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Mateo 16,18, el Primado de Pedro y los Padres de la Iglesia

pedro y los apostoloes

Los errores son duros de matar, casi tanto como Bruce Willis en cualquiera de las secuelas de Die Hard. Uno de esos errores es la historia alternativa y casi mitológica que se ha propagado dentro del protestantismo, en la que se afirma que los padres de la Iglesia rechazaban el primado de Pedro y al obispo de Roma como su sucesor. Para sostener su versión de la historia los protestantes suelen suministrar una serie de citas patrísticas con las que intentan probar que la exégesis que hoy da la Iglesia Católica sobre Mateo 16,18 («Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia») es opuesta al consenso de los padres de la Iglesia. Suelen afirmar también que los padres no reconocían el primado de Pedro, sino que le consideraban uno más entre los apóstoles.

Un ejemplo de esto lo encontré en un artículo que circula desde hace varios años en Internet del doctor Fernando Saraví (conocido apologeta protestante) donde se utiliza la siguiente línea de razonamiento1. Según las declaraciones oficiales del Magisterio de la Iglesia, el consenso de los Padres es un criterio fundamental en la recta interpretación de las Escrituras

2. Ese mismo consenso se opone a la interpretación católica de Mateo 16,18 ya que ellos afirmaban que Jesús no se refirió a Pedro como la piedra, sino a la confesión de la fe de Pedro, o a Jesucristo mismo.

La propia Iglesia Católica Romana no se ajusta a lo que ella misma define, a saber, el evitar interpretar la Escritura por fuera del consentimiento unánime de los Padre de la Iglesia, ya que lejos está en el pensamiento de los Padres la idea de que la “Roca” de Mateo 16,18 esté orientada a la persona del apóstol Pedro…

¿Cuál es la realmente la exégesis Católica de Mateo 16,18?

El catecismo de la Iglesia Católica explica:

424 Movidos por la gracia del Espíritu Santo y atraídos por el Padre nosotros creemos y confesamos a propósito de Jesús: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16, 16).Sobre la roca de esta fe, confesada por San Pedro, Cristo ha construido su Iglesia (cf. Mt 16, 18; San León Magno, serm. 4, 3; 51, 1; 62, 2; 83, 3).

552 En el colegio de los doce Simón Pedro ocupa el primer lugar (cf. Mc 3, 16; 9, 2; Lc 24, 34; 1 Co 15, 5). Jesús le confía una misión única. Gracias a una revelación del Padre, Pedro había confesado: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”. Entonces Nuestro Señor le declaró: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mt 16, 18). Cristo, “Piedra viva” (1 P 2, 4), asegura a su Iglesia, edificada sobre Pedro la victoria sobre los poderes de la muerte. Pedro, a causa de la fe confesada por él, será la roca inquebrantable de la Iglesia. Tendrá la misión de custodiar esta fe ante todo desfallecimiento y de confirmar en ella a sus hermanos (cf. Lc 22, 32).

881 El Señor hizo de Simón, al que dio el nombre de Pedro, y solamente de él, la piedra de su Iglesia. Le entregó las llaves de ella (cf. Mt 16, 18-19); lo instituyó pastor de todo el rebaño (cf. Jn 21, 15-17). “Está claro que también el Colegio de los Apóstoles, unido a su Cabeza, recibió la función de atar y desatar dada a Pedro” (LG 22). Este oficio pastoral de Pedro y de los demás apóstoles pertenece a los cimientos de la Iglesia. Se continúa por los obispos bajo el primado del Papa.

Así, ya desde el comienzo la objeción protestante comienza con pie izquierdo. ¿Cómo podría ser cierto que la Iglesia Católica no se ajuste a lo que ella misma define, a saber, el evitar interpretar la Escritura fuera del consenso de los padres, cuando el mismo catecismo oficial reconoce también como interpretación válida que sobre la confesión de fe Cristo edifica su Iglesia?. 

No habría por qué sorprenderse que al igual que el catecismo, los padres de la Iglesia hagan uso de ambas interpretaciones. Ciertamente la Iglesia se edifica sobre la fe en Cristo, hijo del Dios vivo, pero también es cierto que Pedro fue elegido para encabezar el colegio apostólico, en virtud de esa fe, ambas cosas son ciertas y no se excluyen mutuamente.

Como se verá a lo largo de estas líneas, cuando un padre de la Iglesia hace uso de una interpretación de Mateo 16,18 no necesariamente está excluyendo la otra. Veremos también como su exégesis dista un universo de la posición protestante actual (donde generalmente se rechaza enfáticamente a Pedro como la piedra) y como ellos (los santos padres) no solo consideraban válidas ambas interpretaciones, sino que las consideraban complementarias. Pedro fue llamado Piedra en virtud de su confesión de fe, y por esa misma confesión fue instituido mayordomo del reino de los cielos y cabeza del colegio apostólico. También veremos como ninguno de estos padres rechazó realmente el primado de Pedro, como hoy se les intenta endosar.

¿Y los Concilios Ecuménicos? 

Antes de comenzar con los padres citados, quiero hacer notar algo que el artículo en cuestión no menciona, y es que en pleno concilio ecuménico de Éfeso ocurrió una solemne proclamación de la primacía petrina, llamando a Pedro príncipe y cabeza de los apóstoles, y columna de la fe y fundamento de la Iglesia Católica, al mismo tiempo se reconocía al obispo de Roma su sucesor.

“A nadie es dudoso, antes bien, por todos los siglos fue conocido que el santo y muy bienaventurado Pedro, príncipe y cabeza de los Apóstoles, columna de la fe y fundamento de la Iglesia Católica, recibió las llaves del reino de manos de nuestro Señor Jesucristo, salvador y redentor de género humano, y a él le ha sido dada potestad de atar y desatar los pecados; y él, en sus sucesores, vive y juzga hasta el presente y siempre” [1]

Lo mismo ocurrió en el concilio ecuménico de Calcedonia, donde había aproximadamente 150 obispos, todos orientales y solo dos occidentales (legados papales):

 “¡Esta es la fe de los Padres! ¡Esta es la fe de los apóstoles! ¡Debemos creerla! ¡Anatemas a quien no la cree! Pedro nos ha hablado por medio de León… Esta es la verdadera Fe.” [2]

 “Por qué el santísimo y bienaventurado León, arzobispo de la gran y antigua Roma, a través de nosotros, y a través del presente Sacrosanto Sínodo, junto con el tres veces bienaventurado y todo glorioso Pedro, el Apóstol que es la roca y fundación de la Iglesia Católica, y la fundación de la fe ortodoxa.. .” [3]

¿Cómo podría ser posible que los padres rechazaran la interpretación de que Pedro es la piedra de Mateo 16,18 cuando aquí se proclamó nada menos que en dos concilios ecuménicos repletos de obispos pertenecientes a todas las regiones cristianas? ¿No es curioso, de ser dicha interpretación rechazada por el consenso de los padres, que nadie dijera “pío”?. 

¿Y que de los padres?


Comenzaré ahora cada uno de los padres y escritor eclesiásticos citados por el doctor (omitiré algunos para no extenderme demasiado, pero en ellos ocurre casi siempre lo mismo que con el resto de los casos citados):

Tertuliano

 Si, porque el Señor le dijo a Pedro, «Sobre esta roca edificaré mi Iglesia», «a ti te he dado las llaves del reino celestial», o «cualquier cosa que hayas atado o desatado en la tierra, será atada o desatada en los cielos», tú por tanto supones que el poder de atar y desatar se ha derivado hacia ti, es decir, a toda Iglesia similar a Pedro, ¿qué clase de hombre eres, subvirtiendo y cambiando totalmente la intención manifiesta del Señor, confiriendo (como lo hizo aquella intención) esto personalmente a Pedro? «Sobre ti», dice, «edificaré mi Iglesia»; y «Te daré las llaves a ti», no a la Iglesia; y «lo que desatares o atares», no lo que «ellos hayan desatado o atado». Pues así enseña el resultado junto con esto. En (Pedro) mismo la Iglesia fue criada; esto es, a través de (Pedro) mismo; él mismo probó la llave; tú ves cuál: «Hombres de Israel, dejad que lo que digo penetre en vuestros oídos: Jesús Nazareno, hombre destinado por Dios para vosotros», y así. (Pedro) mismo, por tanto, fue el primero en despejar, en el bautismo de Cristo, la entrada al reino celestial, en el cual son desatados los pecados que estaban antes atados; y aquellos que no han sido desatados son atados, según la verdadera salvación…” [4]

“Otra vez, Él cambia el nombre de Simón a Pedro… Pero, ¿por qué Pedro? Si era por el vigor de su fe, había muchos materiales sólidos los cuales podrían prestar su nombre a causa de su fuerza. ¿Fue porque Cristo era tanto una roca como una piedra? Pues leemos que fue puesto «como piedra de tropiezo y roca de contención»”. [5]

Antes de comenzar a analizar los textos de Tertuliano, es necesario precisar que este escritor eclesiástico si bien en un comienzo era muy leído en la Iglesia Católica, terminó finalmente por abrazar ha herejía. 

Es por eso que podríamos clasificar sus escritos en dos etapas: pre-montanistas (obras que escribió en su período como católico) y post-montanistas (cuando ya había abrazado el montanismo y cuando finalmente les abandonó para fundar su propia secta: los tertulianitas).

En los textos pre-montanistas del primado hay una aceptación implícita por parte de Tertuliano de la preeminencia de la Iglesia de Roma. En De praescriptione haereticorum (Prescripciones contra todas las herejías) afirma que en la Iglesia de Roma está pronta la autoridad y menciona el martirio de San Pedro y San Pablo allí.

Pero si te encuentras cerca de Italia, tienes Roma, de donde también para nosotros está pronta la autoridad.  Qué feliz es esta Iglesia a la que los Apóstoles dieron, con su sangre, toda la doctrina, donde Pedro es Igualado a la pasión del Señor, donde Pablo es coronado con la muerte de Juan [Bautista], donde el apóstol Juan, después que, echado en aceite rusiente, no sufrió ningún daño, es relegado a una isla.” [6]

En el mismo tratado donde intenta demostrar a los herejes que nada el Señor ocultó al conocimiento de los apóstoles, pone por ejemplo a Pedro y a Juan, pero de Pedro dice que es la piedra en que la Iglesia iba a ser edificada, que obtuvo las llaves del reino de los cielos y la potestad de atar y desatar. De Juan hace referencia como el discípulo amado.

“¿Quién, pues, de mente sana puede creer que ignoraron algo aquellos que el Señor dio como maestros, manteniéndolos inseparables en su comitiva, en su discipulado, en su convivencia, a quienes exponía aparte todas las cosas oscuras, diciéndoles que a ellos era dado conocer aquellos misterios que al pueblo no era permitido entender?

 ¿Se le ocultó algo a Pedro, que fue llamado piedra de la Iglesia que iba a ser edificada, que obtuvo las llaves del reino de los cielos y la potestad de desatar y atar en los cielos y en la tierra?” [7]

Hasta aquí, si los protestantes pretenden presentar a Tertuliano como un opositor de la interpretación donde se reconoce a Pedro como la piedra de Mateo 16,18, tienen serios problemas, ya que éste no solo no rechazó esta interpretación, sino que hizo uso de ella. 

Ahora bien, cuando Tertuliano abraza el montanismo rechaza que el poder conferido a Pedro en virtud de sus llaves lo recibieran sus sucesores y niega también que los obispos en comunión con él lo pudieran utilizar, contradiciendo lo que el mismo había establecido en De paenitentia (Sobre la penitencia). Dice en forma tajante en De pudicitia (Sobre la modestia):

Si, porque el Señor dijo a Pedro: “Edificaré mi Iglesia sobre esta piedra; te he dado las llaves del reino de los cielos”, o bien: “Todo lo que atares o desatares en la tierra, será atado o desatado en el cielo” presumes que el poder de atar y de desatar ha llegado hasta ti, es decir, a toda la Iglesia que esté en comunión con Pedro, ¿Qué clase de hombre eres? Te atreves a pervertir y cambiar totalmente la intención manifiesta del Señor, que no confirió este privilegio más que a la persona de Pedro. “Sobre ti edificaré mi Iglesia”, le dijo El, “A ti te daré las llaves”, no a la Iglesia. “Todo lo que atares o desatares”, etc. Y no todo lo que ataren o desataren…Por consiguiente, el poder de atar o desatar, concedido a Pedro, no tiene nada que ver con la remisión de los pecados capitales cometidos por los fieles…Este poder, en efecto, de acuerdo con la persona de Pedro, no debía pertenecer más que a los hombres espirituales, bien sea apóstol, bien sea profeta” [8]

En pocas palabras, en este texto Tertuliano no rechazó la idea de que Pedro fuera la piedra, por el contrario, llegó al extremo de afirmar que el oficio de Pedro era exclusivo e intransferible, por lo que inclusive siendo ya hereje, Tertuliano no presenta ningún apoyo al argumento protestante.

Lo mejor de todo, es que el texto en cuestión, estando escrito por un Tertuliano hostil es muy revelador, porque en el texto se hace evidente que se enfrentaba a un obispo que utilizaba Mateo 16,18-19 para afirmar que las Iglesias en comunión con Pedro tenían la autoridad de perdonar pecados incluso graves, ¡en plena época de Tertuliano!. No sería tan impopular dicha interpretación en ese entonces, que no solo no la utilizó Tertuliano en su período católico, sino que al abandonar la Iglesia, se enfrenta con un obispo se la estrujaba en el rostro.

Orígenes

“Y si nosotros también hemos dicho como Pedro, «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente», no como si carne y sangre nos lo hubiese revelado, sino por la luz del Padre en los cielos habiendo resplandecido en nuestro corazón, nos tornamos un Pedro, y a nosotros nos podría decir el Verbo, «Tú eres Pedro», etc. Pues es una roca cada discípulo de Cristo de quien bebieron aquellos que bebieron de la roca espiritual que los seguía, y sobre cada roca así se construye toda palabra de la Iglesia, y la constitución que corresponde a ella; pues en cada uno de los perfectos, quienes poseen la combinación de palabras y actos y pensamientos que llenan la bendición, la Iglesia es construida por Dios.” [9]

La promesa dada a Pedro no es restringida a él, sino aplicable a todos los discípulos como él. Pero si supones que sobre este Pedro solamente toda la Iglesia es construida por Dios, ¿Qué dirías sobre Juan el hijo del trueno o de cada uno de los Apóstoles? ¿Nos atreveremos, de otro modo, a decir que contra Pedro en particular no prevalecerán las puertas del Hades, pero que prevalecerán contra los otros Apóstoles y los perfectos? ¿Acaso el dicho previo, «las puertas del Hades no prevalecerán contra ella», no se sostiene con respecto a todos y en el caso de cada uno de ellos? ¿Y también el dicho, «Sobre esta roca edificaré mi Iglesia?» ¿Son las llaves del reino de los cielos dadas por el Señor a Pedro solo, y ningún otro de los benditos las recibirá? Pero si esta promesa, «Te daré las llaves del reino de los cielos» es común con los otros, ¿Cómo no lo serán también todas las cosas de las que previamente se habló, y las cosas que están subordinadas como habiendo sido dirigidas a Pedro, ser comunes para ellos? Pues en este lugar estas palabras parecen haber sido dirigidas como sólo a Pedro… Pero en el Evangelio de Juan, el salvador habiendo dado a los discípulos el Espíritu Santo soplando sobre ellos, dijo, «Recibid el Espíritu Santo»…

«Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente». Y si alguno le dice esto a Él… obtendrá las cosas que fueron habladas conforme a la letra del Evangelio a aquel Pedro, pero, como el espíritu del Evangelio enseña, a todo el que se torna tal como era Pedro. Pues llevan el sobrenombre de «roca» todos los que son imitadores de Cristo, esto es, de la roca espiritual que seguía a quienes estaban siendo salvados, para que puedan beber de ella [en] la sequía espiritual. Pero éstos llevan el sobrenombre de la roca tal como lo hace Cristo. Pero también como miembros de Cristo que derivan su sobrenombre de Él ellos son llamados cristianos, y de la roca, Pedro.

Y también en relación con Sus otros nombres, los aplicarás a modo de sobrenombre a los santos; y a todos los tales se les puede decir la declaración de Jesús: «Tú eres Pedro», etc., hasta las palabras [no] «prevalecerán contra ella». Pero ¿Qué es el «ella»? ¿Es la roca sobre la cual Cristo construye la Iglesia, o es la propia Iglesia? Pues la frase es ambigua. ¿O es como si la roca y la Iglesia fuesen una misma cosa? Yo creo que esto es lo cierto; pues ni contra la roca sobre la que Cristo construye la Iglesia, ni contra la Iglesia, prevalecerán las puertas del Hades…” [10]

Lo primero que salva a la vista, es que aquí Orígenes no se opone a la interpretación donde se reconoce a Pedro como la piedra, tal como sostiene el argumento protestante, por el contrario, Orígenes ve en la metáfora donde se compara a la Iglesia como un edificio espiritual, una construcción donde las piedras son “creyentes” (personas) sobre las cuales Cristo va construyendo la Iglesia. Para Orígenes Pedro es la primera piedra, y nosotros somos también piedras que conforman el edificio espiritual que es la Iglesia. 

En pocas palabras, mientras la posición protestante sostiene que Pedro fue llamado Piedra, Orígenes va al otro extremo y sostiene que todos los cristianos podemos también ser “piedras” con las que está construida la Iglesia.

Ahora ¿es un rechazo al primado de Pedro la interpretación de Orígenes al decir que todo aquel que confiesa a Cristo como hijo de Dios se torna otro Pedro?  Lo que se observa aquí es un lenguaje alegórico. Ahora mismo podría yo decir que “cada cristiano es otro Cristo”, y no por eso vamos a creer podemos tener su poder y autoridad. 

Es cierto que todos los apóstoles son tan apóstoles como Pedro, pero eso no quiere decir que se niegue su primado entre ellos. El problema es que estos textos los protestantes ven erróneamente un apoyo a su modelo de Iglesia invisible. En esta visión de la Iglesia, no habría sucesión apostólica, tampoco una Iglesia organizada jerárquicamente con autoridad para sancionar y excomulgar a nadie, pues a fin de cuentas un “Pedro” no tendría autoridad sobre otro “Pedro” mientras ambos confiesen a Cristo como hijo de Dios. 

Tratar de enmarcar estas idas en el pensamiento de Orígenes es un anacronismo. Orígenes ve a la Iglesia como la ciudad de Dios sobre la tierra, fuera de la cual no puede haber salvación[11]. Los laicos deben sumisión a sus presbíteros e incluso deben al confesar sus pecados someterse a su juicio sobre si deben confesar sus pecados públicamente[12]. Cuestiona duramente a quienes se arrojan el poder de perdonar pecados que fue concedido a los sacerdotes [13], y nunca rechaza la sucesión apostólica, la cual afirma es la que salvaguarda la tradición, por lo que afirma “Mas como la enseñanza eclesiástica, transmitida en sucesión ordenada desde los apóstoles, se conserva y perdura en las Iglesias hasta el presente, no se deben recibir como artículo de fe más que aquellas verdades que no se apartan en nada de la tradición eclesiástica y apostólica [14].

Es importante mencionar que hay otros textos de Orígenes omitidos por protestantes, donde sí reconoce a Pedro como la Piedra de Mateo 16,18:

“Pero ¿Quién es tan feliz que esté libre del peso de las tentaciones, de modo que ningún pensamiento de duda sorprenda su alma? Mira lo que el Señor dice al gran fundamento de la Iglesia, a aquella roca solidísima sobre la cual Cristo fundó la Iglesia: Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?” [15]

Y Pedro, sobre la cual la Iglesia es construida, contra la cual las puertas del infierno no prevalecerán…” [16]

Sobre él (Pedro) en la tierra, la Iglesia fue fundada [17]

Asimismo Pedro, sobre quien la Iglesia fue fundada por el buen gusto del Señor [18]

Estos textos muestran que Orígenes también hacía uso de la interpretación donde Pedro es la piedra de Mateo 16,18, por lo que si Orígenes fue citado como un opositor a esta interpretación, el argumento protestante volvió a fallar.

Cipriano de Cartago

“Nuestro Señor, cuyos preceptos y admoniciones debemos observar, describiendo el honor de un obispo y el orden de Su Iglesia, habla en el Evangelio, y le dice a Pedro: «Te digo a ti, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Y te daré las llaves del reino del cielo, y lo que atases en la tierra, será atado en el cielo, y lo que desatares en la tierra, será desatado en el cielo». De aquí, a través de los cambios de tiempos y sucesiones, el ordenamiento de los obispos y el plan de la Iglesia fluye hacia delante; de modo que la Iglesia está fundada sobre los obispos, y cada acto de la Iglesia está controlado por estos mismos gobernantes.”  [19]

“Y el Señor también en el Evangelio, cuando los discípulos lo abandonaron mientras él hablaba, tornándose hacia los doce, dijo «¿también vosotros os iréis?»; entonces Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes la palabra de vida eterna; y creemos, y estamos seguros, de que eres el Hijo del Dios viviente». Aquí habla Pedro, sobre quien la Iglesia había de ser edificada, enseñando y mostrando en el nombre de la Iglesia, que aunque una rebelde y arrogante multitud de aquellos que no oirían ni obedecerían pudiera apartarse, aun así la Iglesia no se apartará de Cristo; y son la Iglesia quienes forman un pueblo unido al sacerdote, y el rebaño que se adhiere a su pastor.” [20]

 “El Señor habla a San Pedro y le dice: “Yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella…” Y aunque a todos los apóstoles confiere igual potestad después de su resurrección y les dice: “Así como me envió el Padre, también os envío a vosotros. Recibid el Espíritu Santo. Si a alguno perdonareis los pecados, le serán perdonados; si alguno se los retuviereis, le serán retenidos”, sin embargo, para manifestar la unidad estableció una cátedra, y con su autoridad dispuso que el origen de esta unidad empezase por uno. Cierto que lo mismo eran los demás Apóstoles que Pedro, adornados con la misma participación de honor y potestad, pero el principio dimana de la unidad. A Pedro se le da el primado, para que se manifieste que es una la Iglesia de Cristo…El que no tiene esta unidad de la Iglesia ¿cree tener fe?.. El que se opone y resiste a la Iglesia, ¿Tiene la confianza de encontrarse dentro de la Iglesia?…El episcopado es uno solo, cuya parte es poseída por cada uno in solidum. La Iglesia también es una, la cual se extiende con su prodigiosa fecundidad en la multitud, a la manera que son muchos los rayos del sol, y un solo sol, y muchos los ramos de un árbol, pero uno solo el tronco fundado en firme raíz, y cuando varios arroyos proceden de un mismo manantial, aunque se haya aumentado su número con la abundancia de agua, se conserva la unidad de su origen. Separa un rayo del cuerpo del sol: la unidad no admite la división de la luz, corta un ramo del árbol: este ramo no podrá vegetar, ataja la comunicación del arroyo con el manantial y se secará. Así también la Iglesia, iluminada con la luz del Señor, extiende sus rayos por todo el orbe; pero una sola es la luz que se derrama por todas partes, sin separarse la unidad del cuerpo; con su fecundidad y lozanía extiende sus ramos por toda la tierra, dilata largamente sus abundantes corrientes, pero una es la cabeza, uno el origen y una la madre, abundante en resultados de fecundidad. De su parto nacemos, con su leche nos alimentamos y con su espíritu somos animados” [21]

 Aquí, según los mismos textos patrísticos que utiliza el doctor Saraví, vemos a Cipriano refiriéndose a Pedro como la piedra sobre la que se edifica la Iglesia, por lo que este texto en cuestión no sirve para su propósito inicial que era, probar que los padres de la Iglesia se oponían a reconocer en Pedro la piedra. Otros textos similares:

Pedro, sobre quien la Iglesia ha sido edificada por el Señor mismo, uno hablando por todos, y respondiendo con la voz de la Iglesia al decir «Señor, ¿a quién iremos?»”[22]

Otra cosa que es importante notar, es que Cipriano reconoce explícitamente que a Pedro se le da el primado. Podría discutirse si la forma en que Cipriano concebía dicho primado (de honor, de jurisdicción…), pero nunca afirmar que lo rechazó, sobre todo porque son las mismas palabras de Cipriano las que lo reconocen. 

Es importante entender que SI HUBO un cambio significativo en la posición de Cipriano respecto a su forma de concebir e interpretar la primacía del obispo de Roma a raíz de su conflicto con el Papa Esteban. Nunca la negó, pero negó su carácter jurisdiccional que antes aunque no a todas voces, la reconocía como trataré más adelante.

Antes de este conflicto, Cipriano era mucho más explícito al reconocer la primacía papal, al punto de que no podía pertenecerse a la Iglesia si se perdía comunión con la cátedra de Pedro. Escribe entonces Cipriano sobre Novaciano quien se había rebelado contra Cornelio (El Papa):

“…La Iglesia es una sola, y así como ella es una, no se puede estar a la vez dentro y fuera de la Iglesia. Porque si la Iglesia está con doctrina del (hereje) Novaciano, entonces está en contra del (Papa) Cornelio. Pero si la Iglesia está con Cornelio, el cual sucedió en su oficio al obispo (de Roma) Fabián mediante una ordenación legítima, y al cual el Señor, además del honor del sacerdocio concedió el honor del martirio, entonces Novaciano está fuera de la Iglesia; ni siquiera puede ser considerado como obispo, ya que no sucedió a ninguno, y despreciando la tradición evangélica y apostólica, surgió por su propia cuenta. Porque ya sabemos que quien no fue ordenado en la Iglesia no pertenece a ella de ningún modo”.[23]

Pero para ese entonces, el ejercicio del primado Romano era ejercido principalmente como una corte de apelaciones, y Cipriano empieza a ver mal que los herejes corran a apelar al Papa” cada vez que no querían someterse a su autoridad de obispo. En ese entonces escribe quejándose de que los herejes se atrevan a llevar su causa a “la cátedra de Pedro, la Iglesia principal donde brotó la unidad del sacerdocio”

“Ellos no tuvieron bastante con apartarse del Evangelio, con arrancar a los herejes la esperanza del perdón y la penitencia, con apartar de todo sentimiento y fruto de penitencia a los enredados en robos, o manchados con adulterios, o contaminados con el funesto contagio de los sacrificios, de suerte que éstos ya no ruegan a Dios ni confiesan sus pecados en la Iglesia; no se contentaron con constituir fuera de la Iglesia y contra la Iglesia un conventículo de facción corrompida, al que pudieran acogerse la caterva de los que tienen mala conciencia y no quieren ni rogar a Dios ni hacer penitencia. Después de todo esto, todavía, habiéndose dado un falso obispo, creación de los herejes, han tenido la audacia de hacerse a la vela y de llevar cartas de parte de los cismáticos y profanos a la cátedra de Pedro, a la Iglesia principal de la que brotó la unidad del sacerdocio; y ni siquiera pensaron que aquellos son los mismos romanos cuya fe alabó el Apóstol cuando les predicó, a los que no debería tener acceso la perfidia. ¿Por qué fueron allá a anunciar que había sido creado un pseudo-obispo contra los obispos? Porque, o se sienten satisfechos de lo que hicieron y con ello perseveran en su crimen, o se arrepienten y se retractan y ya saben adónde han de volver. Porque fue establecido por todos nosotros que es cosa a la vez razonable y justa que la causa de cada uno se trate allí donde se cometió el crimen y que cada uno de los pastores tenga adscrita una porción de la grey, que cada uno ha de regir y gobernar dando cuenta de sus actos al Señor. Por tanto, los que son nuestros súbditos, no han de andar de acá para allá, ni han de lacerar la coherente concordia de los obispos con su audacia astuta y engañosa, sino que han de defender su causa allí donde pueda haber acusadores y testigos de su crimen. A no ser que se crea que la autoridad de los obispos establecidos en África es demasiado pequeña para esos pocos desesperados y pervertidos” [24]

Cuando por fin estallan las diferencias entre el Papa y Cipriano por el bautismo de los herejes, éste se obstina y rechaza su jurisdicción sobre los asuntos de su propia iglesia. (Evento que casi degeneró en un cisma)

Ahora bien, comentan eruditos como M. Bévenot y que califica Quasten como acertado, que hay evidencias que demuestran que Cipriano reconocía tener que llevar al pontífice los asuntos de mayor importancia.

Un ejemplo de esto lo tenemos en la reacción de Cipriano a la investigación del papa Cornelio a propósito de la consagración de Fortunato, que Cipriano había hecho sin consultar previamente a Roma. En su respuesta, el prelado africano reconoce su deber de llevar al Pontífice todos los asuntos de mayor importancia y le escribe excusándose:

No te escribí inmediatamente, carísimo hermano, porque no se trataba de una cosa tan importante y tan grave que pidiera que se te comunicara en seguida… Confiaba que conocías todo esto y estaba seguro de que te acordabas de ello. Por eso juzgué que no era necesario comunicarte con tanta celeridad y urgencia las locuras de los herejes… Y no te escribí sobre todo aquello porque todos lo despreciamos, por otra parte, y poco ha te mandé los nombres de los obispos de aquí que están al frente de los hermanos y no han sido contaminados por la herejía. Fue opinión unánime de todos los de esta región que te mandara estos nombres  [25]

Esta carta es bastante sugestiva, ya que de no reconocer la primacía del obispo de Roma ¿por qué las excusas por no haberle notificado antes? ¿Es que si el Papa preguntaba no podía alegar que era asunto de su propia iglesia?, ¿por qué la opinión unánime de todos los de la región en mantener informado al obispo de Roma?

Sucedió también algo similar cuando la persecución de Decio (250). San Cipriano se oculta pero envía una carta a la Iglesia de Roma explicando las razones que le motivaron a huir:

He creído necesario escribiros esta carta para daros cuenta de mi conducta, de mi conformidad de la disciplina y de mi celo…Pero aunque ausente en el cuerpo, he estado presente en espíritu…”  [26]

Es evidente que en ese momento reconocía en la Iglesia de Roma una autoridad a quien dar cuentas, de lo contrario, una carta a Roma justificando su conducta hubiera sido innecesaria.

Respecto a estas epístolas comenta Quasten:

“En esta respuesta no leemos que el obispo sea responsable sólo ante Dios, sino que, al rendir de hecho cuentas del incidente, reconoce a Cornelio el derecho a exigir sumisión sobre toda “materia de suficiente importancia y gravedad.” La misma razón explica que Cipriano obrara exactamente igual durante la vacante que siguió a la muerte del papa Fabiano (250). Cuando el clero de la capital expresó su desaprobación por haberse escondido, Cipriano se justificó enviando una relación de su conducta. Además, y sobre todo, Cipriano hizo suya la postura de los romanos en el problema de los lapsos. Se ve, pues, que se siente obligado no solamente hacia el obispo de Roma, sino hacia la sede misma.” [27]

 Afraates el Sirio

“La fe… es como una construcción que se construye de muchas piezas de artesanía y así su edificio se eleva hasta la cima. Y sabed, mis amados, que en los fundamentos del edificio se colocan piedras, y así descansando sobre piedras, todo el edificio se eleva hasta que es perfeccionado. Así también la verdadera Piedra, nuestro Señor Jesucristo, es el fundamento de toda fe. Y en Él, en (esta) Piedra, se basa la fe. Y descansando sobre la fe toda la estructura se eleva hasta ser completada. Pues es el fundamento lo que constituye el principio de todo el edificio. Pues cuando alguien es traído cerca de la fe, es puesto por él sobre la Piedra, es decir nuestro Señor Jesucristo. Y Su edificio no puede ser zarandeado por las olas, ni dañado por los vientos. Por los embates de la tormenta no se cae, porque su estructura está levantada sobre la roca de la verdadera Piedra. Y en que he llamado a Cristo la Piedra, no he hablado mi propio pensamiento, sino que los Profetas le llamaron de antemano la Roca. 

Y ahora oíd lo concerniente a la fe que es basada sobre la Piedra, y lo concerniente a la estructura que se levanta sobre la Piedra… Así también que el hombre quien se torna una casa, sí, una morada para Cristo, preste atención a lo que se necesita para el servicio de Cristo, quien se aloja en él, y con qué cosas puede complacerle. Pues primero él construye su edificio sobre la Piedra, la cual es Cristo. Sobre Él, sobre la piedra, se edifica la fe… Todas estas cosas demanda la fe que está basad en la roca de la verdadera Piedra, es decir Cristo. Y si por ventura dijeses: «Si Cristo está puesto por fundamento, ¿cómo es que Cristo también mora en el edificio cuando éste se completa?» Pues el bendito Apóstol dijo ambas cosas. Pues dijo: «Yo como perito arquitecto he puesto el fundamento». Y allí él definió el fundamento y lo hizo claro, pues dijo como sigue: «Ningún hombre puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Cristo Jesús»… Y por tanto se cumple aquella palabra, que Cristo mora en los hombres, a saber, en aquellos que creen en Él, y Él es el fundamento sobre el cual se levanta todo el edificio” [28]

He aquí un ejemplo de cómo se puede mal utilizar un texto que en nada niega la primacía petrina, para endosar a Afraates un rechazo que nunca existió, pero se comprende para quien conoce la mentalidad protestante,  pues para ellos cualquier texto que hable de que nuestra fe debe estar puesta en Cristo, excluye de alguna manera el reconocimiento de la primacía petrina.

Que Afraates se refiera a Cristo como la roca en este tipo de metáfora no quiere decir que niegue que Pedro sea la roca de Mateo 16,18, después de todo, los elementos metafóricos no tienen porqué mantener el mismo significado entre metáforas distintas. 

Lo que no comentan los protestantes es que Afraates es otro padre que hace uso de AMBAS interpretaciones de acuerdo al contexto y a la predicación. En las mismas demostraciones insta a imitar a Simón, a quien llama jefe de los discípulos y fundación y roca de la Iglesia.

el jefe de los discípulos…El Señor lo aceptó y lo estableció como fundación, llamándolo roca y la estructura de la Iglesia”. [29]

Otros textos similares:

Jesús, nuestro salvador llamó a Simón la roca firme y lo colocó como un fiel testigo entre las naciones” [30]

En otro lugar, da preeminencia a Pedro sobre Santiago y Juan, llamando a Pedro fundación de la Iglesia y a Santiago y Juan pilares.

Simón Cefas la fundación de la Iglesia…Santiago y Juan firmes pilares de la Iglesia” [31]

“David…el jefe de los reyes de Israel, confesó su iniquidad y fue perdonado; Simón, también, el jefe de los discípulos…cuando se arrepintió…nuestro Señor lo recibió y le hizo la fundación, y la llamó Cefas, el edificio de su Iglesia [32]

El autor del artículo protestante también omitió a otro ilustre padre de la misma región, conocido como Efrén el sirio (350-370) quien también hace declaraciones muy explícitas a favor del primado Petrino. 

“Simón, mi discípulo, Yo te he hecho la fundación de la santa Iglesia. Yo te he llamado Pedro porque soportaras todas las construcciones. Tú eres el inspector de aquellos que construirán en la tierra la Iglesia para mí. Si ellos desean construir algo falso, tú, la fundación, los condenarás. Tú eres la cabeza de la fuente donde mi enseñanza fluye, tú eres el jefe de los discípulos. A través de ti daré de beber a todas las naciones…Yo te he elegido a ti para ser el primer nacido en mi institución…Yo te he dado a ti las llaves de mi reino y autoridad sobre todos mis tesoros” [33]

“…Pedro, la lengua de los discípulos, la voz de los predicadores, los ojos de los apóstoles, guardián del cielo, primogénito de los que tienen las llaves [34]

Él era el príncipe de los apóstoles, y había recibido las llaves, y sido asignado como pastor del rebaño” [35]

Jacobo o Santiago de Nisbis

“La fe está compuesta y compactada de muchas cosas. Es como un edificio, porque se construye y completa con mucha esperanza. No ignoras que se ponen grandes piedras en los fundamentos de un edificio, y entonces todo lo que es edificado encima tiene sus piedras unidas entre sí, y así se eleva hasta que se completa la obra. Así, de toda nuestra fe, nuestro Señor Jesucristo es el firme y verdadero fundamento; y sobre esta roca se establece nuestra fe. Por tanto, cuando alguno ha venido a la fe, es puesto sobre una roca firme, la cual es nuestro Señor Jesucristo. Y, a llamar a Cristo una roca, no digo nada por mí mismo, pues los profetas lo han llamado antes una roca.” [36]

Otro texto que armoniza con la doctrina católica y que es presentado como si fuera contrario. Omite sin embargo que el mismo Jacobo de Nisbis afirma que fue Pedro quien fue llamado Roca en virtud de su fe:

Simón, quien fue llamado roca, fue merecidamente llamado roca por causa de su fe [37]

Tampoco comenta que Jacobo de Nisibis reconoce a Pedro como cabeza de los apóstoles y le llama explícitamente la fundación y la roca del edificio de la Iglesia:

Y Simón, el jefe de los apóstoles, el que negó a Cristo, diciendo que no lo había visto, y maldijo y juró que no lo conocía, desde el momento en que ofreció a Dios contrición y penitencia, y lavó sus pecados en las lágrimas de su dolor, nuestro Señor lo recibió y le hizo la fundación, y le llamó la roca del edificio de la Iglesia [38]

¿Cómo puede colocarse a Santiago de Nisibis como ejemplo de un padre que rechazaba la interpretación donde Pedro es la piedra cuando hace uso de ella? Solo se puede concluir o que los protestantes que hacen uso de citas patrísticas selectivamente, lo hacen o por negligencia o deliberadamente.

Ambrosiaster

“Pablo escribe sobre las órdenes eclesiásticas; aquí se ocupa de los fundamentos de la Iglesia. Los profetas prepararon, los apóstoles establecieron los fundamentos. Por lo cual el Señor le dice a Pedro: «Sobre esta roca edificaré mi Iglesia», esto es, sobre la confesión de fe católica estableceré en vida a los fieles” [39]

Se repite la misma historia, y se omite mencionar que Ambrosiaster reconocía a Pedro como el primer apóstol, y a quien el Señor dio las llaves:

El primer apóstol, a quien el Señor dio las llaves del reino de los cielos [40]

…todos fueron incluidos en Pedro, porque él fue constituido su cabeza [41]

 En el siguiente texto Ambrosiaster declara la primacía jurisdiccional de Pedro sobre las Iglesias:

“Es correcto que en efecto, él [Pablo], debía estar ansioso de ver Pedro, porque fue el primero de los apóstoles, y fue encargado por el salvador con el cuidado de las iglesias” [42]

También se refiere al Papa Dámaso como el que gobierna la Iglesia:

“Considerando que todo el mundo es de Dios pero es la Iglesia dice ser su casa, la cual Dámaso en el día de hoy gobierna”. [43]

Eusebio de Cesárea

“Empero, no errarás en absoluto del ámbito de la verdad si supones que «el mundo» es en realidad la Iglesia de Dios, y que su «fundamento» es en el primer lugar, aquella inefablemente sólida roca sobre la cual está fundada, como dice la Escritura: «Sobre esta roca edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella»; y en otra parte: «La roca, además, era Cristo». Pues, como el Apóstol indica con estas palabras: «Nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Cristo Jesús». Entonces, también, luego del Salvador mismo, puedes rectamente juzgar que los fundamentos de la Iglesia son las palabras de los profetas y los apóstoles, de acuerdo con la afirmación del Apóstol: «Edificada sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular».” [44]

Eusebio era uno de los padres que utilizaban ambas interpretaciones de Mateo 16,18 de acuerdo al contexto de la predicación. En su más célebre obra (Historia eclesiástica) afirma que sobre Pedro fue construida la Iglesia:

Y Pedro, sobre el cual la Iglesia de Cristo es construida, contra las cuales las puertas del infierno no prevalecerán” [45]

Así, Eusebio, quien supuestamente rechazaba la interpretación católica donde Pedro es la piedra de Mateo 16,18, nos deja desde el pasado suficientes pruebas para evitar que se distorsione su pensamiento.

El historiador en varias ocasiones referencia la estancia y predicación de Pedro en Roma[46], también llama a Pedro guía de los otros apóstoles y capitán de Dios:

…una Providencia llena de gracia envió a Roma al grande y poderoso Pedro, escogido por sus méritos como guía de los otros apóstoles. Como un noble capitán de Dios, él 15. Proclamaba el Evangelio de la luz y l Palabra que salva las almas.” [47]

“Se convirtió [Cristo] en un extraño a estos sus hermanos, en el momento de su pasión, cuando todos sus discípulos le abandonaron, y el jefe de los apóstoles, Pedro, le negó tres veces” [48]

También reconoce a los obispos de Roma como sucesores de Pedro. En su libro III en 1-2 menciona como Lino sucedió a Pedro como obispo de Roma. Lo mismo hace en III.21. Es importante también la reseña que hace de que Orígenes en su comentario sobre el génesis sobre la muerte de Pedro en Roma.

“…Pretenden que todos sus predecesores y los mismos apóstoles enseñaron como ellos y que la verdadera enseñanza fue preservada hasta la época de Víctor, el decimotercer obispo de Roma después de Pedro…” [49]

Hilario de Poitiers

“Una creencia de que el Hijo de Dios es Hijo sólo de nombre, y no en naturaleza, no es la fe de los Evangelios y de los Apóstoles… por lo cual pregunto, ¿fue que el bendito Simón bar-Jonás le confesó, Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente? … Si Él era Hijo por adopción, ¿en dónde descansa la bendición de la confesión de Pedro, la cual ofreció un tributo al Hijo para el cual, en este caso, no hubiese tenido más derecho que cualquier miembro de la comunidad de los santos? La fe del Apóstol penetró en una región cerrada al razonamiento humano… Y esta es la roca de confesión sobre la cual la Iglesia se edifica… que Cristo no debe ser solamente nombrado, sino creído, como Hijo de Dios.” [50]

“Esta fe es aquella que es el fundamento de la Iglesia; a través de esta fe las puertas del infierno no pueden prevalecer contra ella. Esta es la fe que tiene las llaves del reino de los cielos. Cualquier cosa que esta fe haya desatado o ligado en la tierra será desatada o ligada en el cielo… La razón misma por la cual él es bendecido es que confesó al Hijo de Dios. Esta es la revelación del Padre, este es el fundamento de la Iglesia, esta es la seguridad de la permanencia de ella. De aquí que ella tiene las llaves del reino de los cielos, de aquí el juicio en el cielo y el juicio en la tierra…” [51]

“Así nuestro único inconmovible fundamento, nuestra única bendita roca de fe, es la confesión de la boca de Pedro, Tú eres el Hijo del Dios viviente. Sobre ella podemos basar una respuesta a toda objeción con la cual el ingenio pervertido o la amarga traición puedan atacar la verdad.” [52]

Cuando protestantes citan extractos de la obre de San Hilario sobre la Trinidad nuevamente de forma selectiva, pero antes de comenzar a analizar dichos textos, es importante entender el contexto de la obra. San Hilario no está hablando aquí específicamente del primado de Pedro, sino que está defendiendo la doctrina trinitaria contra los herejes arrianos. Allí no niega el primado de Pedro, sino estableciendo que Pedro fue elegido para este ministerio en virtud de su confesión de fe. 

Esto puede comprobarse en lo que dice líneas después:

“El que en el silencio de todos los apóstoles, al reconocer, por revelación del Padre, al Hijo de Dios, mereció una gloria excelsa, que supera toda la debilidad humana, con la confesión de su fe bienaventurada [53]

“…Por esto tiene las llaves del reino de los cielos, por eso sus juicios terrenales son celestiales. Aprendió, por una revelación, un misterio oculto desde la eternidad, expresó la fe, anunció la naturaleza divina de Cristo, lo confesó como Hijo de Dios. El que niegue esto confesando que es una criatura, tiene que negar primero el apostolado de Pedro, su fe, su bienaventuranza, su sacerdocio, su testimonio; y después de todo esto sepa que se ha alejado de Cristo, porque Pedro mereció todas estas cosas por confesarlo como Hijo.” [54]

La fuerza del argumento de de San Hilario contra los arrianos es hacerles entender que negar a Cristo en su divinidad, implicaba negar aquello por lo cual Pedro mereció escuchar esas gloriosas palabras y por la cual fue elegido para su ministerio. 

Pero quienes citan estos textos nunca citan otros (incluso en la misma obra) donde San Hilario se refiere a que Pedro fue establecido como la piedra-fundación de la Iglesia, y que demuestran que para él, y a diferencia de la perspectiva protestante, no solo ambas interpretaciones no son excluyentes, sino complementarias:

“y el bienaventurado Simón, que después de su confesión sostiene el edificio de la Iglesia y ha recibido las llaves del reino de los cielos”  [55]

El texto en inglés traducido por Philip Schaff (protestante) en The Early Church Fathers en NPNF2-09 dice: “and blessed Simon, who after his confession of the mystery was set to be the foundation-stone of the Church, and received the keys of the kingdom of heaven, lo cual traducido es aún más claro y explícito: “el bienaventurado Simón, quien luego de la confesión del misterio fue establecido para ser la piedra-fundacional de la Iglesia y recibió las llaves del reino de los cielos”

Otros textos donde mantiene la misma idea:

Pedro creyó primero, y es el príncipe del apostolado [56]

“El miedo excitó a los apóstoles por su bajeza de la pasión (de modo que incluso la roca firme sobre la cual la Iglesia iba a ser construida tembló)” [57]

Él [Jesús] tomó a Pedro, a quien poco antes había dado las llaves del reino de los cielos, sobre quien estaba a punto de construir la Iglesia, contra la cual las puertas del infierno no podía en modo alguno prevalecer, quien aquello que atara o desatara en la tierra quedaría desatado en los cielos. Este mismo Pedro, el primer confesor de el Hijo de Dios, la fundación de la Iglesia, el portador de las llaves del reino celestial, y en su juicio sobre la tierra, un juicio sobre del cielo”  [58]

Si todo esto no fuera suficientemente claro, el siguiente texto el mismo San Hilario explica con claridad como la confesión de Pedro obtuvo la recompensa de haber sido designado portador de las llaves y fundación de la Iglesia, lo cual quedó expresado con su cambio de nombre.

Y en la cierta confesión de Pedro obtuvo una digna recompensa…Oh, por tu designación de un nuevo nombre, feliz fundación de la Iglesia, y una roca digna de la creación de lo que era la dispersión de leyes infernales, y las puertas del infierno, y todos los bares de la muerte! Oh el Beato poseedor de entonces puerta del cielo, a cuya disposición se entregan las llaves de la entrada en la eternidad; cuya juicio en la tierra es una autoridad de un juicio previo en el cielo, a fin de que las cosas que son atadas o desatadas en la tierra, también lo son en el cielo…” [59]

También reconoce al obispo de Roma como sucesor de Pedro y su jurisdicción sobre todas las provincias. Al Papa San Julio I escribe:

“Y usted, el más apreciado y amado hermano, aunque ausente de nosotros en cuerpo, presente en el mismo pensamiento y voluntad… Para ello se considera que lo mejor y consecuente, si a la cabeza, que es la silla del apóstol San Pedro, los sacerdotes del Señor informan (o, consultan) desde cada una de las provincias [60]

Atanasio de Alejandría

“Por esto debemos buscar antes que todas las cosas, si Él es Hijo, y sobre este punto escudriñar especialmente las Escrituras: «pues esto fue, cuando los apóstoles fueron preguntados, que Pedro respondió, diciendo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios Viviente” … esta es la verdad y el principio soberano de nuestra fe … Y como Él es un fundamento, y nosotros piedras construidas sobre él .. La Iglesia está firmemente establecida; está fundada sobre la roca., y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella… Y porque esta es la fe de la Iglesia, que ellos de alguna manera entiendan que el Señor envió a los Apóstoles y les mandó hacer de esto el fundamento de la Iglesia”[61] 

Como hemos visto, confesar que la fe es el fundamento de la Iglesia no es un rechazo al primado de Pedro. Tampoco puede asumirse porque haga uso de esta interpretación que rechace la otra donde Pedro figura como Piedra. Un estudio de la vida y obras de San Atanasio permiten descartar cualquier insinuación de que este padre rechazara el primado de Pedro.

En sus controversias con los arrianos, Atanasio fue muy perseguido por defender la fe del concilio de Nicea, incluso depuesto de su sede en Alejandría y desterrado recurre al obispo de Roma, a quien le reconoce la primacía y la autoridad capaz de reponerle en su cargo (lo cual hizo el Papa Julio).

“Cuando dejé Alejandría, no fui a la sede de sus hermanos, ni a ninguna otra persona, sino solo a Roma, y habiendo puesto mi caso ante la Iglesia (era lo único que me importaba), dediqué mi tiempo a la adoración pública” [62]

En el concilio de Sárdica (concilio donde participó Atanasio y se juzgó su caso), se reconoció el primado del obispo de Roma y se decidió que si algún obispo hubiere sido juzgado o depuesto podía apelar al obispo de Roma honrando así la memoria del apóstol Pedro.

“Can. 3 [Isid. 4]. Osio obispo dijo: También esto, que un obispo no pase de su provincia a otra provincia donde hay obispos, a no ser que fuere invitado por sus hermanos, no sea que parezca que cerramos la puerta de la caridad. —También ha de proveerse otro punto: Si acaso en alguna provincia un obispo tuviere pleito contra otro obispo hermano suyo, que ninguno de ellos llame obispos de otra provincia. —Y si algún obispo hubiere sido juzgado en alguna causa y cree tener buena causa para que el juicio se renueve, si a vosotros place, honremos la memoria del santísimo Apóstol Pedro: por aquellos que examinaron la causa o por los obispos que moran en la provincia próxima, escríbase al obispo de Roma; y si él juzgare que ha de renovarse el juicio, renuévese y señale jueces. Mas si probare que la causa es tal que no debe refregarse lo que se ha hecho, lo que él decretare quedará confirmado. ¿Place esto a todos? El Concilio respondió afirmativamente.

(Isid. 5) El obispo Gaudencio dijo: Si os place, a esta sentencia que habéis emitido, llena de santidad, hay que añadir: Cuando algún obispo hubiere sido depuesto por juicio de los obispos que moran en los lugares vecinos y proclamare que su negocio ha de tratarse en la ciudad de Roma, no se ordene en absoluto otro obispo en la misma cátedra después de la apelación de aquel cuya de posición está en entredicho, mientras la causa no hubiere sido determinada por el juicio del obispo de Roma.

[Can. 3 b] (Isid. 6) El obispo Osio dijo: Plugo también que si un obispo hubiere sido acusado y le hubieren juzgado los obispos de su misma región reunidos y le hubieren depuesto de su dignidad y, al parecer, hubiere apelado y hubiere recurrido al beatísimo obispo de la Iglesia Romana, y éste le quisiere oír y juzgare justo que se renueve el examen; que se digne escribir a los obispos que están en la provincia limítrofe y cercana que ellos mismos lo investiguen todo diligentemente y definan conforme a la fe de la verdad. Y si el que ruega que su causa se oiga nuevamente y con sus ruegos moviere al obispo romano a que de su lado envíe un presbítero, estará en la potestad del obispo hacer lo que quiera o estime: y si decretare que deben ser enviados quienes juzguen presentes con los obispos, teniendo la autoridad de quien los envió, estará en su albedrío. Mas si creyere que bastan los obispos para poner término a un asunto, haga lo que en su consejo sapientísimo juzgare.” [63]

Atanasio también llama a Roma el “El trono apostólico” [64]

Basilio el Grande

“Y la casa de Dios, ubicada en los picos de las montañas, es la Iglesia según la opinión del Apóstol. Pues él dice que uno debe saber «cómo comportarse en la casa de Dios». Ahora, los fundamentos de esta Iglesia están sobre las montañas sagradas, ya que está construida sobre el fundamento de los apóstoles y profetas. Una de estas montañas era ciertamente Pedro, sobre la cual roca el Señor prometió construir su Iglesia. Verdaderamente por cierto y por el mayor derecho son las almas sublimes y elevadas, almas que se elevan sobre las cosas terrenales, llamadas «montañas». El alma del bendito Pedro fue llamada una alta roca porque él tenía un fuerte asidero en la fe y soportó constante y valientemente los golpes inflingidos por las tentaciones. Todos, por tanto, quienes han adquirido un entendimiento de la divinidad – por causa de la amplitud de la mente y de aquellas acciones que proceden de ella- son los picos de las montañas, y sobre ellos se edifica la casa de Dios.” [65]

Es difícil entender como este texto puede ser utilizado por protestantes como aval de que se rechazaba que Pedro fuera la piedra de Mateo 16,18, cuando más bien el mismo texto lo afirma. Ya se ha dicho que no se opone a la doctrina católica que Pedro fue elegido y llamado roca en virtud de su fe. Es esa precisamente la exégesis católica, distinta a la que sostienen los protestantes donde la roca fue la fe de Pedro excluyendo a Pedro mismo (que no es lo que sostiene aquí San Basilio).

Hay otros textos donde mantiene la misma idea:

Quien (refiriéndose a Pedro), a cuenta de la preeminencia de su fe, recibió en sí mismo la construcción de la Iglesia” [66]

el bendito Pedro, quien fue preferido antes de todos los demás discípulos, quien solo recibió un más grande testimonio y bendición que el resto, y a quien fueron confiadas las llaves del reino de los cielos [67]

Gregorio de Nisa

“La calidez de nuestras alabanzas no se extienden a Simón [Pedro] en cuanto él era un pescador; más bien se extiende a su firme fe, la cual es al mismo tiempo el fundamento de toda la Iglesia.” [68]

Otro padre que armoniza y hace uso de ambas interpretaciones. En el mismo panegírico sobre San Esteban también escribe:

Pedro, que es la cabeza de los apóstoles… él es el más firme y la roca, sobre la cual el salvador construyó su Iglesia [69]

Otro padre que no menciona el artículo es precisamente otro Gregorio (Nacianceno), quien también usa la interpretación donde Pedro es la Piedra en Mateo 16,18:

“Observa que de los discípulos de Cristo, todos de los cuales fueron exaltados y merecedora de elección, uno es llamado roca, y se le confía la fundación de la Iglesia”  [70]

Ambrosio de Milán

La fe, pues, es el fundamento de la Iglesia, pues no fue dicho de la carne de Pedro, sino de su fe, que «las puertas del Hades no prevalecerían contra ella» … ¡Haz un esfuerzo, por tanto, en ser una roca! ¡No busques la roca fuera de ti, sino dentro de ti! Tu roca es tu obra, tu roca es tu mente. Sobre esta roca se construye tu casa. Tu roca es tu fe, y la fe es el fundamento de la Iglesia. Si eres una roca, estarás en la Iglesia, porque la Iglesia está sobre una roca. Si estás en la Iglesia las puertas del infierno no prevalecerán contra ti”  [71]

Otro texto perfectamente católico, sin embargo nuevamente en este caso los protestantes omiten textos donde Ambrosio se refiere a Pedro explícitamente como la Piedra en la cual Cristo edifica su Iglesia:

“Hasta que, después de haber sido tentado por el diablo, sobre Pedro se fija la Iglesia [72]

Es al mismo Pedro a quien Él dijo: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia», donde está la Iglesia, no hay muerte sino vida eterna… Beato Pedro, contra quien las puertas del infierno no prevalecerán, ni fueron las puertas del infierno cerradas contra él, sino quien, por el contrario, destruyó los porches del infierno y abrió lugares celestiales”[73]

Pedro es llamado «roca» porque, como una inamovible roca, el sostiene las articulaciones y la masa del entero edificio cristiano” [74]

Habla de la comunión con los obispos católicos como sinónimo con la comunión con la Iglesia de Roma:

“Pero él no era tan ansioso como para dejar de lado precaución. Llamó al obispo, y estimando que no puede haber verdadera gratitud sino la primavera de verdadera fe, el orador pregunta si está de acuerdo con los obispos católicos, es decir, con la Iglesia Romana [75]

 “Donde está Pedro, allí está la Iglesia. Y donde está la Iglesia, no hay muerte sino vida eterna.” [76]

Un extracto de la carta de Ambrosio el grande al emperador Graciano es muy interesante para el tema que tratamos, porque reconoce en Roma la cabeza de toda la cristiandad:

“Su gracia no debe permitir que nada perturbe a la Iglesia de Roma, la cabeza de todo el mundo romano y la más sagrada fe apostólica, de la cual fluye hacia todos los lazos de la sagrada comunión” [77]

Dídimo el Ciego

“Cuán poderosa es la fe de Pedro y su confesión de que Cristo es el Dios unigénito, el Verbo, el verdadero Hijo de Dios, y no meramente una criatura. Aunque él vio a Dios sobre la tierra vestido de carne y sangre, Pedro no dudó, pues estaba dispuesto a recibir lo que «carne y sangre no te han revelado». Más aún, reconoció al consubstancial y coeterno retoño de Dios, glorificando de este modo aquella raíz increada, aquella raíz sin comienzo, la cual le había revelado la verdad. Pedro creyó que Cristo era una misma deidad con el Padre; y así fue llamado bendito por aquel quien solo es el bendito Señor. Sobre esta roca la Iglesia fue construida, la Iglesia a la cual las puertas del infierno –esto es, los argumentos de los herejes- no vencerán: a él fueron dadas las llaves del cielo” [78]

Aquí Didimo está hablando de Pedro, y es a él al que llama roca y a quien se entregan las llaves. Examinando la  cita en su totalidad se observa que la roca a la que se refería era a Pedro, a quien se entregan las llaves. Podría decirse que Dídimo sostiene que Pedro es llamado roca por reconocer la divinidad de Cristo (el mismo argumento que utiliza Hilario de Poitiers contra los arrianos).

Epifanio de Salamis “Esto es, ante todo, porque él confesó que «Cristo» es «el Hijo del Dios

viviente», y se le dijo, «Sobre esta roca de fe segura edificaré mi Iglesia» -pues él claramente confesó que Cristo es el verdadero Hijo”  [79]

Otro texto que tampoco niega la interpretación donde Pedro es la piedra en Mateo 16,18, sino que explica la causa de ese nombre, el reconocimiento de Cristo como hijo de Dios. 

Hay otros textos nuevamente omitidos por protestantes donde Epifanio desarrolla la idea con claridad: Ambos son la roca, tanto la fe en la cual se edifica la Iglesia, tanto Pedro, quien se convierte en una roca firme de la construcción y fundación de la casa de Dios:

“Y el beato Pedro, que negó por un tiempo el Señor, quien fue el jefe de los apóstoles, quien vino a ser para nosotros en verdad una firme roca sobre la cual se basa la fe del Señor, en la que la Iglesia está construida en todos los sentidos: en primer lugar, en que confesó que Cristo era el hijo del Dios viviente, y escuchó que en esta roca firme de la fe edificaría mi iglesia… Además, también se convirtió en una roca firme de la construcción y fundación de la casa de Dios, en que después de haber negado a Cristo, y habiéndose convertido nuevamente, siendo encontrado por el Señor y digno de oír «apacienta mis ovejas y alimentar a mis corderos»”. [80]

“Los santos son llamados templo de Dios, porque el Espíritu Santo habita en ellos, como jefe de los apóstoles testifica, el que fue encontrado de ser bendecido por el Señor, porque el «Padre se lo había revelado». A él, el Padre reveló su verdadero hijo, y él es bendecido; y él mismo (Pedro) revela el Espíritu Santo. Esto se corresponde en primer lugar por ser el primero de los apóstoles, la roca firme sobre la cual la Iglesia de Dios es construida, y «las puertas del infierno no prevalecerán contra ella». «Las puertas del infierno» son los herejes y heresiarcas. En todos los sentidos la fe es confirmada en él, que recibió las llaves del cielo, quien ata en la tierra y se une en el cielo….Él escuchó de el mismo Dios, Pedro, «apacienta mis ovejas», a él fue confiado el rebaño; él los conduce de manera admirable en el poder de su propio maestro” [81]

Juan Crisóstomo

“Por tanto Él añadió esto, «Y te digo, tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia; esto es, sobre la fe de su confesión… Pues Cristo no le añadió nada más a Pedro, sino que como si su fe fuera perfecta, dijo, que sobre esta confesión Él edificaría la Iglesia, pero en el otro caso [Juan 1:49-50] no hizo nada parecido, sino lo contrario …” [82] 

Su significado [1 Cor 3:11] es este: He predicado a Cristo, os he entregado el fundamento. «Pues ningún otro fundamento puede un hombre poner, que aquel que está puesto». Sobre éste entonces edifiquemos, y como un fundamento adhirámonos a él, como una rama a una viña; y que no haya distancia entre nosotros y Cristo”[83]

De ambos textos que se dan de San Juan Crisóstomo, ninguno puede usarse como prueba de un rechazo a la primacía petrina. 

En el primer texto hace uso de la popular interpretación usada contra el arrianismo donde la se enfatiza que Pedro fue elegido en virtud de su confesión de fe, sobre la que se edifica la Iglesia, y que no  implica un rechazo en sí mismo al primado ni una oposición a la otra interpretación.

En el segundo comenta 1 Corintios 3,11, (no Mateo 16,18-19). Ambas son metáforas distintas donde los elementos metafóricos tienen a su vez significados distintos. En 1 Corintios 3 la metáfora al creyente, edificando la Iglesia con sus obras. Estas obras pueden estar edificadas sobre el fundamento del evangelio (Cristo) o fuera de él, recibiendo recompensa o castigo (1 Corintios 3,14-15), en Mateo 16,18 la metáfora se refiere a la Iglesia como un edificio espiritual formado por piedras (creyentes), y donde Pedro es llamado la piedra sobre la que se edifica la Iglesia en virtud de su fe.

Pero así como hace uso frecuente de la interpretación donde la piedra de Mateo 16,18 es la fe, también hay otros textos donde hace uso de la interpretación donde Pedro es la piedra.

Pedro, el líder del coro, la boca del resto de los discípulos, la cabeza de la hermandad, aquel colocado sobre el universo entero, la fundación de la Iglesia” [84]

El primero de los apóstoles, la fundación de la Iglesia, el CORO del coro de los discípulos [85]

La fundación de la Iglesia, el vehemente amante de Cristo,…” [86]

Pedro, la base, el pilar…”  [87]

El Coro, Pedro, el fundamento de la fe, Pablo el buque de la elección” [88]

El fue hecho la fundación de la Iglesia” [89]

Pedro mismo, la cabeza o corona de los Apóstoles, el primero en la Iglesia, el amigo de Cristo, que recibió la revelación no de hombre sino del Padre …. este Pedro, y cuando digo Pedro, quiero decir a la Roca irrompible, la inquebrantable fundación, el gran apóstol, el primero de los discípulos, el primer llamado, el primero en obedecer” [90]

Textos como estos abundan, por lo que resultaría absurdo pensar que estaba en contra exégesis católica actual. No creo que pueda sostenerse sino por medio de una selección parcial de textos patrísticos acompañado de una muy pobre interpretación.

Afirma que Pedro, Santiago y Juan excedían al resto de los apóstoles, pero reconoce a Pedro como la cabeza de todos.

Él (Jesús) no dijo a Pedro ‘Si me amas, haz milagros, sino ‘apacienta mis ovejas’ y en todo el mundo dándole más honor que el resto, con Santiago y Juan, por lo que, dime, ¿el lo prefirió?” [91]

En el Reino, por lo tanto, el honor no fue igual, ni fueron iguales todos los discípulos, sino los tres que estuvieron sobre el resto, y sobre estos tres también había una gran diferencia…y todos fueron apóstoles, todos se sentarán sobre doce tronos, y todos dejaran sus posesiones, y todos estarán con Cristo, y todavía él seleccionó esos tres. Y, de nuevo, entre los tres, él dijo que alguien debía sobresalir. Para, «sentarse en mi mano derecha y mi izquierda», dijo, «no está en mi darlo, sino a aquel para quien está preparado». Y él colocó a Pedro antes de ellos diciendo: «¿Me amas más que estos? » Y a Juan lo amó más que el resto… [92]

En otros textos enfatiza como San Pablo da a Pedro el primer lugar[93].“Quisiera pedir a aquellos que desean reducir la dignidad del Hijo: ¿Cuáles son los mayores regalos, los que el Padre ha dado a Pedro, o aquellos que el Hijo le dio? El Padre dio a Pedro la revelación del Hijo, y el Hijo le dio a él, la misión de llevar al Padre y a Él mismo a todo el mundo, y a un hombre mortal El confió el poder sobre todo lo que está en los cielos, dando las llaves a él quien extendió la Iglesia en todo el mundo, y se mostró más fuerte que el mundo” [94]

También reconoce que a Pedro se le dio la jefatura de la Iglesia universal (¿Puede haber un reconocimiento más explícito de su primado?):

“Después de que una grave caída (ya que no hay pecado igual a la negación), después de un pecado tan grande, Él lo trajo de vuelta a su antiguo honor y le confió la jefatura de la Iglesia universal, y, más que todo, él nos mostró que él tenía un mayor amor por su maestro que cualquiera de los otros apóstoles, porque fue dicho de él: ‘Pedro, ¿Me amas más que estos?” [95]

Explica que La razón de que Pablo deseara ver a Pedro más que al resto de los apóstoles, era porque era el jefe de los apóstoles:

“Él le dijo «Apacienta mis ovejas» ¿Por qué pasar por alto que los demás y hablar de las ovejas a Pedro? Fue el elegido de los apóstoles, la boca de los discípulos, y el jefe del coro, por esta razón, Pablo fue a verlo en lugar de los demás…”  [96]

“Y si alguien dijera ¿Cómo Santiago recibió la silla de Jerusalén?, le respondería que él comisionó a Pedro como maestro no de una silla, sino del mundo…” [97]

Es preciso detenernos aquí, porque la cantidad de textos donde Crisóstomo habla del primado de Pedro son demasiado abundantes. En el siguiente artículo http://www.bringyou.to/apologetics/num52.htm se examinan 90 pasajes de Crisóstomo relacionados a la primacía petrina (para quienes entiendan inglés, les va a ser muy útil).

Jerónimo

“Empero, aunque tu grandeza me aterra, tu amabilidad me atrae. Del sacerdote demando el cuidado de la víctima, del pastor la protección debida a las ovejas… Mis palabras son dirigidas al sucesor del pescador, al discípulo de la cruz. Así como no sigo a otro líder que a Cristo, no comulgo con otro que con vuestra bendición, esto es, con la cátedra de Pedro. ¡Pues esta, yo sé, es la roca sobre la cual se edifica la Iglesia! Esta es la sola casa donde el cordero pascual puede justamente ser comido. Esta es el arca de Noé, y quien no se encuentre en ella perecerá cuando prevalece el diluvio”[98]

“Si, entonces, el Apóstol Pedro, sobre quien el Señor ha fundado la Iglesia, ha dicho expresamente que la profecía y la promesa del Señor fueron entonces y allí cumplidas, ¿Cómo podemos afirmar otro cumplimiento por nuestra cuenta?” [99]

“Pero, dices, la Iglesia fue fundada sobre Pedro: aunque en otra parte lo mismo se atribuye a todos los Apóstoles, y ellos reciben todos las llaves del reino del cielo, y la fuerza de la Iglesia depende de todos ellos por igual, empero uno de entre los doce es escogido de modo que cuando una cabeza hubo sido dispuesta, no hubiese ocasión para cisma. ¿Pero por qué no fue elegido Juan, que era virgen? Se le prestó deferencia a la edad, porque Pedro era el mayor: uno que era joven, casi diría un muchacho, no podía ser puesto por sobre hombres de edad avanzada; y un buen maestro que estaba dispuesto a quitar toda ocasión de contienda entre sus discípulos … no ha de pensarse que daría causa de envidia contra el joven que había amado… Pedro es un Apóstol, y Juan es un Apóstol; pero Pedro es solamente un Apóstol, mientras que Juan es un Apóstol, y un Evangelista, y un profeta. Un Apóstol, porque escribió a las Iglesias como maestro; un Evangelista, porque compuso un Evangelio, cosa que ningún otro de los Apóstoles, excepto Mateo, hizo; un profeta, porque vio en la isla de Patmos, donde había sido exiliado por el emperador Domiciano como un testigo del Señor, un Apocalipsis conteniendo los ilimitados misterios del futuro… El escritor virgen expuso misterios que no pudo exponer el casado, y para resumir brevemente todo y mostrar cuán grande fue el privilegio de Juan, la Madre virgen fue confiada por el Señor virgen al discípulo virgen.” [100]

“El fundamento singular que el arquitecto apostólico puso es nuestro Señor Jesucristo. Sobre este estable y firme fundamento, el cual ha sido depositado sobre terreno sólido, se edifica la Iglesia de Cristo … Pues la Iglesia fue fundada sobre una roca … sobre esta roca el Señor estableció su Iglesia; y el Apóstol Pedro recibió su nombre de esta roca (Mt 16,18 ) … Ella, que con una firme raíz está fundada sobre la roca, Cristo, la Iglesia católica, es la única paloma; ella se yergue como la perfecta, y cercana a Su diestra, y nada siniestro tiene en ella … La roca es Cristo, quien concedió a sus discípulos que ellos también fuesen llamados rocas, «Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia».” [101] 

Poco hace falta agregar sobre San Jerónimo, ya que los textos que suministra el doctor Saraví son bastante explícitos.  En el primero texto citado (la carta al Papa Dámaso), claramente Jerónimo afirma que la Iglesia fue fundada sobre Pedro (Lo mismo hace en su epístola a Marcela), por lo cual ya aquí hay una prueba de que Jerónimo tampoco puede contarse como aquellos que se oponen a ver en Pedro la piedra de Mateo 16,18. 

Al dirigirse al Papa le reconoce al obispo de Roma como el sucesor del “pescador” y afirma que la Iglesia fue construida sobre la silla de Pedro, a la que compara con el arca de Noé.

“Mis palabras hablan al sucesor del pescador, al discípulo de la cruz. Como yo no sigo líder salvo Cristo, no me comunico con nadie excepto su bienaventuranza, que está con la silla de Pedro. Porque esta, yo sé, es la roca sobre la que la iglesia está construida!. Esta es la casa donde solamente se puede comer con razón el cordero pascual. Esta es el arca de Noé, y el que no se encuentra en ella perecerá cuando venga la inundación” [102]

En el pensamiento de Jerónimo, Pedro es justamente llamado Roca porque ha recibido su nombre de Cristo, la Roca, y es correcto decir que se Cristo construyó su iglesia sobre él:

«Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». Como Él mismo dio luz a los apóstoles para que se les llamara ‘ luz del mundo’ y los demás nombres que fueron repartidos por el Señor, así también a Simón, que creía en Cristo como roca, se le da generosamente el nombre de «Piedro», y según la metáfora de la voz de «piedra», se le dice correctamente: «Edificaré mi Iglesia sobre tí»”[103]

si, entonces el apóstol Pedro, sobre la cual el Señor ha fundado la Iglesia, ha expresamente dicho que la profecía y la promesa del Señor ocurrió entonces y fue completamente cumplida (Hechos 2,14-18 ), ¿Cómo podemos nosotros pedir otro cumplimiento para nosotros mismos?” [104]

Pero más claro que todo es leer al mismo San Jerónimo explicando que no solo Cristo es llamado Roca sino también Pedro

Cristo no es el único en ser llamado roca, porque él concedió al apóstol Pedro que él debía ser llamado roca [105]

La siguiente cita que aporta el artículo protestante analizado (contra Joviniano) es bastante importante para comprender el pensamiento de Jerónimo. Para él los obispos tienen exactamente las mismas competencias de sus ordenaciones, cualquiera que sea la diferencia en su jurisdicción. Es así lógico que entienda porqué Cristo elige uno de ellos para ponerlo a la cabeza, para evitar futuros cismas y divisiones.

Alguien podría alegar que Jerónimo está reconociendo aquí a Pedro solamente una primacía de honor y no de jurisdicción, pero esto no tiene mucho sentido. Si para evitar el cisma entre los apóstoles a Pedro se le dio solamente una supremacía de honor, no podría exigir a los obispos sujeción para precisamente evitar el cisma. Se hace necesaria una primacía jurisdiccional para poder cumplir con ese propósito. 

Nilo de Ancira

“Si, más aún, se significa un hombre del Señor, el primero en ser comparado con el oro sería Cefas, cuyo nombre es, interpretado, «roca». Este es el más alto de los Apóstoles, también llamado Cefas, quien proveyó en su confesión de fe el fundamento para la edificación de la Iglesia”[106]

Este texto habla de Pedro y se dice que su nombre es interpretado como “roca”. Por si eso fuera poco, le reconoce como el más alto de los apóstoles. ¿Dónde está el rechazo a su primado?

Con Nilo de Ancira sucede lo mismo que con Crisóstomo (dado que era su discípulo). Al igual que él armoniza ambas interpretaciones, y Pedro era justamente llamado Roca en virtud de su fe, también era el jefe del colegio apostólico a quien gobernaba.

[Pedro] la cabeza del colegio apostólico [107]

“Pedro, quien lo fue todo en el colegio apostólico y siempre gobernó entre ellos”[108]

Agustín de Hipona

“Distingamos, mirándonos a nosotros mismos en este miembro de la Iglesia, lo que es de Dios y lo que es nuestro. Pues entonces no vacilaremos, entonces estaremos fundados sobre la Roca, entonces estaremos fijos y firmes contra los vientos, y tormentas, y corrientes, las tentaciones, quiero decir, de este mundo presente. Empero ved a este Pedro, quien era entonces nuestra figura; ahora confía, ahora vacila; ahora confiesa al Inmortal, y ahora tema que Él muera. ¿Por qué? Porque la Iglesia de Cristo tenía tanto débiles como fuertes … En que Pedro dijo “Tú eres el Cristo, el hijo del Dios viviente” representa a los fuertes”; pero en que vacila, y no admite que Cristo pueda sufrir, en temer la muerte de Él, y no reconocer la vida, él representa a los débiles de la Iglesia. En aquel un Apóstol, entonces, esto es Pedro, en el orden de los Apóstoles primero y principal, en quien la Iglesia estaba figurada, ambas clases estaban representadas, esto es, tanto los fuertes como los débiles; porque la Iglesia no existe sin ambos.” [109]

“Cristo, como ves, edificó su Iglesia no sobre un hombre sino sobre la confesión de Pedro. ¿Cuál es la confesión de Pedro? «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente». Aquí está la roca para vosotros, aquí el fundamento, aquí es donde la Iglesia ha sido construida, la cual las puertas del inframundo no pueden conquistar” [110]

A pesar de que San Agustín debería ser el último padre de la Iglesia a citar por un protestante al hablar del primado petrino, textos como los anteriores son tan tentadores que siempre vuelven a chocar con la misma piedra.

Ante todo hay que tener cuenta, que el obispo de Hipona a lo largo de su vida fue partidario de ambas interpretaciones. En un principio reconocía a Pedro como la Roca de Mateo 16,18:

“No nos permitimos escuchar a aquellos que niegan que la Iglesia de Dios es capaz de perdonar todos los pecados. Ellos se equivocan porque no reconocen en Pedro la Roca y ellos rechazan creer que las llaves del cielo, desde sus propias manos han sido entregadas a la Iglesia” [111]

“Cuando de este modo él había dicho a sus discípulos, “Ustedes también me dejaran”, Pedro, la Roca contestó por todos: “Señor, a quien iremos, tu tienes palabras de vida eterna” [112]

“Pedro, quien había confesado a Él como hijo de Dios, y en esa confesión había sido llamado roca sobre la cual la Iglesia debía ser edificada” [113]

“…Pero esa Roca, Pedro mismo, la gran montaña...” [114]

Pero luego cambia de opinión y favorece más la interpretación donde la roca es la fe de Pedro:

“En mi primer libro contra Donato mencioné en algún lugar una referencia a el apóstol Pedro como “la iglesia es fundada sobre él como sobre una roca”. Esta interpretación también suena en muchos labios en las líneas de bendición de San Ambrosio, donde, hablando de cocina domestica, él dice: Cuando canta él, la roca de la Iglesia, absuelve el pecado. Pero yo recuerdo que frecuentemente expliqué las palabras de nuestro Señor hacia Pedro “sobre esta piedra edificaré mi iglesia”, de manera que deberían ser entendidos como refiriéndose a la confesión de Pedro mismo cuando dice “Tu eres el Cristo, el hijo del Dios viviente, y como significando que Pedro había sido llamado luego roca, portó la figura de la Iglesia, la cual es construida sobre esta roca y ha recibido las llaves del reino de los cielos. Por lo que fue dicho de él no fue «Tu eres Roca» sino «Tu eres Pedro», pero la Roca era Cristo, habiendo sido confesado por Simón (y como la Iglesia entera confiesa) quien fue llamado Pedro. Cual de estas interpretaciones es más correcta, decida el lector [115]

En esta segunda interpretación, San Agustín no rechaza el primado, sino que sostiene que Pedro es llamado roca en virtud de su fe, y que por su primado representa a la Iglesia. Entiende sin embargo que hay otros padres que interpretan en Pedro la roca (como San Ambrosio) y deja al lector la libertad de decidir cuál es la interpretación que considera conveniente (lo cual demuestra que no considera incorrecta la primera interpretación).

Es por esto que San Agustín no puede considerarse un opositor de la interpretación donde se reconoce a Pedro como la piedra, la cual profesó la mayor parte de su vida, e incluso, cuando cambia su preferencia por la otra, sigue reconociéndola como posible dejando a cada quien decidir.

Ahora bien, esta idea donde Pedro porta la figura de la Iglesia entera por ser la cabeza del colegio apostólico la desarrolla Agustín en distintos textos:

“…el primero y jefe en la orden de los apóstoles, en la cual la Iglesia fue representada” [116]

“Tal que la Iglesia actúa en bendecida esperanza hacia esto problemática vida, y esta Iglesia….fue personificada en el apóstol Pedro, a cuenta del primado que tuvo entre los apóstoles” [117]

San Pedro, el primero de los apóstoles, que amaba ardientemente a Cristo, y que llegó a oír de él estas palabras: Ahora te digo yo: Tú eres Pedro. Él había dicho antes: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Y Cristo le replicó: «Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Sobre esta piedra edificaré esta misma fe que profesas. Sobre esta afirmación que tú has hecho: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo, edificaré mi Iglesia. Porque tú eres Pedro». «Pedro» es una palabra que se deriva de «piedra», y no al revés. «Pedro» viene de «piedra», del mismo modo que «cristiano» viene de «Cristo». El Señor Jesús, antes de su pasión, como sabéis, eligió a sus discípulos, a los que dio el nombre de apóstoles. Entre ellos, Pedro fue el único que representó la totalidad de la Iglesia casi en todas partes. Por ello, en cuanto que él solo representaba en su persona a la totalidad de la Iglesia, pudo escuchar estas palabras: Te daré las llaves del reino de los cielos. Porque estas llaves las recibió no un hombre único, sino la Iglesia única. De ahí la excelencia de la persona de Pedro, en cuanto que él representaba la universalidad y la unidad de la Iglesia, cuando se le dijo: Yo te entrego, tratándose de algo que ha sido entregado a todos. Pues, para que sepáis que la Iglesia ha recibido las llaves del reino de los cielos, escuchad lo que el Señor dice en otro lugar a todos sus apóstoles: Recibid el Espíritu Santo. Y a continuación: A quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos. En este mismo sentido, el Señor, después de su resurrección, encomendó también a Pedro sus ovejas para que las apacentara. No es que él fuera el único de los discípulos que tuviera el encargo de apacentar las ovejas del Señor; es que Cristo, por el hecho de referirse a uno solo, quiso significar con ello la unidad de la Iglesia; y, si se dirige a Pedro con preferencia a los demás, es porque Pedro es el primero entre los apóstoles . No te entristezcas, apóstol; responde una vez, responde dos, responde tres. Venza por tres veces tu profesión de amor, ya que por tres veces el temor venció tu presunción. Tres veces ha de ser desatado lo que por tres veces habías ligado. Desata por el amor lo que habías ligado por el temor. A pesar de su debilidad, por primera, por segunda y por tercera vez encomendó el Señor sus ovejas a Pedro” [118]

Ahora es necesario dilucidar como concebía dicho primado (honor o jurisdicción) Y es aquí donde un análisis de otros textos y de la vida de San Agustín no deja lugar a dudas. No puede creerse que guardáis la fe católica los que no enseñáis que se debe guardar la fe romana” [119]

“Aún prescindiendo de la sincera y genuina sabiduría…, que en vuestra opinión no se halla en la Iglesia Católica, muchas otras razones me mantienen en su seno: el consentimiento de los pueblos y de las gentes; la autoridad, erigida con milagros, nutrida con la esperanza, aumentada con la caridad, confirmada por la antigüedad; la sucesión de los obispos desde la sede misma del apóstol Pedro, a quien el Señor encomendó, después de la resurrección, apacentar sus ovejas, hasta el episcopado de hoy; y en fin, el apelativo mismo de Católica, que son sin razón sólo la Iglesia ha alcanzado….Estos vínculos del nombre cristiano – tantos, tan grandes y dulcísimos- mantienen al creyente en el seno de la Iglesia católica, a pesar de que la verdad, a causa de la torpeza de nuestra mente e indignidad de nuestra vida, aún no se muestra”  [120]

San Agustín declara que en la Iglesia de Roma siempre residió la primacía de la cátedra apostólica (no puede haber un más explícito reconocimiento de su primado).

“…Veían que Ceciliano estaba unido por cartas de comunión a la Iglesia romana, en la que siempre residió la primacía de la cátedra apostólica…. [121]

Pero quizá una de las mayores evidencias de la actitud de San Agustín hacia el obispo de Roma la tenemos en su conflicto con los pelagianos. Luego de los concilios efectuados en Cártago y Mílevis los obispos africanos condenaron al pelagianismo y apelaron al Papa para que ratificara su decisión. Un extracto de la carta que 68 obispos enviaron al Papa dice:

“Hemos acudido de acuerdo a la costumbre a la Iglesia de Cartago, y un sínodo se llevó a cabo para discutir varios temas, cuando nuestro hermano presbítero Orosio nos presentó cartas de nuestros santos hermanos y compañeros obispos Heros y Lázaro, las cuales incluimos. Una vez leídas estas, hemos percibido que Pelagio y Celestino fueron acusados de ser autores de un perverso error, que deben ser condenados por todos nosotros. Debido a lo cual pedimos que todo lo que se ha hecho respecto a Celestino aquí en Cartago desde hace unos cinco años debe llevarse hasta el final. Habiéndose leído esto, como su Santidad puede percibir de las actas que adjuntamos, a pesar de que la decisión era clara, por la cual se había mostrado que tan grande herida se había amputado de la Iglesia por juicio episcopal, aún así pensamos conveniente en deliberación común, que los autores de esta persuasión (a pesar de que se dijo que este Celestino ha llegado desde entonces al sacerdocio), sean abiertamente anatemizados para que, si no se logra su salvación, se logre al menos procurarse la de aquellos que han sido o puedan ser engañados por ellos, cuando sepan acerca de la sentencia en su contra. Pensamos correcto que este acto, honorable hermano, fuera comunicado a su santa caridad, para que para la estatura de nuestra pequeñez se pudiera añadir la autoridad de la Sede Apostólica (ut statutis nostrae mediocritatis etiam apostolcae sedis adhibeatur auctoritas) para la preservación de la seguridad de muchos, y para la corrección de la perversidad de alguno.

Y tememos que por repetirle a usted estas mismas cosas que usted predica con mayor gracia desde la silla Apostólica (quae majore gratia de sede apostolica praedicas), pudiera parecer que actuamos de manera inconveniente. Pero lo hacemos debido, solo tomando en cuenta nuestra mayor debilidad, mientras más celo mostramos al predicar la Palabra de Dios, los ataques de los herejes son más constantes y atrevidos. Si, por lo tanto, Pelagio parece a su Santidad justamente absuelto por las actas Episcopales que se dice han sido negociadas en el Este, en todo caso, el error mismo y la impiedad que ahora tiene muchos promotores en diversos lugares, debe también ser anatemizado por la autoridad de la Sede Apostólica. Que su Santidad considere y sienta con nosotros en su corazón de pastor cuan vanas y destructivas son para las ovejas de Cristo las necesarias consecuencias de su sacrílega discusión.

Porque  incluso si Pelagio y Celestino hayan corregido su conducta o anuncien que nunca tuvieron dichas opiniones, y nieguen que sean suyos cualesquiera escritos que se nos presenten como evidencia contra ellos, y si no hay manera de convencerlos de su falsedad, aún en general quien quiera asegure dogmáticamente, etc..que sea anatema. Cualesquiera otras cosas que se objeten contra ellos, no dudamos que su Reverencia, después de leer la actas Episcopales que se dice han sido redactadas en el Este por la misma causa, emitirá tal sentencia que nos hará regocijar a todos en la misericordia de Dios (id judicarurum unde omnes in Dei misericordia gaudeamus).” [122]

Otra carta que enviaron 61 obispos del concilio de Milevis (San Agustín incluido) decía:

Dado que Dios por un don especial de Su gracia lo ha colocado a usted en la Sede Apostólica, y nos ha dado alguien como usted en nuestros tiempos, para que pueda más bien ser imputada a nosotros como una falta de negligencia si fallamos en mostrar a su Reverencia lo que se sugiere para la Iglesia, que a usted haber podido recibir las mismas con desprecio o negligencia le rogamos que involucre su diligencia pastoral hacia el gran peligro de los miembros débiles de Cristo.

Al insinuar estas cosas a su pecho Apostólico no necesitamos decir mucho, y apilar palabras acerca de esta impiedad, debido a que sin duda moverá en usted tal sabiduría que no podrá abstenerse de corregirlas, para que no puedan seguir infiltrándose más…Se dice que los autores de esta perniciosa herejía son Pelagio y Celestino, quienes en verdad, deberían preferir ser curados con la Iglesia, en lugar de ser separados de la Iglesia sin necesidad. Se dice que uno de ellos, Celestino, incluso ha llegado al sacerdocio en Asia. Su Santidad esta mejor informado por el Concilio de Cartago acerca de lo que se hizo en contra suya hace algunos años. Pelagio, nos informan las cartas de algunos de nuestros hermanos, está en Jerusalén, y se dice que ha engañado a muchos allí. Muchos más, sin embargo, que han podido examinar más de cerca sus puntos de vista, están combatiéndolo en nombre de la Fe Católica, pero específicamente su santo hijo, nuestro hermano y compañero sacerdote, Jerónimo. Pero nosotros consideramos que con la ayuda de la misericordia de nuestro Dios, a quien rezamos para que lo aconseje y que escuche sus plegarias, aquellos que mantienen estas perversas y banales opiniones cederán más fácilmente a la autoridad de su Santidad, que ha sido tomada de la autoridad de las Santas Escrituras (auctoritati sanctitatis tuae, de sanctarum scripturarum auctoritate depromptae facilius….esse cessuros), para que podamos regocijarnos en su corrección en lugar de entristecernos por su destrucción. Pero sea lo que sea que ellos mismos escojan, su Reverencia percibe que al menos se debe cuidar a esos muchos que pueden ser enredados en sus redes si ellos no se someten honradamente. Escribimos esto a su Santidad desde el Concilio de Numidia, imitando a nuestros compañeros obispos de la Iglesia y provincia de Cartago, que entendemos han escrito acerca de este tema a la Sede Apostólica que su Gracia adorna.” [123]

En dichas cartas se señala al Papa como aquel que recibió de Dios la gracia especial de sentarse en la silla apostólica, pero lo más llamativo es que aunque las sentencias de dos concilios locales repletos de obispos (Agustín incluido) es rechazado por los herejes, la autoridad de la silla apostólica puede o infundirles el terror o quizá convertirlos.

Es necesario resaltar que los obispos piden una condenación autoritativa del Papa a esas doctrinas que ellos ya habían previamente condenado, para que el mal sea enteramente erradicado, reconociendo de forma implícita que mientras un concilio local puede solo alcanzar las regiones africanas, el alcance del Papa tiene una fuerza universal. Si esto no es primacía de jurisdicción pregúntese usted que lo es.

Y si el obispo de Roma no tuviera autoridad sobre la Iglesia entera ¿Por qué se iban a preocupar los obispos de África y Agustín de lo que el Papa (también obispo) dijera o no?. ¿Por qué los herejes que habían ignorado la decisión de más de 100 obispos iban a convertirse por lo que dijera uno?.

Posteriormente San Agustín envía una carta a un obispo de nombre Hilario previniéndolo contra los herejes:

“…hemos oído que en la Iglesia de Cartago un decreto de un concilio de obispos ha sido hecho contra ellos para ser enviado por carta al santo y venerable Papa Inocencio, y nosotros tenemos cartas similares del Concilio de Numidia a la misma silla apostólica [124]

Veamos ahora la respuesta del Papa a las cartas de los obispos africanos el 3 de Enero del 417:

“Al inquirir acerca a esas cosas que deben ser tratadas con toda solicitud por los obispos, y especialmente por un verdadero y justo Concilio Católico, preservando, como ustedes han hecho, el ejemplo de la antigua tradición y preocupándose de la disciplina eclesiástica, ustedes han verdaderamente fortalecido el vigor de nuestra Fe, no menos ahora que nos consultan que cuando pasaron su veredicto. Ya que ustedes decidieron que era apropiado referir a nuestro juicio, sabiendo lo que es debido a la Sede Apostólica, ya que todos los que estamos en este lugar, deseamos seguir al Apóstol (Pedro) del cual el mismo episcopado y la entera autoridad de este nombre se derivan. Siguiendo sus pasos, sabemos como condenar el mal y aprobar el bien. Asimismo, ustedes han preservado por su cargo sacerdotal las costumbres de los Padres y no han desdeñado aquello que es decretado por una sentencia divina y no humana, que cualquier cosa que sea echa, aun en provincias distantes, no debe finalizar sin haber sido dado a conocer a esta SedeQue es por su autoridad que todos los pronunciamientos justos deben ser fortalecidos, y que a partir de estos todas las otras Iglesias (como aguas fluyendo de su nacimiento y corriendo por las distintas regiones del mundo, los arroyos puros de la única cabeza incorrupta) deben recibir lo que buscan imponer, a quienes deben lavar y a quienes esta agua, digna de cuerpos puros, debe evitar como profanados con porquería no lavable. Los felicito, por lo tanto, queridos hermanos, por haber dirigido cartas a nos por medio de nuestro hermano y compañero Obispo Julio, y por, mientras cuidan las Iglesias que ustedes gobiernan,  han mostrado su solicitud por el bienestar de todos y que pidan un decreto que debe beneficiar a todas las Iglesia del mundo de una sola vez, para que la Iglesia, habiendo establecido en sus reglas y confirmado por este decreto de justo pronunciamiento contra estos errores, pueda evitar temer a estos hombres, etc.” [125]

“Dentro de los deberes de la Iglesia Romana y las actividades de la Sede Apostólica en que tratamos con las fieles y curativas discusiones de las consultas de diversos, nuestro hermano y compañero obispo Julio me ha traído sin esperarlas las cartas de su caridad que envían desde el Concilio de Milevis en su serios cuidados por la Fe, añadiendo al escrito una queja similar del Concilio de Cartago. Es por lo tanto con el debido cuidado y apropiadamente que ustedes consultan los secretos del oficio apostólico (apostolici consulitis honoris [al. oneris] arcano) ese oficio, me refiero, a la que corresponde, así como las cosas de afuera, el cuidado de todas las Iglesias, acerca de qué opinión deben tener en esta preocupante pregunta, siguiendo entonces la antigua regla que ustedes saben ha sido observada conmigo por todo el mundo. Pero descarto este tema, porque yo no pienso que sea desconocido por su prudencia; si no, ¿por qué confirmarlo con su acción, si no conocieran que las respuestas siempre fluyen de la fuente Apostólica a todas las provincias para aquellos que las piden? Especialmente con frecuencia se discute una cuestión de fe, Yo pienso que todos nuestros hermanos y compañeros obispos deber referirlas a nadie más que a Pedro, el autor de su nombre y oficio, incluso como ahora que su caridad a nos a referido un tema que puede ser útil en todo el mundo a todas las Iglesias en común. Porque por necesidad debemos volvernos más cautelosos cuando vemos a los inventores de la maldad, debido a la relación de los dos sínodos, han sido cortados por nuestra sentencia de la comunión eclesial. Su caridad por tanto hará un doble bien. Porque ustedes obtendrán la gracia de haber preservado los cánones y el mundo entero compartirá su beneficio.” [126]

Muy necio sería negar el convencimiento que expresa el Papa en sus cartas a los obispos Africanos (Agustín incluido) sobre su jurisdicción sobre el orbe. De hecho, así lo expresa de forma diáfana cuando afirma que “no debe finalizar sin haber sido dado a conocer a esta Sede. Que es por su autoridad que todos los pronunciamientos justos deben ser fortalecidos”. Importante es que se afirma que esta es una antigua regla que se sigue en todas partes, y más claro todavía cuando el convencimiento de que a ella corresponde el cuidado de todas las Iglesias, y que las respuestas fluyen de esta fuente apostólica a todas las provincias que lo solicitan, sobre todo en cuestiones de fe.

No es necesario decir que una carta así no hubiera sido bien recibida por San Agustín y los obispos africanos si rechazaran la primacía jurisdiccional del papa sobre las provincias del orbe, y es que de ser así las palabras del Papa hubieran estado completamente fuera de lugar, sin embargo, San Agustín no muestra evidencia alguna de que dicha carta causara incomodidad en ningún sentido, nada de “¡Que se ha creído este Papa!”, no!, realmente no solo no dice ni “pio”, sino que se alegra del dictamen del Papa y escribe que ya Roma ha hablado, el caso está cerrado:

“Ya por este motivo se han enviado dos misivas a la sede apostólica y también de allí han venido dos rescriptos. La causa ha terminado para que finalmente termine el error [127]

En el futuro San Agustín reafirma su pensar sobre lo definitivo del decreto del Papa Inocencio.

“[Celestio] debería mantener su asentimiento al decreto de la silla apostólica el cual había publicado por su predecesor de sagrada memoria. El acusado, sin embargo, rechazó condenar las objeciones realizadas por el diácono, con todo él no se atrevió a sostener abiertamente la carta del bendito Papa Inocencio [128]

“…él contestó que él consintió a las letras de papa Inocencio de bendita memoria, en quien toda la duda sobre esta materia fue removida” [129]

“Las palabras del venerable obispo Inocencio referentes a esta materia al Concilio Cartaginense. ¿Qué podría ser más claro o manifiesto que el juicio de la silla apostólica?[130]

Cirilo de Alejandría

Pero ¿por qué decimos que ellos son «fundamentos de la tierra»? Pues Cristo es el fundamento y la base inconmovible de todas las cosas… Pero los siguientes fundamentos, aquéllos más cercanos a nosotros, puede entenderse que son los apóstoles y evangelistas, aquellos testigos oculares y ministros de la Palabra quienes se han levantado para el fortalecimiento de la fe. Pues cuando reconocemos que sus propias tradiciones deben ser seguidas, servimos a una fe que es verdadera y no se desvía de Cristo. Pues cuando [Pedro] sabia y osadamente confesó su fe a Jesús diciendo, «Tú eres Cristo, Hijo del Dios viviente», Jesús le dijo al divino Pedro, «Tú eres Pedro y sobre esta roca edificaré mi Iglesia». Ahora, por la palabra «roca» Jesús indicó, creo, la inamovible fe del discípulo...” [131]

“«Y te digo, tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella». El apodo, creo, llama a ninguna otra que a la inconmovible y muy firme fe del discípulo «una roca», sobre la cual la Iglesia fue fundada y hecha firme y permanece continuamente inexpugnable aun con respecto a las mismas puertas del infierno.”  [132]

Cirilo de Alejandría también hace uso de ambas interpretaciones, y reconoce que Pedro es llamado “roca” en virtud de su fe, por lo cual sobre él se edifica la Iglesia.

El cambió su nombre a Pedro, de la palabra piedra (roca); porque sobre él después fundaría su iglesia” [133]

Bendito eres tú… llamando, me imagino, nada más la roca, en alusión a su nombre, por la inmóvil y estable fe del discípulo sobre el cual la Iglesia de Cristo es fundada y fijada sin peligro de fallar” [134]

“Él promete fundar la Iglesia, estableciéndola inamovible, como Él es el Señor de la fuerza, y sobre esta Él coloca a Pedro como pastor [135]

Llama a Pedro “el príncipe de los santos discípulos”:

“…Pedro que era el príncipe de los santos discípulos…” [136]

Además de todo esto, permítanme presentar al líder de los santos discípulos, Pedro, que, cuando el señor, en una cierta ocasión, le preguntó «¿quién dicen los hombres que es el hijo del hombre?» gritó al instante, tu eres el Cristo, Hijo del Dios vivo” [137]

En otros textos le llama “el elegido de los santos apóstoles”, “el Coro”, etc. (Expresiones no precisamente de quien desconoce su primado).

Teodoreto de Ciro

“Que nadie neciamente suponga que el Cristo es cualquier otro que el Hijo unigénito. No nos imaginemos más sabios que el don del Espíritu. Escuchemos las palabras del gran Pedro, «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente». Escuchemos al Señor Cristo confirmando esta confesión, pues «Sobre esta roca», dice, «edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella». Por tanto también el sabio Pablo, excelentísimo arquitecto de las iglesias, no fijó otro fundamento que éste. «Yo», dice, «como perito arquitecto he puesto el fundamento, y otro construye encima. Pero que cada quien vea cómo edifica. Pues ningún hombre puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo». … Por tanto nuestro Señor Jesucristo permitió al primero de los apóstoles, cuya confesión Él había fijado como una suerte de cimiento y fundamento de la Iglesia, que vacilase, y que lo negase, y entonces lo levantó de nuevo… Ciertamente él está llamando a la fe piadosa y a la confesión verdadera una «roca». Pues cuando el Señor preguntó a sus discípulos quién decía el pueblo que era él, el bendito Pedro habló, diciendo «Tú eres Cristo, el Hijo del Dios viviente». A lo cual el Señor respondió: «De cierto, de cierto te digo que eres Pedro y sobre esta roca edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella».” [138]

Nilo de Ancira le reconoce como “el primero de los apóstoles” y afirma que la Iglesia se edifica sobre su confesión de fe. En su epístola al Papa Leo exhorta a acudir y a apelar a la sede apostólica (Roma) la cual ocupa el primer lugar, cuando se necesiten curar las heridas de las Iglesias.

“Si Pablo, el heraldo de la verdad, la trompeta del Espíritu Santo, se apresuró al gran Pedro para que pudiera llevar de él la solución deseada de las dificultades a aquellos que en Antioquía estuvieron dudando sobre la vida según la ley, mucho mas nosotros, hombres insignificantes y diminutos, apresurémonos a la silla apostólica en orden de recibir una cura a las heridas de las Iglesias. Por todas esas razones es mantenida en el primer lugar, en la medida como ustedes la ven adornada de tantos privilegios [139]

Basilio de Seleucia

“En obediencia la lengua de Pedro se puso en movimiento y aunque ignorante de la doctrina, aportó una respuesta: «Tú eres Cristo, Hijo del Dios viviente»… Ahora Cristo llamó a esta confesión una roca, y nombró a quien la confesó «Pedro», percibiendo la apelación como apropiada para el autor de esta confesión. Pues esta es la solemne roca de la religión, esta es el muro de la fe y el fundamento de la verdad: «Pues nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Cristo Jesús»” [140]

Se sigue repitiendo el anacronismo de pensar que porque un padre escribe que Pedro recibió su nombre (roca) por su confesión, se rechaza de algún modo el primado de Pedro. Se omiten también textos donde se le reconoce su primacía:

Asimismo, para Basilio, San Pedro es el líder (CORO), de los apóstoles, y el jefe de los discípulos de Cristo.[141]

“Pedro es nuevamente llamado el CORO de los apóstoles”[142]

León I Magno

“Nuestro Señor Jesucristo, Salvador de la humanidad, instituyó la observancia de la religión divina, la cual Él quiso que por la gracia de Dios derramase su brillo sobre todas las naciones y todos los pueblos de tal forma que la Verdad, que antes estaba confinada al anuncio de la Ley y los Profetas, pudiese a través del sonido de trompeta de los Apóstoles salir para la salvación de todos los hombres, como está escrito: «Su sonido ha salido a cada tierra, y sus palabras hasta los confines del mundo». Mas este sacramento misterioso el Señor deseó que fuese la ocupación de todos los Apóstoles, pero de tal forma que Él ha puesto el cargo principal en el bendito Pedro, jefe de todos los Apóstoles; y de él como de la Cabeza desea que sus dones fluyan a todo el cuerpo; de modo que cualquiera que se atreve a separarse de la sólida roca de Pedro pueda entender que no tiene parte ni porción en el misterio divino. Pues Él deseó que aquel que había sido recibido al compañerismo en Su unidad indivisa que fuese nombrado como Él mismo lo fue, cuando dijo: «Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia»; para que la edificación del templo divino por el maravilloso don de Dios pudiese descansar en la sólida roca de Pedro: fortaleciendo a Su Iglesia tan ciertamente que ni la precipitación humana pudiera asaltarla, ni las puertas del infierno pudieran prevalecer contra ella. Pero a esta santísima firmeza de la roca, levantada, como hemos dicho, por la mano edificadora de Dios, un hombre debe desear destruirla en extrema impiedad cuando trata de quebrantar el poder de ella, favoreciendo sus propios deseos, y no siguiendo lo que él recibió de los antiguos…” [143]

“Y cuando ellos hubieron registrado las varias opiniones de otras gentes, Él dijo, «Pero vosotros, ¿Quién decís que soy?» … Ante lo cual el bendito Pedro, cuya confesión divinamente inspirada estaba destinada a beneficiar a todas las naciones, dijo, «Tú eres Cristo, el Hijo del Dios viviente». Y no inmerecidamente fue declarado él bendito por el Señor, tomando de la piedra angular principal la solidez del poder cuyo nombre también expresa, él, quien, a través de la revelación del Padre, le confesó ser a la vez Cristo e Hijo de Dios…” [144]

“Y si Eutiques hubiese creído esto inteligente y totalmente, nunca se hubiera retirado del camino de esta Fe. Pues Pedro recibió esta respuesta del Señor por su confesión: «Bendito eres tú, Simón bar Jonás; pues carne y sangre no te lo ha revelado, sino mi Padre que está en el cielo. Y te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella». Pero el que tanto rechaza la confesión del bendito Pedro como contradice el Evangelio de Cristo, está muy lejos de la unión con este edificio; pues se muestra a sí mismo como no habiendo nunca tenido ningún celo por entender la Verdad, y tener solamente la vacía apariencia de alta estima, quien no adornó las canas de la ancianidad con ningún juicio maduro del corazón.” [145]

“Ya que, por tanto, la Iglesia universal ha devenido una roca (petra) a través de la edificación de la Piedra original, y el primero de los Apóstoles, el beatísimo Pedro, oyó la voz del Señor diciendo, «Tú eres Pedro, y sobre esta roca (petra) edificaré mi Iglesia» , quién hay allí que se atreva a asaltar tal fuerza inexpugnable, a menos que sea el anticristo o el diablo, quien, permaneciendo inconverso en su impiedad, está ansioso por sembrar mentira mediante los vasos de ira que son apropiados para su perfidia, mientras bajo el falso nombre de la diligencia pretende estar en busca de la Verdad.”  [146]

“Y de Su gobierno y protección eterna hemos recibido también el apoyo de la ayuda de los Apóstoles, la cual ciertamente no cesa en su operación; y la fuerza del fundamento, sobre la cual se levanta toda la superestructura de la Iglesia, no se debilita por el peso del templo que descansa sobre él. Pues la solidez de aquella fe que fue alabada en el jefe de los Apóstoles es perpetua; y como permanece aquello que Pedro creyó en Cristo, así permanece lo que Cristo instituyó en Pedro. Pues cuando, como se ha leído en la lección del Evangelio, el Señor hubo preguntado a los discípulos quién creían ellos que era Él, en medio de las variadas opiniones sostenidas, y el bendito Pedro hubo replicado, diciendo, «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente», el Señor dice, «Bendito eres tú, Simón bar Jonás, porque carne y sangre no te lo ha revelado, sino mi Padre que está en el cielo. Y te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Y te daré las llaves del reino de los cielos. Y lo que atares en la tierra, será atado en el cielo; y lo que desatares en la tierra, será desatado también en el cielo». 

La dispensación de la Verdad por tanto permanece, y el bendito Pedro perseverando en la fuerza de la Roca, que él ha recibido, no ha abandonado el timón de la Iglesia, que él tomó. Pues él fue ordenado antes que el resto en tal forma que de ser llamado la Roca, de ser pronunciado el Fundamento, de ser constituido el Portero del reino de los cielos, de ser colocado como Árbitro para atar y desatar, cuyos juicios retendrían su validez en el cielo, de todos estos títulos místicos podemos conocer la naturaleza de su asociación con Cristo. Y aún hoy él más plena y efectivamente desempeña lo que le está confiado, y realiza cada parte de su obligación y encargo en Él y con Él, a través de Quien ha sido glorificado. Y así, si cualquier cosa es rectamente hecha y rectamente decretada por nosotros, si cualquier cosa se gana de la misericordia de Dios por nuestras cotidianas súplicas, es por su obra y méritos cuyo poder vive y cuya autoridad prevalece en su Sede. Pues esto, amadísimos, fue ganado por aquella confesión, la cual, inspirada en el corazón del Apóstol por Dios el Padre, trascendió toda la incertidumbre de las opiniones humanas, y fue dotada con la firmeza de una roca, la cual ningún asalto podría conmover. Pues en toda la Iglesia Pedro diariamente dice: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente», y toda lengua que confiesa al Señor acepta la instrucción que su voz trae. Esta Fe conquista al diablo, y quebranta las ataduras de sus prisioneros. Nos arranca de esta tierra y nos planta en el cielo, y las puertas del Hades no pueden prevalecer contra ella. Pues con tal solidez está dotada por Dios que la depravación de los heréticos no pueden dañarla ni la incredulidad de los gentiles vencerla.” [147]

“Y rectamente fue el bendito Apóstol Pedro alabado por confesar esta unión, quien cuando el Señor estaba averiguando qué conocían de Él los discípulos, rápidamente se anticipó al resto y dijo, «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente». Y esto ciertamente vio, no por la revelación de carne o sangre, que podrían haber retardado su visión interior, sino por el mismo Espíritu del Padre obrando en su corazón creyente, para que en preparación para gobernar toda la Iglesia él pudiera primero aprender lo que habría de enseñar, y para la solidificación de la Fe, la cual estaba destinado a predicar, pudiese recibir este reaseguro, «Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella». Esta fuerza, por tanto, de la Fe cristiana, la cual, construida sobre una roca inexpugnable no teme a las puertas de la muerte, reconoce al único Señor Jesucristo como tanto verdadero Dios y verdadero Hombre, creyéndolo asimismo el Hijo de la Virgen, quien es el Creador de su Madre; nacido también al final de los tiempos, aunque es el Creador del tiempo; Señor de todo poder, y aún así mortal; ignorante del pecado, y aun así sacrificado por los pecadores según la semejanza de carne pecaminosa.” [148]

Estos textos que ha compartido el doctor son una excelente síntesis de la doctrina católica sobre el primado del cual León se cuenta como un exponente importantísimo. 

Es importante observar que León ve ambas interpretaciones de Mateo 16,18 como complementarias. En un lugar dice “de modo que cualquiera que se atreve a separarse de la sólida roca de Pedro pueda entender que no tiene parte ni porción en el misterio divino, lo cual es un reconocimiento directo de Pedro como la roca (Por tanto, tampoco Leon rechazaba esta interpretación), en otro lugar aclara “Pues Pedro recibió esta respuesta del Señor por su confesión” . Afirma que así como “la solidez de aquella fe que fue alabada en el jefe de los Apóstoles es perpetua; y como permanece aquello que Pedro creyó en Cristo, así permanece lo que Cristo instituyó en Pedro” , lo cual es una afirmación de que Cristo realmente instituyo en Pedro un ministerio imperecedero, y esto lo aclara en otro lugar: “Pues él fue ordenado antes que el resto en tal forma que de ser llamado la Roca, de ser pronunciado el Fundamento, de ser constituido el Portero del reino de los cielos” 

Esta vez es de elogiar que el doctor no solo remitiera los textos donde León I ve en la confesión de Pedro, la piedra sobre la que se edifica la Iglesia, sino que también compartió aquellos donde se refiere explícitamente a Pedro como la Piedra, y como el mayordomo del reino de los cielos.

Pero hay muchos otros textos de León I a favor del primado romano. Es recomendable leer completa la epístola 10 (la epístola a los Obispos de la de Viena citada por Saraví) donde se refiere al Obispo de Roma como heredero y sucesor de Pedro, así también la fe y el orden eclesiástico son garantizados por la sede de Pedro. Sostiene su interpretación principalmente en los textos Mateo 16,16-19; Lucas 22,32s y Juan 21,15-19. También llama a Pedro guía de todos los pastores [149] y consciente de su primacía le hace notar al emperador que no puede hacer de Constantinopla una sede apostólica[150]

Otros textos interesantes donde León I muestra una clara conciencia de su primacía jurisdiccional:

“…para que, imitando a nuestra mansedumbre, nos asistieras en el cuidado que debemos principalmente a todas las iglesias por institución divina, y podría, en cierta medida, hacernos presentes visitando aquellas provincias lejanas… La conexión de la totalidad del cuerpo nos hace a todos saludables, todos por igual hermosos, y esta relación de hecho, requiere la unanimidad de todo el cuerpo, pero sobre todo exige la armonía entre los presbíteros. Y aunque tienen una dignidad común, todavía no tienen el mismo rango, en la medida en que incluso entre los bienaventurados Apóstoles, a pesar de la similitud de estado honorable, había cierta distinción de poder, y mientras la elección de todos ellos es igual, a uno le fue dado tomar el liderazgo del resto…el cuidado de la Iglesia universal deben converger hacia la sede de Pedro, y en cualquier lugar no debe ser separado de su cabeza”  [151]

De todo el mundo sólo uno, Pedro, es elegido para presidir la convocatoria de todas las naciones, y sobre todos los demás Apóstoles, y sobre de los Padres de la Iglesia. . . Pedro. . . les gobierna a todos, de los cuales también Cristo es su principal gobernante”  [152]

El más bendecido Pedro recibió la jefatura de los Apóstoles del Señor, y la Iglesia de Roma todavía se rige por sus instituciones [153]

Gregorio I Magno

“Pero ya que no es mi causa, sino la de Dios, ya que las leyes piadosas, ya que los santos sínodos, ya que los mismos mandamientos de nuestro Señor Jesucristo son trastornados por la invención de una cierta orgullosa y pomposa frase, que sea el piadosísimo Señor que corte el lugar de la llaga, y ate al paciente remiso en las cadenas de la augusta autoridad. Pues al ligar estas cosas ajustadamente alivias a la república; y, mientras cortas estas cosas, provees el alargamiento de tu reinado. 

Pues a todos los que conocen el Evangelio les es evidente que por la voz del Señor el cuidado de toda la Iglesia le fue confiado al santo Apóstol y Príncipe de todos los Apóstoles, Pedro. Pues a él se le dice, «Pedro, ¿me amas? Apacienta a mis ovejas». A él le es dicho, «He aquí, Satanás ha deseado zarandearos como trigo; y yo he orado por ti, Pedro, para que tu fe no falle. Y tú, cuando te hayas convertido, fortalece a tus hermanos». A él se le dice, «Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Y te daré las llaves del reino del cielo; y lo que atares en la tierra será también atado en el cielo; y lo que desatares en la tierra, será desatado también en el cielo». 

Ved, él recibió las llaves del reino celestial, y le es dado poder para atar y desatar, le es confiado el cuidado y la principalidad de toda la Iglesia, y aún así él no es llamado el Apóstol universal; mientras que el santísimo hombre, mi compañero sacerdote Juan, intenta ser llamado obispo universal. Estoy forzado a gritar y decir ¡Oh tiempos, oh costumbres! 

Ved, todas las cosas en las regiones de Europa son entregadas al poder de los bárbaros, las ciudades son destruidas, los campos arrasados, las provincias despobladas, ningún labriego habita la tierra, los adoradores de ídolos prevalecen y dominan para la matanza de los fieles, y aun sí sacerdotes, quienes deberían ellos mismos yacer llorando sobre el piso y en cenizas, buscan para sí nombres de vanagloria, y se glorían en nombres nuevos y profanos. 

¿Defiendo yo mi propia causa en este asunto, piadosísimo Señor? ¿Resiento que se me haya hecho mal a mí especialmente? No, la causa de Dios Omnipotente, la causa de la Iglesia universal. 

¿Quién es éste que, contra las ordenanzas evangélicas, contra los decretos de los cánones, presume para usurpar para sí un nuevo nombre? Lo haría aquél si por él mismo fuese, si pudiera ser sin ninguna mengua de los demás – codicia ser universal. 

Y ciertamente sabemos que muchos sacerdotes de la Iglesia de Constantinopla han caído a la vorágine de la herejía… Si entonces cualquiera de esa Iglesia toma para sí aquel nombre, por el cual se hace la cabeza de todos los buenos, se sigue que la Iglesia universal cae de su pedestal (lo cual no permita Dios) cuando aquel que es llamado universal cae. Pero lejos de los corazones cristianos esté aquel nombre de blasfemia, en el cual es quitado el honor de todos los sacerdotes, mientras se lo arroga locamente para sí uno (solo). 

Ciertamente, en honor de Pedro, Príncipe de los Apóstoles, le fue ofrecido por el venerable sínodo de Calcedonia al romano pontífice. Pero ninguno de ellos ha jamás consentido usar tal nombre de singularidad, no sea que, por algo que se le da peculiarmente a uno, los sacerdotes en general sean privados del honor que se les debe. ¿Cómo es que nosotros no buscamos la gloria de este título aun cuando es ofrecida, y otro pretende arrebatarlo para sí mismo aunque no se le ofrece?” [154]

Este texto no es realmente citado para presentarlo como un rechazo de Gregorio I al primado de Pedro, ya que de plano cuando allí Gregorio I escribe que el el cuidado de toda la Iglesia le fue confiado al santo Apóstol y Príncipe de todos los Apóstoles, Pedro” no solo está reafirmando el primado de la Pedro en la Iglesia, sino reafirmando su primacía jurisdiccional sobre todas las Iglesias del mundo (Lo mismo cuando dice que a él “le es confiado el cuidado y la principalidad de toda la Iglesia). Este texto es citado porque Gregorio I rechaza aquí el título de obispo universal.

Como esta controversia está más allá del alcance del artículo, bastará solo una breve referencia. El patriarca de Constantinopla había hecho suyo el titulo de obispo universal, el cual el Papa se había negado a utilizar a pesar de que reconoce que él si tenía derecho a usarlo tal como había proclamado el concilio ecuménico de Calcedonia. Es por eso que el papa afirma que cualquiera de esa sede (Constantinopla) que por usurpación se apodere de ese título es precursor del anticristo. 

El Papa no hubiera actuado de esa manera si no hubiera estado convencido de su primacía jurisdiccional inclusive sobre el patriarca de Constantinopla. A esto sus declaraciones son de lo más explicitas, al punto de afirmar que nadie duda que la iglesia de Constantinopla está bajo sujeción de la Sede apostólica [155]

En resumen, si Gregorio Magno creía que la sede apostólica es la cabeza de todas las Iglesias (Ep. 13,1), que los concilios no tienen autoridad ni fuerza sin el consentimiento de la sede apostólica (Ep 9,156), que el Papa como sucesor de Pedro jefe de los apóstoles tiene un derecho divino de primacía (Ep 3,30) ¿Hemos de pensar que rechazaba el primado?. Y si la intención era probar que rechazaba ver Pedro la piedra de Mateo 16,18, también aquí ha fallado.

Otros textos:

¿Quién puede ignorar el hecho de que la santa iglesia es consolidada en la solidez del príncipe de los Apóstoles, cuya firmeza de carácter extendió su nombre tal que debería ser llamado Pedro después «roca», cuando la voz de la verdad dice «Yo te dará las llaves del reino de los cielos». Para él nuevamente es dicho: “Cuando hayas vuelto se el apoyo de tus hermanos” [156]

“… la Sede Apostólica, está, por orden de Dios, establecida sobre todas las Iglesias…” [157]

Beda el Venerable

“Tú eres Pedro y sobre esta roca de la cual has tomado tu nombre, esto es, sobre mí mismo, edificaré mi Iglesia, sobre aquella perfección de la fe que tú confesaste edificaré mi Iglesia por cuya unanimidad de confesión si alguno se desviase aunque en sí mismo pareciera hacer grandes cosas, él no pertenece al edificio de mi Iglesia. … Metafóricamente se le dice a él que la Iglesia ha de ser construida sobre esta roca, es decir, el Salvador que tú confesaste, quien ha concedido participación al fiel confesor de su nombre.”  [158]

 El mismo caso donde se ve a Beda haciendo uso de una interpretación que no pretende negar el primado de Pedro. Se omiten nuevamente textos conde lo reconoce explícitamente:

El beato Pedro recibió de manera especial las llaves del reino de los cielos y la jefatura del poder judicial, tal que todos los creyentes en todo el mundo pueden entender que todos los que en modo alguno se aparten de la unidad de la fe y la comunión, por ejemplo, no pueden ni ser eximidos de las consecuencias de sus pecados, ni entrar por la puerta del reino de los cielos” [159]

El siguiente texto es un reconocimiento aún más claro de la primacía petrina:

“Pedro recibió las llaves de los cielos como una señal para todos los hijos de la Iglesia, de manera que si se separan de la fe que él enseña, renuncian a toda esperanza de ser absueltos de su culpa y de entrar en los portales eternos… Y yo les digo que Pedro es el portero a quien no contradeciré, sino que obedeceré sus decretos en todo, no sea que cuando llegue a las puertas del cielo no se abran” [160]

Es importante aclarar que hay muchos otros padres de la Iglesia con testimonios bastante claros a favor del primado de Pedro, pero por cuestión de extensión no podría mencionarlos todos. Gracias a Dios, sus voces se elevan desde el pasado para evitar que la historia sea distorsionada.

Es acertado concluir que es faso que los padres de la Iglesia rechazaban el primado de Pedro, e inclusive a Pedro mismo como la Piedra de Mateo 16,18. Siglos han pasado desde estos testimonios, sin embargo la doctrina católica se mantiene firme y coherente, y sigue siendo “piedra” de tropiezo para muchos, y hasta terribles, las palabras:

 “Tu eres Pedro, y sobre esta Piedra edificaré mi Iglesia”

Nota: Algunas de las citas las hemos tenido que traducir algunos amigos y yo del inglés. Pido disculpas de cualquier imprecisión que alguna traducción pueda tener. Agradezco también a mi amigo Jesús Manuel (mejor conocido en los foros católicos como “Pelícano”), quien me ayudó a traducir varias citas de las aquí expuestas.

Quienes quieran profundizar en el tema, les recomiendo leer:

 El pontificado Romano en la historia, José Orlandis

 Quienes tienen dominio del inglés recomiendo:

Jesús, Peter & Keys, A Scriptural Handook on the Papacy, Butler, Dahlgren, Hess
Upon This Rock, St. Peter and the Primary of Rome in Scripture and the Early Church, Stephen K. Ray

Autor: José Miguel Arráiz

NOTAS

[1]  Concilio de Éfeso, 431. Discurso de Felipe, Legado del Romano Pontífice, en la sesión III

[2]  Concilio de Calcedonia, Actas del Concilio, Sesión 2.

[3]  Concilio de Calcedonia, Actas del Concilio, Sesión 3.

[4]  Cita del Dr. Saraví: Sobre la Modestia, 21 (ANF 4:99)

[5]  Cita del Dr. Saraví: Contra Marción, IV, 13 (ANF 3:365)

[6]  Tertuliano. De praescriptione haereticorum, XXXVI.2-3

[7]  Tertuliano De praescriptione haereticorum, XXII.2-4

[8]  Tertuliano, De pudicitia 21

[9]  Cita del Dr. Saraví: Comentario sobre Mateo, 10 (ANF 10:456)

[10]  Cita del Dr. Saraví: Comentario sobre Mateo XII, 11 (ANF 10:456)

[11]  In Ios. Hom. 3,5

[12]  In. Ps. Hom. 37,2,5

[13]  De orat. 28

[14]  El Peri-Archon (De prencipiis), Prefacio 1-2

[15]  Orígenes, In Exod. Hom. v. n. 4, tom. ii. p. 145, ed. Del la Rue, Migne) in Charles F.B. Allnatt, ed., Cathedra Petri-The Titles and Prerogatives of St. Peter, (London: Burns & Oates, 1879),15-16

[16]  Orígenes, Comentario sobre Juan . 5:3; ANF, Vol. X, 347; cf. Jurgens, I, 202

[17]  (Orígenes, In Epist. Ad Rom. Lib. v. c. 10, tom. iv. p. 568 ), in Charles F.B. Allnatt, ed., Cathedra Petri – The Titles and Prerogatives of St. Peter, (London: Burns & Oates, 1879), 16

[18]  In Joseph Berington, John Kirk, eds., and James Waterworth, rev., The Faith of Catholics, vol. 2, (New York: Pustet & Co., 1884), 6-7

[19]  Epístolas 68:8 (ANF 5:374): Epístolas 26:1 (ANF 5:305) 

[20]  Epístolas 68:8 (ANF 5:374): Epístolas 68:8 (ANF 5:374)

[21]  Cipriano. De la Unidad de la Iglesia. 4.5  (trad. Caminero 4,404-5).

[22]  Cyprian, Ep. ov. Ad Cornel. p. 83, in Colin Lindsay, The Evidence for the Papacy, (London: Longmans, 1870),22

[23]  Cipriano, Epístola 75,3

[24]  Cipriano, Epístola 59, 14. Sobre la legitimidad de la apelación a Roma

[25]  Cipriano, Epístola 59,9

[26]  Cipriano, Epístola 20

[27]  Patrología I, Johannes Quasten, pág. 329

[28]  Cita del Dr. Saraví: Demostraciones Selectas, 1:2-6,13, 19

[29]  Afraates, Hommily 7:15, De Paenitentibus, ed. Parisot in Patrología Syriaca, vol. 1, col. 335, in Michael M. Winter, St Peter and the Popes, (Baltimore: Helicon, 1960),58 

[30]  (x,4). Tomado de Jesús, Peter & Keys, Butler, Dahlgren, Hess, pag. 226

[31]  (xxiii), “Afraates, in S. Herbert Scott, The Eastern Churches and the Papacy,(London: Sheed & Ward,1928 ),60

[32]  VII,15(Dom. J. Parisot,Patrología Syriaca Aphraatis Demonstrationes).

[33]  Efrén, Homilies 4,1
Traducido de W. A. Jurgens, The Faith of the Early Fathers, Tomo I, (Collegeville, MN: The Liturgical Press, 1970),311

[34]  Efrén, Encom. S.S. Petri et Pauli.
S.S. Herbert Scott, The Eastern Churches and the Papac, London: Sheed & Ward, 1928, 62-63

[35]  Efrén, Tom. ii. Syr. Lvi. Adv. Haer.    
In Charles F.B. Allnatt, ed., Cathedra Petri-The Titles and Prerogatives of St. Peter, (London: Burns & Oates, 1879), 41

[36]  Cita del Dr. Saraví: Sermón 1, Sobre la Fe 1,13

[37]  James of Nisibis, Serm. i. De Fide, n.i.13, Galland, tom. v.p.9), in Charles F.B. Allnatt, ed., Cathedra Petri-The Titles and Prerogatives of St. Peter, (London: Burn & Oates, 1879),18

[38]  James of Nisibis, Orat. Vii. De Paenit. no. 6,p.lvii. Galland.t.v.p.lxxxiv., in Colin Lindsay, The Evidence for the Papacy, (London: Longmans, 1870),27

[39]  Cita del Dr. Saraví: Comentario sobre Efesios (PL 17:380)

[40]  Ambrosiaster, Com. In Ep. Ad Falat. ii. II, Ap. Op. St. Ambros.), in Charles F.B. Allnatt, ed., Cathedra Petri-The Titles and Prerogatives of St. Peter, (London: Burn & Oates, 1879), 33

[41] Ambrosiaster, Quast. 75, ex N. Test. In App. St. August. Tom. iii. 2894), in Charles F.B. Allnatt, ed., Cathedra Petri-The Titles and Prerogatives of St. Peter, (London: Burns & Oates)

[42]  Ambrosiaster, Comm. On Galatians, Migne Patr. Lat., vol. 17,col.344),in Michael M. Winter, Saint Peter and the Popes, (Baltimore: Helicon, 1960),62

[43]  Ambrosiaster, Comment. In Epist. i. Ad Tim. Inter. Op. S. Ambros.), in Charles F.B.Allnatt, ed., Cathedra Petri-The Titles and Prerogatives of Sst. Peter, (London: Burn & Oates, 1879),107.

[44]  Cita del Dr. Saraví: Comentario sobre los Salmos (PG 23:173, 176)

[45]  Historia Eclesiástica, por Eusebio de Cesárea, Libro VI,25; NPNF 2, Vol. I, 273

[46]  Historia Eclesiástica, Libro VI.14

[47]  Historia Eclesiástica, por Eusebio de Cesárea. Libro II.14. Simón el mago y Pedro
Tomado de Eusebio. Historia de la Iglesia. Paul L. Maier. Pág. 72

[48]  Eusebio, Comm. In Ps. Lxix. t. i. p. 373, Nov. Collect.( in Joseph Berington, John Kirk, eds, and James Waterworth, rev, The Faith of Catholics eds., and James Waterworth, rev., The Faith of Catholics, vol. 2, (New York: Pusted & Co., 1884), 13.

[49]  Tomado de Eusebio. Historia de la Iglesia. Paul L. Maier. pág. 201

[50]  Cita del Dr. Saraví: Sobre la Trinidad, VI,36 (NPNF2 9:111) 

[51]  Cita del Dr. Saraví: Sobre la Trinidad, VI,37 (NPNF2 9:112)

[52]  Cita del Dr. Saraví: Sobre la Trinidad, II,23 (NPNF2 9: 5)

[53]  Tomado de La Trinidad, Hilario de Poitiers, VI,20, BAC 481, pág 280-282

[54] Ibid.

[55]  Hilario de Poitiers La Trinidad, VI,20

Tomado de La Trinidad, Hilario de Poitiers BAC 481, pág. 259

[56]  Hilario de Poitiers, Comentario sobre Mateo 7,6 en Berington and Kirk, Faith of Catholic, 2:15

[57]  Hilario de Poitiers, Tract. In Ps. 141,8 in Berington and Kirk, Faith of Catholics, 2:15
Traducido de Upon This Rock, Stephen K. Ray, pág. 203

[58]  Tract. In Ps. 131,8, in Berington and Kirk, Faith of Catholics, 2:14-15
Traducido de Upon This Rock, Stephen K. Ray, pág 203. También puede ser encontrado en Jesús, Peters & Keys, por Butler, Dahlgren y Hess, pág. 231.

[59]  Hilario de Poitiers, Commentary in Matthews, 7,6 in Berington and Kirk, Faith of Catholic, 2:15

[60]  Hilario de Poitiers, Fragment 2 ex opere Historico (ex Epistle Sardic. Concil. Ad Juliaum) n.9, p. 629

[61]  Cita del Dr. Saraví: Cuatro Cartas a Serapión 1:28.

[62] Atanasio (Defence before Constantius 4, NPNF 2, Vol. IV, 239)

[63]  Concilio de Sárdica, Canon 3

[64]  Hist. Arian. ad. Monarch, 35

[65]  Cita del Dr. Saraví: Comentario sobre el Profeta Isaías, 2:66 (PG 30:233)

[66]  Basilio, Adversus Eunomius 2:4 Migne, Patr. Graec. Vol. 29 col. 577), in Michael M. Winter, Saint Peter and the Popes, (Baltimore: Helicon, 1960),55

[67]  Basilio, T. ii. p.1. Procem de Judic. Dei, n.7,p.221), in Colin Lindsay, The evidence for the Papacy, (London: Longmans , 1870),35

[68]  Cita del Dr. Saraví: Panegírico sobre San Esteban (PG 46:733)

[69]  Panegyric on St. Stephen, 3; Winter, 56

[70]  Gregorio Nacianceno (Oration 32, 18; Winter, 56)

[71]  Cita del Dr. Saraví: Comentario sobre Lucas VI,98 (CSEL 32:4)

[72]  Ambrosio, Comentario sobre los Salmos, 43:40 (AD 397), en GILES, 145 

[73]  Ambrosio, T.i.In Ps.xl.n.30,p.879,880 in Colin Lindsay, The Evidence for the Papacy,(London:Longmans,1870),37

[74]  Ambrosio, Sermon 4, in The Great Commentary of Cornelius Lapide, II, Catholic Standard Library, trans, Thomas Mossman, (John Hodges & Co., 1887), 220, in Michael Malone, ed., The Apostolic Digest, (Irving, TX:Sacred Heart,1987),248

[75]  Ambrosio (The Death of his Brother Satyrus, 1, 47; NPNF 2, Vol. X, 168 )

[76]  Ambrosio (Commentaries on Twelve of David’s Psalms, 40, 30; Jurgens, II, 150)

[77]  Ambrosio (Letter to Emperor Gratian, Epistle 11:4; Winter, 160)

[78]  Sobre la Trinidad, I, I,30 (PG 39:416) 

[79]  Cita del Dr. Saraví: Panarion, II-III

[80]  Epifanio, Adv. Haeres. p.500,in Colin Lindsay, The Evidence for the Papacy, *London: Longmans, 1870),35-36

[81] Epifanio, T.ii.in Anchor.n.9.p.14,15 in Colin Lindsay, The Evidence for the Papacy, (London: Longmans,1870),36

[82]  Cita del Dr. Saraví: Homilías sobre el Evangelio de Juan XXI,1 (NPNF 14:73)

[83]  Cita del Dr. Saraví: Homilías sobre 1 Corintios VIII, ver. 11 (NPNF 12:47)

[84]  Crisóstomo, In Illud, hoc Scitote,n.4.p.282),in Colin Lindsay, The evidence for the Papacy,(London: Longmans,1870),41

[85]  Crisóstomo (Ad eos qui scandalizati sunt, 17, vol III, 517[504])

[86]  Crisóstomo, (In illud, Vidi dominum, 3, vol VI, 123[124])

[87]  Crisóstomo. Hom Quod frequenta conueniendum sit, 5, vol XII, 466[328]

[88]  Crisóstomo (Contra ludos et theatra, 1, vol VI, 265[273])

[89]  Crisóstomo (Hom 3 in Matt 5, vol VII, 38[42])

[90]  Crisóstomo, T.ii.Hom.iii. De Paenit.n.4, p.300, in Colin Lindsay, The Evidence for the Papacy,(London:Longmans,1870),41

[91]  Crisóstomo (Hom 46[47] in Matt 3, vol VII, 480[485] )

[92]  Crisóstomo (Hom 32, in Rom 4, vol IX, 672[750])

[93]  Hom 4 in Acta 3, vol IX, 46[37]; Hom 65[66] in Matt 4, vol VII, 622[648], ibid Hom 50[51], 506[515]; Hom 35 in 1 Cor 5, vol X, 303[329]; Hom 8 in Acta 1, vol IX, 71-72[64-65]

[94]  Crisóstomo (Hom 54[55] in Matt VII, 531[546] seq)

[95] Crisóstomo (Hom 5 de Poen 2, vol II, 308[311])

[96]  Chrysostom (Hom 88[87] in Joann 1, vol VIII, 477-9[525-6])

[97]  Chrysostom, on John, Homily 88, Migne PG 59:478, Giles page 164

[98]  Cita del Dr. Saraví: Carta al papa Dámaso, XV, 2 (NPNF2 6:1)

[99]  Cita del Dr. Saraví: Epístola a Marcela XLI, 2 (NPNF2 6:55)

[100]  Contra Joviniano I, 26 (NPNF2 6:366)

[101]  Comentario sobre Mateo 7:25; Epístola 65:15; Sobre Amós VI,12-13

[102]  Jerónimo, Letters 15 [ca. 375 A.D.]), in Philip Shaff and Henry Wace, eds.,Nicene and Post-Nicene Fathers-Jerome:Letters and Select Works,2nd series,vol 6,(Peabody,MA:Hendrickson,1994),18

[103]  Jerónimo, Ib. 1. iii. Comm. In Matt. Patr. Lat. i. Col. 74), in Colin Lindsay, The Evidence for the Papacy (London: Longmans,1870),40.
También en Comm. On Matthew III,16,18,Migne, Patr. Lat., vol. 26, col. 117),in Michael M. Winter, Saint Peter and the Popes, (Baltimore:Helicon,1960),63.

[104]  Jerónimo, Letters 16[385 A.D.], in Philip Schaff and Henry Wace,eds.,Nicene and Post-Nicene Fathers-Jerome:Letters and Select Works,2nd series,vol.6,(Peabody,MA:Hendrickson,1994),55

[105]  Jerónimo,Comm.on Jeremias 3:65,corpus Scriptorum Ecclesiasticorum Latinorum (Vienna),vol 59,202[415 A.D.], in Michael Winter, Saint Peter and the Popes (Baltimore:Helicon,1960),63

[106]  Cita del Dr. Saraví: Comentario sobre el Cantar de los Cantares (PG 87 [ii]: 1693)

[107]  Nilo, Lib. ii. Epist. Cclxi. p. 252,Bib. M. Xxvi),in Charles F.B.Allnatt,ed.,Cathedra Petri-The Titles and Prerogatives of St. Pete,(London:Burns & Oates,1879),55.

[108]  Nilo, Tract. Ad Magnam. c.8,p.244) in Charles F.B. Aallnatt, ed.,Cathedra Petri-The Titles and Prerogatives of St.Peter, (London: Burns & Oates, 1879),55

[109]  Cita del Dr. Saraví: Sermón 26.

[110]  Cita del Dr. Saraví: Sermón 229P.1

[111] Agustín de Hipona, Christian Combat, 31:33(A.D. 397), in JUR,3:51

[112] Agustín de Hipona, Homilies on John, Tract 11:5(A.D. 417), in NPNF1,VII:76

[113]  Agustín de Hipona, In Psalms, 69:4[PL 36, 869] (A.D. 418 ), in Butler, 251

[114]  Agustín de Hipona, In Psalms, 104[103]:16(A.D. 418 ),in NPNF1,VIII:513

[115]  Agustín de Hipona, Retractations,1:21(A.D. 427),in GILES, 177

[116]  Agustín de Hipona, Serm 76,3

[117]  Agustín de Hipona, On the Gospel of John, Tract 124:5 (A.D. 416), in NPNF1, VII:450

[118]  Agustín de Hipona. Serm. 295; PL 38,1348-1352.

[119]  Agustín de Hipona, Serm.120 n.13

[120]  Agustín de Hipona. C. ep. Man. 4,5.

[121]  Augustine, Ep 43,3,7

[122]  Concilio de Cartago al Papa Inocencio I

[123] Concilo de Milevis al Papa Inocencio I

[124]  Agustín de Hipona, Ep 178, p. 773

[125]  Carta del Papa Inocencio I al Concilio de Cartago, Ep 181 in FC, XII:121-122, 125, 127

[126]  Carta del Papa Inocencio I al concilio de Milevi, Ep 182, in FC, XII:127, 128, 130, 131

[127]  Agustín de Hipona, Sermo 131,10,10; Ep 1507

[128]  Agustín de Hipona, On Original Sin,7:8(A.D. 418 ),in NPNF1,V:239

[129]  Agustín de Hipona, Against Two Letter of the Pelagians, 3:5 (A.D. 420), in NPNF1, V:393

[130]  Agustín de Hipona, Against Two Letter of the Pelagians, 4:6 (A.D. 420), in NPNF1, V:394

[131]  Comentario sobre Isaías IV,2 (PG 70:940)

[132]  Diálogo sobre la Trinidad IV (PG 75:866)

[133]  Cirilo, T. iv. Comm. In Joan., p. 131, in Colin Lindsay, The Evidente for the Papacy, (London: Longmans, 1870),50

[134]  Cirilo, On the Holy Trinity [426 A.D.], in E. Giles, Documents Illustrating Papal Authority A.D.96-454,(London:SPCK, 1952),258

[135]  Cirilo, Comm. On Matt., ad. Loc., Migne, Patr. Graec., vol.72, col.424, in Michael M. Winter, Saint Peter and the Popes, (Baltimore: Helicon, 1960), 74. [429 A.D.]

[136]  Cirilo, Ib. l. Xii. Waterworth, rev.,The Faith of Catholics, vol.2, (New York: Pustet & Co.,1884),46

[137]  Cirilo,T.v.P.2,Hom.viii. De Fest. Paxch. p. 105., in Joseph Berington, John Kirk, eds., and James Waterworth, rev., The Faith of Catholics, vol. 2,(New York: Pustet & Co., 1884),46.

[138] Cita del Dr. Saraví: Epístola 146; 77; Comentario al Cantar de los Cantares, II,14. (NPNF2 3)

[139]  Teodoreto el Ciro,To Pope Leo Epistle 113(A.D. 449),in NPNF2,III:293

[140]  Cita del Dr. Saraví: Oración XXV,4 (PG 85:297-298 )

[141]  Basilio, Oratio XVII, MPG, vol. 85, col. 217, in Michael M. Winter, Saint Peter and the Popes, (Baltimore: Helicon, 1960), 74

[142]  (Basilio, Orat. Xxv. p. 138 ), in Joseph Berington, John Kirk, eds., and James Waterworth, rev., The Faith of Catholics, vol. 2, (New York: Pustet & Co., 1884),49

[143]  Cita del Dr. Saraví: Epístola a los Obispos de la Provincia de Viena, X (NPNF2 12:8-9)

[144]  Cita del Dr. Saraví: Carta a Flaviano, XXVIII, 5 (NPNF2 12:41-42)

[145]  Cita del Dr. Saraví: Carta al Sínodo de Éfeso XXXIII, 1 (NPNF2 12: 47)

[146]  Cita del Dr. Saraví: Carta a León César CLVI, 2 (NPNF2 12:100)

[147]  Cita del Dr. Saraví: Sermón III , 2-3 (NPNF2 12:117)

[148]  Cita del Dr. Saraví: Sermón sobre la Pasión, XI Sermón LXII, 2 (NPNF2 12:174)

[149]  Sermón 4,2 y 5,2

[150]  Ep 104,3

[151]  León I (Letter XIV. To Anastasius, Bishop of Thessalonica, I, XII; NPNF 2, Vol. XII)

[152]  (Sermon 4, 2; Jurgens, III, 275)

[153]  León I (To Dioscorus, Bishop of Alexandria: Letter 9, 1, NPNF 2, Vol. III, 7)

[154]  Epístola XX a Mauricio César (NPNF 2 12:170-171)

[155]  Ep. 9,26

[156] Gregorio el Grande (Epistle 40; Winter, 66)

[157] Gregorio el Grande (Letter to Subdeacon John; Register of the Epistles, Book III, Epistle XXX; NPNF 2, Vol. XII)

[158]  Cita del Dr. Saraví: Homilías 23 (PL 94:260)

[159]  Beda. Ven Hom. In die S.S. Pet. Et Paul.) in Charles F. B. Allnatt, ed., Cathedra Petri-The Titles and Prerocatives of St. Peter, (London: Burns & Oates, 1879), 36

[160]  Beda, in Colman Barry, Readings in Church History (Westminster, MD: Newman Press, 1957), vol. 1,273), in Michael Malone, The Apostolic Digest, (Irving, TX: Sacred Heart, 1987), 243

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