Lo que importa es aumentar el grupo y hacer más rentable el “business” (negocio). No interesa la fidelidad a Cristo, a su Evangelio y a su Iglesia. Por eso hay tantas sectas. Es la ley de la demanda y la oferta.
La religión como asunto público
Antiguamente cada pueblo tenía “su” religión. Esto representaba el alma del pueblo y expresaba sus valores más profundos, sus enigmas y aspiraciones. Cualquier atentado contra la religión era considerado como un atentado contra el mismo pueblo y por lo tanto el culpable se hacía merecedor de los más grandes castigos.
En Grecia por ejemplo, el grande filósofo Sócrates fue condenado a muerte por un motivo religioso. Al enseñar a los jóvenes a razonar, los empujaba a “dudar” de ciertas creencias religiosas, lo que le mereció la muerte.
Persecución
Roma de por si se consideraba tolerante en campo religioso hacia todos los pueblos sometidos. Les permitía seguir con sus “dioses”, a condición de que aceptaran la superioridad de la religión romana, en la que la misma Roma era considerada como divinidad suprema.
Cuando el general Pompeyo (63 a.C.) anexó a Roma la provincia de Judea, se presentó el problema religioso, puesto que los judíos se rehusaban a reconocer a otro dios que no fuera Yavé. Sin embargo pronto se solucionó el problema, puesto que de por si los judíos no eran proselitistas, sintiéndose satisfechos por ser solamente ellos el “pueblo elegido”. Por eso Roma con facilidad les permitió que siguieran con sus creencias religiosas, puesto que no representaban ningún peligro para los demás. El problema se hizo grande, cuando apareció el cristianismo, con un ansia misionera incontenible. A Roma le pareció que esto podía representar un serio peligro para el futuro del imperio, puesto que la nueva religión miraba a socavar los mismos cimientos del estado, representados por su
religión. Por eso respondió con una feroz persecución, que duró casi trescientos años con continuos altibajos.
Religión Oficial
Por fin, el año 313 d.C: el emperador Constantino decretó la libertad de culto, al constatar la inutilidad de la persecución, puesto que de todos modos la nueva religión prosperaba cada día más y al darse cuenta de que lograba formar a ciudadanos honestos y laboriosos amantes de la patria y el progreso.
Fue tanto el entusiasmo por hacerse cristiano, que en poco tiempo casi todos los ciudadanos romanos se integraron a la Iglesia, quedando pocos seguidores del antiguo culto. Estos normalmente habitaban en los pueblitos alejados de la civilización. Desde entonces se empezó a utilizar la palabra “pagano” (pagus = aldea) en el sentido de no cristiano.
Teniendo presente esta nueva realidad, pronto el catolicismo fue considerado como religión oficial del imperio. De caes este (476 d.C.) y
surgir los nuevos reinos, que tomaron su lugar, se siguió considerando el catolicismo como religión oficial.
Basándose en la antigua costumbre de considerar la religión como un asunto público y no privado, poco a poco se llegó a formular el siguiente principio jurídico “Cuius regio, eius religio” (= de quien es la región, del mismo es la religión), según el cual, el súbdito estaba obligado a tener la religión del rey. Donde el rey era católico, todos estaban obligados a ser católicos, donde el rey era luterano, todos estaban obligados a ser luteranos; donde el rey era anglicano, todos estaban obligados a ser anglicanos, etc. Para los que no querían obedecer se aplicaba pena de muerte.
Libertad religiosa
En las regiones católicas, normalmente no hubo grandes problemas al respecto. Donde si hubo grandes problemas, fue en los países regidos por reyes protestantes o anglicanos. Siguiendo el principio luterano de la libre interpretación de la Biblia, pronto empezaron a surgir grupos de creyentes inconformes con la religión oficial, provocando una fuerte represión de parte de los gobierno.
Para escapar de la persecución y poder vivir su fe en paz, muchos huyeron a las colonias inglesas de Norteamérica. Estando allí gente que por lo general estaba huyendo de la persecución a causa de su fe, establecieron el principio de la libertad religiosa, que, al independezarse Estados Unidos de Inglaterra, se volvió en ley.
Ya de por si en Europa muchos pensadores estaban luchando en la misma dirección. De esta manera, poco a poco el principio de la libertad religiosa se fue abriendo paso hasta volverse en un principio universal, con raras excepciones, especialmente en campo musulmán.
Explosión de las sectas
Hasta aquí todo parece lógico y positivo. El problema surgió cuando se empezó a considerar la religión como un “negocio” cualquiera, una empresa de tipo comercial, hecha de demanda y oferta, mercadotecnia y búsqueda del “lucro” como elemento determinante.
Ya no importa el sentido de la fidelidad a Cristo, su Evangelio y su Iglesia. Lo que importa es aumentar la membresía, conquistar a la gente a como dé lugar recaudar bienes lo más posible.
Evidentemente en todo el asunto no faltan personas serias, que buscan a Dios sinceramente; sin embargo, la impresión general en que los fundadores y dirigentes de las sectas parecen más empresarios que profetas, más expertos en sicología y en oratoria que en Biblia y ascética.
Regreso a la sagrado
Después del fracaso de las ideologías y el aburrimiento causado por la búsqueda insaciable del placer, estamos asistiendo a un fenómeno general de seguir a lo sagrado y lo espiritual. Sin embargo, dicho regreso no se está realizando por el camino de las iglesias históricas en el apego a lo racional y revelado, sino como respuesta del mismo hombre a su anhelo de seguridad y búsqueda de sentido a la vida, incursionando en todo, desde la Biblia hasta las religiones orientales, el paganismo, el esoterismo, el ocultismo, la gnosis, la sicología, etc.
Por eso, hoy en día el católico tiene que hacerse más crítico hacia el fenómeno religioso, tomando conciencia de los riesgos que implican un acercamiento a dicho fenómeno sin una preparación específica al respecto.
El hecho es que muchos, que al principio parecían muy tolerantes en campo religioso, después de haber adherido ingenuamente a uno de estos nuevos grupos, se volvieron extremadamente sectarios, fanáticos y ferozmente anticatólicos.
¿Qué hubiera pasado si, antes de meterse “a ciegas” en alguno de estos nuevos sistemas religiosos, hubiera conocido algo acerca de la propia Iglesia? Sin duda, no se hubiera dejado convencer tan fácilmente.
Conclusión
Las sectas no son tan buenas como parecen a primera vista o nos quieren dar a entender. En ellas hay de todo: buena fe, búsqueda de sentido a la vida, espiritualidad, superación de ciertas actitudes negativas…, pero al mismo tiempo hay también engaño, explotación, alienación y búsqueda de poder. Por lo tanto se de veras estamos comprometidos con el hombre concreto, no podemos prescindir de un atento análisis de este fenómeno, que bajo el manto de una profunda religiosidad esconde los intereses más variados, a veces totalmente contrarios a los ideales que se proclaman con las palabras.
Autor: P. Flaviano Amatulli Valente