A raíz de un post anterior donde ciertos comentaristas dudaban de la posibilidad de su demostración, publico aquí un trabajo muy sencillo que ayudé a confeccionar cuando joven para charlas de apologética.
Es sencillo y totalmente mejorable, pero el efecto que causó en mí aún perdura a pesar de su simplicidad. Espero que sirva.
Introducción
Nosotros los católicos creemos en Dios por la Fe que hemos recibido en el bautismo, por lo cual, si en los próximos años, como en el pasado, viene una nueva persecución y te quieren meter en prisión por fundamentalista, haciéndote someter a la reeducación, con profesores universitarios ateos que profesan el ateísmo, tú no temas. Ciertamente, ellos tratarán de confundirte con sus aparentes demostraciones. Puede ser que sean más inteligentes que tú, pero tú contesta firmemente: “Yo creo en Dios por la Fe”![1]
Pero, es también bueno saber demostrar mediante la razón la existencia de Dios, ya que la razón confirma la Fe, para eso, te damos este folleto.
El primer papa, San Pedro nos dice: “Sepan demostrar su fe” .
1. Primer punto
Antes que nada debemos darnos cuenta que el hombre moderno posee una filosofía implícita subjetivista.
¿Cuántas veces escuchamos decir: “Es tu verdad” o… “esta película si para mí no es mala no es pecado”? Es una prolongación del mismo comportamiento político democrático que proclama lo que el 51 % decide lo que es verdad, lo que es error, lo que está bien o lo que está mal.
En la base de todos estos comportamientos se encuentra la filosofía implícita subjetivista, es decir, esa postura que expresa la siguiente opinión: no existe la verdad objetiva.
Este error data ya desde la antigüedad cuando, algunos filósofos antiguos como Protágoras proclamaban que cada uno es quien decide lo verdadero o lo falso, lo malo o lo bueno…; fueron los grandes filósofos como Sócrates, Platón y Aristóteles quienes se encargaron de sepultar aquel famoso error.
En el siglo XVII, la revolución mundial, para justificar todos sus excesos tuvo que re-exhumar el cadáver del subjetivismo.
El encargado fue René Descartes, el cual lo introdujo con su ensayo “El discurso del método” donde propone:
1) Para demostrar la aptitud del espíritu a la verdad, conviene empezar por la duda universal: Dudar de todo (la “duda metódica”, la llamaba).
2) Buscar una verdad de la cual no se pueda dudar.
3) Extender la duda a todas las certezas espontáneas: existencia del mundo exterior, verdades matemáticas, etc.
4) Sólo respetar esta certeza: Pienso, luego existo (Cogito ergo sum)
5) construir sobre estas “premisas” todo el edificio de la ciencia o del conocimiento científico.
Respuesta católica
1) La duda de Descartes o “duda cartesiana”, como se la llama, es demasiado amplia: no es razonable extender la duda a hechos garantizados por la evidencia absoluta. Ejemplo: la realidad sensible, las matemáticas, etc., como vamos a demostrar enseguida.
2) El procedimiento es contradictorio: pretende descubrir verdades evidentes en absoluto afirmando que puedan ser errores; si la evidencia no tiene valor frente a la duda, ¿Cómo puede tenerla luego?
3) No se puede demostrar la veracidad de la inteligencia por sí misma, es un círculo vicioso. La veracidad de la inteligencia se compara, se muestra, se experimenta, pero no se demuestra.
Lo que no es lógico en Descartes, es no extender la duda metódica hasta el pensamiento; en efecto, el pensamiento me puede engañar, por ejemplo: si yo pienso que un árbol que se encuentra enfrente de mí no existe, y luego imaginando que no hay nada cabeceo “al aire”, probablemente me haga daño…
Nosotros aconsejamos al hombre moderno infectado de subjetivismo, desinfectar su alma readueñándose nuevamente de la verdadera teoría del conocimiento.
¿Cómo conozco?
1) Tengo 5 sentidos… niégalo, si puedes… 5 y distintos: No oigo con los ojos, etc.
2) Cuando abro los ojos, ¿Qué veo?: Colores y formas.
3) ¿Es mi pensamiento que los crean? ¿O están fuera de mi? (¡Vamos a ver si los sentidos no me enseñan nada de cierto!).
Dicho así, la cosa suena evidente pero, para alcanzar la certeza, nosotros aconsejamos hacer el ejercicio anti-subjetivista: Ponerse delante de un árbol y pensar intensamente que es el pensamiento el que crea la realidad, (ya que según Descartes sólo el pensamiento es el que podía construir la certeza), entonces, pensando que el árbol no existe, mover la cabeza contra éste. Después de unos cuantos ejercicios, los chichones me va a enseñar que el pensamiento me engaña y los sentidos me dan un conocimiento cierto: LA REALIDAD SENSIBLE ESTA FUERA DE MI, ES OBJETIVA. No puedo dudar.
Evidentemente, los sentidos no me dicen qué es la madera, esto me lo dice la inteligencia, pero me dan la certitud que está afuera de mí, y esto demuestra que el pensamiento que es inmanente, no me lo puede decir (esto, lo repetimos, solo los sentidos me los pueden enseñar).
Gozamos ya de la primer evidencia, la realidad sensible existe, está fuera de mí, aunque yo no lo crea, no me guste, no lo sienta, o esté dormido, es lo que es, se me impone violentamente… Soy yo el que debe adaptarse a su estabilidad, y no ella a mi imaginación. Gozamos de la existencia de las cosas aunque la gente ya mire mucha televisión y haya perdido todo contacto con la creación.
Es decir que la realidad material está, es objetiva, no la creo yo con mi parecer.
Por eso el subjetivismo es un error espiritual que crea desestabilización, miedos y se pierde en el abismo del caos y la fantasía.
La Revolución quiere quitar la estabilidad para que nada esté firme, para que todo te inquiete, para que nos espantemos de todo y no dejarnos nada sobre lo cual descansar.
Por el contrario, constatando que la realidad está fuera de mí, esto estimula el interés por saber quién la hizo, es estimulante considerar sus bellezas (importancia de la estética), y aquí vamos al…
2. Segundo punto
Muy bien, la realidad está fuera de mí, no es el pensamiento que la crea, si la niego me hago daño, es objetiva, pero, ¿quién la originó?
Existen solamente dos posibilidades:
1) Una fuerza no inteligente, caótica, desordenada, que no sabría sumar “dos más dos igual a cuatro”, o…
2) Una Inteligencia Superior a los hombres.
Evitamos considerar aquí que hayan sido los hombres los que hubieran creado las perfecciones naturales, porque ni los japoneses pueden hacer un animal tan pequeño y perfecto como lo es la hormiguita clásica.
Entonces, ¿Quién está al origen de estas piedras que vemos, del agua, del fuego, del aire, y demás creaciones objetivas que se encuentran afuera de mí aunque yo no lo crea, no lo sienta, no me guste, o esté dormido? Pasemos ahora rápidamente entonces, al…
3. Punto tercero
Y aquí se pone el principio con el cual se demuestra la existencia de Dios:
“La prueba empírica de que existe una inteligencia es su obra”
Igualmente podríamos imaginar un diálogo. En él te lanzo una pregunta:
-¿Quién hizo ese reloj que tienes en tu muñeca? – te pregunto.
– Un relojero – me contestas tú.
– Pero, tú ves en este momento al relojero que ha fabricado el reloj?
– No – me contestas.
– Entonces, no existe – te afirmo.
– Pero si yo lo busco, lo voy a encontrar – añades.
– Entonces, te doy en este momento mil pesos si lo vas a buscar, y tú de hecho no irás nunca a buscar al relojero porque posiblemente no te bastan mil pesos o él ya haya muerto. Pero tú sigues creyendo que él existe sin verlo.
Y esto vale por todos los artefactos que veas: ese teléfono, esta silla, esta lámpara, esta pluma…
¿Tú crees que existen los hombres que han hecho todas estas cosas aunque no los hayas visto?
¿Por qué? Porque tú utilizas este principio:
“La prueba de que existe una inteligencia es su obra”
Entonces tú eres un creyente, ya que crees en cosas y personas que no has visto.
Pasemos entonces al…
4. Punto cuarto
Siguiendo con el ejemplo del reloj, ahora te pregunto: ¿Para qué se necesita más inteligencia? ¿Para hacer un reloj o para hacer una hormiga?
Si para hacer un reloj o un coche tú mismo crees que se necesita una inteligencia aunque no la veas, ¿Cuánto más se necesitaría para hacer una hormiga, que es una máquina complicada y miniaturizada? Y ¿Cómo es posible que una fuerza no inteligente, desordenada, ciega lo haga?
Vamos a ver cómo lo contrario, es totalmente absurdo:
Imagínate que yo te contara que tenía un coche en México, en un pueblo cerca de un volcán, y que este coche no era un “Ford” como llevaba escrito, sino que un día, de la falda del volcán donde se cultivaban plantas de caucho, por casualidad, salieron 4 masas de caucho y empezaron a rodar en la pendiente. Allí, chocaron por casualidad con unas masas de hierro de una precedente erupción y prácticamente se formó el tren delantero del auto que siguió dando vueltas por la colina.
Luego, siempre por casualidad, llegó una tormenta eléctrica y un rayo formó un sistema eléctrico, y al final, salió el choche completo… ¿crees esto?
Naturalmente, tú te pondrías a reír.
Pero en todas las escuelas se está enseñando que al principio del mundo era un mineral originario, o bien que nada existía, y que por casualidad se formó el primer mineral; en fin, era una montaña y por casualidad se despegó una piedrita que por ciertas condiciones que no sabemos prácticamente se transformó en un vegetal, una ramita, prácticamente un hueso, y otra piedrita dando la vueltas…
También se transformó por casualidad en una esponja, prácticamente en un pulmón, los dos se juntaron por casualidad y prácticamente salió el gato: “¡miau!”.
¿Tú crees que los gatos se hacen así?
Pero vamos más allá.
Buscamos la máquina más perfecta que haya creado la inteligencia humana, por ejemplo, un helicóptero último modelo, pura cibernética, atómico, fosforescente, etc.
Dime:¿tú crees que este artefacto de la ciencia puede hincharse hasta poner un huevo, luego darle calor y cariño, y por último después de un tiempo, hacer que este huevito rompa la cáscara y nazca de allí un helicopterito que crecerá con un tubo de gasolina?… (¡ja!)
Y bueno… la peor gallina ponedora lo hace…
¿Cómo es posible que una fuerza ciega no inteligente, esté al origen de una máquina con su aparato reproductor, y que nosotros, seres inteligentes no podamos hacerlas?
Conclusión
De todo lo que hemos visto llegamos a lo siguiente:
El origen de estas maravillas: Hormigas, pajaritos, ojo humano, etc., no puede ser la casualidad, sino una Inteligencia Superior que los hombres llaman “Dios”.
Y esto es objetivo, como son objetivas estas piedras, estas maderas, esta flor, etc., es decir, que existe objetivamente la Causa de tantas perfecciones aunque yo no lo crea, no me guste, no lo sienta, o esté dormido…
Anexo I: La “prueba científica”.
Algunos dicen que sólo creen luego de una prueba científica, es decir, comprobando mediante la ciencia los hechos, por lo tanto, viéndola. Pero después, en su comportamiento cotidiano muestran que no es así, en efecto creen en casi la totalidad de la cosas sin que estén comprobadas, por ejemplo la existencia del relojero, etc… sin comprobarlo personalmente.
Y están convencidos, convencidísimos, y se burlarían de quien no creyera en el relojero.
Esto es lo que lo que queríamos demostrar:
La experiencia demuestra que los hombres están convencidos, mejor dicho, convencidísimos de que existen cosas sin para esto utilizar la prueba científica. Repetimos, creen en el relojero sin verlo, al zapatero sólo viendo los zapatos, al ingeniero viendo un coche, etc.; porque para los seres razonables es suficientemente entendible ver la obra para creer que existe una inteligencia que lo ha hecho aunque no se lo compruebe personalmente, es lo que hacen todos los hombres, hasta los “científicos”, ellos también creen en el ingeniero, en el relojero, el zapatero.
Todos, todos, actuamos de esta manera entonces… ¿por qué no aplicar estos principios de razonamientos a la existencia del Ser Inteligente Superior que es Dios cuando vemos una hormiga, un pajarito, el ojo humano…?
Anexo II: El cálculo de probabilidades
Uno podría decir que al final, la casualidad pudo haber hecho todo el universo diciendo que no se puede excluir esta probabilidad.
Entonces, podríamos hacer también nosotros esta “prueba de la probabilidades”.
Tomemos por ejemplo una estatua; o más bien una gran estatua: La Piedad de Miguel Ángel.
Mirando, uno podría decir: si yo aplico la fuerza ciega de la dinamita a este bloque de mármol blanco, ¿Cuántas probabilidades existen de que salga una estatua como la de este escultor?
¡Podría ser!¡no ha que negarlo de antemano! – dirían.
De acuerdo, pero hagamos el cálculo de las probabilidades: ¿Cuántas explosiones? ¿1000, 10.000…?
Pongamos que por casualidad, después de 10.000 explosiones, una produzca la estatua, esto significa que existen 9999 probabilidades de que sea la inteligencia de una artista la que la haya hecho y sólo una que haya sido una fuerza ciega…
Pero, para el caso del hombre, es decir, del cuerpo humano, tenemos la dificultad que no es solamente “exterior” como la estatua, sino que contiene una organización interna anatómica complicadísima: los treinta y tres miles de millones de células que posee el cuerpo humano, con su maravillosa y complicada estructura interna, los miles de metros de vasos sanguíneos de un solo cuerpo humano.
Pregunto: ¿Cuántas probabilidades existen de que al aplicar una fuerza ciega como la de la dinamita, este bloque de mármol produzca por casualidad, la estatua humana con toda la organización anatómica interna?
Usted no lo puede negar.
Yo contesto: Bueno, hagamos el cálculo de las probabilidades: 10.000 explosiones o mejor 100.000.000 y quizás exista una que se dé… ; esto significa que existiría una sola posibilidad arriba de 100.000.000, que una fuerza caótica pueda hacer la estatua con la organización anatómica interna, y entonces, 99.999.999, que al origen de la estatua sea una fuerza inteligente.
Pero el cuerpo humano, no posee solo forma exterior y organización anatómica interna, es vivo, se mueve solo, no está enchufado…
¿Cuántas probabilidades de que una fuerza no inteligente, por casualidad, y evolución pueda producir la vida? Esto es en contra de toda razón y sano juicio. Dios existe.
Anexo III. Y entonces, ¿Cómo es Dios?
Después de haber visto que la realidad sensible está fuera de mí, y no es mi pensamiento que la crea, y que la prueba de que existe una inteligencia es su obra, y que las perfecciones de la creación me demuestra que objetivamente existe Dios, inmediatamente nace el interés por saber cómo es Dios.
La belleza de la creación refleja la de Dios.
La perfección de la estructura del universo demuestra necesariamente la existencia de su artífice, y esto es bastante para decir que funciona bien, pero, normalmente, no se suele dar mucho peso a la belleza de la creación. Por ejemplo, un técnico cuando inventa una máquina, se preocupa sólo de que funcione, y no le importa que sea fea, solamente cuando se ha puesto en venta la pintará para que sea lo más estéticamente atractiva y elegante.
Si la naturaleza fuera el resultado de una larguísima evolución hecha por casualidad, ésta no se hubiera preocupado de la belleza estética de los seres.
Tal belleza, no es en absoluto indispensable para el perfecto funcionamiento de los organismos naturales, pero la realidad objetiva es también bella, como el amanecer, el atardecer, las flores, las aves, y las demás criaturas…
Esta belleza estética es el reflejo de la belleza de Dios. ¿Cómo será el Creador si las criaturas son tan bonitas?
Los atributos de Dios:
1) Dios es perfecto
Siendo Dios la causa de todas las cosas creadas, contiene en sí todas las perfecciones de las criaturas. Siendo el Ser por Sí Subsistente –Ipsum Esse Subsistens- , encierra en sí todo ser y también toda perfección.
2) Dios es infinito
Por el hecho de que Dios es el Ser por Sí Subsistente, o sea, que no necesita de nadie para ser, es el Ser necesario, no causado por otro ser, y no tiene en Sí ninguna composición (que sería una imperfección), entonces, no tiene en Sí fundamento para que su ser tenga limites. (Cfr. Santo Tomás de Aquino, Suma teológica, I, pars. q.7, a.1).
3) Dios es simple
Dios es simple porque no contiene ninguna composición, es decir, mezcla de perfección con imperfección.
Además, la composición, presupone una causa que produzca la unión de las partes, y Dios no es posterior a nada ni causado por alguien.
4) Existe solamente un solo y único Dios
La unidad de Dios se deduce de su simplicidad: No tiene partes, porque la composición es posterior a las partes y también a la infinidad de su imperfección y de la unitariedad del universo.
5) Dios es bueno
Siendo Dios el Ser por Sí Subsistente, es también la voluntad misma, porque posee al máximo grado toda la bondad de las criaturas.
No olvidemos que es infinitamente diferente la bondad de Dios y la de las criaturas.
La infinita bondad de Dios es el fundamento de Su infinita felicidad. El se conoce y se ama a sí mismo como el Bien Supremo, entonces posee y goza en Sí mismo de una felicidad sin límites.
6) La belleza de Dios
La belleza de Dios es causa que abraza la belleza de todas las criaturas y la supera de manera infinita.
Es uno de los mejores ejercicios espirituales o meditación, subir de la belleza de las criaturas a la belleza del Creador (ver San Ignacio, Excercicios Spirituales, “Contemplaciones para alcanzar el amor de Dios”, Nro. 230 y subsgtes.).
7) Inmutabilidad de Dios
Es decir, “Dios no se muda”, no cambia, es siempre el mismo. El fundamento de la inmutabilidad de Dios está en su absoluta simplicidad, que es la ausencia de partes en composición.
La mutación implica potencialidad, composición e imperfección, es entonces inconciliable con Dios que es el acto puro, sencillo y perfecto. “Todo lo que muta deja de ser lo que era y comienza a ser lo que no era. El verdadero ser, el puro ser, el ser genuino, lo tiene solamente quien no se muta” (San Agustín).
8) La eternidad de Dios
La razón deduce la eternidad de Dios y su absoluta inmutabilidad. El fundamento de la eternidad de Dios es su plenitud de ser que excluye toda potencialidad y con esto se excluye toda su posterior sucesión.
9) La presencia de Dios o de la existencia de Dios en las cosas
Dios está presente en todas las cosas, porque Él da la existencia. Y como el motor y la cosa movida deben estar unidos para moverse, así cuando una cosa existe es necesario que tenga una cierta unión con Dios en recibir de Él el ser y de este modo, Dios está presente en ella.
Y como el existir de una cosa es lo más íntimo de sí misma, así se deduce que Dios está en todas las cosas íntimamente.
Y como sólo Dios puede dar el ser a las cosas, entonces Él se encuentra presente por Su Esencia también en las criaturas inferiores sin exclusión, porque nada escapa a la causalidad divina.
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PS: el trabajo es muy sencillo, como decía arriba, y no es de mi autoría. Sólo ayudé a redactarlo antes de llegar a los 20 abriles. Quise dejarlo como está no por lo interesante, sino porque creo que aún mantiene la frescura de quien estaba buscando a Dios con muchas preguntas en el alma
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[1] Este caso ocurrió en la Universidad de Buenos Aires. Un profesor de Filosofía del Derecho durante una de sus clases, se autodenominó relativista y declaró no respetar creencia alguna, invitando de esta manera, a que se retiraran los que sí creyeran. Los ochenta estudiantes del curso quedaron en el aula, entonces él pronunció: “levante la mano el que crea en Dios”. Ninguno levantó la mano (cayendo por miedo, ignorancia, respeto humano…en el pecado de apostasía).
Alcanzando estos primeros resultados, el profesor reiteró con cierta provocación la pregunta, y entonces, dos estudiantes levantaron la mano, mientras que los otros setenta y ocho confirmaban su negación de Dios. Para el profesor relativista, luego de algunos razonamientos falsos, le fue muy fácil confundir a los dos católicos.
En el futuro, una situación de este género será mucho más común. En ese caso, encontrándote frente a una persona más preparada que tú, lo que debes hacer es afirmar que crees en Dios por la Fe y la razón y que si allí estuviera un profesor católico bien preparado sobre el tema, sabría contestar a dichas provocaciones ateas.
Autor: P. Javier Olivera Ravasi