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Conversando con mis amigos evangélicos sobre la indefectibilidad de la Iglesia (en la Biblia)

conversando con evangélicos

Continuando con la serie de conversaciones entre amigos sobre temas de apologética, les comparto un nuevo diálogo ficticio con la segunda parte de la conversación donde se comenzó a abordar el tema de la indefectibilidad de la Iglesia. Como de costumbre los argumentos los he recogido de conversaciones que he tenido de este tema a lo largo de los años con amigos evangélicos. Los nombres de quien participan no son reales.

 

Miguel: A ver José, dinos por fin por qué tú crees que no es posible que la Iglesia Católica se haya corrompido doctrinalmente.

José: En primer lugar, no me parece lógico ni acorde al plan de salvación, que Cristo fundara una Iglesia para luego permitir que esta apostatara casi de inmediato dejando al mundo en el oscurantismo por casi mil seiscientos años, o hasta que -según las diversas hipótesis protestantes- llegara un tal Martín Lutero, un Charles Russell, una Ellen White, o cualquiera de los fundadores de las miles de denominaciones cristianas no católicas existentes[1].

Marlene: Yo creo que está muy claro en la Biblia que esto puede suceder, por ejemplo en la parábola del trigo y la cizaña (Mateo 13,24-30) y el apóstol Pedro también lo había predicho: “Hubo también en el pueblo falsos profetas, como habrá entre vosotros falsos maestros que introducirán herejías perniciosas y que, negando al Dueño que los adquirió, atraerán sobre sí una rápida destrucción.” (2 Pedro 2,1)

José: Ambos textos solo demuestran que en la Iglesia habrían mejores y peores personas, lo que no es nada nuevo, pero no que ellos lograrían pervertir la Iglesia o corromperla sustancialmente. Por el contrario, en otros textos donde en la Escritura se habla de estos falsos cristianos se ve que son quienes terminan por abandonar la Iglesia: “… muchos anticristos han aparecido… Salieron de entre nosotros; pero no eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así para poner de manifiesto que no todos son de los nuestros” (1 Juan 2,18-19), y quienes siembran divisiones: “Al fin de los tiempos aparecerán hombres sarcásticos que vivirán según sus propias pasiones impías. Estos son los que crean divisiones, viven una vida sólo natural sin tener el espíritu” (Judas 1,18-19)[2].

Si leemos la Biblia desde el comienzo, verás que en ella se narra la historia de la humanidad, comenzando por la creación, luego la caída del hombre por causa del pecado y posteriormente el plan de Salvación de Dios para nosotros. Si de alguna forma llamaría yo también a la Biblia sería precisamente así: la historia de la salvación.

Es en esta historia donde se observa como Dios primero elige un hombre, Abraham, y de allí un pueblo, Israel, en el que deposita sus promesas de salvación: “Por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra” (Génesis 22,18; Hechos 3,25; Gálatas 3,8), promesas que se cumplen cabalmente con la llegada del Mesías y el comienzo de la instauración del Reino de Dios en la tierra. ¿Recuerdas como Cristo comenzó su predicación?

Miguel: Anunciando la llegada del reino de Dios.

José: Precisamente así: “Ha llegado a vosotros el Reino de Dios” (Mateo 13,28), “el Reino de Dios ya está entre vosotros” (Lucas 17,21). Las comparaciones que utiliza para describirlo son muy significativas, como la del grano de mostaza que se convierte en un árbol que no para de crecer; “¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos? Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a su sombra” (Marcos 4,30-32).

Marlene: En eso estamos de acuerdo.

José: Pues bien, ese reino de Dios se hace presente en la Iglesia, que es cuerpo de Cristo (1 Corintios 12,27) y sus miembros, que son “sal de la tierra” y “luz del mundo” (Mateo 5,13-14). Jesús mismo es el que afirma que su reino lo dará a la Iglesia cuando él sea rechazado por el grueso del pueblo judío: “Por eso os digo: Se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos” (Mateo 21,43). San Pablo interpreta también las profecías del Antiguo Testamento de esta manera: “Entonces dijeron con valentía Pablo y Bernabé: «Era necesario anunciaros a vosotros en primer lugar la Palabra de Dios; pero ya que la rechazáis y vosotros mismos no os juzgáis dignos de la vida eterna, mirad que nos volvemos a los gentiles. Pues así nos lo ordenó el Señor: Te he puesto como la luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el fin de la tierra.» Al oír esto los gentiles se alegraron y se pusieron a glorificar la Palabra del Señor; y creyeron cuantos estaban destinados a una vida eterna.” (Hechos 13,46-48)

Marlene: Por supuesto, pero así como los líderes del pueblo judío y su clase sacerdotal se corrompieron y se les quitó el reino de Dios para dárselo a los cristianos, de la misma manera puede ocurrir con la Iglesia Católica, cuando su jerarquía se corrompió, quedando el reino de Dios en un remanente de cristianos fieles a la sana doctrina.

José: Cuando consideré esa opción encontré dos grandes dificultades para hacerla creíble.

Miguel: ¿Cuáles?

José: ¿Dónde estuvieron esos supuestos cristianos fieles no católicos durante 1600 años antes de la llegada de Lutero?.

Marlene: Me imagino que muchos tenían que esconderse porque eran perseguidos por la Iglesia institucional con su brazo opresor que era la inquisición.

José: Eso no es ni lógico ni acorde a la conocemos por medio de la historia. En ella vemos los diferentes conflictos que tuvo la Iglesia con los distintos grupos heréticos: gnósticos, arrianos, modalistas, novacianos, donatistas, montanistas, etc. etc. etc. En general protestantes del siglo XVI no se identifican con ninguno de estos grupos porque también los consideraban herejes, o porque un estudio de lo que creían demuestra que no compartían su misma fe. Si los cristianos son sal de la tierra y luz del mundo, ¿acaso eran estos herejes más valientes y visibles que aquellos supuestos verdaderos cristianos? ¿porqué no se puede encontrar ningún grupo separado de la Iglesia Católica profesando la misma doctrina que profesan los protestantes hoy?[3]. Tu por ejemplo, ¿te identificas con un arriano, que negaba que Cristo fuera verdadero Dios, y de la misma naturaleza de Dios Padre?

Marlene: Por supuesto que no.

José: ¿Te identificas acaso con los montanistas, que creían que un cristiano bautizado luego de pecar no tiene perdón? ¿o con los donatistas, que creían que los pecadores no formaban parte de la Iglesia?

Miguel: Con esos claro que no, pero con otros probablemente sí.

José: Te aseguro que podríamos comenzar a estudiar todos estos grupos cristianos no católicos de los primeros siglos, y no se encontrará ni uno que profesara la misma fe y doctrina que los protestantes hoy.

Marlene: Es posible que muchos de ellos no dejaran rastro, porque la Iglesia Católica y la inquisición destruyera sus escritos y obras.

José: Incluso si eso fuera cierto, eso no hubiese impedido que supiésemos de su existencia como sabemos del resto de los grupos, ya sea por medio de las apologías de los católicos, como por las numerosas obras que si sobrevivieron.

Pero ahora vamos a la segunda razón, que es la que yo considero más importante.

Miguel: Adelante…

José: Así como Jesús afirma que dará su Reino a su Iglesia, “columna y fundamento de la verdad” (1 Timoteo 3,15), también afirma que las fuerzas del mal no prevalecerán contra ella: “Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16,18-19), y vuelvo aquí sobre la figura del grano de mostaza (Mateo 13,31), una Iglesia que no para de crecer, una Iglesia no oculta, sino plenamente visible como una gran montaña, tal como estaba profetizado: “Y la piedra que había golpeado la estatua SE CONVIRTIÓ EN UNA GRAN MONTAÑA que llenó toda la tierra…En tiempo de estos reyes, el Dios del cielo hará surgir un reino que jamás será destruido, y este reino no pasará a otro pueblo. Pulverizará y aniquilará a todos estos reinos, y él subsistirá eternamente” (Daniel 2,44).

Es esta Iglesia visible a la que fue encomendado llevar el evangelio a todas las naciones: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado” (Mateo 28,19-20). Esto no lo hizo otra sino la Iglesia Católica, el propio Lutero reconoce que de ella recibió la Palabra de Dios.

Además, hay abundantísimas profecías en el Antiguo Testamento que apuntan a esta realidad, y que en el Nuevo Testamento se aplican a la Iglesia por los propios apóstoles. El autor de la epístola a los hebreos señala como esta nueva alianza anunciada por los profetas encuentra pleno cumplimiento en la Iglesia: “Mas ahora ha obtenido él [Jesucristo] un ministerio tanto mejor cuanto es Mediador de una mejor Alianza, como fundada en promesas mejores. Pues si aquella primera fuera irreprochable, no habría lugar para una segunda. Porque les dice en tono de reproche: he aquí que días vienen, dice el señor, y concertaré con la casa de Israel y con la casa de Judá una nueva alianza, no como la Alianza que hice con sus padres el día en que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto. Como ellos no permanecieron fieles a mi Alianza, también yo me desentendí de ellos, dice el Señor. ESTA ES LA ALIANZA QUE PACTARÉ CON LA CASA DE ISRAEL DESPUÉS DE AQUELLOS DÍAS, DICE EL SEÑOR: PONDRÉ MIS LEYES EN SU MENTE, EN SUS CORAZONES LAS GRABARÉ; Y YO SERÉ SU DIOS Y ELLOS SERÁN MI PUEBLO.”[4]

Observa como aquí está implícita la promesa de que Dios no dejará que a su Iglesia le suceda lo mismo que al pueblo Judío: “Aunque el Señor os dará pan de congoja y agua de angustia, con todo, TUS MAESTROS NUNCA MÁS TE SERÁN QUITADOS, sino que tus ojos verán a tus maestros. Entonces tus oídos oirán detrás de ti la palabra que diga: «Este es el camino, andad por él y no echéis a la mano derecha, ni tampoco os desviéis a la mano izquierda»[5]. Lúcida anunciación profética la figura de lo que hoy conocemos como Magisterio de la Iglesia, el cual es indispensable para la visibilidad de la Iglesia, que permite que el mensaje de salvación de Cristo y su sana doctrina pueda ser transmitido a todas las personas en cualquier época luego de la llegada del Reino de Dios.

¡Regocíjate, estéril, la que no daba a luz!… Porque te extenderás a la mano derecha y a la mano izquierda; tu descendencia heredará naciones y habitará las ciudades asoladas. Porque esto me será como en los días de Noé, cuando juré que nunca más las aguas de Noé pasarían sobre la tierra. asimismo he jurado que no me enojaré contra ti ni te reñiré. PORQUE LOS MONTES SE MOVERÁN Y LOS COLLADOS TEMBLARÁN, PERO NO SE APARTARÁ DE TI MI MISERICORDIA NI EL PACTO DE MI PAZ SE ROMPERÁ, dice Yahveh, el que tiene misericordia de ti. ninguna arma forjada contra ti, prosperará, y tú condenarás toda lengua que se levante contra ti en el juicio. esta es la herencia de los siervos de Yahveh: su salvación de mí vendrá, dice Yahveh[6]

Así como estos textos hay muchos otros, por ejemplo Isaías 2,2-3; 9,2.5.6; 59,20.21, Jeremías 31,31-33, aplicados a la Iglesia en el Nuevo Testamento: Hechos 13,47; Lucas 2,29-32, etc.

Miguel: Muy interesante realmente.

José: Más que interesante, coherente con la forma de actuar de Cristo, de elegir el mismo 12 apóstoles para que vivieran con él, aprendieran de él (Lucas 6,13) y lo transmitieran todo de generación en generación (2 Timoteo 2,2). Simplemente no puedo ver a Cristo como una especie de incompetente que fundó una Iglesia que correría a corromperse a penas muriera el último apóstol dejando al mundo en la práctica oscuridad por milenios. Eso, es lo que quiere que crean, cada fundador de un nuevo movimiento que se presenta como la restauración verdadera de la Iglesia, pero lo lamento, ellos a mi no me convencen, yo me quedo en la Iglesia que Cristo fundó

 

Autor: José Miguel Arraiz

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NOTAS

[1] Martín Lutero, el más ilustre de los reformadores protestantes, se creía precisamente elegido por Dios para esta tarea: “Dios, rechazando a los papistas, me levantó del cieno y lodo para colocarme entre los príncipes de su pueblo, a fin de que, por mi ministerio, Alemania se agregase al reino de Cristo y alcanzase la verdadera noticia de Dios” (Weimarer Ausgabe 42,657). “Dios me llevó milagrosamente a la palestra para atacar al dragón, y por eso he cercenado a monjes y monjas y agarrotado al papa” (Tischr. 3776 III 605). “Por mi medio el Señor no sólo azotó al papa, a los obispos, a los monasterios y universidades, y a todo aquel cuerpo de Behemoth, sino que casi lo expuso a la vergüenza pública en todo el orbe” (Weimarer Ausgabe 11,295), “Porque yo soy el profeta de los alemanes, y en adelante quiero aplicarme este nombre para gusto y placer de mis borricos papistas” (Weimarer Ausgabe 30,3 p.290.)

(Ricardo García-Villoslada, Martín Lutero II, en lucha contra Roma, Biblioteca de Autores Cristianos, Segunda edición, Madrid 1976, pág. 15 y 126)

[2] Muchas denominaciones protestantes usan estos textos para acusar de apostasía y desobediencia a quienes abandonan sus denominaciones, pero se olvidan de que precisamente los fundadores de sus denominaciones hicieron eso al abandonar o la Iglesia Católica, o alguna denominación salida de ella.

[3] Algunas denominaciones cristianas como los bautistas, han tratado de hacer ver que ellos si han tenido presencia en la historia antes del siglo XVI, afirmando que otros cristianos que los católicos consideraron herejes compartían una misma fe con ellos y que estos constituían la verdadera Iglesia compuesta por un remanente fiel. Entre los grupos con los que se identifican señalan a los “montanistas”, “ donatistas”, “cátaros”, “tertulianistas”, “novacianos”, “petrobrusianos” hasta llegar a los “anabautistas” (vea a este respecto el libro de J. M. Carroll, El Rastro de La Sangre). Esta posición no se sostiene racionalmente cuando se investiga lo que creían esos grupos. Los montanistas por ejemplo, creían que Montano, un hereje de la época, era la encarnación del Espíritu Santo. Los donatistas, compartían gran parte de las doctrinas de los católicos y diferían solo en que pensaban que la Iglesia era una sociedad de hombres perfectos, de santos, y por tanto los sacramentos administrados por sacerdotes indignos eran inválidos. Los cátaros ni siquiera podían considerarse cristianos, porque eran esencialmente maniqueos; estaban embebidos de un dualismo filosófico. Pensaban que existían dos principios o dioses creadores: uno bueno y otro malo. Recomendaban el suicidio y rechazaban el matrimonio. Es cierto que todos esos grupos rechazaban las doctrinas de la Iglesia Católica, pero lo hacían por razones diferentes.

[4] Hebreos 8,6-10

[5] Isaías 30,20-21

[6] Isaías 54,1.2.3.9.10.17

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