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Aprende a no razonar como protestante: El “et-et”, católico versus el “aut-aut” protestante

Aunque dentro del protestantismo se encuentran infinidad de buenas y excelentes personas con un interés sincero de amar y servir a Dios, estoy convencido de que el protestantismo en sí mismo es una aberrante mutilación de la doctrina cristiana que empuja a las personas que se adhieren a él a razonar de forma defectuosa.

Caigo en cuenta de ello a menudo, porque al correo de apologeticacatolica.org me escribe todo tipo de personas: ateos, agnósticos, católicos y protestantes. Y entre los protestantes, también me escriben personas que vienen a intentar «convencerme» por medio de sus «argumentos», de que yo estoy sirviendo a Satanás cuando defiendo y promuevo la fe católica.

Como se podrán imaginar, luego de más de 14 años en el ministerio apologético es difícil que escuche de alguno de ellos algún argumento que no esté trillado. Y es que pocas veces se salen de los mismos temas: que si los católicos adoramos a María, a los santos, a las imágenes, que la salvación es solo por la fe, que el purgatorio no existe, etc.

La mayoría viene como el típico soldado con fusil de palo pensando que lleva bazooka antiaérea, ametrallando textos bíblicos sin ton ni son convencidos que apoyan su punto de vista. Y he aquí la clave del asunto: es así de la forma en que ellos razonan, forma que por supuesto es defectuosa, pero solo lo ve claro quien entiende cómo funcionan sus razonamientos falaces y donde están sus fallas.

Hoy voy a hablar un poco de la falla que encuentro más frecuentemente en todo su pensamiento:

El aut-aut protestante versus el et-et católico.

El principio fundamental en el catolicismo, resumido en latín, es el “et-et” (esto y aquello), y a él se opone constantemente el “aut-aut” protestante (esto o aquello). En este último hay un empecinamiento ciego en ver como excluyentes conceptos que son complementarios. En lógica, este tipo de errores de razonamiento se definen como falacia de la falsa disyunción o falacia de falso dilema.

Lo ilustraré con varios ejemplos:

La doctrina de la comunión de los santos

Cuando un protestante lee que Jesús nos enseñó la oración del «Padre Nuestro» suele razonar:

«Oh, dice que oremos así: «Padre nuestro…», eso quiere decir que nuestras oraciones deben ir dirigidas al Padre¡¡SOLO al Padre!! ¡Esos granujas católicos engañadores ya verán!»

De allí muchos no solo rechazan que se pueda orar a la Virgen, a los santos, sino incluso al mismo Jesucristo o al Espíritu Santo.

La clave está en comprender que el hecho de que Jesús nos enseñe una oración dirigida al Padre, no significa que esté excluyendo o prohibiendo cualquier oración dirigida a alguien más. Siendo la oración «comunicación» no tiene sentido pensar que no podemos dirigirnos al Espíritu Santo o al propio Jesucristo, cuando él mismo nos dijo que estaría con nosotros todos los días hasta el fin del mundo y que nos enviaría al Espíritu Santo en su nombre. Por lo tanto, ambas cosas no se excluyen mutuamente (aut-aut), se complementan (et-et).

En base a este mismo error de razonamiento, el protestantismo sufre una incapacidad total para comprender el dogma de la comunión de los santos, en el cual siendo miembros de un solo cuerpo, la Iglesia, de la cual Cristo es su cabeza, estamos unidos en una comunión de amor. Esa comunión no se interrumpe totalmente cuando un miembro pasa de esta vida a la siguiente a gozar de la presencia de Dios. De esta manera, tanto en esta vida como en la otra, yo seguiré amando y pidiendo por el bien de mis hermanos a través de la intercesión en Cristo.

En base a esta misma forma de razonar los protestantes suelen lanzar el reto de que les encontremos un solo texto en la Biblia donde alguien vivo se dirija (oración = comunicación) a alguien muerto, y este le haya escuchado.

Ese texto existe, y los protestantes aunque lo deben haber leído decenas de veces no caen en cuenta: recuérdese por ejemplo como San Pedro (estando vivo) se dirigió a una cristiana fallecida (Tabitá) y ella no solo le escucha, sino que le obedece y resucita (Hechos 9,40), lo que pone en evidencia que la barrera de comunicación entre los miembros del cuerpo de Cristo una vez se pasa de la vida a la muerte no es tan infranqueable como piensan los protestantes.

Pero aunque ese texto no existiese, igualmente la doctrina de la comunión de los santos no dejaría por eso de ser menos bíblica y profundamente cimentada en la palabra de Dios. Y eso a pesar de que la deficiencia en la forma de razonar protestante les incapacite para comprenderla.

La doctrina de la Sola Biblia

Biblia

Otro ejemplo lo tenemos con la doctrina de la Sola Biblia o Sola Escritura. Recuerdo recientemente que uno de los protestantes que me escribían para «convertirme» me pasó un panfleto donde se intentaba demostrar que la Biblia era la única autoridad.

Dicho panfleto citaba textos bíblicos sin ton ni son en donde se decía que la Biblia era Palabra de Dios, era verdadera e imperecedera, era útil para ensenar educar en la justicia y tenía autoridad. Luego de ametrallar los textos pontificaba solemnemente:

«¿Se dan cuenta? ¡Estos textos demuestran de forma contundente que la Biblia es la única autoridad

Pero cuando uno lee detenidamente cada uno de esos textos encuentra que ninguno dice que la Biblia (y menos interpretada individualmente) sea la única autoridad.

Decir por ejemplo que la Biblia es útil para enseñar no equivale a decir que solo la Biblia es útil para hacerlo. Yo puedo decir que poner atención en clases es útil para sacar buenas calificaciones, pero eso no excluye que también sea útil estudiar en casa, investigar en la Biblioteca, tomar clases particulares, etc.

Nuevamente aquí tenemos que el «aut-aut» protestante aparece para mutilar todo lo demás, y así en su mente, esos textos les sirven para justificar interiormente una doctrina rechazada en otros pasajes de la misma Biblia. Y es que está claro que si la Biblia fuera la «única» autoridad, no dijera en la misma Biblia que Jesús concedió a sus discípulos autoridad:

«Convocando a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades.» (Lucas 9,1)

«Aunque pudimos imponer nuestra autoridad por ser apóstoles de Cristo, nos mostramos amables con vosotros, como una madre cuida con cariño de sus hijos.» (1 Tesalonicences 2,7)

«Así has de enseñar, exhortar y reprender con toda autoridad. Que nadie te desprecie.» (Tito 2,15  )

«Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.» (Mat 16:18 -19)

Y quizá el texto más claro que demuestra el carácter anti bíblico de la doctrina de la Sola Escritura es este:

«Así pues, hermanos, manteneos firmes y conservad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de viva voz o por carta» (2 Tesalonicenses 2,15 )

He allí un texto tomado de la misma Biblia que enseña sin lugar a dudas que el apóstol ordena mantener no solamente las enseñanzas que recibieron de forma escrita, sino aquellas que recibieron de «viva voz». Sin embargo, el razonamiento defectuoso protestante que hizo que los protestantes entendieran que SOLO  (aut-aut) la Biblia tiene autoridad, les impulsa a poner (a veces de manera subconsciente) estos textos debajo de la alfombra.

Y es que si ya has asumido por medio de un razonamiento defectuoso que «solo» la Biblia importa, todo lo demás queda sobrando. No es posible para ellos considerar «la Biblia junto con la Tradición» (et-et) sino elegir entre «La Biblia o la Tradición» (aut-aut).

La doctrina de la Sola Fe

Cuando Lutero leyó en la epístola a los Romanos que nos salvamos por la fe, inauguró el error de razonamiento que hemos venido comentando y que infectó toda la mentalidad protestante. Agregó el «solo» donde no está.

Entendió así que “solo” nos salvamos por la fe, pero no por la fe que obra por la caridad, sino por la fe fiducial, o la sola confianza en que por los méritos de Cristo recibimos el perdón de los pecados.

Para la fe católica no es excluyente decir que nos salvamos por la fe, pero que también debemos vivir de acuerdo a la voluntad de Dios y obedecer los mandamientos para salvarnos, pues es la gracia de Dios quien nos da la fe y la capacidad de obrar conforme a ella (Filipenses 2,13). La «Solo Fe» le llevó a Lutero a enseñar que podía fornicar mil veces al día sin que eso afectara su salvación. Sería para ellos imposible armonizar la necesidad de «la Fe y las obras» (et-et) sino que optarían por una o la otra «Fe u Obras» (aut-aut).

La doctrina de la Sola Gracia

Como parte de su error anterior, Lutero entendió que si la salvación era un don gratuito de Dios, esto tenía que excluir cualquier tipo de cooperación con la libertad humana. El error nuevamente consiste en suprimir en vez de subordinar, excluir en vez de armonizar, quedándose con una imagen donde la buena acción proviene únicamente de Dios y no de Dios a través del hombre. Ya no sería para ellos «Gracia y Libertad» (et-et) sino «Gracia o Libertad» (aut-aut).

Solo Cristo salva entendido a la manera protestante

Nuevamente aquí se repite lo mismo: bajo el aut-aut protestante, si solo Cristo salva, la Iglesia no es necesaria para la salvación. Tampoco es necesario ni el Papa ni una jerarquía de obispos y presbíteros.

Antes de seguir es importante acotar que la frase entendida a la manera protestante encierra otra herejía, porque no solo Cristo salva. La salvación es obra entera de la Santísima Trinidad: tanto Dios Padre Salva, como el Espíritu Santo Salva, como Cristo Salva.

Desde la perspectiva católica en cambio, se comprende que estar unido a Cristo implica estar unido a la Iglesia que es su cuerpo, por tanto decir que Cristo salva implica aceptar y no excluir los medios por los cuales nos salva: La Iglesia, los sacramentos, etc. Una cosa no excluye la otra (aut-aut) la comprende (et-et).

Desde la perspectiva católica decir también que Cristo salva comprende y no excluye al resto de las Personas de la Santísima Trinidad y de manera subordinada a nosotros como «causas segundas». Por eso se dice que nosotros mismos podemos «salvar» a nuestros hermanos como instrumentos de Dios sin que eso excluya que la salvación principalmente proviene de Dios. En el siguiente texto bíblico eso queda de manifiesto:

«Sepa que el que convierte a un pecador de su camino desviado, salvará su alma de la muerte y cubrirá multitud de pecados.» Santiago 5,20

Soli Deo gloria (Solo gloria a Dios)

Si desde el protestantismo se consideró como un exceso idolátrico la veneración a cualquier criatura que no fuese Dios, incluyendo la Virgen o los santos, la solución fue de nuevo suprimir y no subordinar. Para los protestantes se trata de dar «solo» gloria a Dios o a los santos, para los católicos en cambio, se trata de dar gloria a Dios por lo que ha hecho en sus santos:

«Y, si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con él, para ser también con él glorificados.» (Rom 8,17)

Para el protestantismo toda la gloria debe darse solo a Dios, así al leer un pasaje bíblico como el siguiente se reafirmará en su posición de excluir cualquier tipo de veneración y honra a la Virgen María y a los santos:

«Yo, Yahveh, ese es mi nombre, mi gloria a otro no cedo, ni mi prez a los ídolos» (Isaías 42,8)

Al leer el mismo texto desde la comprensión católica, se entiende que se refiere a que no se debe conceder a nadie más la gloria que solo Dios, por ser Dios, merece (ejemplo: un ídolo que también es considerado como una divinidad), pero eso no impide aceptar que de manera subordinada Dios también es glorificado cuando se glorifica la obra de sus manos. Este es un concepto que se extiende por toda la doctrina católica y se conoce como «participación». Por esa razón la misma Escritura dice de los cristianos:

«Si somos hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con él, para ser también con él glorificados» (Romanos 8,17)

El mismo Jesús al momento de orar exclama:

«Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno.» (Juan 17,22).

De allí que en la doctrina católica se distinga entre la adoración (el mayor amor posible a Dios como ser supremo y creador del universo) y veneración (amor subordinado en el que se honra a la creatura por su relación con Dios). Cuando un protestante intenta convencer a un católico que solo debe adorar a Dios, y no debe venerar ni a la virgen María ni a los santos, lo que intenta es hacerle entender el primer mandamiento «Amarás a Dios sobre todas las cosas», como si realmente dijese «Amarás solo a Dios y no a las demás cosas» (aut-aut protestante).

Si hubiese que identificar de una manera gráfica esta abominación que representa el protestantismo, sería adecuado utilizar la representación del «joven manos de tijera» que hizo Jonny Deep en una película. Todo lo que toca lo mutila y lo deforma. Tratando de combatir los «excesos» suprime también verdades que pertenecen al Evangelio produciendo como resultado una doctrina cristiana incompleta y distorsionada que a duras penas mantiene aun algunos elementos de verdad heredados de la doctrina católica pero se va degradando conforme se va dividiendo exponencialmente en sectas. Es por eso que sectas más recientes como testigos de Jehová, adventistas o mormones se alejan cada vez más del cristianismo auténtico.

Normalmente recibo también muchas de las consultas de parte de hermanos católicos en ApologeticaCatolica.org, que me escriben para que les ayude a entender el error de tal o cual argumento. Casi siempre ocurre lo mismo: un razonamiento protestante enmascarado bajo la falacia de la falsa disyunción. Pero una vez desenmascarada la falacia, la objeción de desvanece.

Aprendamos a razonar como católicos, para no ser vulnerables a la forma de razonar protestante.

Autor: José Miguel Arráiz

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