hecho como uno de nosotros para conocer el bien y el mal. Luego, al decir “como uno de nosotros”, indica el número de los que entre sí conversan, y que por lo menos son dos. Porque no puedo yo tener por verdadero lo que dogmatiza la que entre vosotros se llama herejía ni los maestros de ellas son capaces de demostrar que habla Dios con los ángeles o que el cuerpo humano es obra de ángeles. Sino que este brote, emitido realmente del Padre, estaba con El antes de todas las criaturas y con ése conversa el Padre, como nos lo manifestó la Palabra por boca de Salomón, al decirnos que antes de todas las criaturas fue por Dios engendrado como principio y progenie este mismo que por Salomón es llamado sabiduría”[42]
Más adelante se refiere a Cristo como Señor y Dios.
“Largamente he demostrado que Cristo, que es Señor y Dios, Hijo de Dios, se apareció antes prodigiosamente como Hombre y como Ángel y también en la gloria del fuego, como en la visión de la zarza y en el juicio contra Sodoma”[43]
En su primera apología distingue claramente y por orden a las Tres Personas Divinas, lo que descarta que San Justino tuviera alguna tendencia modalista:
“Y luego demostraremos que con razón honramos también a Jesucristo, que ha sido nuestro maestro en estas cosas y que para ello nació, el mismo que fue crucificado bajo Poncio Pilato, procurador que fue de Judea en tiempo de Tiberio César, que hemos aprendido ser el Hijo del mismo verdadero Dios y a quien tenemos en segundo lugar, así como al Espíritu profético tenemos en el tercero”[44]
Más claro en distinguir la Persona del Padre de la del Hijo es en el capítulo 63 y de reconocer en Cristo a quien habló a los profetas y proclamó ser “El Dios de Abraham, Isaac y Jacob”:
“Porque los que dicen que el Hijo es el Padre, dan prueba de que ni saben quién es el Padre ni se han enterado de que el Padre del universo tiene un Hijo, que siendo Verbo y Primogénito de Dios, es también Dios. Este fue quien primeramente apareció a Moisés y a los otros profetas en la forma de fuego o por imagen incorpórea, y que ahora, en los tiempos de vuestro imperio,…, nació hombre de una virgen….Ahora, lo que desde la zarza se le dijo a Moisés: Yo soy el que es, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, significaba que, aún después de muertos, aquellos hombres seguían siendo de Cristo mismo”[45]
Gregorio de Taumaturgo (siglo III)
Nacido hacia el año 213 fue obispo de su ciudad natal Neocesárea. Compuso un breve símbolo de fe al cual comenta Quasten “que aunque se limita al dogma de la Trinidad notable por su exactitud en su conceptos, y afirmando que jamás ninguna de las Personas Divinas ha estado sin la otra, sino que sin mudanza han existido siempre”.
“Hay un solo Dios, Padre del Verbo viviente, de la Sabiduría subsistente, del Poder y de la Imagen eterna; Engendrador perfecto del perfecto Engendrado, Padre del Hijo Unigénito. Hay un solo Señor, Único del Único, Dios de Dios, Figura (carácter) e Imagen de la Divinidad, Verbo Eficiente, Sabiduría que abraza todo el universo y Poder que crea el mundo entero, Hijo verdadero del verdadero Padre, Invisible del Invisible, Incorruptible del Incorruptible, Inmortal del Inmortal, Eterno del Eterno. Y hay un solo Espíritu Santo, que tiene su subsistencia de Dios y fue manifestado a los hombres por el Hijo: Imagen del Hijo, Imagen Perfecta del Perfecto, Vida, Causa de los vivientes, Manantial Sagrado, Santidad que comunica la santificación, en quien se manifiestan Dios Padre, que está por encima de todos y en todos, y Dios Hijo, que está a través de todos. Hay una Trinidad perfecta, en gloria y eternidad y majestad, que no está dividida ni separada. No hay, por consiguiente, nada creado ni esclavo en la Trinidad, ni tampoco nada sobreañadido, como si no hubiera existido en un período anterior y hubiera sido introducido más tarde. Y así ni al Padre le falló nunca el Hijo, ni el Espíritu Santo al Hijo, sino que, sin variación ni mudanza, la misma Trinidad ha existido siempre”[46]
Novaciano (siglo III)
Uno de sus escritos, Sobre la Trinidad (De Trinitate) fue escrito en una fecha bastante anterior al 250 d.C.
“El Hijo, por ser engendrado del Padre, está siempre en el Padre. Cuando digo «siempre», no quiero decir que es ingénito. Afirmo, por el contrario, que nació. Pero el que nació antes de todo tiempo, debe decirse que existió siempre en el Padre, puesto que no se le pueden fijar fechas al que es anterior a todos los tiempos. El está eternamente en el Padre, pues de otra suerte el Padre no sería siempre Padre. Por otra parte, el Padre es anterior a Él, pues el Padre debe ser necesariamente antes que el Hijo, como Padre; puesto que El no conoce origen, debe existir necesariamente antes que el que tiene un origen. El Hijo, pues, es necesariamente anterior al Padre, porque reconoce El mismo que existe en el Padre; tiene un origen, puesto que nació, y por el Padre de una manera misteriosa; con todo, a pesar de haber nacido y tener así origen, es en todo semejante (vicinus) al Padre, precisamente debido a su nacimiento, puesto que nació del Padre, el cual es el único que carece de origen. El, pues, cuando el Padre quiso, procedió del Padre, y el que estaba en el Padre, porque procedía del Padre, no siendo otra cosa que la Substancia divina. Su nombre es el Verbo, por el cual fueron hechas todas las cosas, y sin el cual nada fue hecho. Porque todas las cosas son posteriores a Él, pues vienen de Él, y, consiguientemente, El es anterior a todas las cosas (pero después del Padre), considerando que todas las cosas fueron hechas por Él. Procedió del Padre, por cuya voluntad todas las cosas fueron hechas. Dios, con toda certeza, procedente de Dios, constituyendo la segunda Persona después del Padre, por ser Hijo, sin desposeer por eso al Padre de la unidad de la divinidad”[47]
Sin embargo, Novaciano mostró un subordinacionismo donde a pesar de tener la misma substancia el Espíritu Santo era inferior a Cristo y Cristo inferior al Padre, de quien dice que aparece “como el único Dios verdadero y eterno; El es la única fuente de este poder de la divinidad. Aunque es transmitida al Hijo y concentrada en él, vuelve de nuevo al Padre a través de su comunidad de sustancia”:
“El Paráclito recibió su mensaje de Cristo. Mas si lo recibió de Cristo, Cristo es superior al Paráclito, pues el Paráclito no habría recibido de Cristo de no ser inferior a Cristo. Esta inferioridad del Paráclito prueba que Cristo, de quien recibió su mensaje, es Dios. Aquí tenemos, pues, un poderoso testimonio de la divinidad de Cristo. Vemos, en efecto, que el Paráclito es inferior a Él, y recibe de Él, el mensaje que entrega al mundo”[48]
Cipriano de Cartago (siglo III)
Nació hacia el año 200, probablemente en Cartago, de familia rica y culta. Se dedicó en su juventud a la retórica. El disgusto que sentía ante la inmoralidad de los ambientes paganos, contrastado con la pureza de costumbres de los cristianos, le indujo a abrazar el cristianismo hacia el año 246. Poco después, en 248, fue elegido obispo de Cartago. Al arreciar la persecución de Decio, en 250, juzgó mejor retirarse a un lugar apartado, para poder seguir ocupándose de su grey.
Declara la divinidad de Cristo numerosas veces, y afirma que quien niegue que Cristo es Dios no puede ser templo de Dios.
“Si Cristo Jesús, nuestro Señor y Dios, es Él mismo el sumo sacerdote de Dios el Padre”[49]
“Si alguien pudiera ser bautizado por los herejes, él podría ciertamente recibir también el perdón de sus pecados. Si él hubiere recibido el perdón de los pecados, él podría ser santificado. Si él fuera santificado, él podría ser hecho un templo de Dios. Si él fuera hecho templo de Dios – ahora yo te pregunto: ¿De que Dios? ¿Del Creador?. Pero eso no es posible, porque él no cree en El. ¿De Cristo?. Quien niegue que Cristo sea Dios no puede llegar a ser su templo. ¿Del Espíritu Santo?. Desde que Tres son Uno, como fuera posible para el Santo Espíritu ser reconciliado con él que es un enemigo del Hijo o del Padre?”[50]
“Después de la resurrección, cuando el Señor envió los apóstoles a las naciones, Él les ordenó bautizar a los gentiles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo… Cristo mismo ordenó que las naciones sean bautizadas en la completa y unida Trinidad”[51]
Dionisio de Roma (Siglo III)
Siendo Papa desde el 259 al 268 combatió el modalismo y el subordinacionismo. Cuando se presentó ante él una acusación sobre Dionisio de Alejandría (obispo) sobre expresarse de modo incorrecto sobre la Trinidad, se origino una controversia que se ha conocido como “la controversia de los dos Dionisios”. El Papa convocó un sínodo en el año 260 para solucionar la cuestión. En nombre propio y en el del sínodo escribió una carta en la cual condena la doctrina modalista de Sabelio y además las opiniones marcionistas que dividían la monarquía divina en tres hipóstasis distintas, también a quienes representaban al Hijo de Dios como una criatura.
En la carta a Dionisio de Alejandría el Papa llama blasfemia a quienes dicen que el Hijo es el Padre (modalismo), pero también censura la doctrina que al parecer apoyan catequistas de Dionisio de Alejandría que afirman que cada Persona Divina tiene una naturaleza distinta de la otra.
“He oído que alguno de tus catequistas y maestros de la divina palabra encabezan está este principio [refiriéndose a quienes heréticamente dividen las naturalezas de las Personas Divinas]. Ellos son, tal que hablan diametralmente a la opinión de Sabelio. Para él, en su blasfemia, dice que el Hijo es el Padre, y viceversa. Pero ellos proclaman que hay en alguna vía tres Dioses, cuando ellos dividen la Sagrada Unidad en tres sustancias diferentes entre sí y completamente separadas”[52]
También declara que el arrianismo es una blasfemia por afirmar que Cristo es un ser creado, y explica que por Ser Cristo la Palabra, Sabiduría y poder de Dios, no pudo haber habido un momento en que el Padre existiera sin Él.
“Es blasfemia, entonces, y no común pero la peor, decir que el Señor en alguna forma fue creación. Pero si el vino a ser Hijo, entonces El no lo fue, sino si como Él dice de sí mismo, Él está en el Padre, y si usted conoce la Divina Escritura la cual dice, Cristo es la Palabra y Sabiduría y Poder, y esos atributos son poderes de Dios, entonces el siempre existió. Pero si el hijo vino a ser, había una época en la cual esos atributos no existieron, y consecuentemente, ese fue un tiempo cuando Dios estuvo sin ellas, lo cual es completamente absurdo”[53]
“Es necesario, sin embargo, que la palabra divina [Jesucristo] esté unida con Dios del Universo; y el Espíritu Santo debe respetar y morar en Dios. Por tanto la Trinidad Divina debe ser reunida en Una, una cumbre, como si fuera – quiero decir, el Dios Omnipotente del Universo”[54]
“Ni entonces podemos dividir en tres cabezas divinas la maravillosa y divina monarquía, ni desacreditar llamando “obra” la dignidad y excelente majestad de nuestro Señor, pero debemos creer en Dios, el Padre Todopoderoso, y en Jesús su Hijo , y en el Espíritu Santo, y sostenemos que a el Dios del universo la Palabra está unida”[55]
Luego de haber estudiado los principales testimonios patrísticos pre nicenos no es difícil darse cuenta que no es ninguna novedad la doctrina Trinitaria y mucho menos un invento del paganismo. La Iglesia fue fiel en reconocer que hay un solo Dios, siendo el Padre Dios, el Hijo Dios, y el Espíritu Santo Dios, y esta verdad era comprendida y enseñada con mayor o menor claridad en la era post-apostólica y pre-nicena
Es claro también que la mayoría de ellos rechazaban abiertamente tanto el arrianismo (que afirmaba que Jesucristo era una dios menor creado subordinado al Padre y que alguna vez no existió) y el modalismo (que afirmaba que había una sola Persona Divina en Dios, siendo el Hijo el Padre y viceversa, pero manifestados de manera diferentes).
Ciertamente algunos padres no comprendieron a cabalidad el misterio Trinitario y tendieron al subordinacionismo en mayor o menor grado, cosa totalmente comprensible en una materia de tanta complejidad. Han sido precisamente conflictos tan graves como el arrianismo y otras herejías, las que han dado oportunidad a la Iglesia para profundizar en estas verdades de fe.
Autor: José Miguel Arráiz
NOTAS
[1] Testigos de Jehová – Folleto grande – ¿Cómo se desarrolló la doctrina de la Trinidad?
[2] Didaché, VII,1
Padres Apostólicos, Daniel Ruiz Bueno, (BAC 65), pág. 84
[3] Martirio de Policarpo, XXII,3
Ibid. pág. 688
[4] El Pastor de Hermas, Comparación Quinta 6,5
Ibíd.. pág. 1020
[5] Ignacio de Antioquía, Carta a los Efesios I
Ibid. pág. 447
[6] Ignacio de Antioquía, Carta a los Efesios VII,2
Ibid. pág. 451
[7] Ignacio de Antioquía, Carta a los Efesios XVIII,2
Ibid. pág. 457
[8] Ignacio de Antioquía, Carta a los Romanos, I
Ibid. pág. 474
[9] Ignacio de Antioquía, Carta a los Romanos, IV,3
[10] Ignacio de Antioquía, Carta a los Esmiornitas I,1
Ibid. pág. 488
[11] Ignacio de Antioquía, Carta a Policarpo, III,2
Ibid. pág. 498-499
[12] Arístides, Apología XV,2
Padres Apologetas Griegos, Daniel Ruiz Bueno (BAC 116), pág. 130
[13] Atenágoras de Atenas, Súplica en favor de los cristianos, 10
Ibid. pág. 660-661
[14] Ibid. pág. 661
[15] Taciano, Discurso contra los griegos, 21
Ibid. pág. 602
[16] Melintón de Sardes, Homilía sobre la Pasión, 8-10
Patrología I, Johannes Quasten (BAC 206), pág. 240
[17] Melintón de Sardes, Homilía sobre la Pasión, 82
Ibid., pág. 241
[18] Melintón de Sardes, Fragmentos en Anastasio el Sinaita, La guía, CH. 13
Traducido de The Faith of the Early Fathers, Vol. I, William A. Jurgens, pág. 81
[19] Ireneo de Lyon, Contra las herejías I,10,1-2
[20] Ireneo de Lyon, Contra las herejías II,28,6
[21] Ireneo de Lyon, Contra las herejías III,19,2
[22] Ireneo de Lyon, Contra las herejías III,19,2-3
[23] Ireneo de Lyon, Contra las herejías IV,20,3
[24] Ireneo de Lyon, Contra las herejías II,28,8
[25] San Ireneo, Contra las herejías V,18,2
[26] Clemente de Alejandría, Exhortación a los griegos 1,7,1
Traducido de The Faith of the Early Fathers, Vol. I, William A. Jurgens, Pág. 176
[27] Clemente de Alejandría, Exhortación a los griegos 10,110,1
Traducido de The Faith of the Early Fathers, Vol. I, William A. Jurgens, pág. 177
[28] Clemente de Alejandría, el Pedagogo, I,2
Traducido de NewAdvent Encyclopedia,
http://www.newadvent.org/fathers/02091.htm
[29] Teófilo de Antioquia, Ad Autolycum, II,15
Patrología I, Johannes Quasten (BAC 206), pág. 236
[30] Teófilo de Antioquia, Ad Autolycum, II,10
Padres Apologetas Griegos, Daniel Ruiz Bueno (BAC 116), pág. 796
[31] Teófilo de Antioquia, Ad Autolycum, II,22
Padres Apologetas Griegos, Daniel Ruiz Bueno (BAC 116), pág. 813
[32] Tertuliano, Sobre la modestia, 21
http://www.newadvent.org/fathers/0407.htm
[33] Tertuliano, Contra Práxeas, 2
http://www.newadvent.org/fathers/0317.htm
[34] Tertuliano, Contra Práxeas, 2
[35] Tertuliano, Contra Práxeas, 12
[36] Ibid.
[37] Tertuliano, Contra Práxeas, 7
[38] In Ioh. 10,39,270; 6,33,166; In Ies. Hom. 1,4,1
[39] De princ. l,2,9s; 2; 4,4,1; In Rom. 1,5
[40] Orígenes, In Hebr. frag. 24,359
Patrología I, Johannes Quasten (BAC 206), Pág. 389
[41] Orígenes, In Ioh. 13,25
Patrología I, Johannes Quasten (BAC 206), pág. 390
[42] San Justino, Diálogo con Trifón, 61-62
Padres Apologetas Griegos, Daniel Ruiz Bueno (BAC 116), Pág. 409-412
[43] San Justino, Diálogo con Trifón, 128
[44] Justino Mártir, Apología I, 13,3
Padres Apologetas Griegos, Daniel Ruiz Bueno (BAC 116), pág. 194
[45] Justino Mártir, Apología I, 63,15
[46] Gregorio de Taumaturgo, Exposición de la fe
Tomado de Patrología I, Johannes Quasten (BAC 206), pág. 433
[47] Novaciano, Sobre la Trinidad, 31
Tomado de Patrología I, Johannes Quasten (BAC 206), Pág. 529
[48] Novaciano, Sobre la Trinidad, 18
Tomado de Patrología I, Johannes Quasten (BAC 206), pág. 531
[49] Cipriano de Cartago, Carta 63,14
Traducido de The Faith of the Early Fathers, Vol. I, William A. Jurgens, pág. 81
[50] Cipriano de Cartago, Carta 73,12
Traducido de The Faith of the Early Fathers, Vol. I, William A. Jurgens, Pág. 232-233
[51] Cipriano de Cartago, Carta 73,18
Traducido de The Faith of the Early Fathers, Vol. I, William A. Jurgens, pág. 232-233
[52] Carta a Dionisio de Roma a Dionisio de Alejandría, 1
Traducido de de The Faith of the Early Fathers, Vol. I, William A. Jurgens, pág. 249
[53] Carta a Dionisio de Roma a Dionisio de Alejandría, 1
[54] Carta a Dionisio de Roma a Dionisio de Alejandría, 2
[55] Carta a Dionisio de Roma a Dionisio de Alejandría, 3