Continuando con la serie de conversaciones entre amigos sobre temas de apologética, les comparto un nuevo diálogo ficticio tomada del libro “Conversaciones con mis amigos evangélicos” (capítulo 17) en donde se analiza el tema del origen apostólico de los bautistas.
Miguel: Hola José, estuvimos compartiendo nuestra última conversación con nuestra amiga Marta de la Iglesia Bautista, y nos dio opiniones bastante interesantes que me gustaría que escucharas. Por eso la hemos invitado.
José: Con mucho gusto.
Marta: Encantado amigo.
José: Igualmente Marta, cuéntame.
Marta: Aunque no lo creas, yo estoy básicamente de acuerdo con mucho de lo que tú le comentaste a mis amigos.
José: ¿Respecto a qué?
Marta: Yo estoy de acuerdo contigo en varios puntos fundamentales.
En primer lugar, que Cristo fundó UNA sola Iglesia. Ese se deduce claramente de la Biblia cuando dice: “Tu eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mateo 16,18). Este versículo de la Escritura con las palabras del Señor enseña también quien es el edificador de la Iglesia, ya que dijo “Yo edificaré mi iglesia”. Si Cristo mismo la edificó, no es una institución humana, sino una institución divina. Otros, tanto hombres como mujeres han edificado seudo-iglesias. Sus nombres son recordados en la historia: Lutero, Calvino, Enrique VIII, Juan Wesley, José Smith, Alejandro Campbell, Ellen White, y muchos otros. Todos ellos fundaron instituciones hechas por hombres. Pero hay únicamente una iglesia, y únicamente una que Cristo edificó.
Si Jesús la llamó “MI iglesia” está dejando implícita una relación íntima entre él y ella. Mirando hacia el futuro a través de los siglos, él vio la confusión en la multiplicación de seudo-iglesias, iglesias.[1]
José: En esto estamos completamente de acuerdo entonces, ¿No?. Cristo fundó una sola Iglesia y esta Iglesia no ha dejado de existir desde que fue fundada hace 2000 años.
Marta: Efectivamente. Y también estoy de acuerdo contigo en tu concepto de indefectibilidad.
Observa que en el mismo texto más adelante (Mateo 16,19) agrega que “las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”, por tanto, la Iglesia que Jesús edificó no era un cuerpo inerte, débil, temporario, hecho por humanos, como para que cesara de existir durante los siglos de oscurantismo, como creen mis amigos y como algunos de nuestros seudo-historiadores han llegado a sostener; sino una iglesia militante, victoriosa, sostenida por la gracia para vencer toda oposición, y para llegar triunfante hasta el final de los tiempos.
Como bautista digo y sostengo, que nunca durante las veinte centurias que han pasado, ha dejado esta Iglesia de existir, y nunca hasta el fin del tiempo dejará de existir, según la palabra de nuestro Señor quien la fundó y habló y habló de ella como mi Iglesia.
José: Pues sí, no podríamos estar más de acuerdo en esto.
Marta: También estoy de acuerdo en tu noción sobre la Iglesia visible. Esta es una cuestión de gran importancia, porque hay quienes sostienen que cuando Cristo dijo: “Edificaré mi iglesia” no estaba hablando de la local y visible, sino de la iglesia universal e invisible, compuesta de todos los creyentes. Tal interpretación a mi parecer es imposible. Si eso fuese enseñado en las Escrituras, ¿cómo la iglesia universal e invisible, podía haber sido edificada centurias antes de ésta, o qué de los caracteres del Antiguo Testamento, Enoc, Abraham, Jacob, David, los profetas? ¿No estaban estos en ella? ¿Cómo podría uno decidir sus agravios en una asamblea universal e invisible que nunca ha sido congregada?
Está claro que Cristo estuvo hablando de la asamblea o congregación local y visible. Si hay un cuerpo como la Iglesia universal e invisible, ésta nunca será congregada, y nunca se reunirá hasta que los redimidos lleguen al hogar celestial. Y por eso recalco que la palabra Iglesia nunca es usada en este sentido, excepto metafóricamente.
Así, cuando Cristo estuvo en la tierra, instituyó una Iglesia visible, organizada, con oficiales, con autoridad para recibir y excluir miembros En la Biblia se ven muchos ejemplos “Si tu hermano no oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano” (Mateo 18,17). Está también la excomunión del incestuoso en 1 Corintios 5,1-8 y de los herejes en 1 Timoteo 1,20 y 2 Timoteo 2,17.
José: Si, seguimos de acuerdo, me parece muy interesante que hayas llegado a estas conclusiones leyendo la Biblia.
Marta: Esta no es una conclusión solo mía, ha sido la posición que hemos sostenido los bautistas desde siempre y que explica muy bien el libro “El bautismo extraño”, del pastor M.L. Moser, Jr[2], y también el libro “El rastro de la Sangre” del pastor J.M. Carroll[3].
En lo que no coincidimos es en cuál es esa Iglesia verdadera, visible e indefectible fundada por Cristo hace dos mil años. Tú crees que es la Iglesia Católica, y nosotros creemos que es la Iglesia Bautista.
José: Pero si los bautistas surgieron luego de la reforma protestante ¿cómo va a ser posible que ellos fueran una Iglesia visible e indefectible desde los tiempos de los apóstoles?
Marta: Si lo fueron. Siembre hubo iglesias leales que por su fidelidad incurrieron en la ira de los devotos de la religión del Estado, la gran mayoría de los cuales no eran genuinos cristianos. A estas iglesias fieles se les negó el nombre de cristianas, y se les puso muchos otros nombres, de manera que unas veces eran llamados por uno, y otras por otro; por ejemplo, “montanistas” “tertulianistas”, “novacianos”, “donatistas”, “albigenses”, “cátaros”, “paulicianos”, “petrobrusianos”, “valdenses”, “amoldistas”, “enriqueños”, “anabaptistas”, etc., pero aunque tenía otros nombres, eran realmente verdaderos bautistas.
José: Sinceramente, no le veo sentido. ¿Me estás diciendo que todos esos grupos, algunos más antiguos que otros eran bautistas?
Marta: Si.
José: Pero si esos grupos eran realmente bautistas, quiere decir que mantenían una misma fe y doctrina, tal cual ustedes mantienen ahora.
Marta: Efectivamente. Aunque no decimos que esos grupos hayan sido siempre leales en todo sentido a las enseñanzas del Nuevo Testamento, creemos en lo esencial sí lo fueron.
José: Te digo algo, yo he estudiado la historia y doctrina de esos grupos y te aseguro que no solamente no fueron fieles a las enseñanzas del Nuevo Testamento, sino que ni siquiera comparten las doctrinas que los bautistas consideran esenciales. Si quieres hacemos un recorrido por algunas de ellas y lo vemos.
Marta: Adelante.
José: Comencemos por los montanistas. Su fundador, un tal Montano, que vivió a mediados del siglo II y afirmaba que Jesucristo no había enseñado todo, sino que había prometido a sus discípulos un Paráclito con la tarea de completar su enseñanza.
Marta: Cristo si prometió un Paráclito por supuesto, El Espíritu Santo.
José: El problema es que el Paráclito DECÍA SER ÉL MISMO y que la tarea de clarificar la enseñanza cristiana le había sido confiada a él. ¿Creen ustedes eso?
Marta: Eso no, pero si en que aquellos que hubiesen caído de la verdadera fe debían ser bautizados otra vez.
José: Estas confundida, ellos no sostenían eso, sino que luego del bautismo, los pecados graves, como la apostasía y el adulterio eran imperdonables inclusive al recibir el sacramento de la penitencia. Rechazaban además el matrimonio y las relaciones conyugales, y consideraban el parto de las mujeres como diabólico. Tengo entendido que los bautistas no comparten esas doctrinas, ¿O me equivoco?
Marta: No tengo conocimiento de que los montanistas creyeran eso, tengo que investigar y verificarlo[4].
José: Está bien, vayamos ahora con los tertulianistas, que fueron fundados por Tertuliano, un notable escritor eclesiástico católico que vivió a mediados del siglo II y durante el comienzo del III. Lamentablemente terminó por convertirse en montanista y luego les abandonó para fundar su propia secta. Su doctrina la podemos conocer hoy por sus propios escritos[5] en donde defiende los postulados rigoristas, prohibiendo al igual que los montanistas las segundas nupcias incluso en caso de viudez, niega también el perdón de los pecados graves y establece la obligación del ayuno.
Marta: Si, acepto que no compartimos que los pecados luego del bautismo no tengan perdón. La Sangre de Cristo puede conceder el perdón de todos los pecados.
José: Entonces, no veo como puedes sostener que ellos eran bautistas espirituales. Si has admitido que la verdadera Iglesia es visible, indefectible e imperecedera, debe por fuerza mantener una misma doctrina y una misma fe. Si somos francos, los bautistas modernos condenarían esas doctrinas como heréticas.
Marta: Como te decía, al igual que con el caso de los montanistas no me consta que ellos creyeran eso.
José: Por supuesto, pero todo lo que te estoy diciendo aquí lo puedes verificar en diversas fuentes de historia, no solo católicas sino protestantes, e incluso verificarlo en los escritos que se conservan de esos movimientos.
Vamos ahora con los novacianos ¿Te parece?
Marta: Adelante…
José: Los novacianos se separaron de la Iglesia en el siglo III, y compartían esencialmente todas las doctrinas católicas. Su cisma de produjo por causas completamente distintas a las diferencias que mantenemos con los bautistas. Ellos negaron que la Iglesia Católica tuviera autoridad de administrar el perdón de los pecados a los que en tiempos de persecución apostataron de la fe pero estaban ahora arrepentidos. Afirmaban que la Iglesia se había corrompido al ser demasiado indulgente con los pecadores, y exigía que quienes se hubieran alejado de la fe se volvieran a bautizar.
Marta: Precisamente, coincidían con nosotros en que aquellos que recibieron un bautismo inválido se rebautizaran.
José: No me has entendido bien, ellos no insistían en rebautizar porque creyeran que su bautismo fue inválido, ni tampoco porque negaran el bautismo de niños, sino porque consideraban ciertos pecados graves como imperdonables[6]. Novaciano había negado la absolución a los que adoraron a los dioses paganos durante la persecución para salvar sus vidas, y sus seguidores extendieron su doctrina a todos los pecados que nosotros consideramos “mortales” (idolatría, homicidio y adulterio, o fornicación). Si ustedes creyeran lo mismo tuvieran que estarse bautizando luego de cometer un pecado grave, cosa que no hacen. ¿O tú te rebautizas cada vez que pecas?
Marta: Ciertamente no, porque en la sangre de Cristo he obtenido el perdón de mis pecados para siempre, no solo los que cometí sino los que cometeré.
José: Pues, sin entrar a discutir lo preciso de tú afirmación[7], queda claro que ellos no creían lo mismo que los bautistas. Además de eso, muchos de ellos prohibían también las segundas nupcias incluso en caso de viudez, como los montanistas, y es natural porque usaban mucho las obras de Tertuliano y en Frigia se combinaron con los montanistas.
Otro grupo afín también lo mencionaste, los donatistas, vamos a estudiarlos.
Marta: Adelante.
José: El donatismo fue un movimiento cismático del siglo IV que si a ver vamos, eran también mucho más afines a los católicos que bautistas, pues compartían también casi todas las doctrinas católicas. Su error fue creer que la Iglesia solo estaba compuesta de los buenos, y que los malos estaban excluidos, de tal manera que los que en tiempos de persecución rehuyeron la prueba del martirio, y los que no estuvieran dispuestos a aceptarla llegado el caso, no seguían perteneciendo a la Iglesia, por lo tanto los sacramentos administrados por los católicos carecían valor para ellos[8].
Los donatistas si creían en la sucesión apostólica, a diferencia de los bautistas, y contaban con obispos válidamente ordenados. Creían también en la validez de los sacramentos impartidos por ellos, incluida la presencia Real de Cristo en la Eucaristía, bautizaban niños, algo que ustedes rechazan. Además de eso, ustedes tampoco creen que la Iglesia se compone solo de los buenos, sino que reconocen que en ella también hay pecadores, y que por pecar no se queda apartado irremisiblemente de la Iglesia.
Marta: Como te digo, lo verificaré.
José: Vayamos a los cátaros. Era un movimiento herético del siglo X que creía en una dualidad creadora (Dios y Satanás)[9]. Además rechazaban el Antiguo Testamento, que en su opinión, relataba los hechos de Satanás y príncipe de este mundo. Creían que las Tablas de la Ley fueron entregadas a Moisés por el Demonio, y que Jesús era un “eón”, el más prestigioso de todos los “hijos de Dios” elegido y adoptado enseguida como hijo suyo para que fuera al mundo con la misión de conocer y honrar su nombre. Había para ellos por tanto la obligación de venerarle como su hermano mayor en Dios.
Por su fuera poco, ellos no bautizaban ni adultos ni niños, sino que tenían un único sacramento denominado el “Consolamentum” que era una especie de bautismo, comunión y extremaunción juntas y que consideraban el bautismo del Espíritu Santo[10].
Ahora tu me dirás, si un grupo que no comparte ni con ustedes ni con nosotros una misma fe en un Dios Trino puede considerarse bautista o inclusive cristiano.
Marta: Ciertamente no[11].
José: Vamos ahora con los petrobrusianos.
Marta: Tengo entendido que Pedro de Bruys, en el siglo XII y sus seguidores eran piadosísimos cristianos que negaron que fuera válido bautizar niños, porque ellos no podía creer, requisito indispensable para ser bautizado. Negaba como una falsedad su transubstanciación y la eficacia de la oración por los difuntos, todas doctrinas que nosotros compartimos.
José: Es cierto, eso sí tenían en común con ustedes, pero solo eso, siendo más las que tenían de diferencia.
Marta: Por ejemplo…
José: Rechazaban el Antiguo Testamento, y del Nuevo Testamento solo aceptaban los evangelios. Ya solo con eso tendrías para descartarlos como bautistas espirituales.
Proclamaban además que había que quemar las iglesias y reemplazarlas por establos. Además, predicaba la destrucción de todas las cruces a causa del horror que debían sentir los verdaderos cristianos al recordar la pasión del Señor. Se distinguieron por recorrer las tierras del Delfinado y del sur de Francia saqueando templos y quemando cruces, insultando a los clérigos y sembrando discordia por donde pasaban. Pedro de Bruys fue finalmente apresado y condenado a la hoguera en el 1130.
Marta: Lo verificaré…
José: Estudiemos los paulicianos. Ellos tampoco aceptaban el Antiguo Testamento y solo parte del Nuevo. Eran dualistas y presentaban una profunda oposición entre el espíritu y la materia. Para ellos, Cristo no había tenido más que un cuerpo aparente, y María no había sido más que el canal por el que se había manifestado. Posteriormente dejaron de tener sacerdotes y no administraban ni el bautismo ni la Eucaristía.
Observa que otra vez hay notables diferencias con los bautistas. Ustedes no rechazan el Antiguo Testamento, ni creen que hayan dos dioses, mucho menos que Cristo no tuviera cuerpo verdadero.
Marta: Es cierto, no creemos eso. Déjame verificar si ellos realmente creían eso.
José: Pero si lo creían tampoco eran bautistas espirituales.
Vamos con los valdenses.
Marta: De los valdenses se que rechazaban el bautismo de niños, la confesión de los pecados con el sacerdote, la transubstanciación, el culto a los santos, rechazaban el purgatorio y las indulgencias. Se puede decir que prácticamente las mismas doctrinas católicas que rechazamos los bautistas hoy.
José: Ellos no aceptaban el concepto de transubstanciación, pero si creían en que la presencia Real de Cristo en la Eucaristía se obraba en la boca de quien la recibía dignamente. También creían en el sacramento de la penitencia, aunque creían que era la santidad, y no la ordenación, la condición suficiente y necesaria para la celebración válida de los sacramentos, por lo que se confesaban y absolvían entre ellos mismos, y no ante sacerdotes debidamente ordenados. Los valdenses rechazaban además la posesión de tierras, y el matrimonio que no tuviera como único objeto la procreación.
Es cierto que rechazaban el bautismo de niños, la veneración de los santos, la doctrina del purgatorio y de las indulgencias, pero es un tanto simplista considerarlos antepasados espirituales de los bautistas por eso, pues si a ver vamos todas las denominaciones protestantes rechazan muchos de esos puntos y no por eso las consideran bautistas[12].
El único grupo que si podría reconocer como un punto de origen de los bautistas son los anabaptistas, pero ya estamos hablando de pleno siglo XVI, y con todo todavía tenían muchas diferencias con los bautistas de hoy.
Lo que te intento dar a entender, es que, si bien te has dado cuenta de ciertas características que tiene que tener la Iglesia verdadera, 1) Unidad y Visibilidad perpetua, 2) Catolicidad, 3) Santidad e indefectibilidad, 4) Apostolicidad, y eso te ha llevado a buscarla su rastro en la historia, la solución no es buscarla en esos grupos, muchos de los cuales han estado embebidos de tendencias gnósticas y maniqueas que hacen incluso imposible considerarlos cristianos.
Marta: La opción que tu propones es buscarla en la Iglesia Católica, y esa es más improbable todavía, porque no puede ser una Iglesia que ha caído en la idolatría y en la apostasía.
José: Considera que es posible que hayas adquirido prejuicios que no te permitan reconocerla como la verdadera Iglesia, pero para eso tienes que estudiar de manera objetiva y sincera, la Iglesia Católica y su doctrina, y asegurarte de que es en verdad todo lo que crees que es.
Ya lo decía el venerable arzobispo Fulton J. Sheen: “No hay más de 100 personas en el mundo que verdaderamente odien a la Iglesia Católica, pero sí hay millones que odian lo que ellos creen que es la Iglesia Católica”.
Autor: José Miguel Arráiz
NOTAS
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[1] Los argumentos tomados para esta conversación son tomados del libro El bautismo extraño, de M.L. Moser, Jr (pastor de la Iglesia Bautista Central de Arkansas desde 1965 hasta 1990) en la edición traducida por W. M. Nevins. También del libro También del libro “The Trail of Blood” publicado en 1931 por el pastor bautista J. W. Porter.
[2] M.L. Moser, Jr fue pastor de la Iglesia Bautista Central de Arkansas desde 1965 hasta 1990. El pastor defiende las hipótesis sostenidas por los bautistas a raíz del movimiento landmarkista, surgido en 1851 en el sur de los Estados Unidos, en donde se establece que es posible encontrar una iglesia visible bautista durante toda la historia conectando con la Iglesia del Nuevo Testamento.
[3] La obra original a la que se hace referencia es“The Trail of Blood” publicada en 1931 por el pastor bautista J. W. Porter.
[4] Ya hay una tendencia que se puede considerar mayoritaria dentro de los bautistas, que luego de investigar algo más minuciosamente la historia y doctrina de estos movimientos heréticos primitivos, se han apartado de posición que defiende Marta en este diálogo. El pastor e historiador bautista Justo Anderson en el tomo I su obra titulada Historia de los bautistas, editada por la Casa Bautista de Publicaciones, reconoce: “Un análisis cuidadoso de los montanistas demuestra que es un equívoco considerarlos como un punto de partida de la denominación bautista. Como Troeltsch dice, fueron los primeros «tipo-secta» dentro del cristianismo. Al principio no se desviaron de la fe, pero empezaron un esfuerzo mórbido por la moralidad y la disciplina práctica, o sea, un puritanismo pentecostalista. Para el bautista, el desliz más serio fue la sustitución de la profecía continua por la revelación final en Cristo…Mucho de lo que se ha dicho de los montanistas se aplica a los novacianos y donatistas” (Justo Anderson, Historia de la Iglesia Bautista, Tomo I, Casa Bautista de Publicaciones, Colombia 2006, p. 130)
[5] Entre ellos De fuga in persecutione, De monogamia, De ieiunio adversus psychicos, De pudicitia, De virginibus velandis. Todos ellos están disponibles gratuitamente pero en inglés en el sitio Web www.tertullian.org.
[6] Los historiadores bautistas suelen relacionar equivocadamente diversos conflictos relacionados al bautismo, como un apoyo a su rechazo al bautismo de niños. Justo Anderson a este respecto escribe: “La oposición al rebautismo se originó en la misma Iglesia primitiva que declaró una formula clara: «Un Señor, una fe, un bautismo» (Efesios 4,5(. Sin embargo, alrededor del año 250, el obispo Cipriano de Cartago, Africa del Norte, insistió en el rebautismo de los cismáticos y los herejes que se presentaban para hacerse miembros de su Iglesia”. (Justo Anderson, Historia de la Iglesia Bautista, Tomo I, Casa Bautista de Publicaciones, Colombia 2006, p.12). Es cierto que San Cipriano de Cártago tuvo un conflicto con el Papa porque pretendía rebautizar herejes, pero el no negaba el bautismo infantil como válido, sino que más bien defendía su necesidad, tal como deja constancia en sus propios escritos (Vea Cipriano de Cartago, A Fido sobre el bautismo de infantes, Ep 58)
[7] Los bautistas profesan la doctrina del “Una vez salvo siempre Salvo”, que es también herética porque niegan que el hombre pueda caer del estado de gracia de Dios inclusive si peca mortalmente y muere sin arrepentirse. Esta doctrina es paradójicamente la herejía opuesta al novacianismo.
[8] Los donatistas se caracterizaron por un fanatismo exagerado que les llevó a perseguir violentamente a los católicos, matándolos quemando sus altares, arrojando a los perros sus formas consagradas, y no porque no creyeran en la presencia Real de Cristo en la Eucaristía, cosa en la que ustedes no creen, sino porque creían que solo eran válidas sus consagraciones. Llegaron a recurrir incluso al suicidio colectivo. El cisma fue sofocado al quedar Donato exiliado y los obispos donatistas depuestos, pero durante el reinado de Juliano el apóstata volvió a tomar fuerza, pero las divisiones entre ellos causaron que incluso se mataran entre sí. En el Concilio de Cártago fue su doctrina condenada, ratificada luego esta sentencia por el Papa Honorio en el 411. Terminaron de desaparecer con la invasión de los vándalos que persiguió por igual a donatistas y católicos.
[9] Los Cátaros predicaban la salvación mediante el ascetismo y el estricto rechazo del mundo material, percibido por los cátaros como obra demoníaca. Postula dicha doctrina la existencia de los dos principios maniqueos del Bien y del Mal, que son igualmente la Luz y las Tinieblas, el Espíritu y la Materia. Sin embargo, el Todo y la Nada son dos aspectos de un mismo principio, que, a causa de la tendencia de la Nada por llegar a ser “algo” engendran un número ilimitado de seres eternos, hijos del principio Dios. A la cabeza de esa multitud ilimitada de hijos de Dios están el Espíritu Santo y Jesucristo. Estos no eran considerados propiamente Dios (Trinidad) más que en la medida que procedían efectivamente de Él, siendo el Padre el único Dios absoluto, mientras que el Hijo y el Espíritu Santo no participan de la omnipotencia. Para más detalles consulte la obra de H. Masson, Manual de Herejías, Ediciones Rialp SA, 1989.
[10] El Consolamentum era administrado a los adultos (considerados más fieles que se convertían en “Parfait” o “Perfectos”, los cuales se mantenían célibes y vegetarianos) y a los que estaban moribundos. Los que recibían el “consolamentum” llegaron a efectuar otra práctica conocida como la “endura”, en la cual ayunaban hasta morir considerando esta una muerte mística.
[11] Justo Anderson a este respecto admite: “Los otros grupos disidentes, los bogomilos de los Balcanes y los cátaros (albigenses) del sur de Francia eran una continuación histórica de los paulicianos. Algunos dicen que los bautistas surgieron de sus sucesores. Sin embargo, como dice Vedder: «Los Paulicianos, cátaros y bogomilos y albigeneses fueron, más o menos cristianos…aunque sus teorías dualistas son esencialmente anticristianos, y los separan rudamente lo los que profesan ser guiados solamente por la Palabra de Dios». Realmente, SERÍA DIFÍCIL NOMBRAR EN TODA LA HISTORIA DEL CRISTIANISMO A GRUPOS QUE TUVIESEN MENOS EN COMÚN CON LOS BAUTISTAS QUE ESTOS”. (Justo Anderson, Historia de la Iglesia Bautista, Tomo I, Casa Bautista de Publicaciones, Colombia 2006, p.142)
[12] El historiador bautista Justo Anderson reconoce a este respecto: “LOS VALDENSES TENÍAN MUY POCO EN COMÚN CON LOS BAUTISTAS. Lo mismo puede decirse con respecto a los lolardos y los husitas. Aunque aquellos grupos rechazaron el bautismo infantil y practicaron el rebautismo tenían mucho en su doctrina que los bautistas modernos no aceptarían
Concuerdo con el doctor Vedder cuando dice: «Es incuestionable que por cuatro siglos enteros antes de la Reforma hubo grupos cristianos con varios nombres, difamados por la Iglesia Romana como herejes, que profesaron aproximadamente…la fe y la práctica de los bautistas modernos…Esto es bastante diferente que probar la identidad sustancial de estas sectas con los modernos bautistas…Una cosa es probar que las varias sectas dieron testimonio, ora la una, ora la otra, a esta o aquella verdad sostenida por una denominación moderna, y otra bastante distinta es el identificarlas todas o algunas de estas sectas con cualquier corporación moderna»”
Justo Anderson, Historia de la Iglesia Bautista, Tomo I, Casa Bautista de Publicaciones, Colombia 2006, p.147-148