“Es tan grande la liberalidad de la divina beneficencia, que no sólo podemos satisfacer a Dios Padre, mediante la gracia de Jesucristo, con las penitencias que voluntariamente emprendemos para satisfacer por el pecado, o con las que nos impone a su arbitrio el sacerdote con proporción al delito; sino también, lo que es grandísima prueba de su amor, con los castigos temporales que Dios nos envía, y padecemos con resignación”
(Concilio Dogmático de Trento, Cap. IX. De las obras satisfactorias)
Sí, he aquí al Magisterio solemne de la Iglesia afirmando que Dios no sólo puede enviarnos castigos temporales, sino que de hecho lo hace. Pero ya volveremos con eso más adelante, así que comencemos por el principio:
Recientemente escribí un artículo donde respondía la pregunta: ¿Dios castiga o no castiga? Donde analizaba el error que se ha venido infiltrando en el pueblo católico, respecto a creer que Dios no castiga nunca. En dicho artículo mencioné que incluso personalidades ilustres en los medios de comunicación católicos (como Frank Morera, apologeta católico, y Alejandro Bermúdez, director de ACI Prensa y conductor de diversos programas de EWTN) habían cometido el mismo error, contradiciendo lo que el Magisterio de la Iglesia ordinario y extraordinario ha enseñado a lo largo de los siglos. Hoy, gracias a unos lectores de ApologeticaCatolica.org, me he enterado que Alejandro Bermúdez ha publicado un podcast en donde responde a algunos de mis argumentos, y he creído necesario publicar también yo una respuesta a los suyos.
Antes de comenzar, creo necesario volver a aclarar, que esto no debe tomarse como un ataque personal a la persona de Alejandro Bermúdez, ni tampoco a la de Frank Morera, pues considero que ambos desempeñan un honorable ministerio dentro de la Iglesia. He sido yo uno de los que ha compartido en no pocas ocasiones sus vídeos, charlas y conferencias ya sea en mis blogs, y en ApologeticaCatolica.org.
Pero precisamente porque valoro su trabajo, es que considero necesario corregirles cuando lo que enseñan se aparta de la verdad, y puede llevar a la confusión a las personas que acuden a ellos para formarse. Dado que están al frente de prestigiosos e influyentes medios de comunicación católicos un error de parte de ellos puede confundir a un gran número de católicos.
El podcast completo de Alejandro Bermúdez a mi artículo puede ser escuchado aquí:
Alejandro Bermúdez – Dios no castiga
Comencemos…
Según los Papas…¿Dios castiga sólo en el Antiguo Testamento?
Inicio con esta pregunta, porque al comienzo de mi artículo yo empecé citando a los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI para mostrar cómo incluso los pontífices en la época actual al igual que el resto de los Papas a lo largo de la historia han enseñado que Dios puede castigar si así lo decide, como una forma misericordiosa de corregir al pecador, o para expiar la ofensa inferida a Dios y restaurar el orden moral perturbado por el pecado. Ante estas citas, Alejandro responde:
“Correcto, pero en este texto, sacado completamente fuera de contexto, el Papa Benedicto XVI se estaba refiriendo al Dios del Antiguo Testamento donde Dios se revela como un Dios castigador . Es obvio que en Antiguo Testamento Dios castiga, los ejemplos abundan, incluso al gran amigo de Dios: Moisés, por haber perdido la paciencia en Meribá y haber golpeado dos veces con el palo, para que saliera agua desde una sola vez, por furia, Dios lo castiga y no le permite ver la tierra prometida. La mujer de Lot que se convierte en Sal, el mismo diluvio universal.“.
Bien, vemos que por un lado Alejandro reconoce de entrada que Dios durante el Antiguo Testamento si castigaba, pero luego afirma que el Dios del Nuevo Testamento es distinto y luego ya no lo hace más. El problema es que ya en estos comentarios hay varios errores (unos más graves que otros) que es importante analizar y lo iré haciendo a medida que avance. Comenzaré por la cita de Papa Benedicto XVI que Alejandro dice que yo he descontextualizado, y lo haré citando el texto en un contexto más amplio para alejar todo género de dudas, y el lector pueda juzgar por sí mismo si esto es cierto.
Dice así el Papa Benedicto XVI (las negritas son mías):
“Lo que denuncia esta página evangélica interpela nuestro modo de pensar y de actuar. No habla sólo de la “hora” de Cristo, del misterio de la cruz en aquel momento, sino de la presencia de la cruz en todos los tiempos. De modo especial, interpela a los pueblos que han recibido el anuncio del Evangelio. Si contemplamos la historia, nos vemos obligados a constatar a menudo la frialdad y la rebelión de cristianos incoherentes. Como consecuencia de esto, Dios, aun sin faltar jamás a su promesa de salvación, ha tenido que recurrir con frecuencia al castigo.
En este contexto resulta espontáneo pensar en el primer anuncio del Evangelio, del que surgieron comunidades cristianas inicialmente florecientes, que después desaparecieron y hoy sólo se las recuerda en los libros de historia. ¿No podría suceder lo mismo en nuestra época? ”
Detengámonos por un momento en lo que he subrayado en negrita. El Papa comienza hablando de cómo a lo largo de la historia, ha habido frialdad y rebelión por parte de cristianos incoherentes, y note que al hablar de cristianos, no está hablando de personas que vivieron durante el Antiguo Testamento, por lo que sigue a continuación no puede de ninguna manera excluir el Nuevo Testamento. Dice así: “Como consecuencia de esto, Dios, aun sin faltar jamás a su promesa de salvación, ha tenido que recurrir con frecuencia al castigo”
Resalto en negrita las palabras “como consecuencia de esto” porque deja ver que precisamente porque ha habido cristianos incoherentes, es que Dios ha tenido que recurrir con frecuencia al castigo, o lo que es lo mismo: Dios ha tenido que recurrir al castigo como consecuencia de que ha habido cristianos incoherentes. Ahora pregunto: ¿Es que acaso hubo cristianos en el Antiguo Testamento? ¿O el Papa está hablando en general de toda la historia de la humanidad? De hecho, si leemos todavía más atrás vemos que el contexto lo confirma, pues dice: “No habla sólo de la “hora” de Cristo, del misterio de la cruz en aquel momento, sino de la presencia de la cruz en todos los tiempos. De modo especial, interpela a los pueblos que han recibido el anuncio del Evangelio.” Es innecesario aclarar, que los pueblos que recibieron el anuncio del Evangelio, no fueron precisamente los pueblos del Antiguo Testamento. Por si fuera poco remata: “¿No podría suceder lo mismo en nuestra época? ”.
Como se puede apreciar, ha sido Alejandro quien no ha verificado el contexto de esta cita del Papa Benedicto XVI, que de ninguna manera puede entenderse como que se refiere sólo a castigos divinos ocurridos sólo en el Antiguo Testamento. Digámoslo sin rodeos: más claro ni el agua.
Con mi siguiente cita del Papa Juan Pablo II, Alejandro argumenta de la misma manera diciendo que habla del libro de Tobías que está en el Antiguo Testamento, por tanto hay que descartarlo como un ejemplo de que el Dios del Nuevo Testamento castiga, pasando por alto que Juan Pablo II cita el mismo libro para dar e entender que así como Dios castiga también es compasivo. Sin embargo, para evitar que se atrinchere nuestro buen amigo en ese argumento, citemos pues al Papa Juan Pablo II en otra de sus audiencias donde no hay manera de atribuirle que se refiere al Antiguo Testamento solamente. Me refiero en su audiencia del Miércoles, 29 de Setiembre 1999 donde escribe:
“El amor paterno de Dios no excluye el castigo, aunque éste se ha de entender dentro de una justicia misericordiosa que restablece el orden violado en función del bien mismo del hombre (cf. Hb 12, 4-11).”
Observe el lector, que el Papa Juan Pablo II habla de que el Dios que no excluye el castigo es aquel que nos ama con amor paterno. Y lo hace con una doble finalidad: restablecer el orden violado en función del bien mismo del hombre, y aplicar la justicia misericordiosa de Dios.
Puede consultar también la siguiente catequesis de Juan Pablo II: Dios castiga y salva – 25-7-2001
Según la Biblia ¿Dios castiga sólo en el Antiguo Testamento?
Otro error que comete Alejandro en su podcast, es afirmar que sólo el Dios del Antiguo Testamento castiga y que no hay en todo el NT ningún texto donde se vea a Dios castigar con otro castigo que no sea la condenación eterna luego del juicio. Dice textualmente Alejandro:
“. En el Nuevo están los 27 libros que incluyen los cuatro evangelios, los hechos de los apóstoles, las cartas de San Pablo, la carta a los hebreos, la carta de Santiago, Primera de Juan, Segunda de Juan, la carta de Judas, el Apocalipsis. En ninguno de ellos se habla del castigo fuera de la pena final.”.
Sin embargo, en mi artículo inicial yo demostré que esto no es cierto, y supongo que Alejandro no llegó a esa parte, porque en su podcast sólo se limitó a comentar el primer párrafo de un artículo de varias páginas. Pues bien, recuerdo nuevamente que yo mostré que San Pablo amonesta a aquellos que recibían indignamente la Eucaristía y les dice que por ello eran castigados con enfermedades e incluso con la muerte:
“Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo. Por eso hay entre vosotros muchos enfermos y muchos débiles, y mueren no pocos.” (1 Corintios 11,29-30).
Cité también el caso clarísimo de Herodes, que por haber consentido una blasfemia, fue herido por el ángel de Dios quedando enfermo hasta morir:
“El día convenido, Herodes, vestido con las vestiduras reales y sentado en su estrado, los arengaba, mientras el pueblo aclamaba: ¡Voz de dios, no de hombre! De improviso lo hirió el ángel del Señor, por no haber reconocido la gloria de Dios, y murió comido de gusanos.” (Hechos 12,21-23).
Y cité además el castigo que sufrieron Ananías y Safira por haber mentido al Espíritu Santo (Hechos 5,1-10)
Como puede observarse, en ninguno de estos casos se implica necesariamente la condenación eterna producto del juicio como sostiene Alejandro, pues allí se habla de castigos temporales. Dios, en algún momento determinado, y si su voluntad así lo determina, puede castigar tal como se vio en el Antiguo Testamento, luego en el Nuevo Testamento e incluso en las revelaciones privadas donde la Virgen nos advierte que el mundo puede ser castigado por nuestros pecados.
Sobre las revelaciones privadas
También hay que recordar que en la gran mayoría de las revelaciones privadas aprobadas por la Iglesia, la Virgen María y el propio Jesús advierten sobre la posibilidad de enviar castigos al mundo si este no se convierte. Respecto a esto Alejandro opina que en todas estas revelaciones privadas esto se hace con carácter “devocional” ¿Pero que implica esto?, ¿Qué la virgen María “miente” piadosa y devocionalmente para movernos a la conversión? Porque si la virgen María dijese algo falso a conciencia de que es así, esto es, si pensase que no existe la posibilidad de que Dios envíe castigos temporales al mundo, y aun así dice que lo hará por la razón que sea, estaría mintiendo. Sabemos que el fin no justifica los medios, por lo tanto, una de dos: o todas esas revelaciones privadas son falsas, incluidas las aprobadas por la Iglesia, o son verdaderas y de verdad Dios puede castigar al mundo por sus pecados.
Alejandro también agrega que las revelaciones privadas no forman parte de la fe de la Iglesia, y es cierto, pero también es cierto que cuando la Iglesia aprueba una revelación privada, aprueba que en ella no hay nada contrario a la fe, y si al decir que Dios castiga se dijera algo que no va de acuerdo a la doctrina católica, la Iglesia no las aprobaría. A pesar de todo Alejandro insiste en que quienes dicen que Dios castiga no conocen la enseñanza de la Iglesia, pero ¿no será más bien que es él quien la desconoce en este punto? Y para abordar ese punto, analizaré ahora las citas que hace de las encíclicas de Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Citas de Alejandro Bermúdez de Benedicto XVI y Juan Pablo II
Para apoyar su punto de vista, Alejandro Bermudez cita a su favor la encíclica Dives in misericordia y la exhortación apostólica Reconciliatio et paenitentia de Juan Pablo II, y la encíclica Spe Salvi de Benedicto XVI. Respecto a esto escribe:
“… como dice el Papa Juan Pablo II, en Dives in misericordia, es decir, en Rico en misericordia, los pasajes en los cuales Dios castiga e incluso pone a prueba, no son comprensibles a la luz del Nuevo Testamento, eso es lo que dice, no son comprensibles. “
Pero esto no es cierto, y eso no es lo que dice allí el Papa Juan Pablo II como puede comprobar el lector mismo en el documento publicado en la página oficial del Vaticano:
Juan Pablo II, Encíclica Dives in misericordia
El problema de analizar ahora estos argumentos de Alejandro reside, en que a diferencia de la forma en que yo he citado de manera textual los Papas, él lo hace de manera parafraseada y les pone en su boca palabras que no están allí, por lo que se hace imposible encontrar en esos documentos lo que les atribuye. Invito al lector a revisar en dicho documento y comprobar lo siguiente:
-Allí el Papa no está afirmando que Dios castigue o no castigue, de hecho, la palabra “castigo” no aparece en todo el texto NI UNA SOLA VEZ. Si se trata de una interpretación personal de Alejandro de la encíclica, tenemos que señalar que así no se puede probar nada. Lo correcto es citar textualmente el texto y luego argumentar, acudiendo si es necesario al contexto.
Lo mismo hace respecto a los otros documentos citados. En Reconciliatio et paenitentia tampoco aparece la palabra “castigo” ni una sola vez y en Spe Salvi solamente aparece en dos ocasiones y no precisamente para negar de manera implícita o explícita que Dios pueda castigar. Probablemente Alejandro malinterprete esos textos porque hablan de la misericordia de Dios, precisamente porque en su errónea concepción de la misericordia, esta excluye al castigo, cuando más bien lo comprende, como afirma el Papa Juan Pablo II en la cita que mencionamos previamente.
—ACTUALIZACION—
Me he enterado por medio de las redes sociales, que Alejandro ha citado otro documento del Papa Juan Pablo II para intentar demostrar que el Papa decía que Dios no castiga. Este: Juan Pablo II, Angelus, Domingo 13 de Febrero del 2000. Invito a revisarlo y comprobar que efectivamente allí tampoco ni siquiera aparece la palabra “castigo” NI UNA SOLA VEZ, ni niega por ninguna parte que Dios pueda castigar, a diferencia de los documentos que aquí se han mostrado y se cita textualmente a los Papas afirmando que Dios si castiga.
¿Dios castigador en el AT versus Dios amoroso en el NT?
Quizá el error más grave de toda la argumentación de Alejandro, es la errónea distinción que hace entre el Dios del Antiguo Testamento, del Dios del Nuevo Testamento. Es cierto que en el Antiguo Testamento Dios no se había revelado a sí mismo por completo, pero todo en lo que sí se había revelado era auténtico y sin sombra de error, lo cual incluye su actuación como castigador para lograr la conversión o como instrumento de su justicia vindicativa. A este respecto es oportuno recordar uno de los ejemplos más luminosos en los que el anuncio de un castigo de Dios provoca la conversión de todo un pueblo en el relato del libro de Jonás. Precisamente por una mala comprensión de algunas figuras del Antiguo Testamento, algunos herejes gnósticos de la antigüedad como Marción entendieron que el Dios que describía el Antiguo Testamento era un Dios distinto al del Nuevo. Su error lo llevó a tal extremo que rechazó la totalidad del Antiguo Testamento.
En lo que al tema del castigo se refiere, ya en el Antiguo Testamento estaba clara la noción de que Dios castiga al hombre por amor y para corregirle, tal como recita el salmista: “Castigando la culpa educas al hombre, y roes como polilla sus tesoros” (Salmo 39,12), texto que demuestran que la distinción que hace Alejandro, en donde pretende excluir que el castigo pueda tener carácter medicinal es falsa. Los textos patrísticos que cité de todos los primeros cristianos, en donde reiteran que Dios castiga, precisamente porque nos ama, también son muy posteriores al Antiguo Testamento, pero mantienen la misma idea.
¿Por qué a los malvados les va bien y a los buenos le va mal?
Para intentar demostrar que Dios no castiga, Alejandro menciona el hecho de que haya pecadores que no reciben castigos en vida. Dice Alejandro:
“Si Dios castigara, por qué existen personas que cometen tanto mal y tanto daño. Por qué existen tantos corruptos a los que Dios no les hace nada y mueren tranquilos en su cama. ¿Por qué? Dios castiga entonces solamente a los buenos? A los que se pueden corregir? SI esto es así, Dios no castiga, corrige.”
Bien, en primer comencemos por aclarar dos puntos:
Primero: No decimos que Dios siempre aplique un castigo temporal a los pecadores en vida. Puede ser que así sea, si es esa su voluntad, como fue el caso de Herodes o el de Ananías y Safira, o puede ser que que les reserve el castigo para la otra vida. Pero eso es una cosa, y otra negar la posibilidad de que Dios pueda pueda o desee castigar.
Pero a esta pregunta tan antigua como el mundo, los santos y padres de la Iglesia la han entendido no negando que Dios castigue, sino afirmando que Dios en su sabiduría elije castigar a algunos sí y a otros no en vida, por razones diversas. A este respecto por ejemplo explica San Juan Crisóstomo:
“Porque hay hombres que sólo pagan por sus pecados en esta vida, como aquellos de quienes habla San Pablo en una primera carta a los corintios (1Co 11), que profanan los misterios cristianos, pero hay otros que son castigados en el otro mundo, como el rico condenado de que habla San Lucas (Lc 16) Y hay otros, en fin, como los judíos, que llevan una vida intolerable en este mundo desde la toma de Jerusalén, y a quienes están reservados en el otro otros castigos más severos”
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 41,3
“Dios castiga a ciertos pecadores, destruyendo su malicia y decretando pena más leve para ellos, los separa de los otros y corrige a los que viven en el mal con la condenación de algunos. Además, aquí no castiga a otros, con el fin de que, si hicieren penitencia, evitasen los castigos presentes y la pena eterna, pero si perseveraren en su malicia, habrán de sufrir mayor tormento.”
Crisóstomo, hom. 5 De Lázaro
San Basilio también explica a este respecto:
“Es propio de la divina misericordia no imponer castigos en silencio, sino publicar primero sus amenazas excitando a penitencia, así como hizo con los ninivitas y ahora con el labrador, diciendo “Córtala”, estimulándolo a que la cuide y excitando al alma estéril a que produzca los debidos frutos.”
San Basilio, conc. 8, quae de Penitentia inscribitur
(A estos textos súmense todos los de los santos padres que cité en la entrega anterior).
Segundo: Tampoco decimos que todo lo malo que nos ocurre deba entenderse como un castigo divino. Recordemos que en todo pecado hay una culpa que le hace merecer al pecador dos penalidades: una pena ontológica (la consecuencia directa de su acción), y una pena jurídica (la sanción merecida por parte de la justicia divina). Quienes entienden el castigo divino como una sola consecuencia de las acciones (alguien fornica y contrae una enfermedad venérea, o bebe mucho alcohol y contrae cirrosis), cometen el error de pensar que nuestros pecados sólo nos hacen acreedoras de una pena ontológica, excluyendo la pena jurídica. Los cristianos al pecar contraemos muchas culpas, nos atraemos muchas penalidades ontológicas, y nos hacemos deudores de no pocas penas jurídicas o castigos, que nos vendrán impuestas por Dios, por el confesor, por el prójimo o por nosotros mismos. Nuestros pecados también afectan a otras personas, y mientras estemos en esta vida todos sufriremos además las consecuencias del pecado original. Es por eso, que si no es por una especial revelación, no es posible saber si determinado mal es producto del castigo (pena jurídica) o la natural consecuencia de nuestros actos (pena ontológica), los de otro, o de simples accidentes.
Pero el que no podamos saber, salvo por una especial revelación, si determinado mal es un castigo, o desde nuestro perspectiva exterior de las cosas nos parece que determinado pecador no fue castigado, no implica de ningún modo que Dios no llegue a castigar si así lo determina su voluntad, como atestigua la propia Escritura, no sólo en el Antiguo Testamento, sino también en el Nuevo.
Conclusiones de la primera parte
Volvamos ahora a lo que enseña el Concilio Dogmático de Trento:
“ Enseña además el sagrado Concilio, que es tan grande la liberalidad de la divina beneficencia, que no sólo podemos satisfacer a Dios Padre, mediante la gracia de Jesucristo, con las penitencias que voluntariamente emprendemos para satisfacer por el pecado, o con las que nos impone a su arbitrio el sacerdote con proporción al delito; sino también, lo que es grandísima prueba de su amor, con los castigos temporales que Dios nos envía, y padecemos con resignación”
(Concilio Dogmático de Trento, Cap. IX. De las obras satisfactorias)
Pero si Dios no castiga, ¿Cómo puede un Concilio Dogmático afirmar que si puede hacerlo y lo hace? Negar que Dios castigue no es pues una cuestión baladí, pues implica negar lo que la Iglesia ha definido en su magisterio extraordinario e infalible, y que ha sido parte de la enseñanza unánime de los padres de la Iglesia, los cuales ya he citado en numerosas ocasiones a lo largo de estas entregas.
En este caso, el argumento de Alejandro es que los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI en unas encíclicas niegan que Dios castigue, sin que en dichas encíclicas aparezca nada de lo que él les atribuye, mientras aquí mismo se han reproducido citas textuales y en su contexto de dichos Papas, donde explícitamente confirman lo que ya el Magisterio ordinario y extraordinario ha repetido hasta la saciedad.
Con todo el respeto que me merece Alejandro, porque es un excelente periodista: en este tema el desinformado es él.
Si desea profundizar más en este tema, recomiendo también:
El castigo de Dios, por P. Joan Antoni Mateo García
Dios castiga, por Daniel Iglesias Grèzes
Lo que enseñan varios manuales de teología dogmática con aprobación eclesiástica:
Michael Schmaus, Teología Dogmática – La justicia de Dios
Ludwig Ott, Teología Dogmática – La justicia de Dios
Extractos del libro: ¿Dios castiga?: Un debate entre hermanos católicos para comprender mejor nuestra fe
Autor: José Miguel Arráiz