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Observaciones al libro de Alejandro Bermúdez: Dios no castiga

Dios no Castiga

Aunque más de una vez había dado por finalizado el tema, pues consideraba que todos los argumentos importantes habían sido analizados, he querido hacer un último post por varias razones.

En primer lugar, porque no puedo perder la ocasión de compartir otro libro digital del tema titulado “Dios perdona pero también castiga”, que ha escrito mi amigo y hermano en la fe Adrián “Un Católico” Ferreira, quien dirige el sitio Web de apologética UnCatolico.com. Le ha quedado estupendo, y todo está magníficamente documentado. De corazón le felicito.

En segundo lugar, porque algunos lectores me han pedido que escriba una entrega más para analizar el nuevo libro de Alejandro Bermúdez. En un comienzo pensé que no iba a ser necesario, dado que si se iba a limitar a recopilar lo que había venido exponiendo en sus programas en audio, no habría realmente nada que agregar, pero luego de examinarlo cuidadosamente me encuentro que no ha sido así, por lo que me da oportunidad de ahondar un poco más en el tema, y a la vez comentar mis impresiones finales, en un debate que estoy seguro de que aunque ha sido largo, será para bien de muchos católicos.

Impresiones iniciales

Un primer problema que encontré a lo largo de todo el libro de Alejandro es el recurso continuo a argumentos falaces. Por ejemplo, identifica a quienes defienden la posición contraria como cercanos al “tradicionalismo” (ad hominem), desfigura su posición como “defensores de la imagen de un Dios castigador” (muñeco de paja), y los acusa de haber señalado a quienes sostienen una posición contraria a la nuestra como “traidores” a la Iglesia (falsedad). A lo largo del resto del libro suma muchas otras falacias (falsa autoridaddialéctica de los contrarios, etc.). El problema es que gran parte de su audiencia no podrá detectar el uso de estos recursos falaces, debido a que él no identifica quien sostiene los argumentos contrarios, ni donde puede leerlos de primera mano. No me menciona por ejemplo a mí ni a mi sitio Web, así como tampoco a Infocatólica. Si bien no falta aquel oyente o lector promedio con suficiente iniciativa para indagarlo por él mismo, la gran mayoría se queda simplemente con la versión que Alejandro les da, y no tendrían de entrada razones para dudar, porque ya sabemos que es él un periodista católico con mucho prestigio y con un gran poder de difusión dentro de la Iglesia Católica.

Aclaraciones

Es aquí que es importante aclarar en primer lugar que no somos tradicionalistas, o por lo menos no lo somos quienes hemos tenido mayor protagonismo en este debate. No lo soy yo (los tradicionalistas que me leen y conocen pueden dar testimonio de ello), como tampoco es tradicionalista nuestro director en Infocatólica Luis Fernando Pérez, ni nuestro editor el sacerdote y doctor en teología José María Iraburu. Mucho menos aquellos otros sacerdotes y teólogos que han participado puntualmente en el debate para expresar su acuerdo con nuestros argumentos, entre ellos Mons. Miguel Antonio Barriola, miembro por dos quinquenios de la Pontificia Comisión Bíblica y prelado de honor del Papa, o Fray Nelson Medina reconocido predicador internacional (No menciono aquí a todos los sacerdotes que por vía privada me han dicho que están de acuerdo con lo aquí expuesto, sino sólo a quienes lo han hecho públicamente).

Pero si realmente los que sostienen nuestra posición son “tradicionalistas” Alejandro debe explicar si considera también tradicionalista el Bendicional de la liturgia romana, producto de la reforma litúrgica que incluye entre sus oraciones:

“Oremos. Escucha, Señor, nuestras súplicas y, ya que somos castigados por nuestros pecados, y padecemos la desgracia de las calamidades naturales, líbranos de estos males, para gloria de tu Nombre, y preserva a nuestros términos de toda adversidad, para que lo que nazca en ellos sirva a tu majestad y remedie nuestras necesidades. Por Jesucristo, nuestro Señor. R/. Amén”

O si también pueden etiquetarse como “tradicionalistas” los Papas que han sostenido una y otra vez que Dios puede castigar y que de hecho lo hace, entre ellos Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI, y antes de ser Papa, el Cardenal Jorge Bergoglio.

Tampoco hemos sostenido que los que defienden la posición contraria son “traidores a la Iglesia”. Citamos sí a Benedicto XVI quien dio un diagnóstico muy lúcido respecto a donde se ha originado este error que él califica como un “estrechamiento del concepto de amor”. Me permito citarlo nuevamente para subrayar en negrita algunos puntos importantes:

“Me comentó algo muy interesante el arzobispo de Dublín. Dijo que el derecho penal eclesial funcionó hasta los últimos años de la década de 1950, que si bien no había sido perfecto -mucho hay en ello para criticar-, se lo aplicaba. Pero desde mediados de la década de 1960 dejó simplemente de aplicarse. Imperaba la conciencia de que la Iglesia no debía ser más Iglesia del derecho, sino Iglesia del amor, que no debía castigar. Así, se perdió la conciencia de que el castigo puede ser un acto de amor.

En ese entonces se dio también entre gente muy buena una peculiar ofuscación del pensamiento . Hoy tenemos que aprender de nuevo que el amor al pecador y al damnificado está en su recto equilibrio mediante un castigo al pecador aplicado de forma posible y adecuada. En tal sentido ha habido en el pasado una transformación de la conciencia a través de la cual se ha producido un oscurecimiento del derecho y de la necesidad de castigo, en última instancia también un estrechamiento del concepto de amor, que no es, precisamente, sólo simpatía y amabilidad, sino que se encuentra en la verdad, y de la verdad forma parte también el tener que castigar a aquel que ha pecado contra el verdadero amor”
Benedicto XVI, Luz del mundo, Herder 2010, p. 16-17

Obsérvese que si hemos citado a Benedicto XVI es precisamente porque compartimos su opinión respecto a que este error se ha producido entre quienes él identifica como gente muy buena” . No hace falta aclarar que no es lo mismo ser “gente muy buena” a ser gente “traidora” e “ignorante”. Desde el principio he venido diciendo que no considero a Alejandro ni a quienes sostienen su posición ni como “traidores”, ni como “herejes”, sino como personas que se han equivocado en un punto importante en la doctrina católica, y un punto que sí, llevado a sus últimas consecuencias, conduce a la herejía.

Dios “castigador” versus Dios “todo amor”

En su defensa de la imagen del Dios “todo amor” que no castiga, Alejandro nos endosa la defensa de un Dios “castigador”. Así, como él defiende que Dios no castiga “nunca”, nos pretende endosar que decimos que Dios castiga “siempre”. Pero eso no es lo que sostenemos. No decimos que Dios aplique una justicia meramente conmutativa (lo aclaramos en nuestra segunda entrega) sino que su justicia es distributiva, por tanto remunerativa y vindicativa. Esto es simple y llanamente la doctrina católica que puede encontrar en cualquier tratado de teología que enseña “que Dios es un juez justo, que premia el bien y castiga el mal” (Juan Pablo II, Salvífici Doloris 10).

Memé Dios no castiga

Y he aquí que Alejandro cae siempre en lo que hemos identificado como la falacia de la dialéctica de los contrarios en la que presenta de manera excluyentes conceptos que son perfectamente complementarios. El mejor ejemplo lo dio él mismo cuando el día de ayer publicó a través de las redes sociales un “meme” bastante simpático en el cual se aprecia al Rey Leónidas de Esparta gritando furioso “¡Dios castiga!”, luego reflexiona en el hecho de que Dios es “todo amor”, para al final retractarse y decir que “Dios no castiga”. Más allá del toque humorístico que seguro se traducirá en muchos “me gusta” en su Facebook, resume muy bien el error de fondo en su “razonamiento teológico”, que ignora lo que ya había dicho el Papa Juan Pablo II respecto a que El amor paterno de Dios no excluye el castigo, aunque éste se ha de entender dentro de una justicia misericordiosa que restablece el orden violado en función del bien mismo del hombre (Juan Pablo II, Audiencia del Miércoles, 29 de Setiembre 1999). Tan seguro que la misericordia y la justicia divina no están reñidas, que el propio Juan Pablo II llegó a titular una de sus catequesis como “Dios castiga Y salva”. No es pues que Dios salve “O” castigue, sino que el mismo Dios que “salva” también “castiga”, tal como dice la Biblia Porque el Señor al que ama, le castiga; y a cualquiera que recibe por hijo suyo, le azota y le prueba con adversidades.” (Hebreos 12,5) (Y me disculpan que cite la palabra de Dios, ya que se ha visto que el hacerlo nos expone a que lo califiquen a uno de “protestante”, lo que faltaba)

Hay una audiencia del Papa Juan Pablo I muy interesante, porque precisamente nos habla de que hay verdades de fe agradables y otras que nos resultan molestas, pero que no debemos sesgar la doctrina cristiana ni hacer criba quedándonos sólo con lo que no nos resulten duras. Y a este respecto precisamente dice que el sostener que Dios castiga es una de esas verdades impopulares, pero ciertamente una verdad de fe:

“Un gran obispo francés, Dupanloup, solía decir a los rectores de seminarios: Con los futuros sacerdotes sed un padre, sed una madre. Esto agrada. En cambio ante otras verdades, sentimos dificultad. Dios debe castigarme si me obstino; me sigue, me suplica que me convierta, y yo le digo: ¡no!; y así casi le obligo yo mismo a castigarme. ESTO NO GUSTA, PERO ES VERDAD DE FE.”

Juan Pablo I, Audiencia 13 de Septiembre de 1978

También hay que decir que este error había aparecido en otros tiempos en la historia temprana de la Iglesia. Y es que ya en la Iglesia primitiva, San Ireneo, uno de los más grandes padres de la Iglesia de todos los tiempos, discípulo de San Policarpo quien a su vez fue discípulo directo del apóstol San Juan lo había denunciado en su célebre manual contra todas las herejías:

Otro error consistió en arrancar al Padre el juicio y el castigo, pensando que ese poder es impropio de Dios. Por eso imaginaron haber encontrado a un Dios “bueno y sin ira”, así como a otro Dios “cuyo oficio es juzgar” y “otro para salvar”. Esos pobres no se dieron cuenta de que a uno y a otro lo privan de la sabiduría y de la justicia. Pues, si el juez no fuera al mismo tiempo bueno, ¿cómo daría a premio a quienes lo merecen y reprenderá a quienes lo necesitan? Un juez de este tipo no sería ni sabio ni justo. Y si fuese un Dios bueno y únicamente bueno, pero sin juicio para juzgar quiénes merecen esa bondad, un tal Dios no sería ni justo ni bueno, pues su bondad sería impotente; ni podría ser salvador universal si carece de discernimiento.

Marción por su parte, al partir a Dios en dos, a los cuales llamó al primero “bueno” y al segundo “justo”, acabó matando a Dios desde las dos partes. Porque si el Dios “justo” no es a la vez “bueno”, tampoco puede ser Dios aquel a quien le falta la bondad; y por otra parte, si es “bueno” pero no “justo”, del mismo modo sufriría que le arrebataran el ser Dios.”
San Ireneo de Lyon, Contra todas las herejías, Libro III, 25, 2-3

Observen que no deja de ser impresionante la similitud entre el error de Alejandro Bermúdez y del que entonces condenaba San Ireneo, y no es casualidad que en sus programas en audio, él recurra al mismo razonamiento que en aquella época utilizaba Marción, al alegar que el Dios del Antiguo Testamento sí era un Dios “castigador”, mientras el del Nuevo un Dios “misericordioso” que no castiga nunca. San Ireneo y muchos otros padres combatieron este error enseñando que tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Dios es justo y también misericordioso.

Entienda pues Alejandro, que no es que defendemos la imagen de un Dios “castigador”, lo que rechazamos es la imagen que presenta de un Dios que no castiga “nunca”. El hecho de que usted defienda la imagen de un Dios “sólo amor” no quiere decir que nosotros defendamos la imagen de un Dios “sólo justicia”.

Reconocimientos importantes

Pero más allá de todo esto están algunos reconocimientos importantes que hace el propio Alejandro en su nuevo E-book que es oportuno comentar. Veamos todo lo que ahora reconoce, pero antes negaba. Escribe Alejandro Bermúdez:

La idea de que Dios “castiga” ¿Está presente en las Sagradas Escrituras, incluyendo en Nuevo Testamento? Sí, sin duda.

¿Pero resuelve esto el tema de la pregunta sobre si Dios verdaderamente castiga o no? La respuesta es NO. La respuesta afirmativa sólo podría provenir de una interpretación completamente protestante de las Escrituras, es decir prescindiendo de la alegoría, la metáfora y de las herramientas exegéticas fundamentales.”

Reconocimiento importante porque hemos de recordar que en sus primeros podcast había sostenido enfáticamente que la noción de que Dios pueda castigar se reducía sólo al Antiguo Testamento y afirmó que en todo el Nuevo Testamento no aparecía dicha noción en absolutamente ninguna parte[1]. Como vemos ahora no es así y ya admite que también en el Nuevo Testamento se afirma que Dios castiga ¿Qué es de manera puramente metafórica o alegórica? Que lo decida el lector, pero dudo que así lo haya entendido Zacarías cuando perdió la voz por nueve meses por haber dudado del mensajero divino (Lucas 1,19-20), o Herodes cuando enfermó por blasfemar (Hechos 12,21-23), tampoco Ananías y Safira (Hechos 5,1-10) cuando murieron por burlarse del Espíritu Santo, mucho menos los cristianos que enfermaban al profanar la Sagrada Eucaristía (1 Corintios 11,29-30). A este respecto sugiero humildemente a Alejandro estudiar que realmente puede considerarse alegórico o metafórico en la Sagrada Escritura, porque es evidente que el que no lo sabe es él.

Continúa Alejandro:

Que Dios castiga ¿Es algo afirmado por concilios, papas, santos y hasta la misma Virgen María en las apariciones “aprobadas” por la Iglesia? La respuesta es sí. Los partidarios de la visión de un Dios castigador han acumulado un largo elenco de citas, con la convicción –disparatada, por lo demás, desde el punto de vista apologético- de que a más citas acumuladas, más sólido es su argumento.”

Otro importante reconocimiento, ya que en su serie previa de programas, Alejandro se había limitado a reconocer que los Concilios, los Papas y santos, e incluso la propia virgen María y nuestro Señor en sus revelaciones privadas aprobadas por la Iglesia habían hablado de alguna “relación” entre Dios y el castigo. Ahora aunque no admite nuestro punto de vista, por lo menos reconoce lo que hemos venido diciendo, que no es un lejano vinculo que en el magisterio se establece entre Dios y el castigo, sino que explícitamente se afirma que DIOS SI CASTIGA, repito, afirmación que él mismo reconoce se encuentra de manera abundantísima en Concilios Ecuménicos, Magisterio de los Papas, Santos e inclusive revelaciones privadas.

Sin embargo en la siguiente admisión si se queda muy corto cuando reconoce:

“Es verdad que la afirmación contraria “Dios no castiga”, como cita textual, es escasa en el cuerpo doctrinal de la Iglesia. En una “guerra de citas”, la posición teológica correcta no va a ganar.”

Y digo que se queda corto, porque no es cierto que la afirmación contraria “Dios no castiga” es “escasa” en el cuerpo doctrinal de la Iglesia. No, no es que es escasa, sino que NO EXISTE incluido el Magisterio ordinario y extraordinario. Invito a que el lector revise todas y cada unas de las aportaciones de Alejandro, comenzando desde sus podcast en audio hasta su último E-book digital, para ver que no ha podido citar ninguna fuente magisterial, tratado de teología, etc. que afirme que Dios no castiga nunca. Y tan es así que si ese fuera el caso, no hubiese tenido que completar su libro digital con solamente:

1) Dos artículos que no son magisterio de dos teólogos en el cual ellos mismos reconocen que no discuten el hecho de que Dios castigue, sino si Dios pudo castigar con una catástrofe natural a inocentes junto con los culpables.

2) Una única cita del Cardenal Ratzinger antes de ser Papa en una entrevista a la prensa luego de los ataques terroristas del 11 de Septiembre, y en la que no niega que Dios castiga, sino que explica de manera muy general y no teológica que los pecados nos atraen penas ontológicas, esto es, consecuencias de nuestras propias acciones.

Teniendo todo esto en cuenta, no es sensato que Alejandro pretenda sostener que su posición es “teológicamente más segura y cierta que la contraria” , pretendiendo que creamos de buena fe algo que no sólo está ausente sino contradicho explícitamente por el Magisterio ordinario y extraordinario de la Iglesia. Intentar justificar esto en base a una supuesta “razón teológica” que se reduce a un razonamiento que puede ser resumido en un simple “meme” con Leonidas gritando que “Dios no castiga porque es todo amor”. En pocas palabras, pide que creamos que aunque la Biblia (palabra de Dios), el Magisterio, los Papas, los Santos y hasta la Virgen y Jesús en sus revelaciones privadas enseñan una cosa, debemos entender exactamente lo contrario, esto es, que Dios no castiga nunca, y todo esto, sólo porque “Dios es todo amor”. ¿De verdad alguien cree que esto es un “razonamiento teológico” serio y coherente?

Conclusiones

Ya con esto considero que he analizado todas las objeciones importantes[2]. Ahora sí creo que doy por finalizado este debate (aunque no prometo nada). Los lectores tienen en sus manos suficientes herramientas para juzgar los argumentos a favor y en contra y sacar sus propias conclusiones. Ya saben que arriba he colocado los enlaces a los tres libros digitales, tanto de Alejandro Bermúdez, como el mio y el de Adrián Ferreira, de manera que tengan acceso a toda la información. Sólo tiene que hacer clic sobre las imágenes.

Les recuerdo por último que como católicos debemos permanecer firmes a la enseñanza del Magisterio para que “no seamos ya niños, llevados a la deriva y zarandeados por cualquier viento de doctrina” (Efesios 4,14). De verdad espero que hayan aprendido mucho en este debate, yo estoy seguro de que por lo menos yo lo he hecho. Dios les bendiga.

Extractos del libro: ¿Dios castiga?: Un debate entre hermanos católicos para comprender mejor nuestra fe

Autor: José Miguel Arráiz

NOTAS

[1] Había dicho Alejandro Bermúdez textualmente: “En el Nuevo están los 27 libros que incluyen los cuatro evangelios, los hechos de los apóstoles, las cartas de San Pablo, la carta a los hebreos, la carta de Santiago, Primera de Juan, Segunda de Juan, la carta de Judas, el Apocalipsis. En ninguno de ellos se habla del castigo fuera de la pena final.”

[2] No volveré aquí sobre la afirmación de Alejandro Bermúdez respecto a que la Salvífici Dolores la hemos citado fuera de contexto, porque esto ya fue aclarado en la entrega anterior. En el texto se ve meridianamente claro que lo que sostiene el Papa es que no todo sufrimiento es castigo, pero que el sufrimiento cuando está unido a la culpa tiene carácter de castigo, y también explícitamente afirma que Dios es justo, premia el bien y castiga el mal.

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