Fuera de la Iglesia no hay salvación, es uno de los dogmas que suelen presentar más dificultades en su comprensión tanto para católicos como para no católicos, algunos de los cuales piensan que el dogma ya no tiene vigencia, mientras que otros lo interpretan de manera rigorista incluyendo en la sentencia inclusive a aquellos que nunca escucharon el evangelio.
Primeramente trataré la doctrina básica tal cual la explica el Catecismo Católico, posteriormente haré referencia a algunas de las definiciones dogmáticas del Magisterio, y posteriormente resumiré brevemente las reflexiones de teólogos, Papas y doctores de la Iglesia a lo largo de la historia anteriores al Concilio Vaticano II.
Debido a que el tema es bastante extenso no podré abarcar todo lo que quisiera y me limitaré a mencionar aquellas contribuciones que considero más importantes en lo referente al tema en cuestión, sin embargo, quienes deseen profundizar todavía más, les invito a consultar las siguientes obras, con las cuales me he documentado para desarrollar el presente resumen:
¿Hay salvación fuera de la Iglesia?, por Francis A. Sullivan
La salvación en las religiones no cristianas, por Prudencio Damboriena
Explicación del dogma Extra Ecclesiam Nulla Salus en el Catecismo de la Iglesia:
La enseñanza de la Iglesia respecto a esta verdad de fe está resumida en el Catecismo de la Iglesia católica de la siguiente manera:
“Fuera de la Iglesia no hay salvación”
846 ¿Cómo entender esta afirmación tantas veces repetida por los Padres de la Iglesia? Formulada de modo positivo significa que toda salvación viene de Cristo-Cabeza por la Iglesia que es su Cuerpo:
El santo Sínodo… basado en la Sagrada Escritura y en la Tradición, enseña que esta Iglesia peregrina es necesaria para la salvación. Cristo, en efecto, es el único Mediador y camino de salvación que se nos hace presente en su Cuerpo, en la Iglesia. Él, al inculcar con palabras, bien explícitas, la necesidad de la fe y del bautismo, confirmó al mismo tiempo la necesidad de la Iglesia, en la que entran los hombres por el bautismo como por una puerta. Por eso, no podrían salvarse los que sabiendo que Dios fundó, por medio de Jesucristo, la Iglesia católica como necesaria para la salvación, sin embargo, no hubiesen querido entrar o perseverar en ella (LG 14).
847 Esta afirmación no se refiere a los que, sin culpa suya, no conocen a Cristo y a su Iglesia:
Los que sin culpa suya no conocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero buscan a Dios con sincero corazón e intentan en su vida, con la ayuda de la gracia, hacer la voluntad de Dios, conocida a través de lo que les dice su conciencia, pueden conseguir la salvación eterna (LG 16; cf DS 3866-3872).
848 “Aunque Dios, por caminos conocidos sólo por Él, puede llevar a la fe, ‘sin la que es imposible agradarle’ (Hb 11, 6), a los hombres que ignoran el Evangelio sin culpa propia, corresponde, sin embargo, a la Iglesia la necesidad y, al mismo tiempo, el derecho sagrado de evangelizar” (AG 7).
Definiciones del dogma de parte del Magisterio de la Iglesia
El Papa Inocencio III en el año 1208 impone a los valdenses una confesión de fe:
“Creemos de todo corazón y profesamos con nuestros labios una sola Iglesia, no la de los herejes, sino la santa Iglesia Romana, católica y apostólica, fuera de la cual creemos que nadie puede salvarse”[1]
Cuarto concilio Lateranense en el año 1215 en contra de los albigenses define:
“Y hay una sola Iglesia universal de los fieles, fuera de la cual no se salva absolutamente nadie”[2]
El Papa Bonifacio VIII, en su bula Unam Sactam en el año 1302 escribe:
“Por imperativo de la fe estamos obligados a creer y sostener que hay una santa Iglesia católica y apostólica. Nosotros la creemos firmemente y abiertamente la confesamos. Fuera de ella no hay salvación ni remisión de los pecados”[3]
“Por consiguiente, declaramos, afirmamos, definimos y pronunciamos que el someterse al Romano Pontífice es a toda creatura humana absolutamente necesario para la salvación”[4]
El Concilio de Florencia en el año 1442 en su decreto para los Jacobitas (profesión de fe para la reconciliación de varios grupos monofisitas) reitera:
“(La Iglesia romana) cree firmemente, confiesa y predica que ninguno que esté fuera de la Iglesia católica, no sólo pagano, sino aún judío o hereje o cismático, podrá alcanzar la vida eterna; por el contrario, que irán al fuego eterno que está preparado para el diablo y sus ángeles, a menos que antes de morir sean agregados a ella…Y que por muchas limosnas que haga, aunque derrame su sangre por Cristo, nadie puede salvarse sino permaneciese en el seno y en la unidad de la Iglesia Católica”[5]
El Papa Pío IV, en su bula Iniunctum nobis conocida como la Profesión de fe del Concilio de Trento (año 1564) vuelve a repetir:
“…esta verdadera fe católica fuera de la cual nadie puede salvarse”[6]
El Papa Pío IX, en su alocución Singulari quadam año 1854:
“Hemos de admitir por la fe que nadie puede salvarse fuera de la Iglesia Apostólica Romana; que ella es la única arca de salvación; quien no entrare en ella, perecerá en el diluvio” [7]
El mismo Papa Pio IX en su encíclica Quanto conficiamur moerore año 1863:
“Bien conocido es también el dogma católico, a saber, que nadie puede salvarse fuera de la Iglesia Católica”[8]
Polémica alrededor del dogma
De parte de protestantes, es bastante atacado este dogma desde varios flancos:
- Unos lo usan para atacar la infalibilidad papal alegando que la doctrina católica en este punto ha cambiado sustancialmente y es por tanto contradictoria. Objetan que primeramente se sostenía que nadie podía salvarse fuera de la Iglesia, y ahora se dice lo contrario.
- Otros más perspicaces que los anteriores entienden que el dogma no ha sufrido cambios sustanciales y por tanto sigue inconmovible. Lo rechazan como una pretensión arrogante de la Iglesia de monopolizar la salvación que para ellos se consigue mediante la “Sola Fe” en Cristo.
De parte de tradicionalistas, hay tendencias que aferrándose a la interpretación rigorista del dogma lo interpretan de forma literal y absoluta excluyendo inclusive a aquellos que por ignorancia invencible llegaron a escuchar el evangelio. Algunos inclusive cayendo en sedevacantismo llegan al extremo de señalar herético al Concilio Vaticano II y a los Papas que le siguieron.
De parte de progresistas, se rechaza el dogma como una definición obsoleta, y cayendo en indiferentismo religioso consideran a todas las religiones como caminos válidos de salvación.
¿Desarrollo o evolución del dogma?
Ahora bien, ante los ataques tanto del protestantismo como de algunos tradicionalistas, uno podría verse tentando a pensar que efectivamente la Iglesia Católica ha cambiado sustancialmente su doctrina en este punto, pues algunas definiciones dogmáticas parecen no dejar lugar a excepciones cuando afirman tajantemente que nadie se salva fuera de la Iglesia, mientras que otras parecen señalar lo contrario.
No puede hablarse aquí de que el dogma ha “evolucionado”, pues el concepto mismo de la palabra evolución implica la transformación o cambio de algo en otra cosa distinta. Aplicar este término a la doctrina cristiana implicaría caer en el relativismo de afirmar que algo que es verdad hoy puede dejar de ser verdad mañana, noción que ha sido rechazada por el Magisterio[9]. Lo que reconoce la doctrina católica como legítimo es el desarrollo de la doctrina cristiana, la cual es definido por la doctrina católica como el crecimiento en profundidad y claridad del entendimiento de las verdades de la divina revelación, pero permaneciendo inmutable la sustancia en el núcleo de cada doctrina.
En este sentido el término desarrollo de diferencia de evolución en que cuando algo o alguien se desarrolla, no cambia sustancialmente ni deja de ser lo que es. Imagine por ejemplo, un dinosaurio que evoluciona en un animal del presente, luego de evolucionar ya no pertenece a la misma especie y no es más lo que era, pero un niño que se desarrolla y llega a ser un hombre, aunque distinto, sigue siendo el mismo ser humano. El mismo ejemplo puede colocarse con una semilla que llega a convertirse en un frondoso árbol: aunque distinta sigue siendo el mismo ser.
A este respecto el Concilio Vaticano I declara:
“El sentido de los dogmas sagrados que una vez declaró la santa madre Iglesia, hay que mantenerlo perpetuamente, y jamás puede uno apartarse de ese sentido, so pretexto o en nombre de una más profunda inteligencia. Crezca, pues..,y progrese amplia e intensamente la inteligencia, la ciencia y la sabiduría de cada uno como de todos, de los particulares como de la Iglesia universal, según el grado propio de cada edad y de cada tiempo: pero manteniéndose siempre su propio género esto es, en el mismo dogma, en el mismo sentido, en la misma sentencia” [10]
En este contexto donde es necesario afirmar que no ha habido un cambio sustancial en cuanto al dogma “fuera de la Iglesia no hay salvación”, pero antes de entrar de lleno en el tema es oportuno citar la declaración Mysterium Ecclesiae de 1973 donde la Congregación para la Doctrina de la Fe aclara la distinción entre lo sustancial de una verdad de fe y su expresión histórica:
“Las dificultades (en la transmisión de la revelación divina por la Iglesia) surgen también de la condición histórica que afecta la expresión de la revelación. En relación a esta condición histórica, debe observarse en primer lugar que el significado de los pronunciamientos de fe depende en parte del poder expresivo del lenguaje usado en un determinado momento histórico y en circunstancias particulares. Más aún a veces ocurre que alguna verdad dogmática se expresa primeramente de modo incompleto (pero no falso), y en un momento posterior, cuando se la considera en un contexto más amplio de fe o de saberes humanos, recibe una expresión más completa y perfecta” [11]
La Iglesia respecto a la salvación de las personas en los tiempos anteriores a la venida de Cristo.
Si revisamos lo que sostenían a este respecto los primeros padres, veremos que todos coincidían en que Dios había dispuesto medios para la salvación para todos en la era precristiana, inclusive aquellos que no pertenecían al pueblo elegido. Aunque explicado de diversos modos, sostenían que aquellos que se salvaban, lo hacían a través de Cristo. Algunos extractos relevantes a continuación:
Justino Mártir
“Evidentemente, cada uno se salvará por su propia justicia, dije también que se salvarán igualmente los que hubieren vivido conforme a la ley de Moisés. En la ley de Moisés, en efecto, se mandan algunas cosas por naturaleza buenas y piadosas y justas, que han de hacer lo que creen; otras, que practicaban los que estaban bajo la ley, están escritas con miras a la dureza de corazón del pueblo. Así, pues, los que cumplieron lo que universal, natural y eternamente es bueno, fueron agradables a Dios, y se salvarán por medio de Cristo en la resurrección, del mismo modo que los justos que les precedieron, Noé, Enoc y Jacob y cuantos otros hubo, juntamente con los que reconocen a este Cristo por Hijo de Dios” [12].
“Algunos, sin razón, para rechazar nuestra enseñanza, pudieran objetarnos que, diciendo nosotros que Cristo nació hace sólo cincuenta años bajo Quirino y enseño su doctrina más tarde, en tiempo de Poncio Pilato, ninguna responsabilidad tienen los hombres que le precedieron. Adelantémonos a resolver esta dificultad. Nosotros hemos recibido la enseñanza de que Cristo es el primogénito de Dios, y anteriormente hemos indicado que Él es el Verbo, de que todo el género humano ha participado. Y así, quienes vivieron conforme al Verbo, son cristianos, aun cuando fueron tenidos por ateos, como sucedió entre los griegos con Sócrates y Heráclito y otros semejantes, y entre los bárbaros con Abrahán, Ananías, Azarías y Misael, y otros muchos cuyos hechos y nombres, que sería largo enumerar por ahora” [13]
Clemente de Alejandría
“Dios cuida de todos, dado que es el Señor de todos. Y es el Salvador de todos; no se puede decir que es Salvador de unos y no de otros. Como cada uno se dispuso a recibirla, Dios distribuyó su bendición tanto a los griegos como a los bárbaros y en su momento fueron llamados los que estaban predestinados a estar entre los fieles elegidos”[14]
Orígenes
“¿Luego ahora, después de tantos siglos, se ha acordado Dios de juzgar la vida humana, y nada le importó antes?. A esto diremos no haber habido jamás tiempo en que Dios no quisiera juzgar la vida humana, sino que siempre cuidó de ello, dando ocasiones de practicar la virtud para corrección del anima racional. Y es así que en todas las generaciones, descendiendo la sabiduría de Dios a las almas que halla santas, hace amigos de Dios y profetas”[15]
Juan Crisóstomo
“Por eso, cuando los paganos nos pongan esta objeción: ¿Qué hacía Cristo cuando no se ocupaba del género humano? ¿Por qué tras habernos olvidado durante largo tiempo vino a procurarnos la salvación sólo al final de los tiempos?, les contestaremos que Él estaba en el mundo ya antes de su venida entre los hombres, que desde la eternidad pensaba en las obras que habría de realizar y que era conocido por todos aquéllos que eran dignos de conocerlo.
Y si entonces decís que no era conocido, pues no lo era por todos, sino sólo por los hombres probos y virtuosos, por la misma razón deberías decir que tampoco ahora es adorado por los hombres, pues muchos de ellos no tienen noticia de Él”[16]
Agustín de Hipona
“Por lo tanto, desde el principio del género humano, cuantos en Él creyeron, cuantos de algún modo le entendieron y vivieron justa y piadosamente según sus preceptos, por Él se salvaron sin duda alguna, dondequiera y como quiera que hayan vivido…En tal forma, la salud de esta religión por la que exclusiva, verdadera y verazmente se promete la auténtica salvación, no faltó a nadie que fuese digno de ella. Y si a alguno le faltó, él no fue digno de recibirla”[17]
Respecto a la salvación de los no cristianos en los primeros tres siglos
Sin embargo ya en la era cristiana nos encontramos con una situación diferente: La Iglesia instituida obedeciendo el mandado de Jesús de predicar el evangelio a todas las naciones:
“Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará”[18].
Estas palabras de Cristo sentencian la condenación para aquellos que recibiendo el mensaje evangélico lo rechacen apartándose de la verdad. Es en este contexto donde encontramos los textos de los primeros padres San Ignacio, San Ireneo de Lyon, Orígenes y San Cipriano, en los cuales habla de personas excluidas de la salvación por estar fuera de la Iglesia, pero un examen cuidadoso de los textos y su contexto revela que se referían a aquellos a quienes juzgaban culpables de la separación, específicamente por pecados de herejía o cisma. No se puede encontrar referencia alguna respecto a aquellos que no habían recibido el mensaje.
Ignacio de Antioquía
“No os engañéis, hermanos míos: si alguno sigue al que se separa no heredará el reino de Dios. El que camina en sentencia ajena, ese tal no se conforma a la Pasión”[19]
Ireneo de Lyon
“En la Iglesia Dios ha puesto apóstoles, profetas, maestros y todos los demás dones del Espíritu, que no comparten aquellos que no se apresuran a la Iglesia, sino que se autoexcluyen de la vida, por una mente perversa y un modo de actuar aún peor. Porque donde está la iglesia, está el Espíritu de Dios, y donde está el Espíritu de Dios está la iglesia y toda gracia” [20]
Orígenes
“Así que nadie se persuada, que nadie se engañe: fuera de esta casa, esto es, fuera de la iglesia, nadie se salva. Si alguien sale, es responsable de su propia muerte” [21]
Cipriano de Cartago
“Que no piensen que el camino de la vida o la salvación existe para ellos, si han rehusado obedecer a los obispos y presbíteros, dado que el Señor dice en el libro del Deuteronomio: ‘Si alguno procede insolentemente, no escuchando al sacerdote ni al juez, ese hombre morirá’. Y entonces se les mataba con la espada…pero ahora, os orgullosos e insolentes son muertos con la espada del Espíritu cuando son arrojados fuera de la Iglesia. Porque no pueden vivir fuera, ya que sólo hay una casa de Dios, y no puede haber salvación para nadie si no es en la Iglesia” [22]
“Y no puede servir para la salvación al hereje ni el bautismo de la confesión pública ni el de sangre, porque no hay salvación fuera de la Iglesia” [23]
“Quién separándose de la Iglesia, se une a una adúltera, se separa de las promesas de la Iglesia, y no alcanza los premios de Cristo quien abandona su Iglesia. Éste se convierte en un extraño, un sacrílego y un enemigo. No puede ya tener a Dios por padre quien no tiene a la iglesia por madre”[24]
“Mientras estás todavía en este mundo, nunca es demasiado tarde para el arrepentimiento. Incluso a las puertas de la muerte puedes pedir perdón por tus pecados, apelando al único Dios verdadero. Porque la bondad de Dios concede la absolución para la salvación al creyente, para pasar de la muerte a la inmortalidad. Es Cristo quien concede esta gracia”[25]
Respecto a la salvación de los no cristianos a partir del siglo IV
Ya en el siglo IV la situación de la Iglesia comienza a cambiar. La persecución de los cristianos acaba con los edictos de los emperadores Galerio (311) y Constantino (313), y el cristianismo es declarado por el emperador Teodosio I[26] como al religión oficial del imperio.
El juicio de culpabilidad a los cristianos cismáticos por situarse voluntariamente fuera de la Iglesia es aplicado también acá a los judíos y paganos, en un contexto donde se presupone que para ese entonces el mensaje del evangelio ha sido proclamado en todo el mundo conocido y todos habían tenido suficientes oportunidades para aceptarlo. El juicio negativo se basaba aquí en el presupuesto de que a todos había sido predicado el mensaje cristiano de manera suficientemente como para ser capaces de comprender la verdad, por lo que aquellos que se negaban a aceptarla estaban voluntariamente rechazándola excluyéndose del reino de Dios.
Que algunos fueran excluidos de la salvación no era considerado, en ningún caso, como un designio arbitrario de Dios. Quienes se condenaban no era porque Dios quisiera que no se salvaran, sino porque habían rechazado los medios que Dios había puesto a su disposición para ello.
Ambrosio de Milán
“Si alguien no cree en Cristo se priva a sí mismo de sus beneficios universales, como si alguien negase la entrada a los rayos del sol cerrando su ventana. Porque la misericordia del Señor ha sido derramada por la Iglesia a todas las naciones; la fe ha sido distribuida a todas las gentes”[27]
Juan Crisóstomo
“No se debería creer que la ignorancia excusa a los no-creyentes…Cuando eres ignorante de lo que puede ser conocido fácilmente, debes sufrir el castigo…Cuando hacemos todo lo que está en nuestro poder, en materias que desconocemos, Dios nos tenderá su mano; pero si no hacemos lo que podemos, no disfrutaremos de la ayuda de Dios…Así que no digáis: ‘¿Cómo es que Dios ha abandonado a ese pagano sincero y honesto?’. Te darás cuenta de que no ha sido realmente diligente en la búsqueda de la verdad, dado que lo relativo a la verdad está ahora más claro que el sol. ¿Cómo obtendrán perdón los que, viendo la doctrina de la verdad derramada ante ellos, no hacen esfuerzo para conocerla?. Porque ahora el hombre de Dios es proclamado a todos…Es imposible que nadie esté atengo en la búsqueda de la verdad sea despreciado por Dios”[28].
La influencia de Agustín de Hipona
A pesar de que reconocía la posibilidad de salvación para los no cristianos por la fe implícita en Dios en los tiempos anteriores a la venida de Cristo, fue rigorista en cuanto a la imposibilidad de salvación de éstos en los tiempos del Nuevo Testamento.
Se sabe que Agustín se da cuenta de la existencia de tribus y pueblos en África fuera de los límites del imperio romano que nunca habían recibido la predicación[29]. A estos no podía atribuírseles haberse situado “culpablemente” fuera de la Iglesia, por lo era de esperar que el santo usara el mismo criterio que aplicó a aquellos que vivieron en tiempos anteriores a la venida de Cristo. Sin embargo les excluye de la posibilidad de salvación, primero sosteniendo que si Dios negaba la fe a alguien era porque preveía que si le era ofrecida la persona la rechazaría, y posteriormente alegando que por la pena contraída por el pecado original, era suficiente para justificar a Dios en la condena, no sólo de los niños que morían sin el bautismo sino también de los adultos que morían en la ignorancia de la fe cristiana.
No pudo encontrar ninguna solución en cuanto a la posibilidad de salvación de aquellos que mueren sin el bautismo y fuera de la Iglesia, aun así no se podría reprochar al santo aquello que solo sería plenamente aclarado por el desarrollo teológico posterior.
Los discípulos de Agustín
Entre los distintos discípulos de Agustín hubo quienes se situaron en su misma línea y quienes supieron apartarse en estos puntos problemáticos.
Uno que siguió su línea fue San Fulgencio, obispo de la ciudad de Ruspe (al norte de África), quien por apegarse demasiado en estos puntos a San Agustín llegó a negar la voluntad salvífica universal de Dios que quiere todos los hombres se salven:
“Si fuera verdad que Dios quisiera universalmente que todos se salvaran y vinieran al conocimiento de la verdad ¿cómo es que esa Verdad ha escondido a algunos hombres el misterio de su conocimiento? Seguramente, a aquellos que denegó tal conocimiento, también les deniega la salvación…Por tanto, él quiso salvar a aquellos a los que dio el conocimiento del misterio de salvación y no quiso salvar a aquellos a los que denegó el conocimiento del misterio salvífico. Si hubiera querido la salvación de ambos, hubiera concedido el conocimiento de la verdad a los dos” [30]
Sin embargo, otro de sus discípulos, San Próspero de Aquitania, se mostró capaz de discernir entre la doctrina esencial de Agustín respecto a la primacía de la gracia y algunas de las consecuencias que creyó derivaban de este principio. Por tanto, afirma a diferencia de San Fulgencio que Dios si quiere que todos los hombres se salven, al mismo tiempo que admite que el caso de los niños que mueren en el bautismo sigue siendo para él un misterio insoluble que deja a la misericordia de Dios.
Respecto al problema de aquellos que mueren como no creyentes por nunca haber escuchado el evangelio escribe:
“No hay razón para dudar que Jesucristo Nuestro Señor murió por los no creyentes y pecadores. Si hubiera habido alguno que no perteneciera a estos, entonces Cristo no habría muerto por todos. Pero Él murió por todos los hombres sin excepción…”[31]
“Puede ser verdad que, lo mismo que sabemos que en tiempos antiguos algunos no fueron admitidos a la dignidad de hijos de Dios, también hoy, en las partes más remotas del mundo, hay algunas naciones que no han visto aún la luz de la gracia del Salvador. Pero no tenemos duda de que en el designio escondido de Dios, ha sido establecido también para ellos un momento de llamada, en el que escucharán y aceptarán el evangelio que ahora permanece desconocido para ellos. Incluso ahora reciben esa cantidad de ayuda general que los cielos han concedido siempre a todo hombre” [32]
“…creemos con total confianza en la bondad de Dios que ‘quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad’. Debemos sostener esto como su voluntad inmutable desde la eternidad, que se manifiesta en los diversos grados en los que él, en su sabiduría, elige aumentar sus dones generales con favores especiales”[33]
Tomás de Aquino
Santo Tomás al igual que los teólogos medievales consideraban que el caso de aquel que no había tenido oportunidad de escuchar el evangelio era algo excepcional, por lo cual para él un caso así tenía que ser como el de un niño criado en la selva o entre las bestias. Para este tipo de casos afirma Dios no dejaría a una persona sin los medios necesarios para su salvación siempre que haga todo lo que esté en su mano con la gracia recibida, para que de este modo pudiera antes de finalizar su vida llegar a una fe explícita:
“Si se habla de que el hombre puede algunas cosas sin el auxilio de la gracia, está obligado a muchas cosas que no puede realizar sin la ayuda de la gracia reparadora, por ejemplo, a amar a Dios y al prójimo, e igualmente a creer los artículos de la fe. Pero todo ello puede hacerlo con el auxilio de la gracia. Este auxilio de la gracia, a cuantos se les da divinamente, se les da por misericordia; pero a quienes se les niega, se les niega por justicia, en castigo de algún pecado anterior, por lo menos del pecado original, como afirma San Agustín en De corrept. et gratia” [34]
El descubrimiento del Nuevo Mundo y el aumento sobre la reflexión teológica sobre el dogma
Con el descubrimiento de América los teólogos se plantean que los casos de aquellos que no han escuchado el evangelio no son tan pocos ni excepcionales como podían pensar, pues estaban ante una situación donde incontables personas habían estado viviendo sin conocer el evangelio sin culpa propia por más de 1500 años.
La solución hasta el momento presentada por Santo Tomás no resultaba suficientemente satisfactoria, pues era muy difícil conciliar como poblaciones enteras de un continente sin escuchar nunca una predicación podían llegar a una fe explícita. Es aquí donde Melchor Cano O.P[35] aun siguiendo la línea de Santo Tomás va un paso más allá y llega a la conclusión de que para aquellas personas de buen corazón que colaboraban con la gracia que recibían les era suficiente hacer un acto de fe implícita como se describe en Hebreos 11,6. Una solución similar sostuvo Domingo de Soto O.P[36].
El protestantismo, ajeno al dogma, pero profesando que nadie podía salvarse sin confesar su fe en Cristo, había resuelto la situación de los nativos americanos que murieron sin escuchar del evangelio de forma mucho más sencilla: todos al infierno. Para Juan Calvino por ejemplo, Dios había predestinado a la condenación eterna a aquellos que estaban privados del conocimiento del evangelio. Si Dios no les concedió la revelación era porque les había abandonado a su maldad, y nadie podía cuestionar esto porque era parte del “designio inescrutable” de Dios. Es en este contexto donde Albert Pigge oponiéndose al rigorismo calvinista sostiene que la providencia de Dios fija diferentes tiempos para la promulgación del evangelio a los distintos grupos de personas, y a todos proporciona medios para salvarse:
“Esto es completamente cierto: que es imposible establecer el mismo tiempo por el que se puede decir, o podría decirse nunca, que el Evangelio fue suficientemente promulgado a todo el mundo. Porque Dios no ha determinado el mismo tiempo para la llamada a todas las naciones. Dado que incluso ahora, en muchas regiones del mundo, hay muchas naciones donde la luz del Salvador no ha brillado, y un número cada vez mayor a los que esta luz está sólo empezando a iluminar a través de los misioneros. No puede haber duda de que tales personas están en las mismas condiciones que estaba Cornelio antes de ser instruido en la fe por Pedro”[37]
El aporte de Roberto Belarmino
San Roberto Belarmino[38] abordó el caso de las personas que nunca escucharon el evangelio a lo que explica que el designio salvífico universal de Dios proporciona a todo el mundo la posibilidad de salvarse, al menos en algún momento y lugar.
“Decimos ‘en algún momento o lugar’, porque no determinamos si esa ayuda es asequible en cualquier momento de la vida de una persona…Decimos que no hay nadie que no reciba, en algún momento, esa ayuda. Después decimos ‘mediata o inmediatamente’ porque creemos que aquellos que tienen uso de razón reciben inspiraciones santas de Dios, y así, sin otra mediación, tienen gracia capacitante, y si cooperan con ella, pueden disponerse para la justificación; y, finalmente, llegar a la salvación” [39]
“La gente que aún no se ha predicado el evangelio, pueden conocer la existencia de Dios mediante las criaturas, y así pueden ser movidas por la gracia previniente para creer que Dios existe y recompensa a aquellos que le buscan, y a partir de esa fe pueden ser luego llevados por Dios que les guía y ayuda, a oraciones y obras de caridad, y de esta forma pueden obtener, mediante la oración, una mayor luz de fe, que Dios fácilmente les comunicará, por sí mismo, o a través de la mediación de hombres o ángeles”[40]
Una solución similar sostuvo Francisco Suárez[41].
Desarrollo del concepto de la ignorancia invencible hasta el Concilio Vaticano II
Así comienza a desarrollarse en la Iglesia la consciencia de que hay muchos que están en cierto estado en el cual no se les puede considerar culpables por su separación de la Iglesia Católica.
El aporte de Juan de Lugo S.J.
Si bien De Lugo[42] sostuvo en esencia lo mismo que Belarmino y Suarez, desarrolló más allá el concepto de ignorancia invencible aplicándolo no solo a aquellos que nunca escucharon el evangelio, sino también a quienes el evangelio no había sido predicado de manera eficiente como para moverlos eficazmente a la conversión. Distingue entre la situación del heresiarca que se aparta de la Iglesia por su pertinacia de la de aquel que nace dentro de un cisma o en alguna secta herética y que no ha tenido manera de darse cuenta de que está en el error.
“Aquellos que no creen con la fe católica pueden dividirse en diversas categorías. Hay algunos que, aunque no creen todos los dogmas de la religión católica, reconocen al único Dios verdadero; estos son los Turcos y todos los musulmanes, así como los judíos. Otros reconocen al Dios trino y a Cristo, como hacen la mayoría de los herejes…Ahora bien, si esas gentes están excusadas del pecado de infidelidad por ignorancia invencible, pueden salvarse” [43]
“Alguien que es bautizado siendo niño por herejes, y es criado por ellos en una falsa doctrina, cuando alcanza la edad adulta, podría no ser culpable durante un tiempo de pecado contra la fe católica, dado que no le ha sido presentada en una forma suficiente como para obligarle a aceptarla. Sin embargo, si la fe católica le fuera propuesta posteriormente de una manera suficiente como para obligarle a su aceptación, y a abandonar los errores contrarios a ella, y él todavía persistiera en su error, entonces sería hereje” [44]
Giovanni Perrone, S.J.
El aporte de Giovanni Perrone[45] es similar a los anteriores al reafirmar por un lado el dogma, pero por el otro enfatizar que este se refiere a aquellos que están culpablemente en estado de separación de la Iglesia.
“Para aquellos que mueren en un estado culpable de herejía, cisma o increencia, no puede haber salvación; en otras palabras, no se puede obtener salvación fuera de la Iglesia Católica. Entonces, como se deduce de la forma en que se enuncia la proposición, hablamos sólo de aquellos que están culpablemente en estado de herejía, cisma o increencia. En otras palabras, hablamos sólo de sectarios formales, no meramente materiales. Los últimos lo son por haber sido criados desde la infancia en errores y prejuicios, y no sospechan que se encuentran realmente en herejía o cisma, o si tal sospecha surge en sus mentes, buscan la verdad con todo su corazón y con mente sincera. Dejemos a tales personas al juicio de Dios, porque él es el que ve dentro y examina los pensamientos y los caminos del corazón. Porque la bondad y misericordia de Dios no permiten que nadie que no es culpable de una falta deliberada, sufra tormentos eternos en el infierno. Afirmar lo contrario estaría en contra de la enseñanza explícita de la Iglesia” [46]
“Pertenece a la divina providencia ofrecer medios suficientes para la salvación de todos los hombres. En virtud del hecho de que Dios quiere que todos los hombres se salven, y que nadie puede salvarse sin fe, Dios concede a todo el que no ponga un obstáculo –y a veces incluso a aquellos que lo hacen, porque esta gracia no es merecida- por su misericordia, y en virtud de los méritos de Cristo, bien una iluminación sobrenatural interna o revelación, o bien hace que reciban instrucción de otros sobre la fe: y de esa forma pueden ser justificados y salvarse. Además este modo de actuar de Dios no ha de ser considerado como milagroso, porque pertenece a la providencia sobrenatural ordinaria de Dios” [47]
El Papa Pio IX
Es importante el testimonio del Papa Pío IX, quien como ya se ha citado en su alocución Singulari quadam del año 1854 había sostenido igualmente que “nadie puede salvarse fuera de la Iglesia”, sin embargo en esta misma alocución matiza y añade que Dios no condena a los inocentes que nunca escucharon el mensaje del evangelio, por lo que la expresión “Extra Ecclesiam Nulla Salus” no se refiere a ellos. Combate al mismo tiempo al indiferentismo religioso, bajo el cual se creía que todas las religiones eran caminos de salvación, así como el rigorismo que excluía de la salvación aquellos que sin culpa propia estaban apartados de la Iglesia:
“No sin pensar, hemos sabido que otro error, no menos nocivo, ha tomado posesión de ciertas partes del mundo católico, y ha entrado en las mentes de muchos católicos que creen que bien pueden esperar la salvación eterna de todos aquellos que de ninguna manera han vivido en la verdadera Iglesia de Cristo. Por esta razón están acostumbrados a preguntar frecuentemente cuál va a ser el destino y la condición de aquellos que nunca se han entregado a la fe católica, y guiados por las más absurdas razones, esperan una respuesta que favorezca su depravada opinión. Lejos de nosotros intentar establecer límites a la misericordia de Dios que es infinita. Lejos de nosotros querer escrutar los consejos y juicios escondidos de Dios, que son ‘un inmenso abismo’ que el pensamiento humano no puede nunca penetrar. De acuerdo a Nuestro deber apostólico deseamos alentar vuestra solicitud y vigilancia episcopal para echar de las mentes de los hombres, hasta el punto en que seáis capaces de usar todas vuestras energías, esa impía y nociva idea: que el camino de la salvación eterna puede encontrarse en cualquier religión. Con toda la habilidad y el saber de nuestra disposición, deberías probar a la gente encomendada a vuestro cuidado, que los dogmas de la fe católica no se oponen de ninguna manera a la misericordia y justicia divinas. Ciertamente debemos mantener que es parte de la fe que nadie puede salvarse fuera de la Iglesia apostólica Romana, que es la única arca de salvación y quien no entra en ella va a perecer en el diluvio. Pero sin embargo, debemos de la misma manera defender como cierto que aquellos que se afanan en la ignorancia de la fe verdadera, si esa ignorancia es invencible, nunca serán acusados de ninguna culpa por esto ante los ojos del Señor. ¿Quién hay que se arrojaría el poder de señalar la extensión de tal ignorancia según la naturaleza y variedad de pueblos, religiones, talentos y tantas otras cosas?” [48]
Posteriormente nueve años después el Papa trata el mismo tema en una encíclica dirigida a todos los obispos de Italia:
“Debemos de nuevo mencionar y reprobar un error muy serio en el que algunos católicos desafortunadamente han caído, creyendo que los hombres que viven en el error y totalmente alejados de la fe verdadera y de la unidad Católica pueden alcanzar la vida eterna. Esto es absolutamente opuesto a la doctrina católica. Es conocido por Nos y por vosotros que aquellos que se afanan en ignorancia invencible sobre nuestra muy santa religión y que, observando asiduamente la ley natural y sus preceptos que Dios ha inscrito en los corazones de todos, y estando dispuestos a obedecer a Dios, vivir una vida honesta y honrada pueden, mediante la acción de la luz divina y de la gracia, alcanzar la vida eterna, dado que Dios, que ve claramente, escruta y conoce la mente, las intenciones, los pensamientos y los hábitos de todos, en razón de su suprema bondad y misericordia, nunca permite que nadie que no es culpable de pecado deliberado, sea castigado en los sufrimientos eternos. Pero es también dogma católico perfectamente conocido que nadie puede salvarse fuera de la Iglesia Católica, y aquellos que son contumaces en contra de la autoridad y las definiciones de la misma Iglesia, y que están pertinazmente separados de la unidad de esa Iglesia y del sucesor de Pedro, el Romano Pontífice, a quien ha sido confiada la custodia de la viña por el Salvador, no pueden obtener la salvación eterna” [49]
El Papa no está diciendo que la ignorancia invencible es causa de salvación, sino que es causa de no culpabilidad. Tampoco está diciendo que la gente se salva meramente por guardar la ley moral, lo cual sería pelagianismo, sino enfatizando que pueden salvarse “mediante la acción de la luz y gracia divina”.
El Papa Pio XII
En su encíclica Mysticy Corporis reconoce la posibilidad de salvación para quienes estaban inculpablemente fuera de la Iglesia:
“Urgimos a todos y cada uno a estar prontos a seguir los movimientos internos de la gracia, y a buscar con mayor seriedad librarse de un estado en que no pueden estar seguros de su propia salvación. Porque incluso aunque, por un cierto deseo inconsciente, pueden relacionarse con el Cuerpo Místico del Redentor, permanecen privados de tantos y tan poderosos dones y ayudas del Cielo, que sólo pueden ser disfrutados dentro de la Iglesia Católica” [50]
En dicho texto el Papa enfatiza que “no pueden estar seguros” de su salvación (lo cual ni afirma ni niega que puedan salvarse), al mismo tiempo de que habla acerca de que pueden relacionarse con el cuerpo místico de Cristo por un “cierto deseo inconsciente”, de manera similar a lo que ya San Roberto Belarmino había sostenido en el siglo XVI.
El caso de Leonard Feeney
A finales de los años 40 surge una controversia cuando el padre Leonard Feeney, S.J. denuncia al arzobispo Richard Cushing por herejía al declarar que los no católicos podían salvarse. El padre Feeney interpretaba de manera rigorista el dogma “Fuera de la Iglesia no hay salvación” y luego de acusar al obispo éste apela a Roma para una interpretación autorizada del dogma. Reproduciré los extractos más relevantes de la respuesta del Santo Oficio que son relevante para el tema que estudiamos:
“Entre las doctrinas que la Iglesia ha predicado siempre y nunca dejará de predicar, hay que incluir aquel enunciado infalible que nos enseña que ‘fuera de la Iglesia no hay salvación’. Pero este dogma tiene que entenderse en el sentido en que lo entiende la Iglesia misma. Porque nuestro salvador no entregó el depósito de la fe a merced de interpretaciones privadas, sino al magisterio de la Iglesia.
….
Por lo cual, no podrá salvarse nadie que a sabiendas de que Cristo con un acto divino fundó la Iglesia, a pesar de todo rehúse someterse a ella, o niegue la obediencia al Romano Pontífice, Vicario de Cristo en la tierra.
…
Puesto que para obtener la salvación eterna no se exige siempre la incorporación efectiva (reapse) a la Iglesia como miembro; pero se requiere al menos que se adhiera a ella por el ‘voto’ y deseo (voto et desiderio). Pero no siempre es necesario que este deseo sea explícito, como lo tienen los catecúmenos; por el contrario, en el caso en que el hombre tiene una ignorancia invencible, también acepta Dios el deseo implícito. Y se llama así puesto que se contiene en aquella buena disposición del alma por la cual quiere el hombre que su voluntad se conforme con la de Dios.
Estas cosas las enseña claramente el Sumo Pontífice Pío XII en su carta dogmática sobre el Cuerpo Místico de Cristo… Hacia el final de la encíclica, cuando con todo su corazón invita a la unión a todos aquellos que no pertenecen al cuerpo de la Iglesia Católica, el Papa menciona a aquellos ‘que están ordenados al Cuerpo Místico de Cristo por alguna clase de deseo’. De ninguna manera excluye a estos hombres de la salvación eterna, pero, por otra parte, destaca que están en un estado ‘en el que no pueden estar seguros de su propia salvación…
Con estas prudentes palabras reprueba tanto a quienes excluyen de la salvación eterna a todos aquellos que se unen a la Iglesia con sólo un deseo implícito, como a los otros que falsamente aseguran que los hombres se salvan en cualquier religión de la misma manera. Pero no hemos de pensar que basta cualquier deseo de entrar en la Iglesia para salvarse. Porque se requiere un deseo que esté informado son una caridad perfecta. El voto o deseo implícito no puede surtir su efecto a no ser que el hombre posea la fe sobrenatural”.[51]
Conclusiones
Todo el desarrollo anterior ha desembocado en la enseñanza actual contenida en el Concilio Vaticano II y resumida en el catecismo citado al comienzo de este artículo. El núcleo de la enseñanza católica si bien ha sido expresado de modos distintos de acuerdo a los distintos contextos históricos, siempre ha enfatizado la necesidad de la Iglesia para la salvación, así como la voluntad salvífica universal de Dios que quiere que todos los hombres se salven.
Es importante por tanto apartarse del indiferentismo religioso para el cual todas las religiones son caminos de salvación, así como del rigorismo que pretende excluir determinantemente la posibilidad de salvación para aquellos que en un estado de ignorancia invencible y sin culpa propia no conocen a Cristo o a su Iglesia.
Autor: José Miguel Arráiz
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NOTAS
[1] Denzinger–Schönmetzer 792
[2] Denzinger–Schönmetzer 802
[3] Denzinger–Schönmetzer 870
[4] Denzinger–Schönmetzer 875
[5] Denzinger-Schönmetzer 1351
[6] Denzinger-Schönmetzer 1870
[7] Denzinger-Schönmetzer 2865
[8] Denzinger-Schönmetzer, Enchiridion symbolorum, definitionum, declarationum, edición n.34, año 1967, 2867
[9] El Papa Pio X ordenó al clero un juramento antimodernista en donde se pedía declarar “Rechazo de plano la herética ficción de la evolución de los dogmas, según la cual podrían estos pasar de un sentido a otro diferente, diverso del que primero había profesado la Iglesia” (Denzinger-Schönmetzer 3541)
[10] Denzinger-Schönmetzer 3020
[11] Acta Apostolicae Sedis 65, 1973, 402-403.
[12] Justino Mártir, Diálogo con Trigón, 45,3
Daniel Ruiz Bueno, Padres Apologetas Griegos, B.A.C. 116, Tercera Edición, pág. 375-376
[13] Justino Mártir, Apología Primera, 46,1-3
Daniel Ruiz Bueno, Padres Apologetas Griegos, B.A.C. 116, Tercera Edición, pág. 232-233
[14] Clemente de Alejandría, Stromata 7,2
Texto en Inglés en http://www.newadvent.org/fathers/02107.htm
Puede leerla también en Google books en AQUÍ
[15] Contra Celsum 4,7
Texto en Inglés en http://www.newadvent.org/fathers/04164.htm
[16] Juan Cristóstomo, In Ioannem hom. 8; pg 59,67-68
Texto en inglés en http://www.newadvent.org/fathers/240108.htm
[17] Agustín de Hipona, Epístola 102,12.15.
Obras completas de San Agustín, Tomo VIII, B.A.C. 69, Tercera edición, pág. 719 y 722
[18] Marcos 16,16
[19] Ignacio de Antioquía, Carta a los filadelfios 3,3
Daniel Ruiz Bueno, Padres Apostólicos, B.A.C. 65, Quinta edición, pág. 483
La traducción protestante de Lightfoot en español en http://escrituras.tripod.com/Textos/EpIgnacio.htm
[20] Ireneo de Lyon, Adversus haereses 3:24,1
Texto en inglés en http://www.newadvent.org/fathers/0103324.htm
[21] Orígenes, Homiliae in Jesu Nave 3,5 pg. 12, 841-842
[22] Cipriano de Cartago, Epístola 4,4; Corpus scriptorum ecclesiasticorum latinorum 3,2: 476-477
[23] Cipriano de Cartago, Epístola 73,21; Corpus scriptorum ecclesiasticorum latinorum 3,2; 795
[24] Cipriano de Cartago, La unidad de la Iglesia, 6,77. AWC 25,48-49
[25] Citado de M. Bévenot, Salus extra ecclesiam non est (S. Cipriano), en Fides Sacramenti, Sacramentum Fidei. Ed. H.J. Auf der Maur, Assen 1981, pág. 105
[26] Teodosio I fue emperador del imperio romano desde el año 379 hasta el 395.
[27] Ambrosio de Milán, In Psalm 118 Sermo 8,57; Patrologiae cursus completus, series latina 15, 13-18
[28] Juan Crisóstomo, In Epíst. Ad. Rom. Hom. 26,3-4; pág.60, 641-642
[29] Escribe a este respecto “Hay entre nosotros, aquí mismo en África, innnuberables pueblos bárbaros en los que aún no se ha predicado el Evangelio. Cada día podemos comprobarlo por los prisioneros que los romanos toman y reducen a servidumbre” Epístola 199,12.46 Corpus scriptorum ecclesiasticorum latinorum 57, 284
[30] Fulgencio de Ruspe, De veritate praedestinationis 3,16-18. Patrologiae cursus completus, series latina 65, 660-661
[31] Próspero de Aquitania, De vocatione 2,16. Patrologiae cursus completus, series latina 51, 702-703
[32] Próspero de Aquitania, De vocatione 2,17. Patrologiae cursus completus, series latina 51, 704
[33]Próspero de Aquitania, De vocatione 2,18. Patrologiae cursus completus, series latina 51, 706
[34] Tomás de Aquino, Suma Teológica II-IIae, q.2, a.5, ad 1
http://hjg.com.ar/sumat/c/c2.html
[35] Melchor Cano O.P. (1509 – 1560), fue un fraile dominico, teólogo y obispo de Canarias.
[36] Domingo de Soto O.P. (1494-1570) fue un teólogo español dominico.
[37] Albert Pigge, De Libero hominis arbitrio, lib. X. fol 180 v-181r.
[38] Roberto Berlarmino fue Arzobispo, Cardenal e inquisidor jesuita.
[39] Roberto Belarmino, De Gratia et libero arbitrio, lib. 2. Cap 5; ed.Giuliano, vol. 4, 301
[40] Roberto Belarmino, De Gratia et libero arbitrio, lib. 2. Cap 5; ed.Giuliano, vol. 4, 308
[41] Francisco Suárez (1548-1619) fue un reconocido teólogo jesuita.
[42] Juan de Lugo (1583-1660) fue cardenal y teólogo. Nació en 1583 y murió en 1660
[43] Juan de Lugo S.J., De virtute fidei divinae, disp. 12, n.50-51
[44] Juan de Lugo S.J., De virtute fidei divinae, disp. 20, n. 149
[45] Giovanni Perrrone (1794- 1876) fue un teólogo italiano.
[46] Giovanni Perrone, S.J., De vera religione, pars II. Prop. XI. n.265, en Praelectiones theologicae, vol. I, ed. 34, Torino: Marietti, 1900. pág. 214
[47] Giovanni Perrone, De virtutibus fidei spei et caritatis; De fide, n. 321, pág. 115
[48] Pio IX, Singulari quadam, Acta Pii IX, I/I, pág. 626.
[49] Pio IX, Quanto conficiamur moerore, Acta Pii IX I/3, pág. 613
[50] Pio XII, Mystici corporis, n. 101
[51] Carta del Santo Oficio al Arzobispo Cushing año 1949