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Conversando con amigos evangélicos sobre la sucesión apostólica

sucesión apostólica

Continuo con la serie de conversaciones entre amigos sobre temas de apologética, les comparto un nuevo diálogo ficticio en donde reflexionamos sobre el tema de la sucesión apostólica. En esta ocasión, los argumentos de mis amigos evangélicos los he tomado de algunos artículos publicados en páginas de apologética protestante. Los nombres de quien participan no son reales.

Marlene: Hola José, han sido interesantes tus conversaciones con Marta, pero la verdad su comprensión de la naturaleza de la Iglesia es realmente muy particular y no la compartimos la mayoría de los cristianos evangélicos. Nosotros no creemos ni en la sucesión de iglesias, como sostiene ella como bautista, ni en la sucesión apostólica, cómo sostienen ustedes los católicos.

Miguel: En esto estoy de acuerdo con Marlene.

José: Ok, conversemos sobre ello. ¿Por qué piensan eso?

Marlene: Para comenzar, en ninguna parte de la Escritura Jesús, los apóstoles o cualquier otro escritor del Nuevo Testamento, mencionó la idea de una “sucesión apostólica”. Es más, ni siquiera Pedro es presentado como “supremo” sobre los otros apóstoles[1].

José: El tema de la primacía del apóstol Pedro lo podemos tratar en otra ocasión, pero primero aclaremos qué entendemos los católicos por sucesión apostólica.

Marlene: Adelante.

José: Nosotros creemos que los apóstoles, conscientes de que no vivirían para siempre, y por voluntad de Cristo, estaban destinados a tener sucesores que continuaran su ministerio, con la misma autoridad que ellos recibieron de Cristo[2], y esos sucesores los encontramos en los obispos que fueron ordenados en línea directa hasta llegar a los apóstoles.

Miguel: Lo entendemos, pero ¿Dónde aparece eso en la Biblia?

José: En la Biblia ya desde muy temprano vemos como los apóstoles tenían el propósito de que su ministerio no quedara vacante. En el primer capítulo de los Hechos de los apóstoles vemos a San Pedro diciendo al resto de los apóstoles que había quedado desocupado el puesto de Judas Iscariote y que era necesario reemplazarle. Leamos lo que dice: “«Hermanos, era preciso que se cumpliera la Escritura en la que el Espíritu Santo, por boca de David, había hablado ya acerca de Judas, el que fue guía de los que prendieron a Jesús. Porque él era uno de los nuestros y obtuvo UN PUESTO en este MINISTERIO[3]Conviene, pues, que de entre los hombres que anduvieron con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús convivió con nosotros, a partir del bautismo de Juan hasta el día en que nos fue llevado, uno de ellos sea constituido testigo con nosotros de su resurrección». Presentaron a dos: a José, llamado Barsabás, por sobrenombre Justo, y a Matías. Entonces oraron así: «Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muéstranos a cuál de estos dos has elegido, para ocupar en el MINISTERIO DEL APOSTOLADO el puesto del que Judas desertó para irse adonde le correspondía.» Echaron suertes y la suerte cayó sobre Matías, que fue agregado al número de los doce apóstoles. (Hechos 1,16-17.21-26)

Marlene: Nosotros reconocemos que ciertamente Matías “sucedió” a Judas como un apóstol, pero no creemos que eso siente un precedente para continuar la sucesión apostólica. La elección de Matías para reemplazar a Judas es solo un argumento para que la iglesia reemplace a los líderes malos o infieles (tales como Judas), con líderes buenos y fieles (tales como Matías).

José: Creo que pasa por alto un punto clave en ese acontecimiento. Observa que San Pedro habla del “ministerio del apostolado” en el cual Judas ocupaba un “puesto”. No olvides que los ministerios en la Iglesia son oficios permanentes instituidos por el propio Cristo con el fin de edificar la Iglesia. San Pablo nos dice que fue el propio Jesucristo quien “dio a unos el ser apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelizadores; a otros, pastores y maestros, para el recto ordenamiento de los santos EN ORDEN A LAS FUNCIONES EL MINISTERIO, para edificación del Cuerpo de Cristo” (Efesios 4,11-12). Estos ministerios no estaban pensados para acabar cuando muriesen las personas que ocupaban inicialmente estos puestos, por eso me parece que te quedas corta al asumir que se trata solo de reemplazar líderes malos por líderes buenos. Allí no se está hablando de líderes sino de ministerios, y se sustituyen, no sólo porque quienes los ocupen lo hagan mal, sino porque quedan vacantes, independientemente de la causa.

Miguel: Pero en ninguna parte del Nuevo Testamento hay algún registro de que los doce apóstoles pasaran su autoridad apostólica a sucesores. En ninguna parte ninguno de los apóstoles predice que ellos delegarán su autoridad apostólica a otros.

José: Acabamos de leer el registro de la primera sucesión apostólica, pero recuerda que quienes escribieron los escritos del Nuevo Testamento no pretendían llevar un registro riguroso de las personas que ocupaban las funciones en los ministerios de las distintas iglesias, porque esto a fin de cuentas, no es lo importante. Lo importante es la existencia misma del ministerio en la Iglesia y su finalidad.

Por eso, aunque no es frecuente encontrar quien ejercía los distintos ministerios en cada iglesia (sería una lista inacabable), si encontramos a los apóstoles y sus sucesores organizando las iglesias y colocando a personas en los distintos ministerios. El libro de los Hechos de los Apóstoles narra como “designaron presbíteros en cada Iglesia y después de hacer oración con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído.” (Hechos 14,23).

Observa que siempre la ordenación sacerdotal era concedida por medio de la imposición de manos en línea directa con un apóstol. Por eso San Pablo exhorta a Timoteo: “Te recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti por la imposición de mis manos” (2 Timoteo 1,6), “No descuides el carisma que hay en ti, que se te comunicó por intervención profética mediante la imposición de las manos del colegio de presbíteros.” (1 Timoteo 4,14), y le advierte tener cuidado para no ordenar a alguien indigno del ministerio: “No te precipites en imponer a nadie las manos, no te hagas partícipe de los pecados ajenos. Consérvate puro.” (1 Timoteo 5,22). Hay otros textos similares: “El motivo de haberte dejado en Creta, fue para que acabaras de organizar lo que faltaba y establecieras presbíteros en cada ciudad, como yo te ordené.” (Tito 1,5)

Marlene: Sigo sin encontrar en la Biblia el pase de la autoridad de los apóstoles a unos sucesores, salvo el caso de Judas por Matías.

José: Recuerda que si bien Matías fue el primero, eso no quiere decir que otras personas desempeñaran posteriormente el mismo ministerio, y si examinas bien la Biblia te darás cuenta de que es así. San Pablo, por ejemplo, menciona a Andrónico y Junia como dos “ilustres apóstoles” que llegaron a Cristo antes que él: “Saludad a Andrónico y Junia, mis parientes y compañeros de prisión, ilustres entre los apóstoles, que llegaron a Cristo antes que yo.” (Romanos 16,7), y ellos no formaban parte del grupo de los doce apóstoles. El propio San Pablo admite ser también un apóstol y desempeñar el mismo ministerio que los doce (1 Corintios 15,9; 2 Corintios 1,1; Gálatas 1,1). Posteriormente vemos que las funciones del apóstol recaen sobre los obispos (1 Timoteo 3,1-10)

Marlene: Yo creo que Jesús ordenó a los apóstoles que edificaran el fundamento de la iglesia (Efesios 2:20). ¿Cuál es el fundamento de la iglesia que construyeron los apóstoles? El Nuevo Testamento – el registro de los hechos y enseñanzas de los apóstoles. La iglesia no necesita sucesores apostólicos. La iglesia necesita las enseñanzas de los apóstoles fielmente registradas y preservadas. Y eso es exactamente lo que Dios ha provisto en Su Palabra: “En él también vosotros, tras haber oído la Palabra de la verdad, el Evangelio de vuestra salvación, y creído también en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la Promesa” (Efesios 1,13); “a causa de la esperanza que os está reservada en los cielos y acerca de la cual fuisteis ya instruidos por la Palabra de la verdad, el Evangelio” (Colosenses 1,5); “Procura cuidadosamente presentarte ante Dios como hombre probado, como obrero que no tiene por qué avergonzarse, como fiel distribuidor de la Palabra de la verdad.” (2 Timoteo 2,15)

José: Jesús ordenó a los apóstoles “hacer discípulos a todas las personas” (Mateo 28,19). Reducir el mandato de Jesús a sus apóstoles a solo escribir el Nuevo Testamento para que cada quien lo interpretara de manera individual es tergiversar el mandato de Cristo. Por eso, así como Jesucristo nos deja un Revelación, también instituye autoridades y ministros que puedan enseñar de manera auténtica esta Revelación. San Pablo, hablando cómo apóstol reconocía haber sido instituido como administrador de los misterios de Dios: “Por tanto, que nos tengan los hombres por servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios.” (1 Corintios 4,1), y Jesús hablando a sus apóstoles les dice: “Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado” (Lucas 10,16). En la Biblia también encontramos la clara intención de que este ministerio pudiera ser transmitido sucesivamente: “…cuanto me has oído en presencia de muchos testigos confíalo a hombres fieles, que sean capaces, a su vez, de instruir a otros.” (2 Timoteo 2,1-2). Precisamente esto es lo que permite que las enseñanzas de los apóstoles sean fielmente preservadas: una continua sucesión apostólica, que junto con la Escritura y la Tradición pueda evitar que malas interpretaciones puedan ser confundidas con las auténticas, ya que hay una línea ininterrumpida de enseñanza que les recuerde como entendían la Revelación, aquellos cristianos que les precedieron.

Marlene: No hace falta que sea una sucesión ininterrumpida, sino que sean fieles a lo que dice la Biblia, que es lo que no hace la Iglesia Católica[4]. En nuestras iglesias hay personas que desempeñan esos ministerios, pero no son elegidas por ninguna sucesión sino por su fidelidad a la Palabra.

José: Es que para conseguir lo segundo necesitas lo primero. Nadie niega que el ministro tenga el deber de ser fiel a las enseñanzas que nos dejaron Jesús y sus apóstoles, pero precisamente para ser fiel necesita conocer cuál era el sentido e interpretación original y auténtica de esas enseñanzas. De allí que en toda la Biblia vemos que siempre los presbíteros y obispos eran instituidos en línea directa hasta los apóstoles. Nadie se nombraba a sí mismo apóstol o presbítero, como sucede ahora en algunas iglesias evangélicas, de lo contrario, los miembros excomulgados como Himeneo, Fileto, Alejandro (1 Timoteo 1,20; 2 Timoteo 2,17) simplemente hubiesen ido a fundar otra iglesia. Lamentablemente eso es lo que les ocurre ahora a las iglesias evangélicas, divididas en miles de denominaciones, sin una autoridad instituida por Cristo que pueda interpretar auténticamente la Revelación y distinguir las doctrinas falsas de las verdaderas.

Marlene: Es una desafortunada verdad (que los apóstoles ya sabían) que en la Iglesia se levantarían falsos maestros (2 Pedro 2,1). Reconocemos que la falta de una “autoridad suprema” entre las iglesias evangélicas, conduce a muchas diferentes interpretaciones. Sin embargo, estas diferencias en la interpretación no son el resultado de que la Escritura no sea clara. Más bien, son el resultado de que aún los cristianos no católicos sigan la tradición católica de interpretación de la Escritura de acuerdo con sus propias tradiciones. Si la Escritura es estudiada en su totalidad y en su propio contexto, la verdad puede ser determinada fácilmente. Las diferencias doctrinales y los conflictos denominacionales son consecuencia de que algunos cristianos se rehúsan a aceptar lo que dice la Escritura – no como consecuencia de que no haya una “autoridad suprema” que interprete la Escritura.

José: Me parece una salida fácil pero equivocada, culpar de las divisiones que existen entre ustedes, a que los demás evangélicos se rehúsan a aceptar lo que dice la Biblia. Seamos francos: todos intentan basarse solo y exclusivamente en la Biblia, pero la interpretan distinto. Por eso es que San Pedro advertía que en las Escrituras “hay cosas difíciles de entender, que los ignorantes y los débiles interpretan torcidamente para su propia perdición” (2 Pedro 3,16) y para eso advierte “que ninguna profecía de la Escritura puede interpretarse por cuenta propia” (2 Pedro 1,20). Observa que está hablando a cristianos que habían recibido el Espíritu Santo, por tanto, les está invitando, a no interpretar las Escrituras fuera del amparo de la Iglesia. Si hemos de ser francos, nada en la Biblia apoya el modelo donde cada creyente define la doctrina por cuenta propia aislado del cuerpo eclesial, sino que son las autoridades legítimas las que en comunión resuelven los asuntos difíciles (como en el Concilio de Jerusalén, cuyo resultado fue aceptado por todos los cristianos que quisieron permanecer fieles en la unidad de la Iglesia).

Marlene: Ya nos tenemos que ir, pero luego me gustaría que siguiéramos profundizando en este tema.

José: Con mucho gusto.

 

Autor: José Miguel Arráiz

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NOTAS

[1] Los argumentos protestantes para esta conversación los he tomado del sitio Web protestante, GotQuestions.org, de su artículo ¿Es bíblica la sucesión apostólica?

[2] En la Biblia se narra como primero Jesús instituye doce apóstoles(Lucas 6,13-16) y luego les da autoridad: “Convocando a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades” (Lucas 9,1); “Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»” (Juan 20,21-23)

[3] La palabra “ministerio”, en griego diakonía (διακονία) implica un servicio, un quehacer, o un oficio. En todo el Nuevo Testamento se utiliza para designar oficios establecidos en la Iglesia para su recto funcionamiento. Consulte por ejemplo Hechos 6,1-7; 21,19-20; Romanos 12,3.7; 1 Corintios 16,13.15; Efesios 4,12-13; 1 Timoteo 1,12-14; 2 Tim 4,5-7.

[4] Es generalmente difícil que los hermanos evangélicos logren entender la diferencia entre lo que realmente pueda enseñar la Biblia y su propia interpretación de la Biblia. Al no entender esto, suelen asumir inmediatamente que quien no interpreta la Biblia cómo ellos, no es fiel a la Palabra de Dios, y ese criterio no lo aplican solo a la Iglesia Católica, sino a las denominaciones que difieren de ellos en puntos importantes de doctrina.

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