Recientemente recibí en mi blog algunos comentarios respecto a mi artículo Sábado y Domingo en la Iglesia primitiva de parte de algunos lectores adventistas. Dichos comentarios venían acompañados de unas citas patrísticas de San Agustín de Hipona en donde supuestamente defiende la observancia del sábado y no del domingo, de manera de intentar sostener la hipótesis que refuta el artículo principal, a saber, que fue Constantino quien hizo el cambio del día del Señor del Sábado al Domingo, y que en tiempos de San Agustín los cristianos todavía guardaban el sábado.
Algunas de estas citas fueron:
“Si amas a Dios, le dedicarás el sábado para descansar” … “Señor y Dios nuestro, danos la paz del sábado, con su mañana y su tarde”. Agustín de Hipona
“Se te dice que guardes el Sábado. Os convertís en adversario suyo cuando no hacéis lo que os mando, yo en adversario suyo si no digo lo que me manda decir que guardes el sábado”. San Agustín de Hipona, Obras Completas
Una de las primeras cosas que llama la atención, es la forma incorrecta de citar dichos textos. No se dice ni de qué obra fueron tomados, ni mucho menos en que parte. Si se les solicita que citen apropiadamente suele ser común que contesten como uno de los comentaristas, que dichas citas “se encuentran en documentos históricos de los primeros siglos y son fáciles de encontrar” . Pero por experiencia se que el 99% de las veces, lo que ocurre es que dicha persona simplemente ha tomado dicha cita de alguna Web protestante, no se ha tomado la tarea de verificarlas, y que es más que probable que sean espurias o sacadas de contexto. Una referencia ambigua como esta es siempre útil para sus fines, ya que la mayoría de las personas que leerán tampoco se tomarán la tarea de hacer la verificación y las pocas que lo hagan tendrán que sepultarse en una cantidad no pequeña de libros.
Para ejemplificar como funciona este “modus operandi ” tomemos por ejemplo la siguiente cita de San Agustín: “La observancia del día del sábado se nos impone con más rigor que a ellos [los judíos]”. Leída así podría parecer que efectivamente San Agustín defendía la observancia del sábado, pero si leemos la cita en su contexto encontramos otra cosa:
“La observancia del día del sábado se nos impone con más rigor que a ellos, porque se nos impone en sentido espiritual (espiritualmente). Los judíos observan servilmente el día del sábado en la molicie y embriaguez. ¡Cuánto mejor sería que sus mujeres se ocuparan en ese día en el tejido de la lana que en bailar o danzar sobre las terrazas! Lejos de nosotros el creer que los judíos observaran el sábado. El cristiano que se abstiene de acciones serviles es el que observa espiritualmente el sábado. ¿Qué es acción servil? El pecado. ¿Qué prueba hay de esto? El Señor la da: Todo el que hace el pecado, siervo es del pecado. Dios nos preceptúa la observancia espiritual del sábado”[1]
Más adelante profundizaremos que significa para San Agustín, el sentido espiritual del sábado, pero antes hagamos una aclaración previa. El argumento en sí mismo es irrelevante, porque en el artículo que intentaban refutar se encuentran testimonios siglos antes de San Agustín, que demuestran no solo que los primeros cristianos no guardaban el sábado, sino que para ellos el día del Señor era el domingo, y eso sin contar que el propio San Pablo en el Nuevo Testamento nos ordena “que nadie nos critique por cuestiones de comida o bebida, o a propósito de fiestas, de novilunios o sábados”[2]. Aun así quiero compartir algunos textos donde se puede observar en su contexto el pensamiento de San Agustín respecto al día del Señor y la observancia del sábado, para que no se tergiverse su pensamiento.
San Agustín explica que el sábado fue ordenado para los judíos, pero para los cristianos el domingo es el día del Señor:
“En cambio, no se nos manda observar al pie de la letra el día del sábado por lo que se refiere a la suspensión de la actividad corporal, como lo observan los judíos; observancia literal, que es tenida por ridícula, a no ser que signifique otro cierto descanso espiritual. Entendemos, pues, con razón, que todas esas cosas que en las santas Escrituras se nos dicen figuradamente valen para inflamar el amor por el que tendemos al reposo, puesto que en el decálogo se propone figuradamente sólo el precepto del descanso, que en todas partes se ama y sólo en Dios se encuentra con certidumbre y santidad.
El domingo fue preceptuado, no a los judíos, sino a los cristianos, por razón de la resurrección del Señor, y desde ese momento comenzó a tener su solemnidad. Porque las almas de todos los santos descansan realmente antes de la resurrección de los cuerpos, pero no tienen aquella actividad que vitaliza a los cuerpos que les fueron consignados. Esa actividad la significa el día octavo, que se confunde con el primero, ya que no suspende, sino que glorifica ese descanso… Los santos patriarcas, llenos de espíritu profético antes de la resurrección del Señor, conocieron ya ese sacramento del día octavo que significa la resurrección…Mas cuando se realizó la resurrección en el cuerpo del Señor, para que antecediese en la Cabeza de la Iglesia, lo que el cuerpo de la misma espera para el final, ya podía empezar a celebrarse el día octavo, que es idéntico al primero, es decir, el domingo”[3] .
Adicionalmente a esta explicación, en De Utilitate Credenci enumera entre los preceptos y mandatos legales que ya no es lícito guardar a los cristianos la observancia del sábado:
“Pero todos estos preceptos y mandatos legales, que ya no les es lícito a los cristianos observar, tales como los de la circuncisión, el del sábado, los sacrificios y otros idénticos, contienen misterios tan grandes, que no hay persona piadosa que desconozca los males que se siguen de tomar en sentido literal lo que allí se expone, ni los óptimos frutos que resultan si se entienden tal y como se desvelan al espíritu. Por eso dice San Pablo: La letra mata, pero el espíritu da vida. Y aquel pasaje: El mismo velo continúa sobre la lección de la antigua alianza, sin percibir que sólo por Cristo ha sido removido. No es que Cristo remueva el Antiguo Testamento, sino que lo desvela, para que por medio de Cristo se haga inteligible y patente lo que sin El permanecería en tinieblas y cerrado”[4].
Otros textos donde reconoce que la observancia del sábado quedó abolida para los cristianos:
“¿Qué dice Dios a Jeremías? He aquí que llegarán días, dice el Señor, en que estableceré con la casa de Jacob una alianza nueva. Abandona la vieja, aprópiate de la nueva, y verás cómo debes dejar de lado la circuncisión, los ácimos, el sábado y los sacrificios carnales.”[5]
“Hay obras de la ley que están contenidas en los antiguos sacramentos; una vez revelado el Nuevo Testamento, ya no son observadas por los cristianos. Tales son la circuncisión del prepucio, el descanso carnal del sábado, la abstinencia de ciertos manjares, la inmolación de ovejas en el sacrificio, neomenias, ázimos y cosas semejantes.”[6]
Y sigue más adelante en la misma carta:
“Quien quiera ser extraño a este judaísmo carnal y animal, y por ende reprensible y condenable, debe alejar de sí aquellos ritos antiguos que dejaron de ser necesarios una vez que fue revelado el Nuevo Testamento y se han realizado las cosas que aquellos símbolos significaban; ya no debemos juzgar sobre la comida y la bebida, sobre las partes de las fiestas, neomenias y sábados, que eran sombras del futuro.”[7]
En otro lugar reconoce que el sábado era una prescripción temporal impuesta a los judíos:
“El Señor es, pues, quien tiene que mostrarnos claramente el misterio del sábado, y que el signo de la observancia de un día fue prescripción temporal impuesta a los judíos, mas el cumplimiento pleno de ese misterio se realizó en El.”[8]
También explica que aunque los judíos creen que siguen obligados a guardar el sábado, los cristianos no creen eso:
“Cuando habló al pueblo hebreo de la guarda del sábado, tampoco mencionó los alimentos que habían de comer o no comer. Sólo prescribió la abstención de trabajos serviles. El pueblo hebreo aceptó ese precepto, que era un símbolo del descanso futuro, y se abstuvo de trabajar: vemos que todavía se abstienen de trabajar en sábado los judíos, aunque no entienden los judíos carnales lo que entienden rectamente los cristianos. En aquel tiempo, en que así convenía, los profetas guardaron el reposo sabático, que los judíos creen todavía deber observar”[9] .
Para San Agustín es incluso inconcebible que un judío converso al cristianismo siga guardando el sábado, o las otras leyes como la circuncisión, etc.
“Vuelvo a decir: ya que eres obispo y maestro en las iglesias de Cristo, puedes tratar de probar que es verdad lo que dices; toma a un judío que se haya hecho cristiano, pero que circuncide a un hijo que le ha nacido; que guarde el sábado, que se abstenga de las viandas que Dios creó para que usemos de ellas con acción de gracias, que en el día decimocuarto del primer mes mate un cordero al anochecer. Cuando esto hicieres (mejor dicho, no lo harás, pues sé que eres cristiano y no has de cometer un tal sacrilegio) , quieras o no quieras, reprobarás tu sentencia.”[10]
Explica que el sábado era una sombra figurativa antes de que fuera quitado el velo
“No obstante—advertencia que juzgo suficiente en el asunto que nos ocupa—, no fue preceptuado inútilmente al pueblo judío el abstenerse en aquel día de todo trabajo servil, por el cual se significa el pecado, porque el no pecar es efecto de la santificación, esto es, del don de Dios mediante el Espíritu Santo; ¡y así solamente este precepto, entre todos los demás, fue puesto en la ley, grabada en las tablas de piedra, como sombra figurativa bajo la cual los judíos observaban la santificación del sábado, como significando por esto que aquél era el tiempo en que debía permanecer ocultarla gracia, que por la pasión de Cristo, cual por la escisión del velo del templo, había de ser revelada. Pues cuando hubiese llegado -dice- a Cristo será quitado el velo”[11]
“He aquí por qué, entre los diez preceptos, sólo ese que se refiere al sábado se manda observar figuradamente. Esa figura se nos propone para que la entendamos, pero no para que la celebremos con el descanso corporal”[12]
Igualmente en su obra Del génesis a la letra sostiene que el sábado fue impuesto a los judíos como prefiguración pero abolido a los cristianos:
“Ciertamente puede decirse con probabilidad que la observancia del sábado se impuso a los judíos como una penumbra de la realidad futura, que simbolizaba el descanso espiritual, el que prometo Dios a los fieles que hiciesen buenas obras, bajo la oculta significación que entraña el ejemplo de este descanso suyo.”[13]
“Ahora vemos las obras buenas creadas por El; después de las nuestras buenas veremos también su descanso. Para prefigurar este descanso mandó al pueblo hebreo observar un día, el cual lo entendió tan carnalmente que, cuando vieron al Señor obrar nuestra salud en aquel día sabático, le recriminaron; y por eso El les responde del trabajo que en todo tiempo ejecuta el Padre, con quien El mismo obra igualmente, no sólo la administración del universo, sino también nuestra salud. Mas ahora que fue revelada la gracia, aquella observancia del sábado que prefiguraba y se reducía al descanso de un día, fue abolida de entre los fieles, puesto que en la ley de gracia sin duda observa un perpetuo sábado todo el que obra algún bien con la esperanza del futuro descanso, y al mismo tiempo no se vanagloria en sus obras buenas como si tuviera un bien no recibido. Por lo tanto, el que recibe el sacramento del bautismo y le concibe como el día sabático, es decir, como el día del reposo del Señor en la sepultura, descansa de sus obras antiguas, a fin de que caminando ya en nueva vida conozca que Dios obra en él, el Dios que al mismo tiempo obra y descansa, obra gobernando las creaturas conforme a las naturalezas que tienen, y descansa teniendo en sí mismo eterno reposo.”[14]
En otro texto habla de cómo el sábado y la circuncisión son observancias pertenecientes a la vejez y dura servidumbre de la ley carnal a diferencia de las leyes morales que permanecen:
“¿Qué son, pues, los preceptos de Dios, por el mismo Dios escritos en los corazones, sino la misma presencia del Espíritu Santo, que es el dedo de Dios, por cuya presencia es derramada en nuestros corazones la caridad, que es la plenitud de la ley y el fin del precepto? Porque respecto del Antiguo Testamento son terrenas las promesas que en él se hacen, aunque—-a excepción de los sacramentos que eran figuras de los futuros, tales como la circuncisión, el sábado, algunas observancias añejas a ciertas solemnidades, las ceremonias usadas en algunas comidas y muchos ritos referentes a los sacrificios y al culto, todo lo cual convenía así a la vejez y dura servidumbre de aquella ley carnal—se contenían en él los mismos preceptos que ahora se nos ordena observar, especialmente los que están señalados en aquellas tablas sin ninguna sombra figurativa, como son: No adulterarás, No cometerás homicidio, No codiciarás o cualquiera otro precepto que pueda recapitularse”[15]
De allí que excluye de las leyes morales la observancia del sábado:
“Pues entre estos diez mandamientos, si se exceptúa la observancia del sábado, quiero yo que se me diga cuál hay que no deba ser cumplido por todos los cristianos por lo que se refiere a no fabricar ni adorar ídolos u otros dioses, fuera del único Dios verdadero; a no tomar el nombre de Dios en vano; a honrar a los padres; a evitar la fornicación, el homicidio, el hurto, el falso testimonio, el adulterio y la codicia de los bienes ajenos. ¿Quién osará decir que el cristiano no debe observar todos estos preceptos?”[16]
En otros textos coloca como ejemplo el que los apóstoles recogieran espigas en sábado, conforme a la voluntad de Jesús, como una forma de enseñar que la observancia del sábado luego de cambiados los tiempos (ya no bajo la ley sino bajo la gracia) era una superstición:
“Sin embargo, según leemos, los discípulos de Cristo no sólo comieron en ese sábado, sino que arrancaron también las espigas, lo cual era ilícito, pues lo prohibía la tradición de los antiguos. Cuide ése, pues, no le vayamos a contestar oportunamente, diciendo que por algo quería el Señor que sus discípulos ejecutaran en ese día ambas cosas: arrancar las espigas y tomar los alimentos; lo primero, contra aquellos que quieren descansar el sábado, y lo segundo, contra aquellos que obligan a ayunar el sábado; así daba a entender el Señor que lo primero era superstición, una vez cambiados los tiempos, y lo segundo era libre en todo tiempo”[17]
Por tanto, los cristianos deben entender el mandamiento del sábado como una cierta promulgación del descanso y reposo del corazón:
“Tercer mandamiento: Acuérdate de santificar el día del sábado. En este tercer mandamiento se insinúa una cierta promulgación del descanso, reposo del corazón, tranquilidad de la mente, que obra la buena conciencia”[18] .
San Agustín explica que el domingo es más santo que el sábado, porque el sábado el cuerpo del Señor descansó en el sepulcro, mientras que el domingo resucitó de entre los muertos[19] y le llama en numerosas ocasiones “el día del Señor”
“El sábado, en el cual descansó Dios de todas sus obras, es el día séptimo, y nos anuncia el gran misterio de nuestro futuro descanso de todas nuestras obras. El primer día después del sábado se llama día primero de la semana, al cual le denominamos también día del Señor, o domingo.”[20]
“El primer día después del sábado es el domingo o día del Señor”[21]
Y aquí no solo le llama día del Señor sino que contrapone el sábado como día a guardar en el Antiguo Testamento, versus el domingo, como día a guardar en el Nuevo Testamento:
“En el Viejo se guarda el sábado, que significa el descanso; en el Nuevo, el día del Señor, que señala la resurrección. El sábado es el día séptimo de la semana, y el domingo, que sigue inmediatamente al séptimo, ¿Cuál es sino el octavo?”[22]
Una vez entendido esto, podemos ir ahora a los textos donde San Agustín se refiere a la observancia espiritual del sábado, el cual no es otra cosa sino descanso espiritual al abstenerse de pecar:
“Pues si Cristo nos quitó aquel yugo pesadísimo de tantas observancias—que no seamos carnalmente circuncidados, ni sacrifiquemos victimas de animales, ni cada siete años, al repetirse el ciclo sabático, descansemos aun de los trabajos necesarios, y otras cosas por el estilo, sino que las guardemos entendidas de una manera espiritual, y, desechando las sombras figurativas, contemplemos la verdad de las mismas cosas significadas—, ¿acaso ya por esto habremos de decir que no reza con nosotros que el que hallare cualquier cosa perdida del prójimo la entregue, como está escrito, a quien la perdió, y otros mandamientos semejantes a éstos, con los cuales se aprende a vivir piadosa y honestamente, y en especial el decálogo escrito en aquellas tablas de piedra, excepción hecha apenas de la guarda carnal del sábado, que significa la santificación y descanso espiritual?”[23]
En esta misma obra nuevamente insiste en el significado espiritual del sábado para los cristianos: mantenerse sin pecado:
“¿Qué decían los que no veían y no estaban ungidos? No es de Dios este hombre, que no guarda el sábado. Mejor lo guardaba El, que estaba sin pecado; pues estar limpio de pecado es un sábado espiritual”[24]
Otros textos donde explica que para el cristiano a diferencia de los judíos el sábado no es abstenerse de trabajar sino de pecar:
“El título del salmo es como sigue: Salmo de cántico; para el día del sábado. Notad que también hoy es sábado. Este día le celebran actualmente los judíos con cierto ocio corporal, lánguido, negligente y disoluto. Pues se entregan a frivolidades; y, por tanto, al mandarles Dios guardar el sábado, ellos le dedican a las cosas que prohíbe. Nosotros descansamos de las malas obras, ellos de las buenas. Mejor es arar que danzar. Ellos descansan de las obras buenas, mas no de las frívolas. Dios nos declara el sábado. ¿Cuál? Ved primeramente en dónde se halla. Nuestro sábado está dentro, en el corazón.”[25]
También hace notar que hay Iglesias que celebran la Eucaristía todos los días, otras los sábados y domingos y otras solo los domingos:
“Hay otras prácticas que varían según los distintos lugares y países. Así, por ejemplo, unos ayunan el sábado y otros no. Unos comulgan cada día con el cuerpo y sangre del Señor, otros comulgan sólo en ciertos días. Unos no dejan pasar un día sin celebrar, otros celebran sólo el sábado y el domingo, otros sólo el domingo. Si se consideran estas prácticas y otras semejantes que pueden presentarse, todas son de libre celebración. En todo esto, la mejor disciplina para el cristiano asentado y prudente es acomodarse al modo que viere observar en la iglesia en la que por casualidad se encontrare”[26].
Una conclusión necesaria
El hecho de que los adventistas pretendan dar uso a algunas citas patrísticas de San Agustín para argumentar a su favor pone en evidencia dos cosas:
-O ignorancia o deshonestidad intelectual. Si es ignorancia porque desconocen estos textos de San Agustín pecan de negligencia al escribir sobre un tema sin el mínimo de investigación necesario, pero si los conocen y ocultan estos textos demuestran deshonestidad intelectual al presentar información sesgada para favorecer sus propias doctrinas humanas.
-Hipocresía, al pretender utilizar textos patrísticos cuando les conviene, pero cuando no, les vienen a importar menos que un pimiento.
Cuando mostré estas citas a a uno de las personas que dio pie a este artículo, me respondió que lo que sucedía es que San Agustín se había retractado. Penosa respuesta de alguien que no sabía ni siquiera en que fecha fue escrito el texto que citaba, como para suponer que se trataba de una retractación, y que dicho sea de paso, no se molestó en revisar el contexto, que le hubiera indicado que quería decir San Agustín realmente. Para él le resultó más fácil fabricarse una historia alternativa que justificara las propias doctrinas humanas de su propia denominación.
Autor: José Miguel Arráiz
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NOTAS:
[1] San Agustín, Sobre el evangelio de San Juan , 3,19 (posterior al año 416 d.C.)
Obras completas de San Agustín, Tomo 13, Biblioteca de autores cristianos, Madrid 1955, p. 133
[2] Colosenses 2,16
[3] San Agustín, Epístola 55, Respuesta a las cuestiones de Jenaro, 13,23
Obras Completas de San Agustín, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1986, Tomo 8, p. 368-369
[4] San Agustín, De Utilitate Credenci, 3,9
Obras Completas de San Agustín, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1956, Tomo 4, p. 843
[5] San Agustín, Sermón 198 B , (año desconocido.)
Obras completas de San Agustín, Tomo 24, Biblioteca de autores cristianos, Madrid 1983, p. 74
[6] San Agustín, Epístola 196, A Asélico , 1,3 (año 418 d.C.)
Obras completas de San Agustín, Tomo 11, Biblioteca de autores cristianos, Madrid 1953, p. 845
[7] San Agustín, Epístola 196, A Asélico , 2,8 (año 418 d.C.)
Obras completas de San Agustín, Tomo 11, Biblioteca de autores cristianos, Madrid 1953, p. 851
[8] San Agustín, Sobre el evangelio de San Juan , 17,13 (posterior al año 416 d.C.)
Obras completas de San Agustín, Tomo 13, Biblioteca de autores cristianos, Madrid 1955, p. 463
[9] San Agustín, Epístola 36, A Casulano, 3,5
Obras Completas de San Agustín, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1986, Tomo 8, p. 207
[10] San Agustín, Epístola 75, Jerónimo a Agustín, 4,15
Obras Completas de San Agustín, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1986, Tomo 8, p. 466
[11] San Agustín, Del espíritu y la letra, 15,27
Obras Completas de San Agustín, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1956, Tomo 6, p. 733
[12] San Agustín, Epístola 55, Respuesta a las cuestiones de Jenaro, 12,22
Obras Completas de San Agustín, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1986, Tomo 8, p. 367
[13] San Agustín, Del Génesis a la letra , 4,11,21 (año 415)
Obras completas de San Agustín, Tomo 15, Biblioteca de autores cristianos, Madrid 1957, p. 743
[14] San Agustín, Del Génesis a la letra , 4,13,24
Obras completas de San Agustín, Tomo 15, Biblioteca de autores cristianos, Madrid 1957, p. 747
[15] San Agustín, Del espíritu y la letra, 21,36
Obras Completas de San Agustín, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1956, Tomo 6, p. 747
[16] San Agustín, Del espíritu y la letra, 14,23
Obras Completas de San Agustín, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1956, Tomo 6, p. 727
[17] San Agustín, Epístola 36, A Casulano, 3,6
Obras Completas de San Agustín, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1986, Tomo 8, p. 208
[18] San Agustín, Sermón VIII, Las diez plagas y los diez mandamientos, 6
Obras Completas de San Agustín, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1981, Tomo 7, p. 125
[19] Carta a Casulano 5,12; 7,14
[20] San Agustín, Exhortación a celebrar dignamente la Pascua , 80,2 (año 395-411 d.C.)
Obras completas de San Agustín, Tomo 21, Biblioteca de autores cristianos, Madrid 1966, p. 125
[21] San Agustín, Enarraciones sobre los salmos, Invocación a Dios, 93,3 (año 395-411 d.C.)
Obras completas de San Agustín, Tomo 21, Biblioteca de autores cristianos, Madrid 1966, p. 433
[22] San Agustín, Enarraciones sobre los salmos, Salmo 150, Doxología final del Salterio, Canto de Alabanza, 150,1 (año 395-411 d.C.)
Obras completas de San Agustín, Tomo 21, Biblioteca de autores cristianos, Madrid 1966, p. 920
[23] San Agustín, Contra las dos epístolas de los pelagianos, III,4,10 (año 420 d.C.)
Obras completas de San Agustín, Tomo 9, Biblioteca de autores cristianos, Madrid 1952, p. 571
[24] San Agustín, Sobre el evangelio de San Juan , 44,9 (posterior al año 416 d.C.)
Obras completas de San Agustín, Tomo 14, Biblioteca de autores cristianos, Madrid 1965, p. 113
[25] San Agustín, Enarraciones sobre los salmos, Alabanza de la providencia divina , 91,2 (año 395-411 d.C.)
Obras completas de San Agustín, Tomo 21, Biblioteca de autores cristianos, Madrid 1966, p. 394
[26] San Agustín, Epístola 54, A Jenaro, 2,2
Obras Completas de San Agustín, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1986, Tomo 8, p. 338