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Hermenéutica Protestante aplicada a la doctrina de la Sola Fides

estudio de la biblia

Recientemente invité a participar en mi foro a Fernando García Sotomayor (un pastor director de un seminario protestante de Barranquilla Colombia). En medio de una de nuestras pláticas en donde no llegábamos a un acuerdo, sugirió que el problema era que debíamos “revisar” nuestra hermenéutica, y tuvo la gentileza de compartirnos algunas de las reglas que utilizan los protestantes.

Regla PRIMERA. Es preciso en cuanto sea posible tomar las palabras en su sentido usual y ordinario esta es una regla sumamente natural y sencilla. Pero téngase muy presente que el sentido usual y ordinario no equivale siempre al sentido literal. Es decir, no siempre debe tomarse al “pie de la letra” especialmente cuando los giros lingüísticos varían de un idioma a otro. 

Regla SEGUNDA. Es del todo preciso tomar las palabras en el sentido que indica el conjunto de la frase. Es decir, se debe tener en cuenta el significado de una palabra a la luz de todas las frases. Por eso es necesario conocer el pensamiento del autor.

Regla TERCERA. Es necesario tomar las palabras en el sentido que indica el contexto, a saber los versículos que preceden y siguen al texto que se estudia. No se puede hacer doctrina con un solo versículo. Es decir se debe tener en cuenta el contexto del texto para no inventar un pretexto.

Regla CUARTA. Es preciso tomar en consideración el propósito del libro para aclarar las palabras o expresiones oscuras de un texto. Para conseguir el propósito de un libro hay que leerlo y estudiarlo con atención repetidas veces, teniendo en cuenta la ocasión y a las personas a las que se escribió originalmente. Leer todo el libro nos proporciona un cuadro general de este, una síntesis del pensamiento del autor.

Regla QUINTA. Es necesario consultar los pasajes paralelos. Los pasajes paralelos son aquellos que tienen relación, o que tratan de un mismo asunto. El buen estudiante de la Biblia debe adquirir conocimientos exactos sobre las doctrinas y las prácticas cristianas. Las cosas espirituales se explican por medio de cosas espirituales. I. Co. 2:13. Un pasaje paralelo junto a otro conforma lo que se llama una cadena temática. Ejemplo, Prov. 16:4; Mat. 10:37; Lc. 14:26; II. Ped. 3:9.

Cuando terminó su explicación aproveché de comentarle que los protestantes no suelen utilizar dichas reglas para definir sus sustentar sus doctrinas fundamentales. No es difícil notar que en su mayoría interpretan la Biblia de acuerdo a las enseñanzas del fundador de su denominación. Esto es completamente normal (nadie de las cosas en estado puro) y explica como los luteranos interpretan al modo de Lutero, los presbiterianos al de Calvino, los metodista al modo de Arminio y Wesley, etc. etc. etc.

Antes de comenzar quiero aclarar que muchos de los principios de hermenéutica bíblica protestante son muy similares a los de la hermenéutica bíblica católica: Interpretar la Biblia en su contexto, en armonía con toda la Biblia, etc, etc, son principios que todos aplicamos. Otros son simplemente descabellados (como la regla primera). La diferencia básica estriba en que bajo los lentes de la reforma, no se admite ningún dogma que el juicio privado de cada creyente no apruebe. Así la última palabra en definición dogmática no reside en el magisterio de la Iglesia sino en lo que cada quien interpreta de la Escritura. Recuerdo haber escuchado comentar a este respecto: “La regla de hermenéutica por excelencia es: Toda interpretación por ser interpretación está bajo sospecha” (Esto incluye echar abajo cualquier dogma si fuese necesario).

Tomaré una doctrina protestante fundamental, aplicaré sus propias reglas de hermenéutica y veremos los resultados.

La doctrina de la Sola Fides o salvación por solamente la fe.

Esta doctrina enseña que el hombre se salva solamente por la fe, las obras no son requeridas en ningún modo para salvarnos. Los protestantes suelen justificarla con pasajes como:

“Porque pensamos que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la ley.” Romanos 3,28 

“Pues habéis sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es un don de Dios; tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe.” Efesios 2,8-9

(Aunque dichos pasajes hablan de la justificación, para la mayoría del protestantismo, el creyente justificado ya está irrevocablemente salvado)

Regla QUINTA. Es necesario consultar los pasajes paralelos. Los pasajes paralelos son aquellos que tienen relación, o que tratan de un mismo asunto. El buen estudiante de la Biblia debe adquirir conocimientos exactos sobre las doctrinas y las prácticas cristianas. Las cosas espirituales se explican por medio de cosas espirituales. I. Co. 2:13. Un pasaje paralelo junto a otro conforma lo que se llama una cadena temática. Ejemplo, Prov. 16:4; Mat. 10:37; Lc. 14:26; II. Ped. 3:9.

Esta regla de hermenéutica protestante es descrita en forma más sencilla por otros protestantes: “el significado doctrinal atribuido al texto debe estar en consonancia no sólo con algunos textos escogidos a capricho, sino con la enseñanza que sobre el mismo punto de doctrina aparece a lo largo de toda la Biblia José M. Martínez, Hermenéutica Bíblica, CLIE, 1984,pág. 217 

Ahora preguntémonos: ¿La doctrina de la Sola Fe está en consonancia con algunos textos escogidos a capricho, o realmente esta doctrina aparece en toda la Escritura y en todos los pasajes paralelos? 

Dice también la Escritura:

“De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga: «Tengo fe», si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarle la fe?  Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario,  y alguno de vosotros les dice: «Idos en paz, calentaos y hartaos», pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve?  Así también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta.  Y al contrario, alguno podrá decir: «¿Tú tienes fe?; pues yo tengo obras. Pruébame tu fe sin obras y yo te probaré por las obras mi fe.  ¿Tú crees que hay un solo Dios? Haces bien. También los demonios lo creen y tiemblan.  ¿Quieres saber tú, insensato, que la fe sin obras es estéril? Abraham nuestro padre ¿no alcanzó la justificación por las obras cuando = ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? =  ¿Ves cómo la fe cooperaba con sus obras y, por las obras, la fe alcanzó su perfección?  Y alcanzó pleno cumplimiento la Escritura que dice: = Creyó Abraham en Dios y le fue reputado como justicia = y fue llamado amigo de Dios.»  Ya veis cómo el hombre es justificado por las obras y no por la fe solamente.  Del mismo modo Rajab, la prostituta, ¿no quedó justificada por las obras dando hospedaje a los mensajeros y haciéndoles marchar por otro camino?  Porque así como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.” Santiago 2,14-26

¿Qué tenemos entonces? Una doctrina protestante creada a base de unos cuantos textos, sin embargo otros textos explícitamente la contradicen: “Ya veis cómo el hombre es justificado por las obras y no por la fe solamente.”. Mientras que ninguno de los textos que proporcionan dicen que el hombre es salvado por la “sola fe”.

Hay muchos más pasajes que contradicen la doctrina protestante, no podemos colocarlos todos, pero unos cuantos bastarán:

Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto.” Juan 15,2 

“Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante del trono; = fueron abiertos unos libros, = y luego se abrió otro libro, que es el de la vida; y los muertos fueron juzgados según lo escrito en los libros, conforme a sus obras. Y el mar devolvió los muertos que guardaba, la Muerte y el Hades devolvieron los muertos que guardaban, y cada uno fue juzgado según sus obras” Apocalipsis 20,12-13

“Porque es necesario que todos nosotros seamos puestos al descubierto ante el tribunal de Cristo, para que cada cual reciba conforme a lo que hizo durante su vida mortal, el bien o el mal.” 2 Corintios 5,10

“Aunque tuviera el don de profecía, y conociera todos los misterios y toda la ciencia; aunque tuviera plenitud de fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, nada soy” 1 Corintios 13,2.

El capítulo 25 de Mateo desde 31 es muy claro también.

Nota: La doctrina católica no enseña que seamos salvados por obras (doctrina pelagiana condenada por el magisterio). Creemos que que la salvación es “por gracia”. Dios nos salva justificándonos gratuitamente por medio de la fe e infundiéndonos el Espíritu Santo que nos mueve a obrar el bien. Sin embargo la gracia no anula el libre albedrío y así los llamados de Dios deben ser respondidos: Creyendo y obrando.

Apliquemos ahora la segunda regla:

Regla SEGUNDA. Es del todo preciso tomar las palabras en el sentido que indica el conjunto de la frase. Es decir, se debe tener en cuenta el significado de una palabra a la luz de todas las frases. Por eso es necesario conocer el pensamiento del autor

He aquí otro punto donde los protestantes omiten dicha regla (el significado de la palabra en el conjunto de la frase). En Romanos 3,28 la palabra que utiliza San Pablo es “obras de la ley”, del griego “ergon nomou” que significa literalmente “obras de la Torah”. Aunque se suele traducir como “obras de la ley”; la exacta traducción es “obras de la Torah”, porque la ley (nomos) de la cual Pablo habla en todas partes en Romanos y Gálatas es la “Ley Mosaica” (Torah; siendo nomos la traducción común de los Setenta del término hebreo “Torah”)

Las obras de las que habla Pablo no son las obras movidas por la fe y la caridad (De las que habla Santiago en el capítulo 2), sino las 613 leyes mosaicas que representaban para los judíos en cuanto a su cumplimiento una forma de “comprar” la salvación.

Esto es confirmado porque en la misma carta a los Romanos San Pablo utiliza el término “obras” (no de la ley) en un sentido diferente (para decirnos que seremos juzgados por ellas)

“…la revelación del justo juicio de Dios, el cual dará a cada cual según sus obrasa los que, por la perseverancia en el bien busquen gloria, honor e inmortalidad: vida eterna;” Romanos 2,5-7

Un análisis completo aquí: Las obras de la ley y la salvación, por James Akin (Ex protestante)

San Pablo ve bien con buenos ojos los que por perseverancia en el bien busquen vida eterna. ¿Se está contradiciendo?, No, veremos aplicando la siguiente regla hermenéutica que nos ha dado el pastor, que no se contradice, sino que en el contexto cuando en Romanos 3,28 él excluye la necesidad de hacer obras de la ley, no está refiriéndose a las obras producto de la fe y caridad, sino a la ley Mosaica.

Apliquemos ahora la tercera regla:

Regla TERCERA. Es necesario tomar las palabras en el sentido que indica el contexto, a saber los versículos que preceden y siguen al texto que se estudia. No se puede hacer doctrina con un solo versículo. Es decir se debe tener en cuenta el contexto del texto para no inventar un pretexto.

Si aplicamos la tercera regla veremos que se confirma lo que concluimos al aplicar la regla 2. El contexto de Romanos y Gálatas se encuentra en pleno conflicto con los judaizantes (narrado en Hechos 15). Estos predicaban que los gentiles tenían que circuncidarse y cumplir el resto de las ordenanzas de la ley de Moisés para salvarse (incluyendo guardar el sábado, las fiestas, los novilundios, abstenerse de comer alimentos declarados impuros en el AT, etc.).

“Bajaron algunos de Judea que enseñaban a los hermanos: «Si no os circuncidáis conforme a la costumbre mosaica, no podéis salvaros.»” Hechos 15,1 

Es aquí donde Pablo dice que no somos justificados por las obras de la ley:

“Porque nada cuenta ni la circuncisión, ni la incircuncisión, sino la creación nueva.” Gálatas 6,15 

“Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión ni la incircuncisión tienen valor, sino solamente la fe que actúa por la caridad.” Gálatas 5,6

En este contexto, San Pablo no está diciendo que las obras motivadas de la fe no son necesarias, sino el cumplimiento cabal de la ley Mosaica como forma de “comprar” de la salvación.

Este contexto es generalmente ignorado por los protestantes, y cuando Pablo se refiere a “obras de la ley” ellos generalizan a todo tipo de obras incluyendo de las que habla Santiago.

Una verdadera aplicación de la hermenéutica en este tema.

Por último veamos ahora lo que la doctrina católica enseña y como si está acorde con toda la relevación, y no con pasajes aislados.

La salvación es una gracia de Dios que recibimos al momento de creer. Gracia significa “don”, “regalo”. El hombre en su estado caído no podía salvarse a sí mismo, no había obra que él pudiera hacer para rescatarse.

Pues habéis sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es un don de Dios; tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe.” Efesios 2,8-9 

Es Dios quien tiene la iniciativa de salir al encuentro con el hombre, por puro amor y bondad y no por algún merecimiento del hombre. Así Dios infunde su gracia de forma completamente inmerecida. Esta gracia le mueve (motiva, impulsa) a CREER y luego a OBRAR.

Dios también ha dado al hombre otro don, que es el libre albedrío, posibilidad de elegir. Para que este don sea realmente del hombre, el tiene que poder ejercerlo, con todas las consecuencias que puede implicar.

“Mira, yo pongo hoy ante ti vida y felicidad, muerte y desgracia. Si escuchas los mandamientos de Yahveh tu Dios que yo te prescribo hoy, si amas a Yahveh tu Dios, si sigues sus caminos y guardas sus mandamientos, preceptos y normas, vivirás y multiplicarás… Escoge la vida, para que vivas, tú y tu descendencia” Deuteronomio 30,15-16.19 

“Mira que estoy a la puerta y llamosi alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo.” Apocalipsis3,20

Así cuando Dios infunde su gracia al hombre, el hombre es libre de dejarse o no mover por la gracia. (Abrir o dejar cerradas las puertas de su corazón).

Al momento de la justificación, el hombre se deja mover cuando cree, o se resiste cuando no cree

 El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará.” Marcos 16,16

“Así pues, queridos míos, de la misma manera que habéis obedecido siempre, no sólo cuando estaba presente sino mucho más ahora que estoy ausente, trabajad con temor y temblor por vuestra salvación, pues Dios es quien obra en vosotros el querer y el obrar, como bien le parece.” Filipenses 2,12-13 

Algo que se debe tener claro, es que Dios da su gracia a todos los hombres, y quiere realmente que cada hombre se salve y lleguen al conocimiento pleno de la verdad.

“Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad.” 1 Timoteo 2,3-4 

La diferencia entre el hombre que decide creer y no creer, no reside en que Dios quiso o no quiso conceder el don de la fe a este hombre, porque esto implicaría que lo predestinó a condenarse o a salvarse, sino que este hombre haciendo ejercicio de su libertad aceptó o rechazó la gracia.

Una vez el hombre justificado, no solo le es imputada la justicia de Cristo sino que es realmente “hecho justo“, (regenerado realmente en su interior), es nueva criatura.

“Por tanto, el que está en Cristo, es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo.” 2 Corintios 5,17

En este sentido el Espíritu Santo comienza la obra de renovación que no es meramente un legalismo donde al hombre se le declara justo pero sigue siendo pecador, sino que el hombre se va volviendo realmente justo. Esto llamamos santificación.

Porque esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación; que os alejéis de la fornicación, que cada uno de vosotros sepa poseer su cuerpo con santidad y honor,” 1 Tesalonicenses 4,3-4 

“Teniendo, pues, estas promesas, queridos míos, purifiquémonos de toda mancha de la carne y del espíritu, consumando la santificación en el temor de Dios.” 2 Corintios 7,1

 Procurad la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.” Hebreos 12,14

En este momento, en y posterior a la justificación, también el hombre sigue teniendo libertad de elegir y puede rechazar la gracia tanto como hacerla fructificar. Esto es lo que explica la parábola de la vid, ramas que de permanecer unidas a Cristo producen fruto. Unas más, otras menos, otras pueden incluso no producirlos y son cortadas.

Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto” Juan 15,2.

Es un error pensar que estas ramas nunca estuvieron unidas a la vid (Cristo) por el hecho de haber dejado de producir fruto y haber sido cortadas. (No podría ser cortada una rama que no estuvo unida al árbol y no podría ser llamado al creyente a “permanecer” en Cristo sino estuvo unido a Él). El creyente pudo haber estado unido a Cristo, pero por el ejercicio de su libre albedrío puede apartarse rechazando la gracia:

 Y como cooperadores suyos que somos, os exhortamos a que no recibáis en vano la gracia de Dios.” 2 Corintios 6,1

 “Pues más les hubiera valido no haber conocido el camino de la justicia que, una vez conocido, volverse atrás del  santo precepto que le fue transmitido. Les ha sucedido lo de aquel proverbio tan cierto: = «el perro vuelve a su vómito» = y «la puerca lavada, a revolcarse en el cieno».” 2 Pedro 2,21-22

Esta colaboración de la libertad con la gracia, definido como el ejercicio del libre albedrío de la persona, y que se traduce en el “obrar” es un requisito indispensable para que el hombre se salve. El hombre debe obrar conforme a la gracia recibida, no solamente creyendo sino luego de creyendo, obrando y obedeciendo.

“y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen,” Hebreos 5,9 

“«No todo el que me diga: “Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial.” Mateo 7,21

Teniendo en cuenta que la colaboración del hombre con la gracia es indispensable en todo momento, es un error decir que la salvación ocurre sin intervención humana, más bien es correcto decir que la salvación es enteramente de Dios y a la vez enteramente nuestra, o mejor aún “de Dios a través del hombre” En este sentido decía San Agustín: “El Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti“:

Esta colaboración del hombre con la gracia no puede ser desestimada, no podemos tampoco hacer la afirmación de que si el hombre tiene fe, seguramente producirá buenas obras, porque esta afirmación excluye la posibilidad del ejercicio pleno del libre albedrío.

Imaginemos que tenemos una ecuación de dos variables, hacer la afirmación anterior equivale a cambiar la variable por una constante, y resolver la formula dando valores a la variable restante. El problema de esto, es que se tiene solo parte de la verdad, y se cae en errores.

Un ejemplo de estos errores son visibles entre los protestantes calvinistas y jansenistas. Ellos al entender que el hombre que tiene fe “siempre” produce obras (excluyendo la libertad de elegir), han concluido que como es Dios quien da el don de la fe, entonces es Dios quien predestina a un hombre para salvarse o condenarse, y el hombre no puede hacer nada al respecto. Han terminado cambiando a un Dios que quiere que todos se salven, por un Dios que quiere que algunos se condenen y los crea para tal cruel destino.

Por último, una vez entendiendo que la salvación es producto de obra de Dios y nosotros somos colaboradores secundarios, podemos entender que debemos colaborar al momento de Creer (Fe) y al momento de ejercer el libre albedrío fructificando la fe (obras) y por eso, la fe sola no salva, sino la fe que produce obras, o lo que los católicos llamamos fe y obras. Debemos elegir creer y luego en cada momento elegir obrar conforme a la fe. Todo esto en pleno uso de nuestra libertad.

Esto está en perfecta consonancia con el evangelio, donde las obras no son una moneda de pago donde se compra la salvación al estilo judaico, y por eso Pablo rechaza la doctrina de salvación por obras de la ley, sino que explica perfectamente cual es el papel de las obras. Las obras son un SI a la iniciativa de Dios de salvarnos por pura gracia.

Es posible entender entonces porqué en el juicio todos seremos juzgados por obras, porque por medio de nuestras obras se verá si realmente dijimos si a la gracia de Dios, creyendo y obrando.

Autor: José Miguel Arráiz

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