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Respuesta a Alejandro Bermúdez: De donde ha venido la castigo-fobia

Cardenal Ratzinger

En mis últimos artículos he estado tratando el tema del castigo, específicamente cómo la idea de que Dios no castiga nunca ha ido infiltrándose en el pueblo católico al punto que es frecuentemente escuchada en predicaciones, homilías inclusive de gente muy preparada. Pero ¿de dónde ha venido esta alergia a la palabra “castigo” o lo que dicha palabra significa, incluso entre gente muy buena y bien formada? El Papa Benedicto XVI dio un lúcido diagnóstico que nos lo puede clarificar:

“Me comentó algo muy interesante el arzobispo de Dublín. Dijo que el derecho penal eclesial funcionó hasta los últimos años de la década de 1950, que si bien no había sido perfecto -mucho hay en ello para criticar-, se lo aplicaba. Pero desde mediados de la década de 1960 dejó simplemente de aplicarse. Imperaba la conciencia de que la Iglesia no debía ser más Iglesia del derecho, sino Iglesia del amor, que no debía castigar. Así, se perdió la conciencia de que el castigo puede ser un acto de amor.

Continuó el Cardenal Ratzinger:

En ese entonces se dio también entre gente muy buena una peculiar ofuscación del pensamiento. Hoy tenemos que aprender de nuevo que el amor al pecador y al damnificado está en su recto equilibrio mediante un castigo al pecador aplicado de forma posible y adecuada. En tal sentido ha habido en el pasado una transformación de la conciencia a través de la cual se ha producido un oscurecimiento del derecho y de la necesidad de castigo, en última instancia también un estrechamiento del concepto de amor, que no es, precisamente, sólo simpatía y amabilidad, sino que se encuentra en la verdad, y de la verdad forma parte también el tener que castigar a aquel que ha pecado contra el verdadero amor

Benedicto XVI, Luz del mundo, Herder 2010, p. 16-17

De esta manera se ha querido erradicar tanto la idea de un Dios que pueda castigar si así lo decide, como la imagen de una Iglesia que castiga con las penas medicinales a quien así lo amerita. Sencillamente, no resulta políticamente correcto hablar del castigo divino hoy en día.

¿Es acaso un problema de semántica?

Así que para cerrar este hilo de reflexiones, quiero abordar con más detalle el problema de la terminología, pues algunas de las personas que he escuchado opinar sobre este tema, me han dicho que quizá se trata todo de un problema de semántica. Que probablemente estamos todos diciendo lo mismo con distintas palabras.

Benedicto XVIY es que ¿no es mejor enseñar solo que Dios “corrige” sin utilizar la palabra “castigo” y así evitar el riesgo de que personas poco formadas se hagan la idea de un Dios “castigador” y “vengativo”? ¿No es más conveniente presentar un Dios “buena onda” que por ser pura misericordia jamás nos va a castigar? ¿Una palabra más “suave” que diga esencialmente lo mismo quizá podría ayudar, piensan algunos?

Pues bien, en mi opinión no se trata sólo de un problema de terminología, sino de una mala comprensión de la doctrina católica, que se manifiesta en una incapacidad de entender la justicia divina a la luz de su misericordia, pero antes de ir a ello, repasemos brevemente el significado de la palabra “castigo”.

Clarificando una vez más el significado de la palabra “castigo”

En mi primer comentario decía que las cuestiones terminológicas son de segundo orden con respecto a las cuestiones de fondo o de contenido y porque cada uno tiene derecho a elegir su propia terminología, dentro de ciertos límites. Pero…¿Es conveniente que en este caso cada quien use su propia terminología? Sabemos que un “castigo” es simplemente la “pena que se impone a quien ha cometido un delito o falta.” (Diccionario de la Real Academia Española), si alguien desea llamarle corrección, quizá no haya problema. Ahora señalaré porqué pienso que esto no es conveniente:

1) Si bien el castigo puede tener carácter correctivo, como es el castigo temporal, también tiene un carácter vindicativo, pues busca además la conversión del pecador y expiar la ofensa inferida a Dios y restaurar el orden moral perturbado por el pecado. Por lo tanto, es correcto decir que la palabra “castigo” no es sinónimo de “corrección”, aunque puede comprenderlo. El castigo puede tener solo carácter vindicativo, como es el caso del castigo eterno o la condenación.

2) El pueblo de Dios siempre ha entendido el castigo divino en este sentido, comprendiendo a la vez su carácter correctivo como vindicativo, ya sea tanto en el Antiguo Testamento, como en el Nuevo, así como en la Iglesia primitiva, los escritos de los Santos y Padres de la Iglesia y el Magisterio. Nunca se debe dejar de predicar la verdad aunque no sea lo políticamente correcto ¿Qué entenderá un fiel que lea las obras de los santos y encuentren que se habla nítidamente de la noción de que Dios puede castigar y vean que ahora se propaga la doctrina contraria? ¿No es mejor enseñar la verdad conforme a las Escrituras y la Tradición, de manera que los fieles puedan comprender rectamente que la justicia divina no entra en conflicto con su misericordia? ¿No dice acaso la Biblia que “el Señor castiga a quien ama y azota a los hijos que reconoce” (Hebreos 12,6)?

3) Es un error asumir que ha habido un “desarrollo” de la doctrina cristiana cambiando la posición de la Iglesia en este punto. En primer lugar, se ha de recordar que la doctrina se desarrolla siempre en el mismo sentido y no de manera transformista. En segundo, no hay nada en el Magisterio que permita inferir o sospechar esto. Todo lo contrario, si quienes afirman que Dios no castiga pudieran citar un solo documento magisterial donde se afirme tal cosa, ya lo hubiesen hecho y no hubiesen tenido que echar mano de citas parafraseadas en las que ni siquiera aparece la palabra “castigo”. No resulta difícil encontrar muchas referencias explícitas del Magisterio, incluyendo Concilios Ecuménicos, diciendo lo contrario, tal como se evidenció en las entregas anteriores.

Aclaratorias pertinentes

Por último, quiero aclarar un punto desagradable. Me he enterado por las redes sociales que Alejandro Bermúdez ha reaccionado de manera negativa a mi corrección y ha entendido que les he acusado a él y a nuestro hermano Frank Morera de ser “herejes” o de que están en contra de la doctrina católica. Aprovecho de aclararle que esto no es cierto. He señalado que están equivocados en este punto, y que por su relevancia en los medios de comunicación, esto hace que su error afecte a más personas, pero para ser hereje se necesitan ciertos elementos que él seguramente conoce tan bien como yo y no me corresponde hacer ese tipo de juicios. Este problema trasciende por mucho el error puntual que puedan cometer dos comunicadores católicos, se trata de un error que se encuentra en la predicación inclusive de sacerdotes (sin ir muy lejos, mi propia hermana en la Santa Misa de hoy, escuchó al sacerdote en la homilía, predicar que Dios no castiga)

Mi exhortación es que enseñemos la doctrina católica tal como la Escritura, el Magisterio y la Tradición la han enseñado siempre, no cayendo en la tentación de ceder a lo políticamente correcto, o de aferrarnos a una idea de moda que como ha dicho Benedicto XVI, aunque se encuentre entre gente muy buena, no es sino una “peculiar ofuscación del pensamiento” que ha “perdido la conciencia de que el castigo puede ser un acto de amor

Extractos del libro: ¿Dios castiga?: Un debate entre hermanos católicos para comprender mejor nuestra fe

Autor: José Miguel Arráiz

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