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¿Quiso Jesús fundar una Iglesia?

Jesús el Señor

¿Reconocería a la Iglesia Católica?

Respuesta a un artículo del Sr. Arias.

No sé quién es el sr. Arias, sus credenciales no me han sido provistas y aparte del escrito recibido (párrafos numerados en itálicas y de color azul) no he leído nada de su autoría que pueda recordar. Examinemos lo que dice, no porque merezca ser examinado, sino para beneficio de los que me han provisto con la ardua tarea de trajinar este mamotreto. Las ideas aquí expuestas por el sr. Arias fueron refutadas en su tiempo por cristianos como San Pablo, San Agustín y otros padres de la Iglesia. Estos quistes reaparecen de vez en cuando y hoy los refutamos de nuevo para aquellos que no han tenido tiempo de leer y meditar la doctrina cristiana recibida de los Apóstoles y los Padres de la Iglesia. Párrafos insertados y numerados son citas del manuscrito del sr. Arias que es citado en su totalidad a lo largo de esta refutación.

1 Una de las preguntas más delicadas, comprometedoras y complejas sobre Jesús de Nazaret es si quiso fundar una nueva Iglesia y una nueva religión. Una pregunta difícil, ya que la Iglesia Católica y, en general, las iglesias cristianas nunca van a admitir que ellas no fueron fundadas por Jesús a través de sus apóstoles. Y están convencidas de que el cristianismo es una nueva religión, como el Islam, el judaísmo o el hinduismo.

Creo que honestamente la lectura de los Evangelios no deja duda de que Jesús quiso crear una congregación de fieles. Un hombre que se casa y tiene hijos, compra una casa, da a sus hijos una educación, tiene nietos y bisnietos puede hacer todo esto sin necesidad de ir a un escribano y declarar solemnemente que quiere fundar una familia. A la larga, los hechos indican claramente su intención. Si Jesucristo nunca hubiera dicho “Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” el acto de elegir doce enviados, luego setenta y luego enviar a quinientos a predicar al mundo las buenas nuevas probaría a cualquier persona con sentido común que su intención no era fundar una filosofía personal de vida solamente. La Iglesia no puede negar que Jesús la fundó porque sería negar hechos históricos y teológicos establecidos y documentados ampliamente. Tenemos menos documentos sobre la conquista de las Galias por Julio César pero nadie cuestiona el que César quisiera conquistar las Galias porque simplemente se cae de maduro, eso es todo.

Uno duda de la capacidad intelectual de estos “especialistas” (que luego conoceremos en más detalle) y de su seriedad. El revisionismo histórico modernista es una plaga del siglo XIX que se extendió hasta el XX y parece estar disminuyendo hoy dia por falta de resultados concretos. Este tipo de revisionismo silvestre produjo una cantidad de teorías de interpretación bíblica y textual a lo largo de los años y no menos nuevas “religiones”. Si los modernistas y sus seguidores han sido perseguidos por “haber puesto en tela de juicio que Jesús hubiese querido fundar una Iglesia” (???) los cristianos de los primeros siglos sufrieron realmente mucho más que los modernistas, ninguno de los cuales fue arrojado a las fieras, quemado vivo o descuartizado por sus supuestos perseguidores. Los sabios a la violeta citados por el sr. Arias han sido condenados por exegetas y eruditos de nota, miembros establecidos de la comunidad mundial de estudiosos que enseñan en la universidades más prestigiosas, como comprobaremos más tarde. Quisiera dejar en claro que el revisionismo bien entendido que se apoya en un amplio consenso en la comunidad exegética y que utiliza una hermenéutica científicamente establecida sobre bases investigativas firmes es muy distinto del revisionismo que cuestionamos aquí. Una buena regla que se puede usar para reconocer a los aventureros es su aislamiento de las comunidades investigativas mundiales y en general su falta de credenciales serias va de acuerdo con la ocurrencia de presentar temas bíblicos con una luz sensacionalista o escandalosa lo cual corre parejo con buenas ventas de libros, lamentablemente. Nadie proyecta hacerse rico con un libro titulado “Y la Iglesia Tenía Razón”.

 Si vamos a creer que existe una conspiración mundial para silenciar a estos aventureros que pretenden saber del apóstol Pablo o de Cristo más de lo que supieron los que vivieron y hablaron con ellos… entonces podemos creer cualquier cosa y nos merecemos las consecuencias.

 De los eruditos que conozco que han condenado al modernismo y sus secuelas puedo citar a C.S. Lewis; E. Hirsch, R. Bultmann, K. Keating, S. Hahn y M. Shea; quienes han escrito abundantemente sobre las falacias del modernismo y los excesos de los movimientos de interpretación textual y la interpretación fundamentalista.

 La proposición de estos estudiosos es simple: ¿Cómo puede ser que veinte siglos después el modernista pueda entender mejor la tradición cristiana y las Escrituras que los que estuvieron dispuestos a morir por la causa en el primer siglo?

Este simple razonamiento debiera ser causa suficiente para echar a un lado todo este escrito, pero vamos a darle al sr. Arias y a sus expertos una refutación completa.

3 Para empezar, hay que dejar bien claro que, aun en la hipótesis no probada de que no hubiera sido Jesús quien fundara la Iglesia Católica o que no fuera esa la Iglesia que él había pensado, eso no quita nada a la importancia que dicha institución religiosa, y en general el cristianismo, ha tenido y tiene en la historia. Ni le quita importancia el hecho de que esa Iglesia haya podido ser más bien fruto de la fe de los primeros cristianos y de la concepción religiosa de Pablo de Tarso, a quienes algunos autores consideran como el verdadero fundador del cristianismo, tras haber hecho que el cristianismo primitivo se separara de sus raíces judías originarias.

Se puede comentar este párrafo citando al mismo Pablo de Tarso que el sr. Arias menciona aquí. San Pablo dejó registrada la realidad de la fundación de la Iglesia en Cristo y su resurrección, si eso no fuera cierto, nos dice el apóstol, “de todos los hombres soy el más digno de lástima”. La mente se resiste a aceptar que Pablo, un hombre ya maduro y establecido en su sociedad, un verdadero pilar de su comunidad judeo-romana pueda abandonarlo todo y terminar siendo ejecutado en Roma  para fundar un nuevo movimiento religioso que él mismo sabe falso a sus propias raíces. Una fe de veinte siglos de duración no se funda sobre ilusiones o caprichos bien intencionados. Si vamos a poner en tela de juicio las motivaciones de Jesús, Pablo y de los primeros cristianos es mejor que tengamos argumentos sólidos para hacerlo porque estamos enfrentando a hombres y mujeres que han hecho durar una idea por tal cantidad de tiempo como no tiene igual en Occidente y con muy pocos paralelos aún en el Oriente. Para que la Iglesia tenga sentido en nuestro mundo tenemos que aliarla con Jesucristo, tenemos de creer que Cristo es el Hijo de Dios y que éste envió a sus seguidores a la historia para cumplir una misión que amplía y completa la misión del Judaísmo y que no se separa de éste por mera escisión.

4 El problema es otro: es saber si Jesús, en algún momento, tuvo la idea de fundar una religión nueva, diferente de la que él había practicado y vivido en su familia, y si quiso fundar una Iglesia organizada como lo es hoy la Iglesia Católica.

Aquí hay algo que no entiendo muy bien y eso es el papel de Cristo en todo este asunto. Si Cristo pasa por Galilea dando buenos consejos y estableciendo un modo de vida, una filosofía meramente conceptual entonces lo podemos comparar con Buda o Confucio, por ejemplo. Pero hay algo que Buda y Confucio no declararon nunca: el ser Hijo de Dios.

Esta peculiaridad de Jesús; el declararse, no meramente uno de los hijos de Dios sino su Primogénito, Predilecto y en plena intimidad y conexión de voluntades con Dios su Padre; es un verdadero impedimento para verlo como simplemente un gurú o un gran maestro. Porque la gente de va por ahí diciendo “mi papá es Dios” son por lo general gente afectada mentalmente y es raro esperar de ellos el elevado sentido moral, el agudo conocimiento del alma humana y la penetrante perspicacia que Jesús destila en los Evangelios.  Debemos concluir entonces que sólo tenemos tres opciones con Jesús: o es el Hijo de Dios, o es un loco de remate o es el mismo Demonio que nos ha engañado con una jugarreta perfecta y ha venido a traicionar a su propia religión (el Judaísmo) con una trampa tan elaborada y perfecta que es imposible no caer en ella. Esto último desafía al sentido común pero es una de las posibilidades absurdas que vienen a la mente al elaborar.

De ahí que la Iglesia no puede imaginar a un Jesús meramente maestro a la manera de los grandes hombres de la humanidad. Para la Iglesia Jesús es el Hijo de Dios, la revelación más perfecta de lo inconcebiblemente divino o es un impostor y un loco. Si lo segundo fuera cierto, el cristianismo entonces está de acuerdo con Pablo que, de todas las filosofías humanas, sería la más digna de lástima.

El tema es de fondo y no sólo de forma. Sin duda, aun en el supuesto de que Jesús hubiese pensado en fundar una nueva Iglesia, muchas de las cosas de la Iglesia actual difícilmente las bendeciría, sobre todo por lo que se refiere a cómo ha sido organizado el gobierno central de la Iglesia en el Vaticano, el estilo del papado, copiado básicamente de los emperadores romanos, y la misma estructura de la Iglesia como monarquía absoluta. Ya muchos santos antiguos, como Santa Rita de Cassia, sin llegar a los actuales obispos y exponentes de la Teología de la Liberación, criticaron durante los excesos de una Iglesia preocupada más con los ricos y los poderosos que con los desheredados, no pocas veces contaminada por los poderes mundanos y políticos. Una Iglesia rica, llena de privilegios otorgados por los poderosos, muchas veces intransigente e inquisitorial. Todo eso lo sabemos, y son los mismos cristianos más comprometidos quienes se encargan de criticar.

Aquí la lógica gnóstico-fundamentalista del sr. Arias pasa a asumir que Jesús bendeciría, o no, ciertas cosas de la Iglesia si volviera al mundo hoy. Para comenzar habría que considerar que la promesa original de Jesús “estoy con vosotros hasta el fin de la era” es creída por los miembros de la Iglesia. Si uno no cree en su presencia constante poco puede creer en un eventual regreso de Cristo. De nuevo, esta es una de las más básicas creencias cristianas. Que Jesús resucitó y que, sentado a la diestra de Dios, espera manifestarse al mundo sorpresivamente pero que se manifiesta a sus fieles en diferentes misterios. Uno de ellos es el misterio de haber conquistado al mundo y que toca muy de cerca a lo que el sr. Arias expresa justamente aquí. Para explicar esto debo echar mano a un ejemplo contemporáneo.

Imaginemos que Andrei Gromiko vuelve a la vida en Moscú a mediados del año 2001. El sorprendido mandatario comunista encontraría que hay restaurantes McDonald’s en Moscú, que se vende Coca-Cola, cigarrillos Marlboro y  que la bandera roja con la hoz y el martillo ya no ondea sobre el Kremlin. Este hombre no necesitaría mayor confirmación de quién ganó la Guerra Fría.

Teniendo lo previo en mente hagamos un recuento de la situación con los ojos de un patricio romano del siglo II. La colina de los vaticinios (el Mons Vaticanum), los templos de Minerva y de la Bona Dea son ahora ocupados por templos cristianos. Las águilas imperiales han sido reemplazadas por cruces. Roma ya no es más la ciudad imperial. Cuando la gente dice Roma, así en general, se refiere a la cristiana Iglesia Católica. Romanos ya no son los ciudadanos del imperio. El término apenas refleja a alguien nacido en Roma o a un católico si es que se está hablando de religión. Ahí no termina el asunto. El obispo de Roma es ahora llamado Pontifex (pontífice) como era llamado el antiguo emperador, Pontifex Maximus Sol Invictus. El ‘Sol’ romano, ha sido reemplazado por Cristo y su iglesia romana lleva ya veinte siglos sin que la puedan acabar. Enterrados están Nerón y Domiciano, el Imperio perseguidor ya no existe, Napoleón, Stalin y Hitler, el comunismo y el fascismo se han dormido en la muerte y la Iglesia de Roma sigue ahí, imperturbarble. Su pontífice lleva ahora la capa púrpura del emperador, una sutil venganza pues al burlarse de Cristo los soldados que lo vistieron de púrpura y simularon una coronación imperial burlona con el condenado, sin quererlo inspiraron a los seguidores de Cristo a tomar un manto púrpura para simbólicamente representar los sufrimientos de Cristo y su Coronación en el mismo acto. A un general romano del siglo II no le cabría duda quién ganó la guerra entre Cristo y César.

Y ahora para continuar analicemos lo que el sr. Arias espera de la Iglesia según se desprende de su propio análisis. El sr. Arias espera que la Iglesia sea  sencilla. El boato y el lujo no tienen lugar en la Iglesia según él.. Cita a Santa Rita de Cassia y a los obispos de la teología de liberación etc. Sin entrar a defender o tan siquiera juzgar el boato y la riqueza temporal de la Iglesia es necesario reconocer que son muchos menos los miembros de la Iglesia que supuestamente disfrutan de tales lujos que los que no lo hacen. La gran mayoria de los miembros militantes de la Iglesia no participan ni tan lejanamente de lujo alguno. A mi no me molesta la basílica de San Pedro ni el supuesto oro de los altares y candelabros que haya allí (tal oro no existe, el que no me crea vaya y búsquelo). Por otro lado, cualquier institución que dura veinte siglos acumula tesoros casi sin pretenderlo. Si uno mira los museos y palacios reales del mundo la cosa no es mejor ni peor. Y si Jesús viene y no lo aprueba, pues es cosa de El juzgar los privilegios y las riquezas y a aquellos que las disfrutan. El ya predijo que la Iglesia crecería: “cosas mayores que estas haréis”  ¿Quién tiene autoridad para escandalizarse porque los cristianos construyan templos? ¿O es que no somos libres de hacerlo porque cierta persona interpreta que porque Jesús no construyó templos ahora hay que oficiar al aire libre? ¿Qué forma de razonar es esa?.

Que habría rapacidad y avaricia entre algunos pastores que, a tiempo, serían para el rebaño como lobos. Claro que El no predijo que todos  los pastores serían así. Tampoco nos instruyó a poner etiquetas en los pastores. Solo nos dijo que fuéramos “cautos como serpientes e inocentes como palomas” y creo yo con muy buena razón. Como Santa Rita, San Francisco de Asís y otros muchos han predicado con el ejemplo, la vida sin posesiones y el amor a los pobres. Si Cristo llega y su Iglesia no le complace ya nos enteraremos, pero no tenemos mandato de El de sabotearla porque no estamos de acuerdo con sus contables o si nos disgustan sus tesoros. Hay un solo ejemplo de crítica contable en los Evangelios y no debiera sorprendernos que el criticón sea Judas ni que la respuesta de Jesús a su crítica haya sido: “a los pobres siempre tendréis con vosotros”.

El problema que aqui se describe está en la Iglesia desde el mismo principio. Leer la carta de Santiago que habla abundantemente de eso. Nada ha cambiado en ese sentido. Hay hombres simples y hombres con gustos lujosos. Ya veremos quien queda cuando llegue el momento de rendir cuentas.

6 Probablemente se trate de una traición antigua, casi de los orígenes del cristianismo, cuando éste, de ser una secta perseguida por los emperadores romanos, pasó a ser la religión de Estado del Imperio Romano, quien la cubrió de privilegios y prebendas. Como afirma Crossan: “Cuesta bastante trabajo mantener la serenidad cuando se lee el relato del banquete imperial celebrado al término del Concilio de Nicea”. Dice así el relato: “Algunos destacamentos de la guardia y del ejército rodearon la entrada del palacio con las espadas desenvainadas, y pasando por en medio de ellos sin temor, los hombres de Dios penetraron en los aposentos privados del emperador, donde se hallaban a la mesa algunos compañeros de éste, mientras otros yacían reclinados en lechos situados a uno y otro lado de la estancia. Cualquiera hubiera pensado que se trataba de un cuadro del Reino de Cristo, de un sueño hecho realidad”.

El texto fue escrito por Eusebio, y Crossan lo comenta así en su obra Vida de un campesino judío: “De nuevo aparecen combinados el banquete y el Reino, pero los invitados son ahora los obispos, todos ellos de sexo masculino, que comen reclinados en lechos en compañía del propio emperador y esperan ser servidos por otros”. Y añade: “Quizás el cristianismo sea una traición inevitable y absolutamente necesaria de la figura de Jesús, pues, de no ser así, todos sus seguidores habrían muerto en las colinas de la Baja Galilea. Pero ¿era preciso que esa traición se produjera en tan poco tiempo?”.

El indignado sr. Crossan que se cita aquí, es un miembro del Seminario de Jesús del que hablaremos más tarde. Por el momento recordemos que la “traición” de la que se habla aquí, consiste en ir a cenar con el emperador de turno. Quizás los cristianos debieran haberle dicho al emperador que preferían seguir en las catacumbas y ser asesinados y torturados públicamente ¿Es eso lo que usted haría luego de doscientos años de persecución despiadada? ¿O acaso daría gracias a Dios por que las persecuciones se terminaron y una nueva era se inaugura en la historia de Europa con el Cristianismo como protagonista central que dia tras dia, lentamente reemplaza al imperio? El cristianismo no es una traición de la figura de Jesús sino el fuego que El mismo vino a encender en el mundo y que ya nadie puede detener o transformar en una inocente colección de candelas separadas. La Iglesia es cristocéntrica y eso no es una traición. Lo que sí es una traición es derivar el centro de la adoración al “conocimiento especial” o “gnosis” requerida para crear una versión deformada y ocultista del cristianismo. Esas versiones refutadas por los padres desde la primera hora de la iglesia reaparecen de vez en cuando, aprovechando la mala memoria de la gente.

Ya que el sr. Arias lo cita, hablemos de John Dominic Crossan y su lucrativo Seminario de Jesús. Este ingenioso grupo de gente liderado por Robert Funk y John Dominic Crossan reclama para sí la “erudición que prevalece en  las grandes universidades del mundo”  Esto lo declara en su entrevista con Richard Hays en “The Corrected Jesus” (El Jesús Corregido) pág. 47 de la publicación First Things No. 43 (en inglés). Sobre la base de esta afirmación hecha por ellos mismos los miembros del Seminario de Jesús han venido publicando cosas desde segunda parte de la década de 1980. Estos iluminados señores nos vienen a enterar ahora de lo que Jesús dijo y lo que no dijo. Con agudo sentido comercial hacen declaraciones a la prensa, generalmente precediendo la publicación de alguna de sus obras. Cito aquí algunas de ellas: “La mayoría de las frases de Jesús fueron inventadas por un autor anónimo”; “Jesús muy probablemente no enseñó el Padrenuestro”; “¿Está el verdadero Evangelio en la Biblia?”; “Eruditos recopilan una nueva Biblia”. Poco después de hechas estas declaraciones a la prensa se presentó el libro “Los Cinco Evangelios: En Busca de las Auténticas Palabras de Jesús” No sé por qué, a mi me recuerdan a otros que “descubrieron” la muerte de Jesús en una estaca (en lugar de la cruz) y otras trasnochadas “verdades”… juzgue el lector si vale la pena arriesgarse con alguien que implícitamente declara que la “verdad” sobre Jesús ha esperado veinte siglos hasta que el Seminario de Jesús o la Sociedad Watchtower nos vengan a mostrar “la luz”.

Pero antes de ver que es lo que este grupo declara veamos si es cierto que sus credenciales son parte de la “erudición que prevalece en  las grandes universidades del mundo” según declara el sr. Crossan, citado como autoridad por el sr. Arias.

El Dr. Richard B. Hays, Profesor Asociado del Nuevo Testamento en la Escuela de Divinidad de la Universidad de Duke (Estados Unidos) declara sobre el tema:

Ni un solo miembro de las cátedras neotestamentarias de Yale, Harvard, Princeton, Duke, University of Chicago, Seminario Teológico de la Unión, Vanderbilt, SMU o de la Universidad Católica ha participado en este projecto [el Seminario de Jesús] Es innecesario decir que los facultativos de los seminarios evangélicos no han participado. Tampoco han participado estudiosos reconocidos de Inglaterra o de otras partes del Continente Europeo. De hecho – quiero expresar esto claramente – la mayoría de los estudiosos bíblicos reconocidos sienten un profundo escepticismo al contemplar los métodos y las conclusiones de este grupo académico seccionado de la comunidad de estudiosos. El punto es que este es un libro de imaginación que ha sido producido por un grupo de autodeclarados “eruditos” que declaran puntos de vista no convencionales sobre Jesús y los Evangelios. Ellos, posupuesto, son libres de publicar estos puntos de vista. Sin embargo su intento de presentar estas opiniones como si fueran “los resultados establecidos firmemente luego de un análisis crítico erudito” es, uno debe decirlo, un engaño condenable.   Richard Hays según aparece en “The Corrected Jesus” (“El Jesús Corregido”)

Quisiera que el lector retenga esta interesante evaluación a medida que progresamos en el análisis del documento producido por el sr. Arias.

Jesús predicó una religión del corazón sin templos ni catedrales.

La pregunta es la siguiente: ¿qué era lo que Jesús intentó cuando, rodeado de un puñado de hombres y mujeres, de gente más bien sencilla, se puso a criticar algunos aspectos de la religión judaica de su tiempo (como hoy hacen los teólogos progresistas con el catolicismo) y a anunciar la llegada de un “Reino” nuevo? ¿Era ese anuncio del Reino el de la fundación de una nueva religión y una nueva Iglesia o era sencillamente el anuncio de una superación de la vieja religión de sus padres, infundiéndole mayor universalidad y proclamando la centralidad de la dignidad humana como el corazón mismo de la religión, o se trataba de una religión diferente? ¿O era un reino puramente temporal para arrojar a los romanos de la tierra de sus padres, por ellos ocupada?

Quisiera saber cuándo Jesús criticó “algunos aspectos de la religión judaica de su tiempo”. Jesús, por todo lo que sabemos, vino a cumplir la ley mosaica. Las críticas que Jesús hace las hace, no de los procedimientos e instituciones religiosas establecidas por Moisés y los Profetas hebreos. Sino todo lo contrario, afirma y reaviva el espíritu de esa ley y lo que critica es la hipocresía del fundamentalismo judío que transforma la ley mosaica en un instrumento de opresión para la gente y que eventualmente aleja a la gente de Dios y del amor al prójimo. La crítica que hace Jesús es, por ejemplo, del Corbán porque esa tradición torcida limita y contraría los mandamientos dados a través de Moisés. Jesús asiste al templo y a la sinagoga. Cumple con sus obligaciones mosaicas y cuando modifica, a veces endureciendo  (caso del divorcio) a veces ablandando la interpretación de la ley (caso del descanso sabático o del apedreamiento de la adúltera). Aun en aquellas veces en que la interpretación de Jesús parece modificar la ley de Moisés hay siempre una revelación de una nueva dimensión espiritual del mandamiento que se explica. Doy por ejemplo “el Hijo del Hombre Señor del Sábado es” y “el que esté libre de culpa que arroje la primera piedra”. En la primera Jesús revela su majestad y autoridad sobre el Sábado, el día de Dios. En revelar su señorío sobre el Día del Señor apunta a los judíos la inminencia de la nueva creación y la propia autoridad de Jesús para iniciarla. En el caso segundo, lejos de justificar el apedreamiento (ilegal, ya que una muchedumbre no tenía derecho de apedrear a nadie, según  la ley), Jesús usa esa oportunidad para revelar la existencia del pecado inherente en todo ser humano y la importancia de la misericordia de Dios para solucionar el problema del pecado humano.

Otra cosa hubiera sido que Jesús dijera cosas como “¿Quiso Moisés fundar una religión?” o tal vez  “La Ley de Moisés es una ley del corazón y no hace falta ir al templo”  o cualquier otra objeción a la autoridad de la ley o su integridad histórica con el objeto de minar su importancia o veracidad. Es el colmo de la caradurez que estos “teólogos progresistas” se comparen con Jesús.

A tiempo Jesús completó su misión en la tierra: revelar a Dios en un ser humano y dar muestra de que el servicio de Dios es el servicio del prójimo en el acto sublime de la caridad y no de la rebelión. Como dijimos antes, Jesús venció a Roma y eventualmente vencerá sobre todo señorío o reino de la tierra porque su soberanía es imparable y su reino es tan inevitable como la llegada de la mañana después de una noche oscura.

8 Importante a este respecto sería saber la idea de Dios que predicaba Jesús y si era una idea de Dios “inventada” por él o sacada de las raíces de las Escrituras antiguas. Porque se habla de que una de las características de la nueva religión predicada por el profeta de Nazaret era la de un Dios “padre” en contraposición al Dios “juez” del Antiguo Testamento; el Dios de la compasión y no el Dios de la venganza; el Dios, no del “ojo por ojo y diente por diente”, sino el del padre que recibe al hijo pródigo, que se había ido de casa y había dilapidado su herencia, con tanta fiesta y alegría que hace enfadar de envidia al hijo fiel que se había quedado en casa. Pero resulta que esa imagen también está en el Antiguo Testamento, concretamente en el profeta Isaías, cuando, hablando de Dios, dice que es más comprensivo que una madre, pues mientras una madre podría llegar a abandonar a un hijo, Dios nunca lo haría.

Este párrafo merece el famoso comentario de San Agustín de Hipona “El Nuevo Testamento está escondido dentro del Antiguo y el Antiguo se revela en el Nuevo”. Jesús no tuvo que “inventar” al Padre. San Pablo insiste una y otra vez sobre la importancia de entender que el propósito de la ley mosaica es revelar la impotencia del hombre ante el pecado. La ley sólo puede ser cumplida por un hombre perfecto y tiene el propósito de revelar a Cristo como ése hombre perfecto, establecer las bases legales para hacer valer su sacrificio y finalmente mostrar la puerta de escape a la humanidad: la misericordia de Dios revelada en la Pasión. Porque si Dios es un Juez también es un Padre lleno de misericordia y amor por sus hijos extraviados. La contraposición no es una reinvención de Dios, es su revelación final. Jesús nos ha mostrado al Padre y ha pagado la fianza al Juez. Ahora que el juicio está resuelto sólo nos queda aceptar la gracia divina que nos saca del embrollo monumental en que nos metimos gracias a nuestro padre carnal Adán.

9 Hay un texto significativo, en el evangelio de Juan, que es también revelador de la idea que Jesús tenía de la religión, de la manera de adorar a Dios y de todo lo que es externo a la Iglesia, principalmente el problema de los templos. Es el pasaje en el que Jesús coquetea con la mujer samaritana que iba a sacar agua del pozo. Existía una gran enemistad entre judíos y samaritanos. Estos últimos eran considerados paganos, al no reconocer la religión de Israel. La samaritana provoca a Jesús diciendo que sus antepasados habían adorado a  Dios en aquel monte donde se hallaban, mientras que los judíos decían que hay que adorarlo en el templo de Jerusalén. Dos iglesias disputándose un lugar de culto. Jesús corta tajante: “Créeme, mujer, se acerca la hora en la que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre… Llega la hora, y ya estamos en ella, en la que los verdaderos adoradores adorarán en espíritu y en verdad”. Si estas palabras de Jesús son históricas – y la Iglesia las reconoce como tales -, habría que hacerse muchas preguntas. Por lo pronto resulta evidente que, si Jesús pensaba en un tipo nuevo de religión, en ella no iban a tener ninguna importancia los lugares físicos de  culto, ya que, como él dice, los seguidores de esa nueva religión tendrían que rendir culto a Dios no en iglesias, templos y catedrales faraónicas, sino dentro de sí mismos. Sería el corazón, el espíritu del hombre, el gran templo interior donde mejor van a poder encontrarse con Dios.

10 Sobre este texto se han derrochado ríos de tinta. Pero pocos han ahondado en él para observar que se trata de una dura crítica a todo el fausto de las iglesias levantadas por católicos y protestantes. A la mujer samaritana, Jesús le dice muy claro que en el futuro o, mejor, ya desde aquel momento van a importar muy poco tanto el Templo de Jerusalén como las catedrales que un día levantarían en su nombre, ya que nada de eso es importante para rendir culto al Dios que habita en el corazón de las personas y no en la oscuridad y magnificencia de los templos.

 Debo extenderme sobre esta sección porque hay unas cuantas cosas que quisiera preguntarle al sr. Arias. ¿De donde sacó que Jesús coquetea con la samaritana? ¿Qué clase de seriedad exegética puede extraer de este texto un coqueteo?

 Ahondemos un poco sobre el contexto de Juan cap. 4 de donde se extrae esta porción. Recordemos, porque es necesario analizar el contexto fielmente, que la separación en capítulos y versículos es posterior a la escritura de los Evangelios. Por lo tanto, si comenzamos a leer el Evangelio de Juan desde el principio podemos distinguir algunas secciones que preceden a esta cita y que nos pueden ayudar a obtener una idea más precisa del sentido general del escrito. Estas secciones son, comenzando desde el sumario de la selección de los apóstoles en adelante:

  • Selección de los apóstoles
  • Boda en Caná de Galilea
  • Limpieza del Templo al tiempo de la Pascua
  • Conversación con Nicodemo
  • Testimonio de Juan el Bautista
  • Testimonio a los Samaritanos
  • Regreso a Galilea

Se puede escribir un libro sobre estas secciones del Evangelio de Juan. De hecho se han escrito muchas obras sobre este Evangelio, tan diferente de los otros tres. Por eso me perdonan si paso a vuelo de pájaro sobre este tema para no extenderme innecesariamente ya que el escrito del sr. Arias continúa largo y tendido también. De todos modos vamos para largo porque hay mucho para ver.

Una característica de la presentación juanina del Evangelio es lo que llamaremos la dualidad de conceptos. Juan presenta varios conceptos en pares y desarrolla un argumento sutil usando estos pares, a veces opuestos (como la luz y la oscuridad) y otras veces concurrentes (agua y espíritu o agua y sangre). Estos pares se entrelazan en formas variadas y tienen la particularidad de incitar al lector a la contemplación del misterio de la Encarnación de Jesús y su propósito. Juan prefiere hacernos pensar y contemplar en lugar de explicar las cosas. Este tratamiento singular no deja de lado el desarrollo lógico del Evangelio sino que está en plena armonía con él. La selección de los apóstoles es la puerta que Juan abre para introducirnos al resto de la narración. Los elegidos creen inmediatamente en la mesianidad de Jesús, quien les hace entrever el propósito de su ministerio: la revelación de Dios a Israel. A Natanael le expresa la promesa “Cosas más grandes que éstas verás y en verdad te digo que verás los cielos abiertos y los ángeles de Dios ascendiendo y descendiendo al Hijo del Hombre.”

Nótese que Natanael es el israelita ideal (sincero, sin dobleces) que Jesús encuentra bajo la higuera (que es un símbolo de Israel como nación espiritualmente dedicada a Dios, recordar la maldición de la higuera por su falla en producir frutos que ocurre al final del ministerio de Jesús). Notar también que la contraposición de “ángeles de Dios” e “Hijo del Hombre” una pre-revelación de la divinidad del Hijo del Hombre a quien los ángeles sirven. Pero lo que nos importa aquí es el parecido de la imagen con la visión de Jacob en Betel cuando, solo en la noche, ve la escalera que lleva al trono de Dios y los ángeles ascendiendo y descendiendo al trono de Dios. Para un judío esta imagen es una imagen de fuerte significado. Natanael parece simbolizar a este nuevo Jacob que va a tener la dicha de contemplar el renacimiento de Israel en una forma que ninguno antes sospechara. No según la carne sino según el espíritu.

Sigue el relato de la boda de Caná. La boda se queda sin vino. Es posible que este sea un recuerdo de María relatado a Juan más tarde pero veamos como Juan lo presenta. El vino es milagrosamente creado usando el “agua de la purificación” contenida en seis jarras que son presentadas al presidente del banquete llenas de vino excelente. Este aprueba diciendo que el vino mejor ha aparecido al final y no, como era costumbre, al principio de la cena. La dualidad de agua y sangre (simbolizada por el vino) aparece aquí. Sabemos que el sacrificio de Jesús es necesario para que se realice la reunión de la humanidad fiel  con Dios: las bodas del Cordero. El vino presentado al presidente es un tipo de la sangre perfecta de Jesús que purifica  (como el agua de las abluciones) y que es aceptada por el Padre como justificación suficiente. Juan concluye el relato de este primer milagro resumiendo “que fue la primera de la señales de Jesús, en Caná de Galilea. Reveló su gloria y sus discípulos creyeron en él.” Notemos la contraposición con el relato de la selección de los apóstoles. Creer en Jesús conlleva el recibir una revelación de su gloria. Otra dualidad entretejida en este fascinante relato de San Juan.

Contrapuesta a la fe de los discípulos en el siguiente relato vemos como los judíos del templo le exigen a Jesús una señal para mostrarles a ellos que Jesús tiene la autoridad para echar a los mercaderes del templo. La señal que Jesús les propone como si fuera un enigma es “derribad este templo y en tres días lo levantaré”   Los judíos no creen pero Juan, en retrospectiva nos explica que Jesús hablaba del templo de su cuerpo. Esta es entonces otra revelación que los discípulos comprenden recién cuando Jesús es resucitado. De nuevo los discípulos creen y la revelación del verdadero significado de sus palabras les ocurre sólo a ellos. Recordemos que la misma frase es presentada por los testigos ante el Sanedrín cuando Jesús va a juicio, en la noche anterior a su muerte en el Gólgota. La misma frase que revela algo a los creyentes es causa de tropiezo a los que no quieren creer. Al mismo tiempo los que creen meramente por las señales y milagros que Jesús produce no reciben esta revelación ya que Jesús no se presenta completo ante ellos, sabiendo que su fe tiene raíces cortas (Jn 4:23-25)

Así llegamos a Jerusalén y a la conversación con Nicodemo. La contraposición es ahora multifacética. Nacer de arriba, nacer del espíritu es contrapuesto a la naturaleza humana carnal, de abajo. Lo terrenal se opone a lo espiritual. Luego la dualidad, ya presentada antes, se desarrolla de nuevo agua y espíritu.  Nicodemo pregunta cómo es posible que alguien vuelva a nacer, nadie puede volver al vientre de su madre, razona el erudito judío sin pensar que en la muerte todos volvemos al vientre de la madre de todas las cosas; la Tierra. Más tarde San Pablo, muy probablemente sin conocimiento  de esta conversación del Señor, nos dice que la semilla debe caer a tierra para producir fruto. El nacimiento del espíritu es trascendente cuando la carne, la naturaleza humana se ha dejado atrás. Como maestro de la ley Nicodemo debiera haber reconocido estos conceptos. Nicodemo quiere creer pero no comprende. Ha venido a Jesús “en la noche” saliendo de la oscuridad se ha acercado a la luz. Luego Juan al describir el principio de la traición de Judas nos dice que Judas sale de la cena pascual a la noche de afuera y así se completa otra dualidad entre Nicodemo y Judas. Un hombre acepta, prefiere la luz y el otro la abandona (ver Jn 3:19).  Notemos además que Jesús usa con Nicodemo la frase “hablamos de aquello que sabemos [conocemos]”  una frase que nos recuerda el “adoramos lo que sabemos [conocemos]” usada más luego con la samaritana junto al pozo.

Juan procede ahora a relatar el testimonio del Bautista y en el mismo comienzo de este testimonio (Jn 3:29) el Bautista revela a Jesús como el Novio que tiene el derecho de casarse con la novia, la Iglesia incipiente. El Bautista siente el gozo de los buenos amigos del Novio, de nuevo la contraposición cielo-tierra y la mención del espíritu como dádiva de Dios como resultado del agua del bautismo al otro lado del Jordán.

En camino a Galilea ahora, Jesús y los discípulos pasan por Samaria. Sabemos que los samaritanos estaban en constante enemistad con los judíos debido a diferencias religiosas. Los samaritanos practicaban una versión de la religión mosaica que no era aceptable a los judíos ortodoxos. Jesús se sienta a descansar cerca del pozo que tradicionalmente se conocía como el Pozo de Jacob. Recordemos ahora lo dicho anteriormente a Natanael y su coincidencia con la visión de Jacob en Betel. Notemos de nuevo la imagen que Juan nos presenta. Agua de un pozo y ese pozo es Israel o Jacob. Una samaritana viene a buscar agua y Jesús le pide un poco. A nosotros quizás nos parezca algo no muy inusual. Sin embargo la mujer se sorprende. Es que la tradición judía declaraba que las mujeres samaritanas eran inmundas “menstruantes desde la cuna” era la expresión que se usaba para describirlas e indicar que ningún judío podía casarse con una de ellas y continuar siendo limpio. Para no hacer esto más largo todavía centrémonos en la declaración de Jesús de ser él mismo una “fuente de aguas de vida eterna”, agua que fluye viva y no agua quieta en un pozo. La imagen de agua purificadora que da vida nos recuerda a la boda (agua y vino) y a las dos cosas que manan de la quinta herida de Jesús en la cruz: agua y sangre para perdón de pecados. El pozo de Jacob es una símbolo de Israel. Jesús lo aclara al decir “la salvación proviene de los judíos”. La mujer y los habitantes de la villa aceptan a Jesús como el Mesías y es ella la primera a quien Jesús revela inequívocamente su mesianidad. El fin de la misión de Israel es producir a Jesús y el agua del pozo de Jacob termina sus funciones para ser reemplazada por el agua de vida que Jesús ofrece una vez para siempre, el bautismo del que abundantemente se habla antes de llegar al Cap. 4.  Juan entrelaza diestramente a Jacob/Natanael/Israel/Jesús y el tema del agua purificadora en un relato magistral y místico y que revela mucho más de lo que explica.

Esta mujer samaritana, declarada ceremonialmente inmunda y de dudosa reputación, es la primera en saber, de boca de Jesús, que El es el Mesías. María Magdalena, la que fuera prisionera de los siete demonios, es la primera en ver a Jesús resucitado. ¿Qué significan estas dos aparentes incongruencias de Jesús revelado en su totalidad a mujeres como éstas? Aquí hay para pensar. De nuevo escuchamos las palabras espíritu y verdad, de nuevo se nos recuerda que “adoramos lo que sabemos [conocemos]”.

Pero el propósito de todo esta lectura previa es llegar al meollo del significado de las palabras “espíritu y verdad” ¿Quiso decir Jesús con esto que la nueva adoración es personal exclusivamente y que los templos serían abolidos? Veamos lo que declara sobre esto una antigua publicación cristiana…

Como los profetas anteriores a él, Jesús profesó el más profundo respeto al Templo de Jerusalén. Fue presentado en él por José y María cuarenta días después de su nacimiento (Lc. 2, 22-39). A la edad de doce años, decidió quedarse en el Templo para recordar a sus padres que se debía a los asuntos de su Padre ( Lc 2, 46-49). Durante su vida oculta, subió allí todos los años al menos con ocasión de la Pascua ( Lc 2, 41); su ministerio público estuvo jalonado por sus peregrinaciones a Jerusalén con motivo de las grandes fiestas judías ( Jn 2, 13-14; 5, 1. 14; 7, 1. 10. 14; 8, 2; 10, 22-23).

Jesús subió al Templo como al lugar privilegiado para el encuentro con Dios. El Templo era para él la casa de su Padre, una casa de oración, y se indigna porque el atrio exterior se haya convertido en un mercado (Mt 21, 13). Si expulsa a los mercaderes del Templo es por celo hacia las cosas de su Padre: “no hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado. Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: ‘El celo por tu Casa me devorará’ (Sal 69, 10)” (Jn 2, 16-17). Después de su Resurrección, los Apóstoles mantuvieron un respeto religioso hacia el Templo ( Hch 2, 46; 3, 1; 5, 20. 21; etc.).

Jesús anunció, no obstante, en el umbral de su Pasión, la ruina de ese espléndido edificio del cual no quedará piedra sobre piedra ( Mt 24, 1-2). Hay aquí un anuncio de una señal de los últimos tiempos que se van a abrir con su propia Pascua ( Mt 24, 3; Lc 13, 35). Pero esta profecía pudo ser deformada por falsos testigos en su interrogatorio en casa del sumo sacerdote ( Mc 14, 57-58) y serle reprochada como injuriosa cuando estaba clavado en la cruz ( Mt 27, 39-40).

Lejos de haber sido hostil al Templo ( Mt 8, 4; 23, 21; Lc 17, 14; Jn 4, 22) donde expuso lo esencial de su enseñanza ( Jn 18, 20), Jesús quiso pagar el impuesto del Templo asociándose con Pedro ( Mt 17, 24-27), a quien acababa de poner como fundamento de su futura Iglesia ( Mt 16, 18). Aún más, se identificó con el Templo presentándose como la morada definitiva de Dios entre los hombres ( Jn 2, 21; Mt 12, 6). Por eso su muerte corporal ( Jn 2, 18-22) anuncia la destrucción del Templo que señalará la entrada en una nueva edad de la historia de la salvación:”Llega la hora en que, ni en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre”(Jn 4, 21;  Jn 4, 23-24; Mt 27, 51; Hb 9, 11; Ap 21, 22).

 Si la Ley y el Templo pudieron ser ocasión de “contradicción” ( Lc 2, 34) entre Jesús y las autoridades religiosas de Israel, la razón está en que Jesús, para la redención de los pecados -obra divina por excelencia- acepta ser verdadera piedra de escándalo para aquellas autoridades ( Lc 20, 17-18; Sal 118, 22). (Catecismo de la Iglesia Católica)

Para que se compruebe que el adorar, orar o meditar en lo secreto del corazón no es incompatible con tener un lugar adecuado para estas actividades cito lo siguiente:

La iglesia, casa de Dios, es el lugar propio de la oración litúrgica de la comunidad parroquial. Es también el lugar privilegiado para la adoración de la presencia real de Cristo en el Santísimo Sacramento. La elección de un lugar favorable no es indiferente para la verdad de la oración: – para la oración personal, el lugar favorable puede ser un “rincón de oración”, con las Sagradas Escrituras e imágenes, para estar ” en lo secreto” ante nuestro Padre (cf Mt 6, 6). En una familia cristiana este tipo de pequeño oratorio favorece la oración en común.

— en las regiones en que existen monasterios, una vocación de estas comunidades es favorecer la participación de los fieles en la Oración de las Horas y permitir la soledad necesaria para una oración personal más intensa (cf PC 7).

— las peregrinaciones evocan nuestro caminar por la tierra hacia el cielo. Son tradicionalmente tiempos fuertes de renovación de la oración. Los santuarios son, para los peregrinos en busca de fuentes vivas, lugares excepcionales para vivir “en Iglesia” las formas de la oración cristiana. (Catecismo de la Iglesia Católica)

Un resumen de esto, que espero nos ponga a todos a pensar seriamente:

  • Jesús está hablando de lo que iba a suceder, a saber, que no iba a quedar muñeco con cabeza: el templo sería destruido, como el lugar de culto samaritano ya lo había sido. Ese es el sentido de las palabras de Jesús.
  • La idea de fondo es que el lugar no es la sustancia del culto, sino el espíritu, como lo sabíamos unos veinte siglos antes de que el sr. Arias nos lo revelara.
  • Los apóstoles iban al templo a orar (¡ya recibido el Espíritu en Pentecostés!), como consta en los Hechos: ¿será que se olvidaron de que Jesús no quería que fueran al templo? Si la revelación de Jesús es pura y exclusivamente personal. ¿Por qué pidió Jesús a los discípulos que no se movieran de Jerusalén?
  • Los practicantes de toda religión se reúne en ciertos lugares que disponen para el culto, llámenlo como quieran. En cambio“nosotros tenemos un altar” (Hebreos 13:10) y “altar” es culto, digan lo que digan. ¡Quizás debiéramos tener altares móviles ya que la “verdadera intención” de Jesús era que lo adoráramos sólo en el corazón según nos ilumina el sr. Arias!
  • Y por supuesto que si llegara el momento y la circunstancia no hace falta iglesia-edificio, eso lo podemos mantener también los católicos. Los primeros cristianos no las tenían -por las persecuciones- pero se reunían en las catacumbas, donde tenían los altares donde celebraban el culto, veneraban las reliquias de los mártires, aparecen las primeras inscripciones y pinturas sagradas. ¡Si eso no es una iglesia se le parece mucho! Pero claro el sr. Arias estima que los primerísimos cristianos no entendieron lo que Jesús quiso decir y traicionaron la idea de no tener lugar fijo donde encontrarse. Veinte siglos más tarde, el sr. Arias lee algo preservado por estos “traidores” y prontamente, al estilo de Sherlock Holmes, descubre que la intención de Jesús era fundar una ideología sin templos.

Conclusión: Jesús tenía razón: ni en Jerusalén ni en el Monte Gerizim se adorará a Dios, sino en las almas de los fieles, lo cual no impide que se reúnan a celebrar la eucaristía o a rezar en conjunto en un lugar hecho para ese propósito. Una cosa no niega la otra.

Boston, USA.

Autor: Carlos Caso-Rosendi

Fuente: Apologetica.org

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