Según cuenta la película “Piratas de Silicon Valley”, cuando Apple comenzó a diseñar el primer sistema operativo en modo gráfico (muy superior hasta el entonces reinante MS-DOS) el fundador de Microsoft, Bill Gates, engañó a Steve Jobs, fundador de Apple, para que le pusiera a su disposición prototipos de sus nuevos ordenadores. Le había dicho que quería crear aplicaciones para su nuevo sistema operativo, pero lo que hizo fue copiarlo dando a luz al conocido “Windows”.
Cuando Steve Jobs vio que salían al mercado ordenadores compatibles con IBM precargados con Windows, un pseudo-sistema operativo que copiaba al calco casi todas sus funcionalidades, como el uso del ratón, ventanas, etc., se sintió traicionado, y luego de todos los reclamos que le hizo a Gates al final le espetó —Sabes que somos mejores—, a lo que este lacónicamente respondió —Es que tu no entiendes. ¡ESO NO IMPORTA!—, haciendo referencia a que sus productos aunque de inferior calidad pero más económicos y accesibles terminarían imponiéndose.
Posteriormente Steve Jobs cayó en desgracia cuando el nuevo presidente de Apple, John Sculley le relegó de sus funciones como líder de la división de Macintosh, y Jobs terminó abandonando la compañía que él mismo había fundado.
Apple se quedó sin su genio en la botella y comenzó a decaer. Para tratar de salvarse comenzó a intentar parecerse a las empresas rivales ahora más exitosas como la propia Microsoft. Luego de varios años y a punto de quebrar, vuelve Jobs —que había triunfado con Pixar— y comenzó a levantar Apple de las cenizas recuperando su esencia y dejando de querer imitar a quienes en sus comienzos fueron sus imitadores.
—¡No somos Microsoft! ¡Somos Apple!— Decía cuando veía la línea de productos que en ese entonces Apple desarrollaba y que no era fiel a su visión de productos más costosos pero de superior calidad. Es así, cuando Apple recuperó su esencia que apareció el iPod, el iTunes, el iPad, el iPhone, y la otrora empresa gloriosa, volvió a serlo.
Yo, aunque tengo una relación de amor-odio con estos productos, reconozco que tienen una enorme calidad y de hecho mis hijas todavía hacen sus labores con un iPad de la primera generación.
Una historia similar
Cuando recuerdo esta historia y a la vez la historia de la Iglesia Católica y el protestantismo me viene una sensación de Déjà vu. ¿Cómo es esto? Porque salvando las distancias hay ciertas semejanzas con el mundo empresarial.
Es la Iglesia Católica, única fundada por Cristo, quien nos ha ofrecido el “producto original”, del que el protestantismo hizo una “copia” de inferior calidad que adaptó e hizo accesible a todos los gustos a través de sus múltiples divisiones denominacionales que abarcan distintos “segmentos de mercado”.
—Si quieres, por ejemplo, ganar mucho dinero, el protestantismo tiene denominaciones que te ofrecen la promesa de alcanzarlo a través de la “teología de la prosperidad”.
—Si quieres ser exitoso en la vida, hay denominaciones y pastores de mega-iglesias que te ofrecen eso. Miles de publicaciones de predicadores como Dante Gebel, Cash Luna, etc. inundan el mercado con sus libros y vídeos que se centran en lograr ese objetivo.
—Si lo que quieres es sentir emoción, e incluso los excesos de arrojarte al piso convulsionando o riendo descontroladamente, allí tienes a los pentecostales y su “avivamiento de la riza”.
—Si lo que quieres es “sobriedad” y vida austera vivir alejado del mundo, allí están los Amish.
—Si eres homosexual, y no quieres ser santo por la vía que enseña la Iglesia, por medio de la castidad, allí están las Iglesias Evangélicas Gay.
—Si lo que quieres es “compañerismo” y tener amigos que te traten bien en un clima de fraternidad, allí tienes los testigos de Jehová (por lo menos mientras no te expulsen en cuyo caso nadie te volverá a hablar. De todos modos no te preocupes, mientras afirmes que el fin del mundo es inminente, que la Iglesia Católica es la Gran Ramera y no tengas ninguna accidente que requiera una transfusión de sangre, estarás bien)
Y así sucesivamente, porque en el protestantismo para todo hay. Si le tienes fobia a las medicinas, encontrarás una denominación donde sea pecado o “falta de fe” usarlas, si no te gusta el café, también hay una para la que es pecado tomar café. Incluso si lo que quieres es participar en un suicidio colectivo seguro podrás encontrar alguna que se adapte a tu particular “necesidad”.
Ante esta “hábil” estrategia la Iglesia Católica comenzó a perder “clientes” y parte de sus directivos se sintieron tentados por imitar a sus competidores. El modernismo, que infectó antes al protestantismo, infectó también a muchos católicos que lo abrazaron con la esperanza de “sobrevivir”, “adaptarse”.
El problema
El problema es que cuando hacemos eso, al igual que Apple traicionamos nuestra “esencia”, nuestra “razón de ser”.
Decía el inmortal Chesterton:
“Explicar por qué soy católico es difícil: existen diez mil razones que suman una sola: QUE EL CATOLICISMO ES VERDAD.” |
Yo amo el catolicismo porque allí he encontrado la verdad, no porque sienta “bonito”, tenga más amigos, o las cosas sean exactamente como yo quisiera.
Jesucristo dijo “el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”, y tan ciertas fueron esas palabras que luego de 2000 años el Evangelio sigue estando vigente. Nadie cree hoy en Zeus o Afrodita, ni cree que la relación pederasta entre Aquiles y Patroclo fue noble, pero el Evangelio sigue sobreviviendo la prueba del tiempo, y el catolicismo, que es la plenitud del mismo, seguirá siendo atrayente —aunque no para todos— mientras se mantenga fiel a su mensaje.
No atraerá a los que buscan riqueza, ni emoción por sobre todas las cosas, pero seguirá siendo atrayente para quien busque la verdad, que para eso está.
Así como los productos de Apple no son para todos, el Catolicismo, aunque abierto a todos, no es para todos. Muchos son los llamados y pocos los escogidos. Querer diluirlo para hacerlo digerible a la mayoría es como pretender echar agua a una Cocacola esperando rendirla: al final no sabe a nada. Es como la sal de la que habla el evangelio que pierde su sabor y sólo sirve para pisotearla.
Así, si hoy el mundo contemporáneo en uno de sus cíclicos retrocesos morales comienza a pensar que el aborto está bien, nosotros no tenemos por qué aceptarlo. Si aceptan que las relaciones homosexuales son algo natural, ¿por qué hemos de ceder? ¿Cedieron ya los luteranos y calvinistas? Allá ellos. Si se impone como moda la teología de género no tenemos que correr a aplaudirla. Ser católico es lo único que libera al hombre de la esclavitud degradante de ser hijo de su tiempo (Chesterton).
Ejemplos
Pero no me hagan caso a mí que sólo soy un católico de a pie. Miremos los hechos y como aquellas partes donde el catolicismo se ha infectado de modernismo languidecen, mientras que aquellas que se aferran a su esencia florecen.
Vayamos por ejemplo a Alemania, la cuna de Lutero y sede de cardenales como Reinhard Marx, que aun llamándose católico niega que vivir en adulterio sea siempre pecado y valora el amancebamiento y las uniones homosexuales. Ha llegado incluso a decir que debemos pedir perdón a los homosexuales por afirmar lo que enseña el Catecismo de la Iglesia Católica.
Como vemos en una noticia reciente de REL, hoy Alemania es una sociedad secularizada y sin fe. Pasó de ser un país que en 1963 ordenó 400 nuevos sacerdotes, a uno que en 1993 sólo 238, en 2013 cayó a 98 y en 2014 alcanzó un mínimo histórico de 58. La Iglesia Católica alemana ya ha cerrado 515 iglesias en la última década, mientras que la Iglesia Evangélica ha cerrado 340. El número de parroquias ha descendido de las 13.300 en 1995 a las 10.800 en 2015.
Los alemanes han ido dejando la Iglesia Católica en masa. En 2015, 181.925 alemanes optaron formalmente por la apostasía. El número de bautizos infantiles también ha disminuido en un tercio, desde los 260.000 bautizados en 1995 a los 167.000 en 2015. La situación es aún más deprimente en lo relativo a los casamientos. Hace veinte años, se casaron 86.456 parejas por la iglesia. El año pasado, la cifra se redujo casi a la mitad: en un país de 80 millones de personas, sólo 44.298 parejas se prometieron amor eterno en una iglesia. La proporción de las personas que acuden a la iglesia ha bajado desde el 18,6 % en 1995 al 10,4 % en 2015.
En el libro -entrevista “La sal de la tierra” al Cardenal Ratzinger, en ese entonces prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe, quien llegó a ser Benedicto XVI respondía a Petter Seewald:
Petter Seewald —En relación con las críticas a la Iglesia, usted dijo una vez que había un “canon de temas”: la ordenación de la mujer, los anticonceptivos, el celibato y el matrimonio de los divorciados. La lista es de 1984.
[…] Esta discusión parece seguir moviéndose fatigosamente en círculos. Quizás algunas clarificaciones nos ayudarían a salir de este punto muerto […].
Cardenal Ratzinger — Me gustaría señalar de nuevo que se trata de temas genuinos, pero también creo que estamos perdiendo el rumbo cuando los convertimos en cuestiones estándar y en las únicas preocupaciones del cristianismo.
Hay una reflexión muy sencilla en contra de esto (mencionada, por cierto, por Johann Baptist Metz en un artículo sobre la Petición del Pueblo de la Iglesia). Estos temas ya se resolvieron en el luteranismo, que, en estos puntos, ha tomado el otro camino. Está muy claro que con ello no ha resuelto el problema de ser cristiano en el mundo de hoy y que el problema del cristianismo, el esfuerzo por ser cristiano, sigue siendo tan dramático como antes.
Metz, si recuerdo bien, pregunta por qué tenemos que convertirnos en un clon del rotestantismo.
De hecho, dice, es bueno que ya se haya hecho el experimento, porque muestra que ser cristiano hoy no se basa en esas cuestiones, que la solución de esos temas no convierte el Evangelio en más atractivo ni hace que ser cristiano sea más fácil.
Ni siquiera logra un acuerdo que favorezca la unidad de la Iglesia. Creo que debemos dejarlo muy claro: no es por estas cuestiones por lo que está sufriendo la Iglesia”.
(La sal de la tierra, Joseph Ratzinger y Peter Seewald 1996)
Pero mientras en Alemania y otros países europeos las iglesias son vendidas, y utilizadas como bares o discotecas, el catolicismo tradicional florece y se revitaliza. Allí tienen por ejemplo a los lefebvrianos, que en poquísimo tiempo van a instalar su cuarto seminario en Estados Unidos, luego de que los anteriores se les quedaran pequeños, signo evidentísimo de vitalidad. Como comenta Paco Pepe en su blog, no gozan de la menor protección eclesiástica o civil sino lo que los fieles dan.
Y estamos hablando de una fraternidad que hasta hace poco estuvo en cisma, y todavía no solventan completamente su situación irregular, pero incluso en aquella situación eran más católicos que algunos cardenales, obispos y sacerdotes que contradicen públicamente la fe católica, y no son reprendidos ni sancionados sino incluso alabados en las más altas esferas de la jerarquía.
Con esto, no estoy diciendo que apoye el lefebvrismo, sino poniendo de manifiesto, que ante un catolicismo diluido y modernista, incluso el tradicionalismo lefebvrista es más católico y por ende más atractivo para quienes buscan la plenitud de la fe católica.
Hoy estamos en una situación muy similar a la que estuvo Apple. O insistimos en imitar al Microsoft de aquella época, vendiendo productos económicos pero de inferior calidad para llegar a todo el mundo, o somos fieles a nuestra esencia y vendemos el producto original: el Evangelio que nos dejó Jesucristo, sin rebajas y adulteraciones, “para que no seamos ya niños, llevados a la deriva y zarandeados por cualquier viento de doctrina, a merced de la malicia humana y de la astucia que conduce engañosamente al error” (Efesios 4,14)
¿Adaptar el Evangelio al mundo, o transformar el mundo con la verdad del Evangelio? Para mí la elección es obvia.
¡Reforma o apostasía!
Autor: José Miguel Arráiz