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Sobre la Confesión

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A la mayoría de los que no son católicos les incomoda un poco la sola idea del Sacramento de la Confesión. A menudo exclaman “¡Pero nadie puede perdonar los pecados sino sólo Dios!” Piensan que esta práctica de la Iglesia Católica es, en el mejor de los casos, una perversa presunción y en el peor de los casos una grotesca blasfemia. Así es que, los siguientes pensamientos tienen como finalidad ayudar a aclarar exactamente qué enseña la Iglesia y por qué lo enseña.

Comenzamos por el principio. Definitivamente, sólo Dios puede perdonar pecados. Punto. No hay vueltas que darle al asunto. El Catecismo de la Iglesia Católica lo confirma en el párrafo 1441 en el que leemos: “Sólo Dios perdona los pecados”.

En segundo lugar: nuestro perdón depende completamente de la labor salvífica de Cristo en la Cruz. Es Su Preciosa Sangre la que nos limpia del pecado. Él pagó la deuda que nosotros no podríamos pagar (gracias a Dios). En tercer lugar: debemos identificar la verdadera cuestión subyacente -en otras palabras el camino mediante el cual Dios perdona nuestros pecados-. O sea ¿cómo y cuándo se usa la Sangre de Cristo en nuestras almas para que tenga lugar su purificación? ¿Recibimos perdón en el momento en que recitamos simplemente una “oración de arrepentimiento”? ¿o viene cuando caminamos al interior de una iglesia en respuesta a la llamada del altar? ¿O acaso ocurre cuando nos paramos de cabeza y citamos a Juan 3:16?

San PabloEl punto es este: Dios pudo habernos ordenado algún procedimiento (o ninguno) en orden a obtener el perdón. La pregunta entonces es ésta: ¿Qué medios escogió Dios para que la Sangre de Cristo sea útil a nuestras almas y como resultado nuestros pecados sean perdonados? Bueno, nosotros vemos en las Escrituras (y en la enseñanza constante de la Iglesia) que nuestro perdón y purificación original vienen a través del Sacramento del Bautismo. En el Bautismo, la Sangre de Cristo lava nuestras almas y nuestros pecados son perdonados (Por ejemplo Hechos 22:16, en donde San Pablo había dicho que “Y ahora, ¿qué esperas? Levántate, recibe el bautismo y lava tus pecados invocando su nombre”). Sin embargo, ¿qué sucede con los pecados serios cometidos después del bautismo? ¿Tenemos de bautizarnos de nuevo?

No precisamente. La Iglesia ha creído siempre y así lo ha enseñado que el Bautismo válido es un evento irrepetible. Siendo así el caso, la pregunta subsiste: ¿Cómo es que somos perdonados de los pecados serios cometidos después del Bautismo? Primero, permítame hacer los siguientes comentarios aclaratorios. He utilizado el término pecado “serio”, y éste requiere una explicación. Por supuesto, en un sentido, todo pecado es serio. Pero, la Iglesia Católica utiliza la designación “serio” para referirse a aquellos que son conocidos como pecados mortales o pecados graves. En otras palabras, pecados que causan una herida mortal al alma, que pone el alma, por decirlo así, en estado de gravedad… lo cual es algo serio. Mientras todo pecado es malo, no todo pecado mata a la vida de la gracia en el alma. Esta distinción es vista en 1 Juan 5:16-17 donde existe una distinción entre el pecado que provoca la muerte y el pecado que no la produce. Definición: no todo pecado tiene la misma gravedad.

Pecado que es libremente elegido y que es entendido como un asunto serio es llamado pecado “serio”, “mortal” o “grave”, que mata la vida de la gracia en el alma. Esos pecados deben ser purificados por un perdón para que uno pueda entrar al Cielo. Inicialmente todo tipo de pecado es perdonado en el Bautismo. Sin embargo, la pregunta que aún permanece es ésta: ¿Cómo son perdonados esta clase de pecados después del Bautismo? Es aquí donde el Sacramento de la Confesión aparece en escena (nota: este sacramento también es conocido como el Sacramento de la Penitencia y el Sacramento de la Reconciliación).

En el Sacramento de la Confesión es Dios quien perdona al pecador, pero lo hace a través del sacerdote (quien está actuando en el lugar de Cristo). Ahora, la pregunta es ésta: ¿Dónde encontramos apoyo para ésta práctica en las Escrituras? Para responder a esta pregunta, por favor considere lo siguiente: Marcos 2:1-12: En este pasaje de la Escritura, encontramos el relato familiar del paralítico que fue descendido desde el techo por sus amigos. Lo interesante de este pasaje es el hecho de que los judíos inicialmente protestaron contra Jesús cuando él perdonó los pecados de aquél hombre. Ellos dijeron: “Está blasfemando, ¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios?” (versículo siete). Jesús respondió diciendo: “El Hijo del Hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados” (versículo diez) .Y, como para validar lo que había dicho, Él procedió a curar al hombre. Ahora, Jesucristo — Hijo de Dios e Hijo del Hombre -dijo que como “el Hijo del Hombre”- Él tenía autoridad en la tierra para perdonar los pecados. Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre, pero es bajo la designación de “Hijo del Hombre” que Él perdonó los pecados del paralítico.

Jesus-entrega-llaves-san-PedroEl punto al que estoy tratando de llegar es éste: Jesucristo -el Hijo del Hombre- subsecuentemente delegó la misma autoridad a otros hombres, especialmente elegidos. Esto se ve en Juan 20:21-23. “Entonces Jesús les dijo otra vez: ‘la paz con vosotros: así como mi padre me ha enviado, así también os envío yo’ . Y dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: ‘Recibid al Espíritu Santo: A quienes perdonéis los pecados les quedarán perdonados; y a quienes se los retengáis les quedarán retenidos'” (Biblia de Jerusalén) He escuchado muchos intentos de racionalizar el significado aparente de estos versículos, pero invariablemente todas ellas terminan vaciando las palabras de su significado esencial. Si las palabras significan algo, vemos a Nuestro Señor delegando a hombres especialmente seleccionados (en este caso los apóstoles, y por correspondencia, sus sucesores) la autoridad para perdonar los pecados en el nombre de Jesús. Y esto es exactamente lo que la Iglesia Católica enseña.

En el párrafo 1441 del Catecismo (párrafo citado al inicio de este ensayo), leemos: “Sólo Dios perdona los pecados. Porque Jesús es el Hijo de Dios, dice de sí mismo: ‘El Hijo del hombre tiene poder de perdonar los pecados en la tierra’ y ejerce ese poder divino: ‘Tus pecados están perdonados’. Más aún, en virtud de su autoridad divina, Jesús confiere este poder a los hombres para que lo ejerzan en su nombre”. Así que, es Dios quien perdona los pecados, usando en el Sacrificio de Cristo en la Cruz, por medio del Bautismo (en nuestro perdón inicial cuando nacemos de nuevo a la familia de Dios) y el Sacramento de la Confesión (para los pecados serios cometidos después del Bautismo).

Esto ha sido enseñado y practicado por la Iglesia desde el principio y es atestiguado por las Escrituras como demuestran las citas de arriba. Y todo esto está relacionado con en el tremendo misterio de la Encarnación y el correspondiente misterio de la Iglesia. En otras palabras, en nuestra Bendita Encarnación del Señor (cuando Él toma para sí mismo una naturaleza humana santificada para rescatarnos), Él, en efecto, hizo la más simple de las acciones humanas y santificó la más común de las sustancias materiales.

Por treinta y tres años Él caminó esta tierra haciendo cosas que cualquiera realiza: comer, trabajar, dormir, conversar, reír, etc. En todas esas cosas Él fue Dios -Dios en la Carne- quien estaba actuando, de tal modo haciendo todas esas acciones santas. En otras palabras, la máxima bendición que se haya concedido a la Creación es la Encarnación, para que, por medio de ésta, Dios mostrara su complacencia en el universo material. En primer lugar, Dios no sólo se complació en crearlo, sino que se ha complacido de participar en él asumiendo para Sí mismo la naturaleza humana. Ahora, la Iglesia -como el Cuerpo Místico de Cristo- es, en efecto, una extensión de la Encarnación a través del tiempo y del espacio.

Cuando nosotros -como miembros de la Iglesia de Cristo- tocamos, confortamos, alimentamos o curamos, es -en realidad- Cristo quien está haciendo esas cosas en nosotros (para eso somos Su Cuerpo). En ninguna parte es este misterio realizado más profundamente que en la administración de los Sacramentos. Los Sacramentos, como canales de gracia especialmente ordenados por Dios, utilizan el universo material para hacernos llegar “mercancías” espirituales. (gracias de Dios), Y, como extensiones de la Encarnación de Cristo, se observa que Cristo es el principal administrador detrás de cada Sacramento. Es Él quien bautiza. Él es quien nos da el Sagrado Cuerpo y la Preciosa Sangre en la Eucaristía. Él es quien une a un hombre y una mujer en Santo Matrimonio. Y Él es quien perdona nuestros pecados en el Sacramento de la Confesión. Pero, notemos algo importante: en todos estos Sacramentos nuestro Señor utiliza un agente humano. Por esto nuestro Señor le dijo a los Apóstoles, “Como el Padre Me ha enviado, así también os envío Yo” (Juan 20:21).

Podemos especular interminablemente sobre por qué Dios ha escogido extendernos la Salvación por este camino (por medio de los Sacramentos). Y esta especulación puede producir su fruto, el fruto de una comprensión más profunda. Sin embargo, baste por ahora decir que las Escrituras y la enseñanza constante de la Iglesia (desde el principio) atestiguan que nuestro Señor, por su divina autoridad, ha ordenado una “economía” Sacramental de Salvación. De modo que, en el Sacramento de la Confesión, nosotros gozamos la misma increíble bendición que el paralítico en Marcos 2:1-12 disfrutó: Nosotros escuchamos la voz de Cristo a través de su sacerdote decirnos: “Tus pecados te son perdonados…levántate toma tu camilla y anda”.

Demos entonces, gracias a Dios

Autor: Bruce Sullivan

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